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jueves, 7 de julio de 2022

La CGT hizo 42 paros generales desde 1983: quiénes fueron los presidentes que más los sufrieron **

De ese total, 27 tuvieron lugar durante gobiernos no peronistas. El fenómeno puede actualizarse porque la central obrera debatirá una protesta general, la primera que afectaría a Alberto Fernández. El ranking de las medidas de fuerza a lo largo de los años

Desde el regreso de la democracia, en 1983, los paros generales de la CGT fueron parte del folklore sindical. Una metodología desgastante que castigó particularmente a algunos gobiernos: de las 42 huelgas cegetistas que se hicieron hasta hoy, 27 tuvieron lugar durante administraciones no peronistas. Y en los años electorales, los gobiernos no peronistas sufrieron el doble de paros generales que los del PJ.

¿Qué dice el ranking hasta hoy? Raúl Alfonsín sufrió 13 paros generales; Carlos Menem, 8; Fernando De la Rúa, 8; Eduardo Duhalde, 2; Néstor Kirchner, 1; Cristina Kirchner, 5; Mauricio Macri, 5, y Alberto Fernández, ninguno hasta el momento.

Los datos surgen de un informe elaborado por la Escuela de Gobierno de la Universidad Austral y que vuelve a cobrar actualidad porque, en medio de la pelea del Frente de Todos y de la crisis socioeconómica, la CGT puso en marcha esta semana los mecanismos para realizar una protesta "por los derechos de los trabajadores" y "contra los formadores de precios" que puede consistir en una movilización o en un paro general, como admitió ayer el cotitular de la central obrera Carlos Acuña (estaciones de servicio), enrolado en el barrionuevismo.

Marcelo Bermolén, director del Observatorio de Calidad Institucional y profesor de la Escuela de Política, Gobierno y Relaciones Internacionales de la Universidad Austral, es el responsable del informe sobre los paros generales, realizado en 2019, y que destacó a Infobae que a los presidentes no peronistas, la CGT les hizo el primer paro a los 275 días de iniciada su gestión, mientras que los mandatarios de origen peronista recién sufrieron una medida de fuerza general a los 1108 días de haber asumido. Ahora, según los cálculos de Bermolén, lo significativo es que Alberto Fernández se está acercando a esta última marca: lleva 939 días de gobierno. Si se cumple el promedio histórico de los gobiernos peronistas, estaría más cerca que nunca de que el sindicalismo le dedique su primera huelga general.

Bermolén destacó otro dato sugestivo: a Macri le hicieron el primer paro general el 6 de abril de 2017, a los 484 días de haber asumido, mientras que Alberto Fernández lleva 939 días invicto en ese rubro, aunque la mayor parte de la gestión del gobierno del Frente de Todos se desarrolló en medio de la pandemia, con prohibición de salir a la calle. Comparado con los 939 días de gobierno de Alberto Fernández, a los 931 de iniciado su gobierno Macri ya sufría el tercer paro general.

El récord de paros generales lo mantiene Raúl Alfonsín: sufrió 13 protestas de ese tipo promovidas por la CGT sus cinco años y medio de su gobierno, siempre con el impulso de su titular, Saúl Ubaldini, el dirigente cervecero que representó la más dura oposición que tuvo la administración radical y detrás del cual se encolumnó un peronismo dividido (como casi siempre en la historia).

El mandatario radical tuvo su primer traspié con la frustrada sanción de la Ley de Reordenamiento Sindical, bautizada como la "Ley Mucci" por el primer ministro de Trabajo del alfonsinismo, Antonio Mucci, un ex dirigente gráfico. Proponía una mayor democracia en los sindicatos, con la participación de las minorías y limitación de las reelecciones. El proyecto se frustró por un solo voto en el Senado. Ese fue el comienzo de una relación tensa entre Alfonsín y el sindicalismo. Los 13 paros se convirtieron casi en un acto de hostigamiento, aunque las dificultades económicas y sociales marcaron a fuego la gestión del primer gobierno democrático desde 1983.

El analista político Rosendo Fraga sostuvo a Infobae que "los gobiernos radicales fueron los que más sufrieron este tipo de protestas porque así como Alfonsín enfrentó 13 en 5 años y medio de gobierno, Fernando De la Rúa sufrió 8 en dos años″. "Esas dos administraciones tuvieron casi la mitad de los paros generales desde 1983, habiendo gobernado sólo la quinta parte del tiempo", agregó. A De la Rúa le tocó una feroz oposición sindical también por su programa económico y por el proyecto de reforma laboral que terminó con el escándalo de los sobornos en el Senado, que los dirigentes del PJ inmortalizaron como "Ley Banelco".

Curiosamente, Macri es el presidente no peronista afectado por menos paros generales: sólo 5 en sus cuatro años de gestión. Para Fraga, "un nivel de protesta sindical algo menor que mostró mayor aptitud para lidiar con este tipo de problemática". Bermolén rescató otro dato interesante: el fundador del PRO sufrió la misma cantidad de paros generales que Cristina Kirchner en sus dos mandatos presidenciales (en sus primeros cuatro años, ninguno y todos se concentraron en la segunda parte de su gestión, cuando se produjo la ruptura con el jefe del Sindicato de Camioneros, Hugo Moyano, el impulsor de todas esas medidas de fuerza generales).

En el informe de la Universidad Austral se destaca que el mandato de Macri superó el promedio de paros por días gobernados de Eduardo Duhalde (el presidente peronista con peor promedio de paros en relación a sus días en el poder): el dirigente de Cambiemos sufrió 5 paros generales en 1238 días de gobierno, mientras que el referente del justicialismo bonaerense tuvo 2 paros en 509 días.

Si se toma el indicador de "frecuencia de paro medido en días", como se sostiene en el trabajo de Bermolén, De la Rúa es quien se llevó la peor parte con un paro general cada 92 días, y cierra la lista Macri, con un paro cada 292 días.

Fraga también hizo hincapié en que "los gobiernos peronistas han gobernado el 80% del tiempo desde 1983 y han tenido sólo la mitad del total de paros generales", aunque añadió algunos detalles significativos: "Los 10 años y 5 meses que gobernó Menem mostraron una situación diferente. En el primer mandato (fue de 6 años y medio) tuvo un solo paro general y en el segundo, en cambio, 4. El año y medio que gobernó Duhalde se registraron 5 paros generales, un nivel muy alto para un gobierno peronista. Se explica por la convulsión social que generó la crisis 2001-2002. Con la llegada de Kirchner al poder, la Argentina retorna al crecimiento económico. Tiene un solo paro general en 4 años y medio de gobierno. Cristina Kirchner tuvo 5 en los 8 años de sus dos períodos".

En este marco, destacó el director del Centro de Estudios Nueva Mayoría, el gobierno de Alberto Fernández no ha tenido hasta ahora paros generales: "El fenómeno registra cierta relación con lo económico-social -sostuvo-. Los períodos de crisis, como fue la segunda parte del gobierno de Alfonsín, de Duhalde y De la Rúa, son la mayor intensidad de paros generales". Por eso no es casual que la CGT esté a punto de descongelar su espíritu de protesta al calor de una inflación galopante y de un creciente deterioro salarial. Y, además, con un gobierno dominado por las peleas internas, la indiferencia hacia el sindicalismo y un horizonte de derrota electoral en 2023.

Hay otro fenómeno: esta "Corpo" sindical, debilitada por la caída del trabajo formal y el aumento de los trabajadores en negro, hace mucho que no logra concretar paros generales que hagan dar marcha atrás a los gobiernos para cumplir con sus reclamos. Realizar una protesta extrema sin lograr transformar la realidad es el reflejo más palpable de la pérdida de poder del gremialismo. Distintos presidentes ya se dieron cuenta de que pueden afrontar paros generales y desoírlos sin que se altere la gobernabilidad.

"En los 85 años transcurridos desde 1947 -como apuntó Fraga-, el peronismo ha gobernado la mitad del tiempo, pero desde 1989 lo ha hecho 27 de los 33 años transcurridos. Ha sido la mayor participación del sindicalismo en el poder de su historia". A los dirigentes gremiales no les gustará esa última conclusión: creen que justamente los resultados de los gobiernos han sido los que están a la vista porque marginaron a los sindicalistas del esquema de poder. Esa puja es la que otra vez se pondrá en juego, como en un loop irrompible e inconducente, con el primer paro general (o movilización) que afrontaría en breve el gobierno del Frente de Todos.

** Por  Ricardo Carpena

lunes, 18 de octubre de 2021

Día de la Lealtad: una multitud en el acto convocado por la CGT

Columnas de trabajadoras y trabajadores colmaron la zona del microcentro y del bajo porteño. "El peronismo debe promover la alianza entre la producción y el trabajo, única fórmula que garantiza un crecimiento sostenible con justicia social", planteó la central obrera en su documento oficial.

Decenas de columnas de trabajadoras y trabajadores colmaron la zona del  microcentro y del bajo porteño para participar del acto de la Confederación General del Trabajo (CGT) por el Día de la Lealtad Peronista. Un amplio abanico de sindicatos y agrupaciones sociales se concentraron esta tarde en los alrededores del Monumento Canto al Trabajo.

La CGT y sus gremios confederados se pronunciaron por "el desarrollo, la producción y el trabajo" y por "la defensa del aparato productivo nacional y la generación de empleo genuino". El documento oficial del acto demandó políticas económicas que promuevan la generación de empleo genuino y el fortalecimiento de los sistemas de seguridad social y de salud.

"La Argentina y el Gobierno afrontan una instancia decisiva para superar la crisis económico-social heredada y agravada de forma dramática por los efectos de la pandemia" de coronavirus, sostuvo la CGT, que aseguró ser "la reserva desde donde el Movimiento Nacional puede reconstruir el tejido social y fortalecer la política".

L
os gremios que se movilizaron

Se concentraron trabajadores rurales (Uatre), junto a camioneros, judiciales, trabajadores y trabajadoras de la sanidad, de los peajes, ferroviarios, UTA y de la alimentación, entre otros.

La CGT y otros espacios gremiales confederados en la central obrera, como la Corriente Federal de Trabajadores (CFT), el Movimiento de Acción Sindical Argentino (MASA) y los docentes de UDA, entre algunos.

Se trató de la primera gran movilización sindical post pandemia de coronavirus. De esta manera, los sindicatos ratificaron su respaldo al gobierno de Alberto Fernández y repudian "los intentos de eliminación de la indemnización por despido y cualquier otra forma de flexibilización" impulsadas por la oposición de Juntos por el Cambio.

Allí se convocaron desde las 10.30 varios gremios, y otros más seguían avanzando desde la 9 de Julio, por distintas avenidas hacia el bajo. "Los empresarios tienen que entender que las responsabilidades son muy importantes", dijo Daer como mensaje previo a los discursos que tendrán lugar en el palco montado frente a la Facultad de Ingeniería.

Fuente: Página 12

lunes, 30 de agosto de 2021

JOSÉ ESPEJO, el secretario de la CGT amigo de Evita que volvió al llano como un trabajador más

 


70 años atrás, tuvo un papel destacado en el Cabildo Abierto que promovió la candidatura de Eva Duarte a la vicepresidencia. Un año después, dejó su cargo: estuvo preso, se fugó a Chile y acabó sus días vendiendo café y galletitas para subsistir

En contraste con el poder que tuvo mientras dirigía la Confederación General del Trabajo, los últimos años de José Espejo, uno de los grandes impulsores de la candidatura de Evita a la vicepresidencia, transcurrieron en el llano. Más allá de los cargos que ocupó, el dirigente gremial se destacó por haber sido el hombre de confianza de Eva Duarte de Perón.

Espejo inició su tarea gremial en la fábrica de galletitas Bagley, donde se desempeñó como delegado y, después de pasar por algunas funciones en el gremio, por recomendación del secretario de Alimentación Raúl Costa, llegó a entablar un vínculo muy cercano con Eva Perón. “Mi abuelo fue aceptado por Evita, fue ella su primera impulsora. Su relación era de mucha confianza”, relata su nieto Damián Ferraris. Con este apoyo indispensable, y con el aval del resto de los sindicalistas, Espejo asumió como secretario general de la CGT en 1947.

Su relación con Evita

Evita y Espejo forjaron un vínculo muy leal y de confianza tanto en la actividad social como en lo personal. En este sentido, Ferraris desmiente la versión que se muestra del sindicalista en la película “Eva Perón: la verdadera historia”: “Está mi abuelo aplaudiendo como un obsecuente y me da bronca porque no era así”, aclara.

El vínculo también se reflejaba en el plano personal y hasta familiar ya que la esposa de Perón fue una de las invitadas más especiales en el casamiento de Espejo con Beatriz Beverati, también muy querida por Evita. “Antes mi abuelo tenía otra mujer que no le caía bien a Evita y creo que eso influyó bastante en que no siguiera esa relación”, cuenta su nieto y agrega: “Con mi abuela hubo un buen sentimiento”.

Ferraris destaca cómo era el trato de Eva con los sindicalistas. “Cuando veía que alguno estaba pasando por arriba de sus ingresos o sus posibilidades, que alguno tenía más plata que la que tenían que tener, lo encaraba y le decía, ‘explicame, ¿en qué andás? ¿cómo hiciste para tener esto?’”

Los últimos años de Espejo

Ferraris relata que Evita le dijo a su abuelo que se fuera porque toda la vida lo iban a perseguir por haber estado tan cerca de ella. Y así fue. José Espejo renunció a su cargo en la CGT al año siguiente de la muerte de Eva Perón, se compró un camión y hasta 1955 vendió vinos, lejos del primer plano y de la exposición que había tenido durante sus años al frente de la Confederación General del Trabajo. Mi abuelo decía que había terminado su cargo y volvía a ser un trabajador. Siempre defendió el trabajo y a los trabajadores. ÉL DECÍA QUE VOLVÍA AL LLANO”.

Tras la caída de Perón, se refugió en la embajada de Haití, de donde escapó para organizar la huelga general contra la dictadura de Aramburu, la autodenominada Revolución Libertadora. Cuando fracasó la huelga, Espejo fue detenido el 19 de noviembre y acusado junto a Perón de traición a la patria por el juez Botet.

Desde ese momento, estuvo preso en la penitenciaría de Las Heras -hoy desaparecida-, después lo llevaron al barco Bahía Buen Suceso, y terminó en Río Gallegos. En la prisión de la capital santacruceña se encontró con el empresario peronista Jorge Antonio, Héctor Cámpora, John William Cooke y Guillermo Patricio Kelly, con quienes empezó a planificar la fuga. “Los guardiacárceles eran laburantes, eran peronistas, entonces no los trataban lo mal que querían que los traten”. Finalmente se concretó la fuga y logaron pasar a Chile, donde Espejo trabajó durante un año como taxista con un auto prestado por los sindicalistas chilenos. Pero, al regresar a la Argentina durante la presidencia de Arturo Frondizi, la policía lo arrestó, lo torturó y estuvo otros seis meses en prisión. Además, al ser detenido, le robaron todas sus pertenencias y hasta debió tragarse una carta de Perón con instrucciones para que no la viera la policía.

Espejo también enfrentaba duros problemas personales. Su lealtad a Eva le costó caro y no lo dejaban trabajar por su cercanía a ella, por lo que su casa fue rematada. Para mantener a su familia y, consecuente con su lucha por los trabajadores, salió a ganarse el sustento como lo había hecho siempre. Junto a un amigo comenzó a venderle café a los vendedores ambulantes del barrio de San Nicolás, en Junín al 181 y, luego, se dedicó a la venta de pollos. Finalmente terminó comprando galletitas en las fábricas para revenderlas a los almacenes porteños. De esta manera transcurrieron sus últimos años. “Creo que el ejemplo de mi abuelo exalta aún más a la figura de Evita. Ella sabía elegir la gente que estaba a su lado, que no la traicionó nunca, ni estando muerta”.

Tras una vida dedicada a la lucha sindical, José Espejo murió en 1980 tal como Eva Perón hubiera deseado. Como un descamisado más, como un trabajador hasta sus últimos días.

Por Facundo Giampaolo

https://www.infobae.com/sociedad/2021/08/30/jose-espejo-el-secretario-de-la-cgt-amigo-de-evita-que-volvio-al-llano-como-un-trabajador-mas/

 


miércoles, 28 de abril de 2021

PABLO MOYANO consiguió el apoyo de 30 gremios a sus aspiraciones a ser el jefe único de la CGT

 


La corriente del sindicalista camionero se alió a Sindicatos en Marcha para la Unidad Nacional (SEMUN), que dirige el ferroviario Sergio Sasia, que representa a 30 gremios. Intentarán buscar la mayoría en el congreso cegetista. Hugo Moyano recibió al principal opositor a Armando Cavalieri en Comercio

Pablo Moyano logró respaldo para tratar de convertirse en líder de la Confederación General del Trabajo (CGT): el sector que lidera, el Frente Sindical para el Modelo Nacional (FRESIMONA), formalizó un acuerdo con los dirigentes de Sindicatos en Marcha para la Unidad Nacional (SEMUN), una fracción de una treintena de organizaciones que lidera el ferroviario Sergio Sasia, con el fin de sumar otros apoyos que les permitan tener mayoría la futura central obrera, que renovará autoridades en septiembre u octubre.

Dirigentes de ambas corrientes se reunieron este lunes durante unas tres horas y coincidieron en que la nueva CGT deberá tener un solo secretario general porque “el triunvirato de conducción ha demostrado que no sirve”. Y propondrán que ese único único jefe cegetista tiene que ser el secretario adjunto del Sindicato de Camioneros, cuyos rivales, el sector de “los Gordos”, integrado por Héctor Daer (Sanidad) y Armando Cavalieri (Comercio), y los “independientes” (Andrés Rodríguez, de UPCN; Gerardo Martínez, de la UOCRA, y José Luis Lingeri, de Obras Sanitarias), buscan que haya una conducción colegiada de tres o cuatro miembros.

Analizaron, además, la posibilidad de plantear una reforma del estatuto de la CGT para cambiar la forma en que se eligen los representantes que cada sindicato envía al congreso cegetista para elegir su consejo directivo: quieren evitar que los grandes gremios sigan teniendo proporcionalmente la mayor cantidad de congresales en desmedro de las organizaciones medianas y pequeñas.

El moyanismo perdió muchos adherentes durante los últimos años que le restaron predicamento como una corriente sindical con poder propio y por eso empezó negociaciones con otros sectores para que “los Gordos” y los independientes, que controlan hoy la central obrera, no digiten los nombres de la futura conducción cegetista ni definan la estrategia que llevará adelante.

Daer quiere continuar como uno de los cotitulares de la CGT y acepta la idea de elegir integrantes de un triunvirato o de un cuarteto para pilotear la CGT ante la evidencia de que ningún dirigente tiene el suficiente consenso como para ser el único líder y que tampoco ningún sector sindical puede tener una mayoría en el congreso cegetista que le permita imponerse ante sus adversarios.

En marzo pasado, Sasia tuvo un primer encuentro con Hugo Moyano, donde evaluaron una estrategia en común ante la renovación de la CGT. En ese momento se habló del apoyo del Sindicato de Camioneros para que el jefe de la Unión Ferroviaria asuma al frente de la Confederación de Trabajadores del Transporte (CATT), mientras que éste le devolvería la gentileza brindándole el respaldo del SEMUN a Pablo Moyano como líder de la central obrera. Ese fue el paso que se dio este lunes.

Los representantes del FRESIMONA y el SEMUN se pusieron de acuerdo en “una CGT unida, fuerte, representativa y federal, que debe encarnar un proyecto nacional con una agenda programática basada en la producción, el desarrollo, el empleo, la salud, la salud y la “tecnología conveniente”, que fue una forma de tomar distancia de las autoridades actuales de la CGT, a la que criticaron durante la reunión por su “pasividad” y porque “una mesa chica toma decisiones que deben ser resueltas por toda la central obrera”.

Además de Pablo Moyano y Sasia, participaron del encuentro, que se realizó en una sede de Camioneros del barrio de Caballito, los dirigentes Mario Manrique (SMATA), Juan Pablo Brey (aeronavegantes), Raúl Durdos (SOMU), Jorge García (peones de taxis), Graciela Aleña (viales), Omar Plaini (canillitas) y el diputado nacional Facundo Moyano, por el FRESIMONA, y Guillermo Moser (Luz y Fuerza), Pedro Milla (petroleros privados), Luis Pandolfi (tintoreros), Ramón Luque (papeleros) y Jorge Anro (AUPBA), por el SEMUN.

El congreso de la CGT para elegir sus nuevas autoridades debería haberse realizado en agosto pasado, pero, con motivo de la pandemia, el Ministerio de Trabajo prohibió las elecciones en los sindicatos y prorrogó todos los mandatos gremiales. Ahora, la cúpula cegetista estudia la posibilidad de concretar el congreso a fines de septiembre o principios de octubre para unificar a los distintos sectores en una sola estructura y tratar de recuperar el poder perdido por el sindicalismo en los últimos años.

El encuentro del FRESIMONA y el SEMUN no fue el único que mantuvo el moyanismo en las últimas horas: este lunes también hubo una reunión entre Hugo Moyano y el dirigente Ramón Muerza, un tradicional opositor en el Sindicato de Comercio al que el jefe camionero apoya para que intente desplazar al líder mercantil Armando Cavalieri en las elecciones que tendrán lugar el año próximo.

Junto a sus hijos Pablo y Facundo, el líder de Camioneros habló con su colega de Comercio sobre el flamante acuerdo salarial firmado por Cavalieri, del 32% en cuatro tramos, al que criticaron por “insuficiente”, y analizaron la situación interna de la CGT.

En los últimos comicios de Comercio, que se hicieron en septiembre de 2018, Cavalieri le ganó a Muerza por 461 votos (el líder opositor dice que, en realidad, fueron menos de 200), en un proceso electoral plagado de denuncias cruzadas en la Justicia.

Como anticipó Infobae en enero pasado, Moyano le dará apoyo político y económico a Muerza para que intente ganarle a Cavalieri las elecciones del año próximo en el Sindicato de Comercio de Capital, desde donde diseñan un proyecto a largo plazo: tratarán de lograr en 2023 la mayoría en el secretariado de la Federación de Empleados de Comercio (FAECYS), que es la que lleva 135 representantes al congreso de la CGT (la mayor cantidad de los que aportan los sindicatos que integran la central obrera).

El objetivo del líder camionero a largo plazo es buscar el ascenso de Muerza en Comercio para tener una mayoría suficiente en el congreso de la CGT que le permita desplazar a “los Gordos” de la conducción e imponer una renovación en la central obrera.

Por Ricardo Carpena


miércoles, 11 de noviembre de 2020

lunes, 12 de octubre de 2020

¿Lealtad a un Presidente no peronista? Necesitamos una nueva política sindical / Por Marcelo Peretta **

 


El 17 de octubre la cúpula de CGT respalda a un Presidente que termina su primer año de “gestión” con quinientos mil empleos registrados menos, cien mil empresas cerradas, paritarias congeladas, catorce por ciento de desempleo, dos millones de nuevos pobres, ochocientos mil contagiados y veintiún mil muertos con covid.

La central obrera, que hizo silencio frente al severo perjuicio sufrido por los trabajadores dependientes e independientes, ahora difama la memoria justicialista respaldando a un Gobierno que estimula el pobrismo y descree del mérito, siendo que el peronismo siempre estimuló el esfuerzo, empezando por aquellos criollos, inmigrantes y campesinos mal pagos, sin oficio ni calificación, para que se capaciten y conviertan en trabajadores registrados, sindicalizados y bien remunerados.

Fue Perón el que otorgó derechos reales a los trabajadores que se esforzaban: salario vital, aguinaldo, vacaciones, turismo y salud. En cambio, el “albertismo” al que se apoya, sostiene que el problema es la desigualdad y prefiere nivelar hacia abajo y empobrecer a todos por igual.¿Quién le dijo al Presidente y a la CGT que los trabajadores queremos ser iguales? Es una tiranía pretender que todos seamos análogos. Quitarle a los ricos para darle a los pobres no es peronismo, mucho menos sindicalismo. No se enriquece a los pobres empobreciendo a los ricos.

El trabajador quiere ganar más, comprarse casa, auto e irse de vacaciones; quiere diferenciarse, no que todos sean igualmente pobres. El trabajador quiere trabajo registrado, no subsidio; quiere dignidad no limosna. No se ayuda a la gente haciendo por ella lo que ella debe hacer por sí misma. El desafío no es igualar trabajadores a la fuerza sino aumentarles las oportunidades laborales, con una mirada ascendente, no descendente.

Pero esta CGT, conducida casi exclusivamente por sindicatos corporativos (Gordos), parece haber olvidado los principios peronistas, y hoy está dedicada a sostener un modelo en que “los trabajadores hacen que trabajan y los empleadores hacen que pagan”, porque negocia con las corporaciones empresarias salarios bajos, insuficientes para vivir, por lo que los empleados deben buscar otros medios de vida.

El gremialismo se aburguesó y en lugar de mantener la libertad otorgada (y enseñada) por Perón, que era militar por formación pero liberal por concepción, los dirigentes actuales frenan la evolución, restringen la libertad, olvidan la democracia, impiden las nuevas organizaciones y retrasan las modernas actividades.

La cúpula sindical actual es conservadora y subsidia a funcionarios para acrecentar su poder y frenar la creación de nuevas organizaciones sindicales, contradiciendo el artículo 14 bis de la Constitución que establece que la “organización sindical debe ser libre y democrática, reconocida por la simple inscripción en un registro especial”.

Los “Gordos” obstaculizan el desarrollo de nuevas tareas como el “teletrabajo” y el “reparto”, que por definición son nuevas actividades que necesitan sindicatos específicos, y las convierten en meras nuevas “modalidades” laborales para engordar, aún más, las obesas arcas de sindicatos creados hace más de ochenta años, cuando estas nuevas actividades ni siquiera estaban pensadas.

La burguesía dirigencial defiende un “modelo” sindical que convalida, por ejemplo, que los policías monotributen -y mueran en funciones- sin una asociación gremial que los proteja, a pesar de que el Ministerio de Trabajo tiene a la firma la inscripción de los Sindicatos SIPOBA y SINPOPE, pero la Corte Suprema de Justicia se opone, o que los enfermeros sigan precarizados e ignorados en su condición de profesionales universitarios porque FATSA se niega a que los Sindicatos SITRE y SUPDE obtengan su personería gremial.

La Cartera Laboral tiene más de mil expedientes de inscripción o personería frenados por presión de los jeques sindicales. En lugar de permitir que el sindicalismo crezca y multiplique la fuerza de los trabajadores con nuevas asociaciones, el viejo sindicalismo sostiene, equivocadamente, que eso dividirá su potencia y ejerce prácticas antisindicales que debilitan y alejan a los trabajadores de su sindicato y de un empleo digno.

En el sindicalismo hay muchos peronistas pero poco peronismo. Mucho sindicalista se dice peronista, pero no lo es si se roba afiliados que no representa o llama a un ministro para que le niegue la personería a un nuevo gremio. Los anarquistas le pidieron a Perón por el status quo, pero el ex presidente rompió con esa inercia de como estaban hechas las cosas.

Durante el primer gobierno de Perón se crearon numerosos sindicatos y, sin embargo, mucho sindicalista que se dice peronista se opone a esa libertad sindical al afirmar que el unicato es el “modelo sindical argentino”. Pero eso es falso, porque la legislación contempla tres tipos de sindicatos: de actividad, de profesión y de empresa, y todos son necesarios. Los números contradicen a los defensores del unicato sindical, ya que hay seis millones de trabajadores no registrados.

El “modelo” sindical argentino promueve olas de denuncias ante la OIT, porque los sindicatos corporativos restringen la libertad de los pequeños sindicatos independientes; por eso debe liberarse la creación de nuevas organizaciones, para que nazca un sindicalismo sano, con Estatutos actualizados. Si el Estado no limita la apertura y cierre de asociaciones empresarias, no corresponde que lo haga con los gremios.

El peronismo está desvirtuado por dirigentes con ansias de poder que se suben para conseguir algún cargo, pero ser peronista es bajar la pobreza, no administrarla, es aumentar la producción y empleo formal, principalmente en el sector privado (por ejemplo, gas, minería, tecnología y farmacología), no promover un subsidio para cada problema.

Es claro que las mejoras laborales se debieron a los sindicatos, pero el conservadurismo sindical impide la renovación dirigencial y el crecimiento del mercado laboral que permitirá registrar y sindicalizar a nuevos trabajadores. Si el peronismo creó los derechos laborales en Argentina, es el que hoy debe actualizarlos.

Necesitamos una enmienda laboral que reconozca nuevas actividades y una política sindical que autorice nuevos sindicatos, chicos y bien fiscalizados, que puedan negociar salarios con las pequeñas empresas y cámaras generadoras de nuevos empleos, que también están excluidas de las corporaciones empresarias. El desafío de estos nuevos empresarios y sindicalistas es crear y mantener empleos genuinos.

Hay que avanzar hacia un nuevo sindicalismo, moderno y flaco. Hay sindicatos con cientos de miles de afiliados que terminan entregando los derechos en vez de protegerlos. Un sindicato con menos de cincuenta mil afiliados es manejable y permite representar mejor los intereses diferenciados de sus trabajadores, con menor corrupción porque tiene menos caja.

También hay que abrir los convenios laborales para actualizar las regulaciones y discutir nuevos beneficios. Los convenios cerrados son una barrera para la registración laboral y protegen a muy pocos trabajadores.

Los sindicalistas debemos convencer a nuestros representados que la mejor forma de defender el trabajo es yendo a trabajar, no quedarse en casa esperando el sueldo, como hizo durante la cuarentena el setenta por ciento de los trabajadores estatales, dejando sin atención esencial al resto, que sí pusimos el cuerpo a la pandemia. Hace falta un neosindicalismo que le sume responsabilidades a los derechos laborales.

A 90 años del nacimiento de la Confederación General de Trabajo, debemos promover una reingeniería sindical y recrear al primer peronismo, el auténtico. Una CGT conducida por gremios Gordos no sirve, porque solo beneficia a la cúpula que, paradójicamente, menos necesita, y porque entrega derechos sindicales a cambio de caja para las obras sociales, y los argentinos necesitamos ambos: trabajo y salud.

Es probable que algunos compañeros se enojen cuando lean estas líneas, o que reciba otra amenaza de muerte del secretario general de CGT, Héctor Daer, pero no me preocupa mi vida, sino la posibilidad de que gane un “Bolsonaro”, con votos suficientes para matar a todo el movimiento obrero. Estamos a tiempo de limpiar, curar y fortalecer a nuestro gremialismo.

Los políticos dicen que quieren un nuevo sindicalismo, pero no se atreven a cambiarlo. Mauricio Macri pregonaba una reforma laboral, pero terminó acordando con los mismos Gordos que criticaba en campaña, y Alberto Fernández llegó diciendo que los trabajadores seríamos parte de su gobierno pero convalidó reducciones salariales y de aguinaldo y se aferró a una agenda global que dejará más gente en la calle. A pesar de su sobreactuación y de la “prohibición de despidos”, ni los amparos judiciales frenaron el tsunami de desempleo.

Me parece desleal con los trabajadores rescatar a un Presidente cuyo plan es reducir el trabajo registrado, el valor del salario y el peso del sindicalismo, y aumentar los niveles de pobreza, la pérdida de libertades, y la rentabilidad de las organizaciones sociales.

***El autor es doctor en Farmacia y Bioquímica-UBA, secretario general del Sindicato de Farmacéuticos y Bioquímicos – SAFYB, Confederación General del Trabajo

sábado, 3 de octubre de 2020

La CGT sale al rescate de Alberto Fernández ***

 

Como nunca antes en los casi diez meses que lleva de gestión, la CGT condicionó su alianza con Alberto Fernández. "Es necesario desideologizar la agenda y ocuparse de los temas que preocupan a la gente", lo despidió al Presidente uno de los seis sindicalistas que lo visitaron en Olivos, hace tres semanas. A los pocos días el proyecto de reforma judicial se había desinflado, pero el oficialismo resolvió avanzar a ritmo de machete con el recorte de fondos a la ciudad de Buenos Aires y con el desplazamiento de sus cargos de tres jueces que investigaron a Cristina Kirchner en casos de corrupción.

Nada cambió desde aquella tarde en la que el sol caía sesgadamente en los jardines de la quinta presidencial. "Está claro que hay dos agendas: la de Cristina y la de Alberto, que no sabemos cuál es", cuestionó el jueves José Luis Lingeri en una reunión con diferentes sectores de la CGT. Sorprendió el gremialista estatal de AySA con su discurso combativo. La raíz de su enojo estaría en la disputa que mantiene con el ministro de Salud, Ginés González García, por el financiamiento de las obras sociales.

Los gremios no son un actor de reparto en la arquitectura de poder que imaginó Fernández. Junto con los gobernadores peronistas, el sindicalismo clásico es la base de su respaldo desde que Cristina Kirchner lo ungió como su candidato para desbancar a Macri. Lo pensó como contrapeso de La Cámpora, según lo graficaron alguna vez un mandatario provincial del norte y un dirigente de la CGT de su máxima confianza.

Con insistencia y preocupada por la debacle económica que advierte, la cúpula de la CGT volvió a la carga esta semana con su sugerencia de un giro, aunque esta vez con un tono más crítico. Los destinatarios de los reclamos fueron el jefe de Gabinete, Santiago Cafiero, y el ministro de Trabajo, Claudio Moroni. La CGT exigió reactivar el músculo productivo del país cuanto antes y advirtió que, "a pesar de que a Máximo Kirchner no le guste", avanzará en el trazado de una hoja de ruta con la Asociación Empresaria Argentina (AEA). Es probable que surja otro borrador conjunto focalizado en la creación de empleo, la capacitación y la presión impositiva.

Enumeraron otros disgustos: la parálisis de algunos ministerios (puntualmente, en el de Transporte, a cargo de Mario Meoni, y el de Vivienda, de María Eugenia Bielsa); la urgente necesidad de conocer un plan económico de contingencia ante la devaluación del peso, y la postergación de la puesta en marcha de la mesa de diálogo económico y social con empresarios, la Iglesia, movimientos sociales y la oposición. No se lo dijeron a Cafiero y a Moroni, pero los dirigentes comenzaron a sentir una gestión frágil y débil. Surgió así una propuesta: la CGT intentará moderar el conflicto social y las paritarias con la condición de que el Gobierno gire hacia un peronismo no kirchnerizado. ¿Será eso posible?

Gestos oficiales

Con pequeños gestos, Alberto Fernández calmó por ahora la furia cegetista. Convocó para pasado mañana a las principales cámaras empresarias y a la CGT para escenificar una reactivación económica para la etapa que se avecina del aislamiento por el coronavirus. No se sabe si el llamado es más por presión que por verdadero convencimiento del Gobierno.

            En paralelo, Fernández extendió todos los mandatos sindicales vigentes hasta el 21 de febrero de 2021, incluido el de las autoridades de la CGT. Héctor Daer y Carlos Acuña revalidan así automáticamente su mandato tras el disgusto de comprobar que Hugo Moyano conserva intacto su rol como interlocutor. La otra muestra de cercanía fue aceptar encabezar el acto peronista del 17 de octubre desde la sede de Azopardo. Se realizará en el salón Felipe Vallese, en el primer piso, y el equipo de Presidencia facilitará la plataforma tecnológica para que Fernández, desde la CGT, se comunique virtualmente con las seccionales del interior. No habrá una masiva movilización callejera. La organización quedó en manos de Cafiero y Andrés Rodríguez, que en medio de estas tratativas aceptó sin conflicto un aumento salarial de 7% por dos meses para los estatales.

Con la asistencia del Presidente confirmada, los gremios buscarán ahora que la liturgia peronista no se convierta en un mero acto de respaldo al Gobierno. Difícil. En el debate sindical, un dirigente ironizó: "Así como nosotros no vamos al Patria, no creo que Máximo Kirchner venga a la CGT". Las heridas aún no cerraron después de que el hijo de Cristina criticara duramente el pacto con la Unión Industrial para rebajar salarios a cambio de conservar el empleo. Así y todo, en la CGT reservarán una silla en el estrado por si aparece Cristina. También habrá otra para Máximo, por las dudas. La rebeldía es todavía un espejismo.

***Por: Nicolás Balinotti  - LA NACION


domingo, 27 de septiembre de 2020

A 90 años de la creación de la Confederación General del Trabajo ***

 


Un recorrido por la historia de esta emblemática organización que es también la historia de la conquista de derechos laborales y sociales. Una fecha para recordar que el Modelo Argentino para el Proyecto Nacional nos señala el camino

El 27 de septiembre de 1930, a sólo tres semanas del golpe militar que derrocó al gobierno constitucional de Hipólito Yrigoyen, intuyendo lo que esa dictadura traía bajo el brazo para los trabajadores y en el marco de la Gran Depresión Mundial, las distintas corrientes de trabajadores, que respondían a las ideologías e internacionales vigentes en el mundo -anarquistas, socialistas, comunistas-, decidieron su unificación, dando origen a la CGT.

Corriendo el año 1943, la CGT sufriría una división en CGT 1 y CGT 2. Pero algo mucho más trascendente estaba en ciernes. El proceso de industrialización que se dio en la Argentina como consecuencia de la Segunda Guerra Mundial, ante la necesidad de sustituir los productos que dejaron de importarse por efecto de la conflagración internacional, produjo un crecimiento abrumador del número de trabajadores industriales con el consiguiente auge de la afiliación y crecimiento de las organizaciones sindicales.

Ese cambio social fue percibido por Juan Domingo Perón, que por entonces ocupaba estratégicamente la Secretaría de Trabajo y Previsión. Desde ese lugar impulsó el otorgamiento de derechos harto reclamados por los trabajadores durante décadas. La comunicación con las dirigencias obreras era permanente, algo inédito hasta entonces en la vida institucional. Ese crecimiento social preocupó a poderosos intereses, por lo que desde sectores del propio gobierno se presionó para desplazar a Perón. No sólo lo sacaron, sino que lo detuvieron, el 9 de Octubre de 1945.

La reacción popular no se hizo esperar y el 17 de octubre significó una bisagra fundamental en la historia argentina. Los trabajadores organizados en sindicatos, federaciones y en la CGT dejaron de ser meros espectadores de la realidad nacional y se convirtieron en protagonistas políticos de la Argentina. Hay quienes afirman, criterio que comparto, que los trabajadores ese 17 de octubre dieron nacimiento al Peronismo y eligieron a Perón como conductor de ese Proyecto de Nación que él les venía inculcando.

A partir de entonces, la CGT como central única y el sindicato único por rama constituirían la base del modelo sindical argentino y, por ende, el fundamento y garante de la instauración y vigencia de los derechos laborales y sociales de los trabajadores argentinos. La CGT tuvo activa participación en la elaboración de los planes quinquenales y el avance en la dignificación de los trabajadores se extendió a la infancia, a la familia y a los ancianos. El país se desarrollaba armónicamente a la par que aumentaba el bienestar de todos los argentinos.

En 1947 se dictan los derechos del trabajador y Perón transforma a la CGT en custodia futura de los mismos, responsabilidad que ha cumplido en mayor o menor medida de acuerdo a las distintas coyunturas y condicionamientos.

En 1951 la CGT impulsó sin éxito a Evita como vicepresidente de la Nación; con ella los trabajadores mantenían una relación privilegiada. Entre los inconmensurables gestos de Eva Perón hacia los trabajadores, está la donación a la CGT del edificio de la calle Azopardo -su sede desde entonces- que era propiedad de la Fundación. Y tal vez el hecho más importante: que ella eligiera compartir la Eternidad junto a los trabajadores, razón por la que en CGT fue depositado el féretro con sus restos, donde descansaron hasta que fueron secuestrados por la Fusiladora en 1955.

La emergencia de la sequía bianual que soportó el país, encontró a la CGT participando activamente junto a la CGE del Congreso de la Productividad, que, en 1953 reordenó equitativamente la economía y la salida de la crisis.

Pero también serán los trabajadores los que pagarán con sangre su compromiso con el Gobierno que los había dignificado y hecho protagonistas de la vida nacional. Los atentados terroristas de abril de 1953: las bombas en el subte de Plaza de Mayo que dejaron numerosos muertos -si hubieran explotado todas las plantadas, el saldo hubiera sido inmensamente mayor- y el bombardeo a la Plaza de Mayo y a la CGT, el 16 de junio de 1955 que dejó centenares de muertos, marcaron la llegada de la violencia política al país. A eso se suma, en septiembre de 1955 el bombardeo de la flota naval a la ciudad de Mar del Plata y la amenaza de extenderlo a La Plata y Buenos Aires, con la participación de potencias extranjeras que aprovisionaron a la flota golpista en alta Mar, lo que determinó la decisión de Perón de abandonar el país, para evitar una guerra civil.

Instaurada la dictadura, como en todas las que siguieron, la CGT fue intervenida y también la mayoría de los sindicatos, al tiempo que sus dirigentes eran encarcelados. En los 18 años que siguieron de proscripción del Peronismo, la CGT y los trabajadores lucharon junto con todo el Peronismo por el regreso del General Perón, que no era ni más ni menos que la voluntad mayoritaria de los argentinos. La CGT en ese período impulsó sus Programas Históricos, que representaban el modelo de país que reivindicaban los trabajadores: La Falda (1957) y Huerta Grande (1962), antecedentes de los 26 Puntos de la CGT de 1986 y de los 21 Puntos de la CGT de octubre de 2012.

Durante esos años se intercalaron gobiernos débiles, surgidos de las proscripciones al peronismo, impuestas por el poder militar y las dictaduras. La Argentina detuvo su desarrollo económico y social y se deterioró el nivel de vida de los ciudadanos por aplicación de políticas liberales. En ese período la CGT supo de divisiones surgidas por la posición frente a los gobiernos de turno que debilitaron y, hasta se podría decir que retrasaron el regreso de Perón a la Patria. Fue a partir de la asunción de José Ignacio Rucci como secretario General que se fortaleció la lucha por el retorno del General.

Con el regreso de Perón en 1972, la CGT volvió a estar unida y fue protagonista del Gobierno surgido de elecciones libres. La participación en el Plan Trienal y la firma del Pacto Social con el sector empresario fueron clara expresión del diálogo tripartito en la más alta esfera de decisión de los destinos de la Nación.

No es casual que con una CGT unida y un Gobierno que recuperó el control del ahorro nacional (a través de la nacionalización de los depósitos y las reformas a la Carta Orgánica del Banco Central), y avanzó hacia un mayor control del comercio exterior (garantizando precio sostén a los productores y sacando provecho de las exportaciones para que ese beneficio motorizara el desarrollo nacional), en poco más de un año, la participación de los asalariados en la renta nacional, pasara del 31 al 47% y el salario real a fines de 1974 alcanzara el nivel más alto en la historia Argentina (hoy estamos a años luz de acercarnos a él). Tampoco que se sancionara la ley 20.744 de Contrato de Trabajo, ejemplo mundial, entonces, en la protección de los derechos del traajador.

El magnicidio del Secretario General de la CGT José Ignacio Rucci a sólo 2 días del triunfo de la fórmula Perón-Perón fue, además de un acto de terrorismo, un golpe a Perón y, con ello, a las esperanzas del Pueblo argentino de afianzar el camino hacia la concreción del Proyecto Nacional.

El enfrentamiento entre facciones extremas del movimiento tiñó el panorama político y ocultó el verdadero boicot, que fue el llevado adelante por los sectores más concentrados y transnacionales que, con la complicidad de potencias extranjeras, aislaron a la Argentina en Sudamérica y buscaron neutralizar todas las medidas económicas tomadas por el Gobierno de Perón (hechos que él mismo denunciara en el discurso de la mañana del 12 de junio de 1974) y luego de su muerte, por el de Isabel Perón.

En esas horas aciagas, la CGT fue sostén del orden constitucional y de Isabel Perón, aunque a partir de la muerte del General en 1974, la suerte del Gobierno estaba echada. Al fracasar el intento de hacer renunciar a Isabel a la Presidencia (la licencia forzada en 1975), los militares precipitaron la decisión del Golpe que dieron el 24 de marzo de 1976.

No fue un golpe más. Esa dictadura genocida pretendió destruir la Argentina con que San Martín soñó y que había realizado Perón. Por eso el Plan Martínez de Hoz incentivó el saqueo del país, el endeudamiento externo y, para ese fin ejecutó la sangrienta persecución al movimiento obrero organizado. Prohibida la CGT, intervenidos los sindicatos, los trabajadores organizados llevaron adelante una heroica resistencia y ofrendaron en la lucha por la recuperación de la democracia, la mayor parte de las víctimas de esa brutal represión: muertos, desaparecidos, encarcelados, torturados, cesanteados, ya sean dirigentes, delegados o militantes. Toda esa barbarie no detuvo la resistencia que se expresó en miles de medidas de fuerza a lo largo de todo el oscuro período. Al tiempo del resonante Paro General del 27 de abril de 1979, ya se habían contabilizado más de 260 actos de resistencia sindical (paro de gremios, de empresas, de regionales de CGT, etc).

Desde entonces se incrementó la lucha, fracasando los intentos de la dictadura de “inventar” una dirigencia sindical amiga. La CGT recuperada, bajo la conducción de Saúl Ubaldini fue el estandarte de la última etapa de esa Resistencia y puente para el regreso a la democracia.

La vuelta a la democracia en 1983 devolvió a los argentinos los derechos civiles y políticos. Pero a los trabajadores no se les devolvió ninguno de los derechos conculcados por la dictadura. Es más, el gobierno constitucional de Alfonsín, tal vez condicionado por las debilidades de la reinstauración democrática y las imposiciones de poderes transnacionales (las mismas que lo llevaron a convalidar una deuda externa fraudulenta a poco de intentar un club de deudores para impugnarla), pretendió atacar al modelo sindical argentino, como si los trabajadores organizados fueran los causantes de los problemas del país. Ese fracaso legislativo, posible porque el movimiento sindical tenía un importante representación parlamentaria, tuvo consecuencias importantes: enfrentó al Gobierno con el movimiento sindical (con la CGT) innecesariamente, cuando ambos deberían haber estado asociados en la reconstrucción del país. También definió el nuevo esquema parlamentario argentino futuro: la representación sindical iría disminuyendo hasta ser hoy meramente testimonial, incluso, en la expresión electoral del movimiento peronista. Sin que esa disminución haya mejorado la realidad del país sino todo lo contrario.

La fractura de la CGT generada al asumir el gobierno de Carlos Menem aceleró el debilitamiento del movimiento sindical, y el vaivén entre sus reunificaciones y sus fracturas definen a las claras la situación actual. La Argentina no ha podido recuperar los niveles de justicia social, los trabajadores activos y pasivos han ido perdiendo paso a paso derechos y, el número de excluidos por la sociedad del “descarte” crece angustiosamente. Las divisiones en el sindicalismo evidencian por un lado el accionar de los poderes constituidos y sus gerentes locales que buscan atentar contra el modelo sindical y debilitar la protección de los trabajadores. Pero también desnuda un fenómeno que se percibe en todo el espectro dirigencial argentino, pero que duele más que se dé en lo sindical: las apetencias personales. En el pasado, nadie osaba, por más diferencias que tuviera con sus conducciones, crear y dividir a sus gremios (un ejemplo fue el dirigente clasista de Luz y Fuerza Córdoba, Agustín Tosco, crítico de la conducción de su Federación pero que jamás intentó dividir a la misma).

A partir de los 90 el “divide y reinarás” de los romanos, caló hondo en muchos dirigentes que pensando (o no) que lo hacían en defensa de sus trabajadores terminaban siendo funcionales a los poderes políticos y económicos que buscaban medrar con los derechos de los mismos. Con la CGT pasa algo parecido. Todos hablan de unidad y pocos trabajan para lograrla. Muchos repiten el apotegma primero la Patria, pero primero piensan en sí mismos.

Hoy es difícil encontrar algún trabajador que no reclame esa unidad, imbuidos no sólo de una experiencia histórica sino de la sabiduría criolla de “si entre hermanos se pelean, los devoran los de afuera”.

Este es un momento crucial para la Patria. Perón nos enseñó en 1946 que las crisis mundiales eran oportunidades si entendíamos al mundo que teníamos enfrente y veíamos qué papel podía jugar en él nuestro país. El Papa Francisco nos acaba de recordar en su mensaje a la ONU que “de las crisis se sale mejor o, se sale peor”. Hace falta patriotismo en los dirigentes y conductas ejemplares.

Perón el 17 de Octubre de 1945 señalaba el camino cuando nos decía “Únanse trabajadores porque detrás de la unidad del movimiento obrero, construiremos la unidad de todo el Pueblo Argentino”. Hoy con más de 40% de pobres, con tantos desocupados y precarizados, en una Patria saqueada donde los que más ganan son los que especulan , no queda sino reclamar actitudes patrióticas a los dirigentes.

El camino debe ser uno: la UNIDAD para defender a los trabajadores, para crear trabajo, para recuperar el bienestar de las familias, para unir a los argentinos, para no resignarnos, para saber que la sangre que ofrendaron Rucci y tantos mártires no fue en vano y recordar que el Modelo Argentino para el Proyecto Nacional nos señala el camino.

Compañeras y compañeros: ¡ 90 años cumple la CGT! hagamos honor a su historia. ¡Los trabajadores y la Patria nos lo demandan!

*** Por Julio Piumato: Secretario General de la Unión de Empleados de la Justicia de la Nación y Secretario de DDHH de la CGT


miércoles, 5 de agosto de 2020

De la CGT a Máximo Kirchner: “Este muchacho no laburó en su vida y nos viene a decir cómo tenemos que manejarnos”




De esta manera, el co secretario general cegetista Carlos Acuña, mostró su bronca en una reunión a puertas cerradas del Consejo Directivo de la central obrera contra Máximo Kirchner. Sus dichos fueron corroborados por un puñado de sindicalistas que participaron del encuentro y que también estaban molestos.

El viernes pasado, en una sesión en Diputados, el hijo de la vicepresidenta y jefe del bloque del Frente de Todos había castigado a la CGT por haber mantenido una reunión virtual con los dueños de las empresas más poderosas del país, nucleados en la Asociación Empresaria Argentina (AEA).
Hicieron Zoom desde sus casas mientras les piden a los trabajadores que vayan a producir a riesgo de enfermarse y que hay que salir porque si no el país no produce, había chicaneado Máximo Kirchner. Sarcástico, añadió: “Me parece bien y responsable que se cuiden por la edad que tienen”.

En su discurso durante el tratamiento en la Cámara baja de la moratoria impositiva, el diputado citó una parte del documento suscripto por la CGT y la AEA en la que se afirma que “Argentina viene de muchas décadas de un mal desempeño económico”.

“Si vamos por ahí vamos a estar en un error, yo le preguntaría, por ejemplo, a Héctor Daer que me diga cuántos afiliados tenía el 25 de mayo de 2003, cuántos afiliados tenía el 10 de diciembre de 2015 y cuantos tenía el 10 de diciembre de 2019. O le preguntaría también a los otros gremios cuantos afiliados tenían y ahí vemos realmente si es tantas décadas”, dijo Máximo Kirchner.

En la reunión de Consejo Directivo de la CGT que se llevó a cabo este martes en la UOCRA quedó en claro la molestia que las palabras del diputado provocaron.
Se recordó que, en mayo, Máximo Kirchner había criticado el acuerdo con rebajas salariales para el personal suspendido firmado entre la multinacional Mondelez y el Sindicato de Trabajadores de Industrias de la Alimentación que comanda Rodolfo Daer, hermano del otro co secretario general cegetista, Héctor Daer.
“Es la segunda que nos hace”, apuntó otro capo cegetista en la reunión.
Un alto dirigente de la CGT agregó: “Máximo se queja de los medios, pero en vez de llamarnos a nosotros para ver qué pasó en la reunión con AEA prefirió salir a criticarnos”.

viernes, 8 de noviembre de 2019

El movimiento obrero va a ser parte del Gobierno…




Héctor Daer y Carlos Acuña recibieron al presidente electo en la sede de Azopardo. También estuvo Hugo Moyano. AF propuso además que el emblemático edificio de la CGT "se convierta en un centro de educación tecnológica".
El presidente electo Alberto Fernández aseguró hoy que el movimiento obrero organizado a través de la CGT “va a ser parte del nuevo Gobierno” y ratificó que llamará a un pacto social con los empresarios para “diseñar las políticas” que necesita la Argentina para el futuro. Fernández se expresó así en la sede de la CGT, lugar al que llegaron más de 140 secretarios generales de todo el país. Allí fue recibido por los líderes de la central obrera, Héctor Dáer y Carlos Acuña, además del líder de la UPCN, Andrés Rodríguez.
El presidente electo dijo a los sindicalistas que parte de los desafíos que tendrá su gobierno y el país en general es la institucionalización de un “pacto social”, en línea con lo que supo pedir Juan Domingo Perón.
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