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jueves, 20 de junio de 2019

Ezeiza, la “masacre” que no fue / Por Aldo Duzdevich **




Se ha impuesto una versión simplista de los años 70, relatada por ex dirigentes montoneros como Miguel Bonasso, Horacio Verbitsky y otros, cuyo desarrollo puede sintetizarse de este modo: "Nosotros fuimos los que más luchamos para traer a Perón y él cuando llegó nos traicionó, se alió con los malos (sindicalistas y otros) nos persiguió y nos echó de la Plaza". En síntesis, la historia de un tercer Perón fascista que viene a convalidar la teoría de los viejos izquierdistas que en 1946 se aliaron al embajador norteamericano Spruille Braden para enfrentar al "nipo-nazi-fascismo" peronista.
Otros autores de cuño liberal, aunque critican a la guerrilla montonera, coinciden con ellos que el malo de la película fue Perón. Terminan compartiendo la versión del mismo Jorge Videla de que "la Triple A fue una creación directa de Perón", y de que la represión ilegal "no fue idea de las FFAA sino del propio gobierno peronista".
Y, en esa versión de la historia, se cruzan y coinciden los Bonasso y Verbitsky con el genocida Jorge Rafael Videla. La guerrilla necesita ese argumento para justificar sus gravísimos errores políticos y los genocidas para descargar sus culpas.
Mi libro La Lealtad-Los montoneros que se quedaron con Perón está dedicado íntegramente a desmontar esta versión simplista de una historia de buenos y malos. Con la particularidad de que está basado en el testimonio de 50 militantes del bando de los "buenos", o sea, ex guerrilleros que lucharon hasta 1973 por el retorno de Perón. Allí explico en detalle los sucesos del 20 de junio en Ezeiza que trataré de sintetizar brevemente aquí.
Hace poco alguien dijo que el Pacto Social de Perón en 1973 fue una idea genial. Pacto que tenía dos soportes: Jose Ber Gelbard, por el sector empresario, y José Ignacio Rucci, por la CGT. Habría que decir que asesinar a Rucci dos días después de que Perón ganase por el 62 por ciento de los votos no fue un acto justiciero por parte de Montoneros, sino uno de los errores más gruesos de su historia, error que los llevó a enfrentar a Perón muchos meses antes de que el General los tratase de "imberbes" en la Plaza.
Y aquí empalma el relato montonero con los hechos de Ezeiza. El "ajusticiamiento" de Rucci fue para vengar la "Masacre de Ezeiza".
La descripción sucinta de los hechos es la siguiente: para recibir al General Perón en su retorno definitivo a la patria, se convocó un acto, en un palco montado sobre el puente 12 de la autopista Richieri. Cerca de 3 millones de personas se dieron cita desde muy temprano. Pero lo que iba a ser una fiesta esperada durante 18 años se transformó en una enorme frustración.
Cerca de las 14 horas, en la parte posterior del palco se generó un tiroteo entre el grupo de custodia y una gruesa columna de Juventud Peronista identificada con FAR y Montoneros. El saldo de los enfrentamientos fue de 13 muertos y un número indeterminado de heridos.
Los titulares de los principales diarios no mencionaban las palabras masacre o matanza sino: "Enfrentamientos entre grupos armados". Sin embargo FAR y Montoneros, denunciaron que había sido una emboscada preparada por los sectores de la ortodoxia peronista, que se convirtió en una matanza. Lo sugestivo es que sólo mencionaban dos o tres nombres de militantes asesinados. El mito de la "masacre" se agigantó con el tiempo y hoy casi nadie discute ese paradigma.
En Ezeiza -como en muchos otras concentraciones de este tipo- hubo una disputa por copar el acto, movilizando grandes columnas para llegar con sus carteles lo más cerca posible del palco. Y sin dudas los ganadores fueron las columnas movilizadas por FAR y Montoneros que llegaron a posicionar sus carteles a pocos metros.
El ex coronel Jorge Osinde se hizo cargo de la seguridad del palco, desplazando a las policías federal y provincial. Para ese fin constituyó un grupo de unos trescientos "pesados" con gente de la CNU (Concentración Nacional Universitaria), del CdO (Comando de Organización), custodios sindicales y ex militares peronistas. Un grupo variopinto de personajes de pocas luces, pero con vocación de "caza zurdos". Los proveyó de armas cortas y largas con directivas poco claras respecto en qué caso usarlas.
En las columnas montoneras, identificados con brazaletes de colores diferenciados, marchaban grupos de militantes portando armas cortas de "defensa personal" . El propio Mario Firmenich calculó que serían unos cinco mil cuadros de JP armados "solo con armas cortas". Esta frase se destaca en todos los relatos como si las "armas cortas" fuesen un adorno o una banderita en la mano.
Imaginemos entonces, un acto multitudinario con tres millones de personas, donde hay 300 locos en el palco fuertemente armados, y cinco mil jóvenes mezclados entre la gente provistos de armas cortas, pujando por ver quién pone los carteles más cerca. Un cóctel explosivo al que sólo le hacía falta una chispa para derivar en caos.
Esto fue lo que sucedió a espaldas del palco, cuando una gruesa columna con carteles de FAR y Montoneros intentó pasar por detrás para posicionarse a la derecha del palco, lo que fue interpretado por los custodios como el intento de tomar el palco por asalto. Primero fueron insultos y empujones, luego cadenazos, hasta que alguien tiró el primer tiro y se desató el pandemonio. Lo que siguió fue una enorme confusión en la que nadie tenía claro quiénes ni contra quién disparaban.
De los 13 muertos en la refriega, cuatro pertenecían a la JP: Horacio "Beto" Simona de Montoneros, Antonio Quispe de las FAR, Hugo Oscar Lanvers de la UES y Raúl Obregozo de la JP La Plata. Entre los custodios del palco las víctimas fueron tres: el capitán RE del ejército Máximo Chavarri, y los militantes del CdO: Rogelio Cuesta y Carlos Domínguez . Los otros 6 fallecidos no fueron reivindicados como militantes de ningún sector lo que indica que serían simples asistentes al acto.
Los hechos hablan por sí mismos. Si de semejante despliegue de armas hubo cuatro muertos del sector FAR y Montoneros y tres muertos de los custodios del palco, es forzado caracterizar como emboscada y masacre. En todo caso habrá sido un enfrentamiento desigual donde ambos bandos pagaron su costo en vidas.
La confusión e impericia de los custodios del palco fue tan grande que los llevó a atentar contra quienes serían de su propio bando. Es el caso los ocho torturados en el hotel de Ezeiza por la gente de Osinde: ninguno integraba las filas de la JP . Dardo José González y Luis Pellizon pertenecían a la UOM de Campana. Alberto Formigo y Tomás Almada, al sector ortodoxo de la juventud. Raúl Alberto Bartolomé, agente de la policía de Mendoza, llegó a Ezeiza con la CNU y relata que "me llevaron al hotel de Ezeiza y me torturaron, con Ciro Ahumada dirigiéndolos".
Si existe una foto que simboliza los hechos de Ezeiza, es la del joven de pullover claro, izado al palco desde los pelos. Esa imagen se presenta como prueba irrefutable, de la agresión de que fueron víctimas los militantes de FAR y Montoneros. Sin embargo, en el año 2010, el investigador y escritor Enrique Arrosagaray logró descubrir y entrevistar al joven de la foto. Se llama Juan José Rincón, vive en Dock Sud. Era militante en la Juventud Peronista de la República Argentina ("Jotaperra"), de la ortodoxia peronista, y concurrió a Ezeiza, con la columna de Herminio Iglesias.
Entre los testimonios de La Lealtad es muy clara Marcela Durrieu, ex militante montonera y participe de la refriega, cuando analiza lo sucedido : "No sé cómo empezó el tiroteo, pero un enfrentamiento, por grave que sea, no es lo mismo que una masacre y no es cierto que los montoneros habían concurrido desprevenidos y no imaginaran un posible enfrentamiento. Y esto no es de ninguna manera una disculpa a los hijos de puta de Osinde y compañía, pero si lo realmente importante era el encuentro de Perón con su pueblo, la respuesta debió ser facilitarlo, independientemente de quien custodiara el palco, y asegurar que no hubiera incidentes. Me detengo en esto, porque Ezeiza fue una excusa perfecta para comenzar la estrategia de victimización y enfrentamiento frontal con el peronismo y con Perón. La insistencia en destacar que había sido una emboscada, en asignarse todos los muertos y heridos, en magnificar los hechos y en diluir la trascendencia de la imposibilidad del descenso de Perón fueron una política dirigida a convencer al país y a la tropa propia de la condición de víctimas. La Conducción [de Montoneros] tenía resuelto, o consideraba irremediable el enfrentamiento con Perón, desde el día en que quedó claro el regreso, sólo faltaba resolver el momento y la forma y, supongo que consciente o inconscientemente, el inicio fue Ezeiza"
** El autor es escritor. Su último libro es "Salvados por Francisco", Ediciones B 2019


domingo, 23 de noviembre de 2014

Borro para la Corona




“Quinientos sesenta y tres años antes que Néstor Kirchner, Itzcoatl –el primer rey de México, cuarto tlatoani de los mexicas– mandó destruir todos los anales y códices para que, desde su reinado, empezara a contarse la historia de su pueblo. Itzcoatl también llevó adelante la reforma religiosa mexica, y obligó a los suyos a adoptar una nueva teogonía, acorde con sus conquistas militares: así nació la toltequidad (…) La de Itzcoatl es la primera historia registrada en la que un rey decide reinventarse un pasado a su medida, y aparece mencionada en “Los abusos de la memoria”, un breve pero brillante trabajo sobre el tema de Tzvetan Todorov, lingüista, filósofo e historiador búlgaro de nacionalidad francesa, ganador del premio Príncipe de Asturias 2008” (tomado del capítulo “Edificando el pasado”, del libro “10 K, la década robada”, del autor de esta nota)

La reinvención del pasado está inscripta en el ADN del kirchnerismo: la juventud maravillosa del setenta, la lucha inmobiliaria contra la dictadura, la democracia degradada por el populismo. Esa historia de la no historia tuvo hitos significativos: la reescritura del prólogo del libro “Nunca Más”, el pasado de lucha universitaria y política de Néstor y Cristina, la sacralización de Néstor desde la Bic hasta el mausoleo en Río Gallegos, la celebración del vigésimo quinto aniversario de la creación de Página 12 en la que yo mismo fui desaparecido.

–Ustedes estaban construyendo Página 12 en mayo del 87, y nosotros estábamos construyendo la campaña para la intendencia de Río Gallegos -dijo entonces la presidenta, que allí explicó lo que es el periodismo, según ella: “Voy a hablar de periodismo –dijo–, que es, en definitiva, tener información teórica para poder interpretar a través del pensamiento abstracto la realidad. Y que no te la cuente nadie, y darle esa versión, esa interpretación, al conjunto de la sociedad”. La interpretación abstracta y teórica dada entonces por el gobierno fue que yo, simplemente, nunca había existido, aunque desde el 28 de mayo de 1987 hasta 1996 todos los ejemplares del diario llevaran mi nombre en la contratapa: 3.285 ejemplares borrados de un plumazo oficial. En estos días, en Moscú, el Museo del Gulag expone, en la muestra “El comisario desaparece”, 150 imágenes manipuladas por el estalinismo; las imágenes fueron recogidas por el artista británico David King, quien decidió crear la colección cuando, en 1970, en un viaje a la Unión Soviética, intentó encontrar fotos de León Trotski. La orden de borrar mi nombre de las páginas del diario no comenzó con el kirchnerismo, se hizo una costumbre desde 1996 en adelante, hasta que desaparecí por completo. Por eso esta semana, cuando la twittera @yotengolaverdad, más conocida como La Pajarita Peponista, viralizó una borrada masiva de notas de Horacio Verbitsky, la noticia no me sorprendió. La Pajarita..., en verdad, reproducía algo que había descubierto en marzo otro twittero, @javiersmaldone. Los periodistas de Página 12 confirmaron a Clarín que las notas se borraron por pedido del propio Verbitsky, pero nadie termina de creer en los motivos que esgrimió. El 18 de noviembre, bajo el título “Fui yo”, el ministro sin cartera del kirchnerismo dijo que lo hizo “porque no quería darle la información premasticada a la nube de periodistas europeos que cayeron sobre Buenos Aires para preparar instant books sobre el personaje, ya que sigo investigando el tema y no me gusta regalar mi trabajo”. Como durante casi diez años ordené que le pagaran el sueldo, me consta que Verbitsky no regala su trabajo, pero eso no es lo importante. Lo curioso es el motivo: borrarlas ahora, como si sólo pudieran acceder a ese material desde Buenos Aires, como si no existiera la memoria cache en los buscadores o si no pudieran (los periodistas ávidos de la nube) entrar a buscar los artículos en www.archive.org. Las notas que Verbitsky borró son “El almirante y el Cardenal”, “Operación Cónclave”, “Mentiras y calumnias”, “Una persona ávida de poder”, “No sabe no contesta”, “Baseotto no está solo” y “Papabilidades”. Si se ingresa en estos días a la web de Página 12 buscándolas, se toparán con dibujos de Daniel Paz.

La reacción del Gobierno apenas elegido el papa Francisco, y en los tres días posteriores, fue patética: tweets borrados y resguardo del derecho al olvido periodístico que pedía Verbitsky. Agustina Kampfer, Daniel Tognetti, Sergio Ranieri e Ivan Schargrodsky fueron algunos de los que borraron sus tweets, en los que linkeaban a las notas del ministro sin cartera. Otros twitteros K pasaron de la condena al elogio a Bergoglio: Luis D’Elia, Dante Palma, Cynthia García, Juan Cabandié, María José Lubertino, Florencia Saintout, Gerardo Ferreyra, Javier Romero y Alex Freyre.

El 12 de julio de 2010, Tognetti escribía en su Twitter “Abusar de menores, apoyar a la dictadura y a Cristian Von Wernich está en el Plan de Dios según Jorge Bergoglio”. “Te vas a pudrir en la cárcel, Bergoglio”, twitteo Schargrodsky.

“¿Cuánto tiempo tardará la Iglesia Católica en pedir perdón por haber elegido a Bergoglio Papa?”, profetizó Cynthia García el 13 de marzo. Dos días después, el 15, García recapacitó: “Francisco es austero y táctico, cercano a la realidad y adherente a la doctrina social de la Iglesia, ojalá logre un buen papado”.

¿Se arrepintió? ¿Cree que puede manipular la memoria colectiva? ¿Pensará que lo que se borra no existió? Es difícil decirlo; lo cierto es que, para vivir una segunda adolescencia Verbitsky ya está grande: tiene 72 años.

Investigación: JL/María Eugenia Duffard / Marcela Pagano.
Por Jorge Lanata o Larata como más prefieras… 


martes, 30 de noviembre de 2010

Horacio Verbitsky / Robo para la corona (Hoy tenemos para una enciclopedia…)

Sinopsis: En enero de 1991 Horacio Verbitsky conmovió al gobierno y a la opinión publica al revelar el reclamo del embajador Todman por el soborno solicitado al frigorífico norteamericano Swift. Once meses después, ofrece a los lectores su nuevo libro, Robo a la Corona, una Investigación exhaustiva acerca de la "nueva Argentina", que conforma un puntilloso mapa con nombres y apellidos de los corruptos y los corruptores, de los vencedores y vencidos.


El caso Swift no ocurrió en el cacío sino en medio de un vertiginoso y turbio proceso económico-social de reconversión y cambio. La pregunta obligada podría enunciarse así: ¿la corrupción es apenas un error, un exceso a suprimir para no contaminar la pureza del modelo, o, por el contrario, es una perversión inherente al ajuste menemista y el remate del Estado? A partir de esa pregunta, Verbitsky demuestra paso a paso que, en la Argentina de hoy, las instancias superiores de la pirámide burocrática no sólo tienen esponsabilidad formal por los actos de sus subordinados, sino que, además, los propios delitos serían irrealizables sin su expresa protección y encubrimiento.


La polìtica de privatizaciones, la concesión de las áreas petroleras y de las rutas nacionales, el copamiento de la Corte Suprema y los demás organismos de control de gestión, los "casos" Petroquímica Bahía Blanca y Swift, las oscuras luchas por el poder y el pantanoso clima moral de la corte menemista,  son así revisitados detalladamente y analizados con el estilo implacable del periodista más temido y respetado por el poder, en un libro que es una auténtica summa testimonial de nuestra época. 




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