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domingo, 16 de agosto de 2020

El peronismo necesita sacarse de encima al kirchnerismo *#*




La única lealtad respetable obliga a enfrentar los errores del Gobierno, lo otro es obsecuencia y esa enfermedad es mortal para la política.
Fue hace mucho y estábamos casi todos los enamorados de la política siendo absoluta mayoría. Peronistas, radicales, conservadores, demócratas cristianos, socialistas, desarrollistas, estábamos casi todos, esencialmente, los convencidos de un futuro sin violencia y con acuerdos. Sin duda el último esfuerzo recuperable, reivindicable, un Perón que retornaba al encuentro de la grandeza opositora representada por el jefe radical. Aquel fue nuestro “pacto de la Moncloa” o, en rigor, la versión más acabada del intento de ser nación. Tiempos donde la política todavía ocupaba su lugar de pasión por el destino colectivo, tiempos donde la opción era democracia o violencia, donde resultaba imprescindible superar la confrontación y lograr una síntesis superadora. Eran tiempos donde todavía los intereses económicos capaces de destruirnos tenían su partido militar y la política no había sido herida por la codicia.
Alfonsín fue el último intento de imponer la política; luego los gobiernos se dejaron llevar por los intereses particulares. Al principio no se notaban las diferencias; no mucho después, la pobreza y la miseria crecieron como fruto maduro de aquella siembra, que lo precedió desde el 76 y continuó en los noventa, donde la codicia privada se hizo cargo del destino colectivo. Cristina, en su triunfo, tuvo la opción de apostar a la grandeza, de llamar a la unidad nacional y ponerse al servicio de la justicia, de esa justicia que ahora intentan reformar achicando al máximo el espacio de sus seguidores. Solo los propios fanatizados pueden imaginar viable ese proyecto que debilita al Gobierno y lo acerca al riesgo de un nuevo fracaso, que lo lleva a enfrentar el enorme espacio del sentido común. Insisten en discutir con el pasado olvidando que ellos son parte esencial de ese pasado. Todo se vuelve trinchera para un gobierno que necesita salir del aislamiento, ampliar su base de sustentación y no reducirla apostando a causas perdidas de antemano, como el intento de modificar la justicia.
 Por su parte, la cuarentena se va convirtiendo en una incentivación de la pobreza en una sociedad debilitada a tal extremo que no sabemos si está asumiendo la prohibición del gobierno o si esa soledad expresa tan solo la debilidad estructural a la que quedamos reducidos. En un principio, parecía que habíamos logrado evitar los efectos de la enfermedad; ahora parece que solo logramos demorarlos. Y el costo resulta tan desmesurado como la imagen del remero solitario al que persiguen cual prototipo de transgresor. Una idea de la autoridad, de esa que los lleva a cuestionar a los medios de comunicación y a soñar con ser propietarios de muchos que aplaudan hasta sus peores errores. Los medios de comunicación que tanto denuestan son, a veces, el espejo en el cual no soportan verse, son la crítica que necesitan los libres y menosprecian los autoritarios, sin que esto implique, naturalmente, un elogio ciego de todo lo que desde los medios se difunde y opina. Olvidan que los obsecuentes solo sirven para la bonanza, son un salvavidas de plomo que suele conducir a un nuevo fracaso.
CFK perdió elecciones con Francisco De Narváez, con Sergio Massa y con Esteban Bullrich: necesitó de Alberto Fernández y del desastre de Mauricio Macri para retornar. Coyunturas favorables que no se repiten fácilmente, como lo advierten las pitonisas más cotizadas. Si Alberto Fernández no logra ampliar su alianza con la sociedad o no puede dejar de ser CFK, habrá derrota, y si la oposición no encuentra a un radical que la conduzca, el peronismo se ocupará de hacerlo. Simplemente, vivimos con la cuarentena un complejo error político, con autopistas repletas de vehículos mientras los humildes, los que no tienen como aislarse, son los únicos que ven coartada su posibilidad de trabajo por las limitaciones del transporte público. Necesitamos ser más racionales y más dialoguistas, dos virtudes que acompañaron al último Perón y nunca supo ejercitar el kirchnerismoel peronismo necesita sacarse de encima al kirchnerismo para evitar que lo arrastre en su derrota y termine por desvirtuar para siempre su digna historia. La única lealtad respetable obliga a enfrentar los errores del Gobierno, lo otro es obsecuencia y esa enfermedad es mortal para la política, que sin rebeldía carece de destino.
*#* Julio Bárbaro -Politólogo y Escritor. Fue diputado nacional, secretario de Cultura e interventor del Comfer




domingo, 5 de julio de 2020

Alberto Fernández y los problemas del progresismo / Por Julio Bárbaro




“El hábito de la desesperanza es peor que la desesperanza misma”, Albert Camus, La Peste.
La imperiosa necesidad de confiar en quienes nos gobiernan nos enfrenta a los sucesivos responsables, tan dueños de sus propios deseos como ignorantes de los nuestros.
El gobierno fue votado como peronista; sin embargo, en su desarrollo pareciera asumir un lugar opuesto a dicho pensamiento. Son aislados los casos de quienes por historia y formación reivindican las ideas de Perón; en contraposición, quienes expresan un marxismo superado se imaginan a sí mismos como la modernización del peronismo. Y en esa concepción se termina imponiendo el autoritarismo en contra de la democracia, y en alguna medida, lo conspirativo termina ocupando la esencial transparencia que la política exige.
Mientras Perón decía que la política exterior era la verdadera política, desde su arribo al gobierno, el Presidente insiste en una mirada ideologizada en su relación con el mundo. Primero, fue la invocación al Grupo de Puebla, integrado por ex gobernantes de distinto pasado; algunos, merecedores de respeto y otros, distantes de semejante honor. La idea de un pasado digno de ser recordado resulta insuficiente, cuando lo que importa es la democracia. Lo del presidente de México es harina de otro costal. Los mexicanos tienen su historia política propia poco asimilable con la nuestra. La política exterior del peronismo y, en rigor, toda expresión seria se instala respetando las decisiones de los pueblos. El ejemplo de la Unión Europea es más que claro: a nadie se le ocurre inmiscuirse en las elecciones de los otros miembros, mucho menos cuando no se logró instalar un rumbo exitoso en la realidad propia. El peronismo logró un equilibrado balance entre democracia y necesidades sociales. La democracia occidental sigue siendo el espacio en el que pretendemos habitar, más allá de las negociaciones económicas con aquellas naciones que practican el autoritarismo y cuyo crecimiento ignora el valor de las libertades.
Alberto Fernández intenta imponer una supuesta ideología por sobre el valor de la democracia. Cuando habla de “cambiar el mundo”, la frase suena pretenciosa, más aún cuando no ha logrado todavía instalar una acertada política nacional. Hasta el presente, no obstante, la política exterior posee mayor definición que la interior; entre un gabinete carente de brillo y una economía carente de propuestas, el Gobierno tendrá serias dificultades para tener éxito en las elecciones del año próximo.
El kirchnerismo, que hoy integra el Frente de Todos, siempre expresó diferencias con el peronismo. En lo esencial, se manifiesta en la pretendida política de “derechos humanos” que intenta instalar la memoria de la guerrilla por sobre la construcción de Perón y la obra de los trabajadores. La idea maniquea de imponer la imagen oscura de López Rega contra el heroísmo de los desaparecidos poco y nada tiene que ver con la realidad. Ese presunto “progresismo” generó muchos problemas en el peronismo que, con grandeza, supo cobijarlo en su momento. Esa relación termina, como es sabido, con el asesinato de Rucci.
Hubiera sido de esperar que Cristina Kirchner y Alberto Fernández volvieran para convocar a la unidad nacional, respetar los gobiernos de los países hermanos y la doctrina, asumiendo que solo detrás de ese recuerdo es posible gobernar con éxito y, en consecuencia, ganar elecciones. Si hubieran convocado a la grandeza, habrían podido encarar la resolución de las necesidades urgentes de nuestro pueblo e ingresar en la historia a partir tan solo de una autocrítica ejecutada en los hechos. Puede resultar inocente esperar eso de quienes no admiten sus propios errores, tanto como imaginar que tienen plena conciencia de las necesidades sociales. El diálogo entre el Presidente y Lula, por ejemplo, significó una afrenta para varios países hermanos y el retorno a un ideologismo universitario que hace décadas se dio por superado en el mundo.
El kirchnerismo fue derrotado tres veces, y el camino actual puede augurarles una cuarta derrota. El peronismo, con sus gobernadores y sindicalistas, necesita tomar conciencia de ese riesgo para impedir que el fracaso arrastre a sus propias estructuras. Supuse que el Gobierno convocaría a aliados para ampliar su propio consenso, pero compruebo asombrado que solo se ocupa de fanatizar su espacio con agresiones inconducentes. Ese camino no les sirve a las urgencias de la sociedad y ni siquiera a las pretensiones del gobierno, pero parecería que nadie se quiere dar por enterado.

Buenos Aires 05 julio 2020

domingo, 26 de abril de 2020

Al Gobierno le falta peronismo ... / Julio Bárbaro




Nos encontramos con Julio Aurelio y, dirigiéndome a su hijo Federico, dije: “Nos conocemos de toda la vida”. Julio, ya con las limitaciones de su enfermedad, respondió con tristeza: “Pero no fuimos capaces de constituir una generación de amigos”. Esa frase fue sin duda una de las más duras verdades de la crítica a nuestra generación. No hemos construido una dirigencia digna de respeto en casi ninguna de las instituciones vigentes. Me sigo sintiendo peronista, sin partido ni lugar donde debatir mis ideas. Sigo también distanciado de los tres intentos de deformación de nuestra historia:
La 1* fue la guerrilla que imaginó superar la epopeya del pueblo con la violencia;
La 2* fue Carlos Menem, quien decidió elegir el camino de la traición como si fuera la modernidad;
y la última el kirchnerismo, que sin respetar el pensamiento de Perón encarna una mezcla de conservadores con progresistas y algunos antiguos marxistas para terminar en un rumbo que según mi buen entender promete un complejo futuro.
Concibo la historia argentina como habiendo transitado tres etapas. La primera, fundacional, en manos del pensamiento conservador; luego, el radicalismo, que incorpora la democracia y la participación de la clase media; y finalmente el peronismo, que suma a la clase trabajadora y define un modelo de sociedad industrial. Ya con Alvear teníamos presencia entre los pocos países que desarrollaban la industria aeronáutica. Tiempos en los que fabricábamos aviones y ferrocarriles, coches y motos, exportábamos industria y repito hasta convertirlo en muletilla, a la muerte de Perón la pobreza era del cinco por ciento tras diez y ocho años de proscripción. El golpe del 55 que lo derrocó no pudo destruir sus logros, todavía ni en las fuerzas armadas reinaba el pensamiento colonial que luego invadiría buena parte de nuestras estructuras intelectuales. El peronismo nace como aparente conflicto, “Braden o Perón”, e implica una dialéctica que será permanente: patria o colonia. No caben muchas otras acepciones. Y es necesario aclarar que para nuestra visión el marxismo implicaba otra forma de dependencia: los imperios eran dos y enfrentarlos era la obligación de cada uno de nosotros. En esos tiempos fue muy difícil sostener un proyecto propio: la cantidad de adoradores del imperio que surgirá en la posterior decadencia marca sin duda las dificultades de aquella concepción. También tuvo su desarrollo, digno de ser reivindicado, un marxismo nacional, como un verdadero basamento teórico.
El peronismo se asentaba en un acuerdo con los sectores productivos. Su primera etapa será una alianza con la “industria Flor de ceibo”, como se denominaba ese desarrollo original. En su retorno, Perón elige la alianza con Gelbard, que expresaba el aluminio y la informática, una voluntad de desarrollo nacional bien definida. “De casa al trabajo y del trabajo a casa”. “Quien no produce al menos lo que consume no tiene derechos”. Todos conceptos que nada tienen que ver con la culpas de relajamiento social que nos asignan, olvidando que en vida de Perón no existían los subsidios. El trabajo era el camino a la dignidad, el subsidio surge después de la última dictadura y como resultado de la destrucción que esos que se dicen “liberales” ejercen sobre el conjunto de la sociedad. Abrieron decenas de bancos y financieras: si ganaban era de ellos; las pérdidas terminaron como deuda externa de todos. “Achicar el Estado es agrandar la Nación”, rezaba la consigna que definía a los falcon verdes de los asesinos; la otra decía “somos derechos y humanos”. Sobre ese triste concepto se desarrolla el nervio del peor liberalismo, la destrucción del Estado y la desnacionalización de todos nuestros logros. La luz, el gas, los teléfonos, los ferrocarriles, el juego, los aeropuertos, todo lo colectivo fue pasando a manos privadas, sin siquiera el necesario control de esas supuestas inversiones y sus desmedidas ganancias. Privatizamos rutas que había construido el Estado donde instalaron sus peajes los “adjudicatarios”; regalamos lo de todos para inventar supuestos inversores que nunca existieron. Eso fue la dictadura y también el menemismo y aclaremos que, ni Néstor ni Cristina Kirchner cuestionaron la esencia de ese sistema de apropiación.
Me resulta absurdo que exista el odio al peronismo, cuando este tuvo varias identidades, siendo sin duda en la memoria popular el mejor momento de sus hijos. Después de la muerte de su fundador, tanto el liberalismo de Menem como el progresismo con los Kirchner son desviaciones de un pensamiento que en alguna medida podríamos decir que ocupó entre nosotros el lugar de la socialdemocracia, asumiendo que en su primera etapa tiene matices autoritaria mientras Perón ocupa en su retorno el lugar de pacificador.
El actual gobierno no tiene mucho de peronismo, pensamiento más vigente en las provincias. Es cierto que bajo su recuerdo también se refugian aun aquellos que lo cuestionan mientras la lealtad popular al mejor momento de sus vidas sigue con plena vigencia. Y eso suele llevar a una reiteración de las formas que muy pocos expresan a sus contenidos y que otros ni siquiera conocen. Necesitamos superar nuestras diferencias y, en ese espacio, temas como la venida de los médicos cubanos o la agresión a la Justicia solo sirven para multiplicar opositores. Hay sectores, de ambos bandos, convencidos de la necesidad de continuar con la confrontación. Demasiados votantes de Macri no terminan de digerir la derrota; del otro lado, algunos provocadores intentan devaluar el esfuerzo presidencial por superar los conflictos. Y finalmente, el moderno líder de la derecha continental, Don Vargas Llosa, convoca a ricos asustados del “populismo” -nombre que utilizan ellos para devaluar la democracia- como si no fueran los necesitados los verdaderos dañados por aquellos que acumularon riqueza y poder a partir de engendrar miseria. La derecha que asusta y oprime dice estar asustada y una izquierda, tan inconsciente como siempre lo ha sido, le hace el caldo gordo con provocaciones sin sentido.
La madurez obliga a apoyar la cuota de cordura que hoy ofrece el gobierno, con las críticas que merece pero a pesar de las cuales igualmente sigue siendo lo más coherente que tenemos al alcance. Reivindico, con sus virtudes y defectos, al actual gobierno como superador del caos que fue Macri y las provocaciones de Cristina y sus fanáticos. Ignoro todavía si la elección de Alberto Fernández fue el primer gesto de una nueva Cristina Kirchner o tan solo una movida lúcida para lograr el triunfo. Los que la rodean no la ayudan mucho. Lo demás es la pandemia, y esa es una curva que, si se expande, mete miedo
26 abr 2020

domingo, 7 de febrero de 2016

Por qué el kirchnerismo NO PUEDE ser parte del peronismo / Julio Bárbaro **

 
El final del kirchnerismo implica superar lo que para muchos de nosotros era un simple injerto de izquierdismo fracasado sobre un pueblo exitoso. Años pasaron donde el pragmatismo de los negocios del juego y la obra pública le otorgan a los viejos restos de izquierda un espacio del poder y, en consecuencia, los convierten en su escudo defensor. Un proyecto de concentración económica y política sin límite alguno defendido por los miembros de los derechos humanos, viejos cuadros estalinistas y algunos de los expulsados de la Plaza por Perón.

  En el montón se sumaban un grupo de gobernadores e intendentes que explotan hace años la memoria del General para poder hacerse de una cuota de poder y de riqueza que nada tiene que ver con las enseñanzas del viejo líder.

El peronismo fue un fenómeno cultural con raíz en la clase trabajadora y una identidad social fuertemente definida que, desde la marginalidad, se convirtió en el centro y la matriz de nuestra sociedad. Hasta que no ingresaran los de abajo no estábamos todos y, en consecuencia, no había sociedad. Los viejos marxistas siempre odiaron a Perón; el viejo los relegó a un lugar secundario y nada simpático, nunca pudieron superar los límites de la clase media intelectual. 

Los "cabecita negra" y los inmigrantes junto a sus hijos, todos ellos forjaron una identidad demasiado fuerte como para ser dejada de lado. Los elegantes -de izquierda y de derechas- odiaban todo lo que finalmente terminamos siendo: el tango, el peronismo y el fútbol. Como me dijo un viejo amigo gorila, "nosotros creíamos que había que darle ideales a los ricos y unos pesos a los pobres. Perón entendió que era todo al revés, le dio ideales a los pobres y unos pesos a los ricos y nos definió para siempre".

Los más desubicados de la vieja guerrilla siempre lo odiaron. Nunca se animaron a aceptar que les avisó de entrada ("No pueden enfrentarse con un ejército regular") y terminaron conviviendo con los viejos restos del partido comunista, gente que nunca se llevó bien con nada que tuviera sentido de mayorías y de pueblo. Juntos encuentran en la oferta pragmática de los Kirchner un espacio para salir de la frustración del pasado, una opción para conocer las caricias y los beneficios del poder sin necesidad de seguir esperando una revolución que todos sabían que ya no tenía retorno. Y ESO TERMINÓ SIENDO EL KIRCHNERISMO, UN FEUDALISMO AUTORITARIO ASOCIADO A LOS RESTOS DE VIEJAS IZQUIERDAS PASADAS DE MODA.

Lo que también los unía era la bronca contra el General. El peronismo era para viejos guerrilleros y antiguos izquierdistas una barrera a la que culpaban de su propia frustración. Uno puede respetar al "Che" Guevara, pero su figura no es para los pueblos; ellos no se suicidan ni eligen al héroe trágico como la bandera de sus luchas. Para la izquierda universitaria y luego violenta, el pueblo siempre fue reformista y ellos revolucionarios. La bronca se asienta en que los obreros no los eligieron a ellos, los izquierdistas, como la vanguardia esclarecida. Nunca entendieron que a Perón lo trae el pueblo, que la guerrilla y la violencia ayudan, pero el verdadero protagonista era el pueblo trabajador. La historia para los humildes comienza en la primera Plaza, la del 45, y para la guerrilla nace con el asesinato de Aramburu.

Perón no funda la guerrilla, ella nace con la destrucción de la universidad que genera Onganía. Perón intenta recuperarlos para la política, les entrega una enorme cuota de poder en la democracia que ellos van rechazando convencidos que el verdadero poder estaba en la boca del fusil. Su fracaso es tremendo, nunca tuvieron la menor posibilidad de vencer. Y tampoco la valentía de asumir una autocrítica, de entender que el asesinado de Rucci fue el error que engendró buena parte de la tragedia. 

Que la dictadura haya sido nefasta no implica que la guerrilla haya sido lúcida. Una cosa es acompañar los Derechos Humanos y otra muy distinta no asumir los errores del ayer.
Hubo heroísmo, nunca hubo capacidad y talento para entender la realidad.

El kirchnerismo se inventó un pasado que demasiados de sus miembros no tenían. Los Kirchner nunca se ocuparon de los Derechos Humanos en la difícil, bajar el cuadro de Videla es un gesto tardío contra un enemigo que la dignidad de otros había derrotado. Raúl Alfonsín fue un responsable histórico digno de respeto, hasta Carlos Menem fue más importante en el enfrentamiento con las fuerzas armadas que los Kirchner. Ni hablemos de otros oscuros personajes que los acompañan, pareciera que su gobierno se adueñó de la memoria del pasado para incorporar personajes oscuros o de dudoso pasado.

AFORTUNADAMENTE, ESTA MEZCLA ABSURDA DE TRAGAMONEDAS Y OBRA PÚBLICA CON DERECHOS HUMANOS Y CLIENTELISMO SOCIAL HA TERMINADO SU CICLO

El peronismo, con pocos dignos defensores de su historia, intentará sobrevivir. Puede que lo logre o no; importa esencialmente separarlo de este triste estalinismo de obsecuentes, devolverles al pueblo y al General Perón su historia y, en especial, la vigencia de su retorno pacificador. Los odios no suelen ser propiedad de los pueblos y el nuestro nunca participó de ellos, por eso fue peronista. Poco y nada tenemos que ver con el hoy derrotado kirchnerismo.

 ** Es politólogo y escritor. Fue diputado nacional, secretario de Cultura e interventor del Comfer. Es un referente dentro del Peronismo.

viernes, 6 de junio de 2014

...Nombrar a Ricardo Forster es asumir la condición de secta../Julio Bárbaro




Un gobierno que intentó ser eterno y se retira sin pena ni gloria, o mejor dicho, invadido por las penas y olvidado por las glorias. Cuando los acompañó el triunfo, superando el cincuenta por ciento, intentaron ir por todo, aislar al enemigo, eliminar la oposición. Venezuela era el modelo elegido. El bien y la virtud, propiedad del oficialismo; el resto, los disidentes, empleados de los monopolios, los imperios y las derechas. Una maravilla. No eran ni pobres, ni decentes, ni socialistas: se enriquecían con el Estado. El juego y la obra pública marcaban el rumbo esencial de su ambición.
Un gobierno feudal y conservador de derechas que integró restos de viejas izquierdas en su estructura. Un progresismo que adhiere a cambio de un espacio en la cultura, en una concepción del poder donde a nadie le interesa la cultura. Un poder real en manos de los Zannini, los De Vido y los Echegaray, y un decorado en manos de Página/12 y Carta Abierta.
El final de la bonanza y el modelo que había sido su fruto frívolo. Sin energía ni rutas, nos saturamos de automotores; las viviendas y una sociedad concebida entre todos se refugiaron tan solo en el discurso. La obsecuencia se instaló en la categoría de ideología, la lealtad depositada en el aplauso indiscriminado. Los seguidores devinieron en aplaudidores. El apoyo crítico derrotado por el aplauso a todo lo que se formule. El mismo que aplaudió la privatización de YPF canta el himno al estatizarla. Pérdidas enormes para el Estado, ganancias suculentas para sus operadores.
Ricardo Forster es un fanático del supuesto pensamiento nacional, que vendría a coincidir casualmente con el pensamiento oficial. El oficialismo concebido como el único espacio de la virtud y la democracia. Los discursos de la compañera Presidenta, que la gran mayoría de la sociedad apenas soporta, convertidos en materia dogmática. El primer peronismo fue sectario por necesidad, el último Perón convoco a la unidad nacional. El kirchnerismo retrocede a superados sectarismos de izquierda que amontonan burocracias a cambio de supuestas ideologías.
Nombrar a Ricardo Forster es asumir la condición de secta que no quiere ni necesita dialogar con el resto de los pensamientos vigentes. Parecido a Venezuela y al Ministerio de la Verdad orwelliano, encargado de ajustar la historia para que no contradiga los postulados oficiales; muy distantes en logros y fanatismos del resto de los países hermanos.
Amado Boudou es la otra cara del gobierno, la real. Sin ideas, pero con muy claros objetivos. Después de su desnudez que acusaron como linchamiento mediático, después de semejante papelón con los millones del Lázaro Báez, una cuota de ideología era necesaria. Forster es de los que no dudan, de los que nada tienen que ver con los que no obedecen ni aplauden. Eso sí, sin duda cree en lo que propone, y eso merece respeto.

Claro que hay decenas de fanáticos y sectarios en toda sociedad. El gobierno tiene el desafío de integrarlos, lo absurdo es que se delegue en ellos la tarea de gobernar. Es una simple manera de asumir la secta como la estructura elegida para transitar el futuro en el llano. Una manera de aceptar el fracaso de la década extraviada. Son dueños de demasiadas cosas, ahora también de la verdad.


miércoles, 10 de octubre de 2012

Ley de medios (….una ley para limitar a la democracia…) / por Julio Bárbaro **


Una ley (26.522) forjada contra el supuesto monopolio privado que culmina en monopolio estatal.

Sirvió para profundizar la división de la sociedad. Hay una cadena de medios oficialista y otra opositora. En la oficialista agreden y cuestionan a los que opinan distinto. Transitan la bajeza con la excusa de la revolución. Canal 9 y Radio Continental siguen siendo extranjeros. Cristóbal López compra Radio Diez cuando le la ley lo prohíbe. Canal 9, Crónica TV y C5N pasan al campo oficialista sin que la ley se dé por enterada.
El servicio complementario, mediante la licencia de TV por cable, ingresa a la ley solo para agredir a Clarín. Una licencia de Telefónica o Direct TV abarca todo el país, mientras que al cable se lo limita a 24 ciudades. La Presidenta habla en cadena nacional y en exceso, y le molesta la democracia, a la que se refiere como "la cadena del desánimo". Una ley de medios que ni respeta a la Justicia. La excusa era terminar con los monopolios, pero el objetivo es acallar a la disidencia. Es una ley para limitar a la democracia.
Estatismo en los medios de comunicación con liberalismo sin límites en las tragamonedas y la hotelería del Calafate, no suena a progresismo, solo a autoritarismo de derechas. La ley confunde micrófonos con audiencias, cada medio que cae en manos del Estado comienza a espantar a sus seguidores. Y no respeta al pueblo, al que nunca manejaron los medios. Los resultados están a la vista, el Estado y sus aplaudidores avanzaron, los medios libres fueron cayendo en la batalla.
El autoritarismo no tiene ideologías, solo las usa para justificarse.

** Ex interventor del COMFER