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sábado, 14 de septiembre de 2019

Buenos Aires : La ciudad de las marchas, acampes y piquetes…




Las marchas, Cristina en puntas de pie y el giro de Hebe
Ahora hay marcha y acampe. Carpas efímeras que se instalan, se levantan y vuelven. Los manipuladores y aprovechadores que nunca faltan.
Predomina el silencio. Vuelan cenizas de las fogatas nocturnas, ahora diurnas y agónicas. Es el mediodía. Los acampantes de la 9 de Julio están agotados. No es fácil dormir allí, sobre el asfalto, con los chicos. Hay muchos cochecitos de bebés y muchos bebés. Venden patys a 90 pesos y sándwiches de milanesa grandes a 55 pesos. Se ven más atractivos los de milanesa. Hay mucho mate. Cáscaras de mandarina aquí y allá. Pantalones jogging azules, grises…, gorras diversas, camisetas de Boca, de River, heladeritas de telgopor, chicas tomando helados de agua.
La pobreza es una herida que está allí. Es una locura negar esa cicatriz que no se cierra y que se ahonda.
Hay muchas mujeres con camperas polar negras, fucsias, desteñidas. Por Callao, bajan de los micros jovencitas con el pelo alisado, otras con el pelo teñido de rubio en las puntas. Una señora que toma un cortado en un bar las observa a distancia y le dice a una amiga: “Como las que usaba Isabel Macedo cuando todavía no era la esposa de Urtubey”. La camarera venezolana del bar permite que los manifestantes ingresen a los baños. Hace una salvedad: “Dejame el baño como estaba”. Un hombre que también está en la fila para el baño de varones pronuncia un chiste viejo, viejísimo: “Síganme, no los voy a defraudar”. Afuera frente al Congreso hay aroma a porro pero se disuelve rápido en la brisa y el smog. En general no hay marihuana ni alcohol. Algunos muchachos orinan frente a un contenedor.
Ayer partieron finalmente. Pero prometieron volver si las negociaciones no les son favorables. Retornaron a sus casas y a sus casillas, a esa tristeza de la exclusión.
Son vulnerables a la manipulación de los aprovechadores que nunca faltan e invisibles para los partidarios de las abstracciones economicistas.
Claro, hay otros muchos que son millones, que también son pobres o pobrísimos, que no cortan ninguna calle y que trabajan contra viento y marea.
En el Puente Pueyrredón hubo otra concentración y también tensión. Las calles son el escenario de la pugna argentina que reverbera abriendo brechas tanto en el Gobierno como en la oposición.
La economía cruje y el panorama se trastoca con giros inesperados. Hebe de Bonafini criticó a la izquierda ultra desautorizando su modo de transitar las calles. Grabois es un rompecabezas para armar. Alberto Fernández dijo no compartir alguno de sus métodos, pero no los motivos de su lucha. “Yo lo respeto”, enfatizó y Cristina ordenó hacer campaña en puntas de pie.
Las marchas signan el curso de la política y de las gestiones de gobierno.
La peregrinación itinerante como forma de protesta surgió hace milenios. El Éxodo Bíblico es el primer testimonio de ese camino prometido desde la opresión hasta la libertad. Más tarde, hacia el año 1000 D.C renació con enorme fuerza en Europa. Justamente fueron los llamados milenaristas mendicantes, los que comenzaron a transitar por todos los senderos de la Alta Edad Media europea, protestando así contra el ya empinado y establecido poder eclesial y contra el señorío hierático del feudalismo dominante. Las marchas de los marginados abrieron un campo dinámico, adyacente y contestatario respecto del dominio del Pontificado y de las monarquías comarcales dominantes.
Los siglos pasaron y las marchas continuaron en todas partes, desde la marcha No Violenta de Gandhi por toda la India, hasta la larga marcha de Mao en China. Desde la gran marcha por los derechos civiles de Martin Luther King en 1963 hasta las de mayo del 68 en Francia, y desde ellas hasta las de la Primavera Árabe. En la Argentina son siempre potentes. La marcha fundante de la era peronista es la del 17 de octubre de 1945, como todos sabemos.
Desde entonces las travesías políticas en las calles fueron innumerables, muchas de ellas heroicas. Las marchas reclamando por los desaparecidos son circulares. La desaparición es una irresolución siniestra, y las marchantes vuelven sobre sí mismas exhibiendo la tragedia que no se cierra. Las marchas por el asesinato de María Soledad Morales fueron silentes y atronadoras. Hay marchas en contra y también a favor de Macri. Las demostraciones piqueteras han sido y son siempre intensas, cuestionadas y también ponderadas según las diversas perspectivas de análisis. La marcha es una nomalización activa de la protesta. Ahora hay marcha y acampe. Carpas efímeras que se instalan, que se levantan y que vuelven.
Abundan los políticos y dirigentes que usan las marchas en beneficio propio. Son los intermediarios abusivos que buscan rentas para sí, operando entre la pobreza y la política.
Atravesamos el Éxodo perpetuo. El desierto crece y no sabemos hacia dónde vamos.

viernes, 14 de marzo de 2014

SI vos querés OPINAR lo que QUIERAS, tenés que COMPRARTE un MEDIO / por Francisco “PACO” MÁRMOL




FRANCISCO “PACO” MÁRMOL –el nuevo alma mater “periodístico” del Grupo Indalo de Cristóbal López, que controla C5N y Radio 10– fue tan brutal que ni siquiera fue necesario tomarse el más mínimo trabajo para descifrar su mensaje.

SI VOS QUERÉS OPINAR LO QUE QUIERAS, TENÉS QUE COMPRARTE UN MEDIO”, sentenció en el diario Perfil. No hay nada que desentrañar. Está todo dicho. Fue así de bruto, en el sentido más literal del término.


Marcelo Longobardi le respondió de manera irrefutable. “Es la opinión más oligárquica que he escuchado de un directivo de TV. Entonces para el Gobierno, si querés opinar te tenés que comprar un medio. Por lo tanto, en Argentina pueden opinar cinco tipos”.

Porque este es el tema y lo que da que pensar. Lo que dice Mármol es lo que dice el Gobierno.

Porque Cristóbal López tiene siempre la puerta abierta hacia Cristina Fernández de Kirchner, con mayor facilidad que ministros y gobernadores, porque hay funcionarios que operan literalmente haciendo lobby en favor de los negocios del juego del empresario. Y por eso Mármol, vocero ahora de Cristóbal, transparentó lo que Cristina Fernández de Kirchner piensa. “Si querés opinar tenés que comprarte un medio”. Y si existen medios cuyos propietarios no profesan la fe oficialista, deben ser comprados o desguazados.

Los funcionarios oficiales se afanan por asistir a los programas oficialistas, y especialmente a los hiperoficialistas, cuyos propietarios son socios del Gobierno, al solo efecto de hablar para la Presidenta, que se deleita desde que se despierta mirando y oyendo las alabanzas que le prodigan desde los canales que tienen los dueños de los medios que le son fieles.

Lo que Mármol no entiende es que ni el Gobierno, ni la Presidenta, ni los dueños de los medios son los dueños de la libertad de expresión. No entienden que dentro de los medios trabajan periodistas que opinan diferente a lo que opinan los propietarios de las empresas en las que trabajan, que las audiencias a la vez difieren de lo que opinan esos periodistas, y que es en ese juego de disenso donde se trama la libertad de expresión.

Lo que está en juego es la libertad de prensa. Y la libertad de prensa está vinculada a la libertad de empresa. Y si la libertad de las empresas periodísticas depende de las elogios que se le destinan a la Presidenta, hay un peligro que tal vez no se termina de visualizar totalmente, pero que expresiones de una cuadratura tan perfecta como la de Mármol ayudan a delinear con claridad: opinan los magnates. Pero no sólo los magnates.

LOS MAGNATES ASOCIADOS AL GOBIERNO. Es la confesión de un conturbernio gubernamental–informacional. La paga a la propagación del mensaje oficial es la “libertad” de opinión y el pretendido enmudecimiento para el resto. Mármol es portavoz de esa nueva oligarquía oficial comunicacional, oligarca a sueldo, si cabe el oxímoron, que sobrevive porque su tarea y la de los que son como él es obedecer a Cristina. Porque a Marcelo Longobardi lo echaron de Radio 10 por orden presidencial. Simplemente porque Longobardi no decía lo que Ella quería escuchar. Y ELLA NO ES LA DUEÑA DE LAS PALABRAS DE NADIE.

© MIGUEL WIÑAZKI