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domingo, 11 de agosto de 2013

La adicción neurótica al teléfono celular / Umberto Eco



Recientemente leí acerca de un servicio no convencional ofrecido en el Hotel Byron, un famoso balneario de la Riviera italiana, frecuentado por los ricos y famosos. Los huéspedes tienen a su disposición un psicoterapeuta políglota, cuyo objetivo es ayudarles a superar su dependencia de los teléfonos móviles, y si es necesario, del Twitter y todos los demás medios adictivos de comunicación social, que han inducido a todo un nuevo nivel de neurosis.
A principios de los años 90, cuando los teléfonos móviles aún no estaban en todas partes, escribí acerca de los ‘’poseedores de teléfonos celulares’’ – un neologismo que acuñé, emulando a los ‘’portadores de la antorcha’’ – que trataban de llamar la atención sobre sí mismos en los trenes y en los aeropuertos gritando a voz en cuello sobre el comercio de acciones, préstamos bancarios y otros negocio s. Su comportamiento era un signo de inferioridad social: quien era verdaderamente poderoso no necesitaba tener teléfonos celulares, ya que tenían 20 secretarios contestando las llamadas; las personas que necesitaban los teléfonos móviles eran los gerentes de nivel medio, que tenían que informar constantemente a sus directores generales y los dueños de empresas pequeñas que atendían las llamadas de su banco.
Mi evaluación sobre los poseedores de teléfonos tenía que ver más con su estatus social que con su neurosis potencial, porque en ese momento era muy posible que, en privado, estos exhibicionistas dejaran a un lado sus teléfonos y calladamente se dedicaran a sus negocios. Sin duda, ya no es así.
Conozco a un hombre culto y distinguido que se deshizo de su Rolex porque hoy en día, dijo, puede ver la hora con sólo mirar su BlackBerry. Tecnológicamente, esto representa un paso adelante, pero también un paso hacia atrás. El reloj de pulsera ofreció una alternativa a estar sacando constantemente el reloj de bolsillo del chaleco. Pero mientras el reloj de pulsera liberó nuestras manos, el teléfono inteligente las monopoliza.
Mi amigo cambió su Rolex por un dispositivo que tiene una de sus manos constantemente ocupada.
Es como si hubiésemos decidido atrofiar uno de nuestros miembros. Y en los días cuando la gente utilizaba plumas de ganso para escribir, requería usar una sola mano; pero hoy se necesitan dos para escribir en un teclado, por lo que el poseedor de un celular no puede utilizar el teléfono y su computadora al mismo tiempo. Supongo que un adicto al teléfono móvil no tiene necesidad de una computadora (ese objeto ya casi prehistórico).
Otra manera de mostrar que la tecnología móvil es un paso adelante y otro atrás es que, por mucho que nos conecte virtualmente, también interrumpe el tiempo que dedicamos a estar frente a frente. La película italiana El amor es eterno mientras dura ofrece un ejemplo extremo en una escena en la que una joven insiste en responder mensajes urgentes mientras tiene relaciones sexuales.
Copyright Umberto Eco y L’Espresso, 2013