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lunes, 4 de marzo de 2019

Los Migrantes Sudamericanos ya representan 1 de cada 13 trabajadores en la Argentina



La Encuesta Permanente de Hogares de 2017 determinó que alrededor del 7,7% de los ocupados en el total de aglomerados urbanos provienen de países de Latinoamérica. En el último año la proporción se acentuó con la llegada de una ola que huye de la opresión del gobierno de Venezuela

Un equipo de la Dirección General de Estudios Macroeconómicos y Estadísticas de la ahora Secretaría de Empleo, dio cuenta de que una proporción importante de los migrantes sudamericanos se encuentra dentro de la edad potencialmente activa para el mercado laboral (15 a 64 años) y presentan tasas de actividad y de empleo más altas que la de los nacionales (65,9% frente a 58,1%, respectivamente).
A nivel de distribución espacial, se observa que en 7 aglomerados se concentra el 87% de los migrantes sudamericanos que residen en el país (Partidos del Conurbano, Ciudad de Buenos Aires, Gran La Plata, Neuquén, Comodoro Rivadavia, Río Gallegos y Ushuaia-Río Grande). En los dos primeros aglomerados residen la mayoría de los inmigrantes sudamericanos.

La distribución de los trabajadores inmigrantes por rama de actividad es variable, según el perfil productivo y laboral de cada aglomerado. Aunque en todas aparecen como relevantes las vinculadas con la cobertura de puestos de baja calificación en la construcción, comercio, la industria textil y del calzado, y el servicio doméstico, pese a que en muchos casos están capacitados para posiciones de mayor jerarquía

Pese a la enorme brecha en las tasas de participación en el mercado de trabajo del conjunto de residentes y de los migrantes sudamericanos, se observa paridad en la tasa de desempleo, la cual refleja que los extranjeros de la región logran una mayor receptividad relativa para ocuparse, aunque lo hacen concentrados en tareas de baja calificación.

Uno de cada 3 migrante trabaja en relación de dependencia, con un leve predominio de los puestos informales por sobre los asalariados registrados; y 1 de cada 23 lo hace en condición de patrón o empleador, equivalente a 1 emprendedor por cada 17 que opta por la relación de dependencia.
La alta motivación por encontrar una ocupación que le es esquiva en sus países de origen se ve claramente correspondida en su elección por la Argentina, habida cuenta de que no sólo la tasa de participación y de empleabilidad es muy superior a la del conjunto de los residentes nativos y estables, sino que además los escasos datos disponibles demuestran que su dinámica ha resultado notablemente mayor.
Entre 2016 y 2017 la encuesta permanente de hogares del Indec midió que la oferta laboral migrante sudamericana se elevó en 2,1 puntos porcentuales, del 63,8% a 65,9% del total de los ingresados de la región, mientras que la del conjunto de los residentes lo hizo en apenas 0,3 puntos porcentuales, de 59% a 59,3% del total de habitantes de 15 a 64 años; y la tasa de empleabilidad se elevó en 1,3 puntos porcentuales, de 59,8% a 61,1%, en el primer caso; y 0,5 puntos porcentuales en el segundo, de 53,9 a 54,4 por ciento.

Una de las conclusiones a las que arribó el equipo de la Dirección General de Estudios macroeconómicos y Estadísticas Laborales de la ahora Secretaría de Empleo es que los migrantes sudamericanos tienen la desventaja frente a los nativos en que la inserción laboral está fuertemente asociada a la informalidad y la precariedad del puesto, y también a muy pocas actividades, en general de baja calificación y pobre productividad media por ocupado.


Otra característica de los movimientos recientes de las corrientes migratorias, en algunos casos relevantes motivados por la gratuidad de los sistemas educativos, hasta el nivel universitario, como el de salud, es la alta proporción de estudiantes: 14,4% de los ingresados que no participan del mercado de trabajo, equivalente a 1 de cada 20 extranjeros de ese origen. Ese fenómeno explica la alta concentración en dos regiones específicas, por un lado, la Patagónica, y por otra la Metropolitana de Buenos Aires que en conjunto captan el 87% de los migrantes sudamericanos.


domingo, 11 de enero de 2015

El SALARIO en las últimas décadas: en los ’90 era más alto que en la era K


Si bien a partir de 2003 el salario se recompuso, lo hizo a partir de un piso muy bajo. En la última década del siglo XX el salario promedio era de $ 6.126 y entre 2003 y 2014 fue de $ 5.368.

En la última década, la recomposición salarial de los trabajadores argentinos no llega a los niveles promedio que rigieron durante los años '90. Mucho menos si se lo compara con los años previos a la última dictadura militar. En este sentido, la escasa recomposición del salario se ha constituido como condición del “modelo” de crecimiento kirchnerista.En efecto, el relanzamiento del ciclo económico a partir del año 2003 tiene como base el salario más bajo de los últimos 70 años de historia argentina, sumado al elevado precio de la soja. Luego, la propia dinámica económica llevó a una mayor demanda de empleo, las remuneraciones aumentaron y la actividad tendió a incrementarse.

No obstante, a seis años de dicho crecimiento, la economía comenzó a estancarse y, junto con ella, el salario y la tasa de empleo. A partir del año 2012, el ciclo de descenso salarial y su disminución en la capacidad de compra comenzó a manifestarse nuevamente. ¿Por qué asistimos otra vez en esta fase de caída salarial? ¿Cómo evolucionó el salario históricamente?

El salario argentino en el siglo XX
El salario constituye la principal fuente de ingreso de la población en Argentina. En los últimos 40 años, el promedio de la población asalariada en relación al total de ocupados es del 70%, cifra que se incrementó en los últimos años al 75%.
Si a eso se suma que un elevado porcentaje de quienes aparecen contabilizados en las estadísticas como cuentapropistas son trabajadores cuyo salario aparece bajo la forma del monotributismo o del trabajo a destajo, la cifra es aún mayor. En este sentido, el peso de quienes viven del salario se ha mantenido a lo largo de las últimas décadas, incluso ha crecido. Esto no significa que no haya habido profundas transformaciones en el mercado de trabajo.

El hecho más destacado es la caída del poder de compra del salario (aunque se mejore la diversidad de bienes que se pueden adquirir por los cambios tecnológicos). Desde 1974 hasta la actualidad la caída del salario real es cercana al 40%.

Si repasamos brevemente la historia del salario argentino observarnos que en las primeras décadas del siglo XX los trabajadores tenían un elevado nivel salarial que se acercaba al de los trabajadores de Estados Unidos o Inglaterra, pero con grandes oscilaciones marcadas por subas y caídas muy profundas. El salario va a estar determinado según las características de los capitales que empleen esa fuerza de trabajo.
En el período previo a 1920, la demanda de fuerza de trabajo se caracterizó en un primer momento por la necesidad de atraer inmigración en un contexto de escasez de asalariados. Hacia finales de la década de 1910 y principios de 1920 estos elevados niveles salariales alcanzados comenzaron a deteriorarse, dando inicio a un ciclo de conflictividad obrera.

Con posterioridad, se produjo una recuperación salarial con la expansión económica previa a la crisis del '30 motorizada por una breve pero fuerte suba de la renta diferencial de la tierra agrícola, para luego volver a caer a niveles bajos. Un siguiente momento estará marcado por la expansión de la industria mercado-internista sostenida gracias a la transferencia de la renta de la tierra durante el gobierno peronista.

En 1943, impulsado por movilizaciones obreras y de la mano de las políticas desarrolladas por Perón, desde la Secretaría de Trabajo y luego desde su gobierno, el poder de compra de los asalariados se elevó alcanzando, en términos de su poder adquisitivo, los niveles históricamente más altos y marcando los siguientes 30 años.

¿Qué permitió esta suba? Principalmente, la fuerte expansión de la actividad industrial como consecuencia del incremento en la renta diferencial de la tierra gracias al denominado "boom" de demanda de productos agropecuarios durante la Segunda Guerra Mundial y los primeros años de la posguerra.La ineficiencia de la economía argentina se debe a la escasa productividad del trabajo y a la baja escala de producción en relación al resto del mundo. No obstante, dicha ineficiencia ha sido compensada entre los años 1950 y 1974 por subas salariales por detrás de países como los Estados Unidos (es decir un abaratamiento relativo en términos internacionales) y, a partir de 1974, con bajas absolutas del salario real.

A partir del Rodrigazo en 1975 y el golpe de Videla en 1976, la pérdida de poder adquisitivo de los trabajadores, aunque importante, no marca una tendencia novedosa, sino que profundiza una perspectiva que ya estaba instalada (ver infografía).

Por otra parte, la fuente de transferencia de renta diferencial destinada al proteccionismo industrial comenzó a achicarse en función de la magnitud del capital que se acumulaba en el país. Es decir, al crecer la economía las transferencias de renta a la industria representaban un menor porcentaje. Frente a esta pérdida de la renta, el conjunto de los empresarios buscó aumentar sus ganancias a costa de los obreros.
Por esta razón, el poder de compra de los obreros argentinos empezó a retroceder en forma sostenida en relación a sus pares de otros países y comenzó a constituir una fuente de ganancia extraordinaria para los capitalistas radicados en el país, sobre todo a partir de inicios de la década de 1950. Sin embargo, para este período todavía no se expresa en una gran pérdida absoluta del nivel de vida alcanzado durante el peronismo. Algo que sí veremos a partir de 1975.

Una caída escalonada y profunda
En Argentina, el mecanismo más frecuente de baja salarial es la inflación. Existen escasos períodos en la historia donde se produzcan caídas nominales del salario (‘95, ‘96, ‘99, 2000 y 2002). El Rodrigazo marca el inicio del descenso absoluto del salario en la medida en que los precios de los productos crecen a un ritmo más elevado que las remuneraciones. 

Si tomamos como referencia el salario real, es decir, extrayéndole la variación de los precios y tomando como base el valor del peso en el año 2013 (o sea, el salario nominal deflactado), se observa que el año con mayor poder adquisitivo fue en 1974 ($ 9.717,05). La dictadura militar instaurada en 1976 marca una caída salarial de más del 36% para el conjunto de la economía ($ 5.987,38). En 1982, la caída salarial nuevamente se profundiza respecto del año anterior y disminuye un 18% (de $ 6.926,11 a $ 5.687,34 -siempre en pesos de 2013-).

No obstante, en las décadas posteriores hay momentos en los cuales el salario se recompone aunque no se sostiene en el tiempo (ascenso en el período 1983-1984, descenso hasta la híper del ‘89; ascenso entre 1990 y 1994, caída hasta la crisis de 2001). En valores constantes, en los años 1983 y 1984 el salario real del conjunto de los trabajadores argentinos fue de $ 7.544,75 y $ 8.388,42, aunque posteriormente el poder de compra descendió hasta llegar a los $ 4.857,04 en el año 1989. En general, la disminución salarial ha sido acompañada por elevados niveles de desempleo, sobre todo a fines de los ‘90.

A partir de la crisis de 2001, la economía se recompuso pero sobre bases endebles. Sin modificar la estructura económica que dio lugar a la pérdida de poder adquisitivo en las décadas previas, el ciclo económico post crisis tiene un carácter relativo. Si bien el salario se recompuso en el período post crisis, el piso salarial desde el cual parte dicha recomposición fue el más bajo de los últimos 70 años de historia: en el año 2003, el salario real (a pesos de 2013) fue de $ 4.111,40.

Además, durante la última década, el salario no llega a los niveles que rigió durante el menemismo: entre 2003 y 2014, el promedio salarial ($ 5.368,45) representa el 88% respecto del nivel salarial que rigió durante el período 1991-1999 ($ 6.126,42).

A su vez, el crecimiento del empleo en el sector registrado se efectuó en las ramas con peores salarios, las cuales constituyen el 61% del total de trabajadores en blanco. Se trata, sobre todo, del empleo en el comercio, construcción, hoteles y restaurantes. En los últimos años, incluso, la no actualización del mínimo no imponible operó como un freno a la paritaria y un tope al incremento salarial (situación que ha dado lugar a la ruptura del moyanismo con el gobierno kirchnerista).

Por otra parte, la consolidación del empleo no registrado (que desde 2010 se estancó en un 33% y que en el segundo trimestre de 2014 se compuso de 4 millones de asalariados) también actúa como mecanismo de baja salarial. El salario de los empleados no registrados constituye en promedio la mitad de lo que se obtiene en blanco.

La evasión en el pago de las cargas sociales y aportes jubilatorios crea ganancias extraordinarias para los empresarios que no registran a sus empleados. Si multiplicamos la cantidad de trabajadores no registrados por el porcentaje de cargas sociales que se ahorran los empresarios que contratan "en negro", el resultado da un ahorro que, sólo en el año 2013, constituyó más de 10.500 millones de dólares.
A su vez, durante la última década, un porcentaje cada vez más elevado de asalariados es empleado por el Estado. El mayor peso se concentra en las administraciones provinciales y municipales. El Estado, al igual que los empresarios que emplean "en negro", también se nutre de una de las capas de la población asalariada peor paga. Se estima que en el año 2013 el 12,2% de los empleados públicos en el país no se encontraban registrados. Este fenómeno tiene un impacto en la tendencia a la baja salarial y la escasa capacidad de compra comienza a afectar el consumo.

Por último, también se consolida una transformación del gasto social. Como expresión del salario indirecto (es decir, aquella parte de la reproducción de los trabajadores que paga el Estado), el cambio se muestra en la contracción en términos relativos del gasto destinado a salud, educación y vivienda, para dar lugar al crecimiento del componente asistencial de la política social. Por lo tanto, al tener una peor calidad en la atención en salud y en educación, el salario, de forma indirecta, se empeora.
En síntesis, el modelo de crecimiento económico del kirchnerismo reproduce tendencias de largo plazo en la Argentina. En este sentido, con los mismos mecanismos que operaron en los años '75, '82, '89 y 2001, es decir, la devaluación seguida de la inflación, el Gobierno Nacional avanza en su intento por sostener un modelo sobre la base del ajuste, la precarización laboral, el empobrecimiento y el ataque a las condiciones de vida de los trabajadores.

La pérdida del poder adquisitivo en los últimos dos años es expresión de este proceso que, como vimos, lleva décadas. No se trata tanto de un problema de gestión política de los diferentes gobiernos de turno. El problema salarial hay que buscarlo en el corazón de la estructura económica argentina.
Los que se plantean suceder al gobierno con mayores chances electorales no proponen un camino alternativo, ya que se apoyan en quienes necesitan de la baja salarial para crecer. Los únicos que pueden transformar aquello que los empuja a la precariedad absoluta son los trabajadores, quienes deben confiar en sus propias fuerzas para cambiar el curso de la historia.

 1974
El año con mayor poder adquisitivo. Si tomamos como referencia el salario real, es decir, extrayéndole la variación de los precios y tomando como base el valor del peso en el año 2013 (o sea, el salario nominal deflactado), se observa que el año con mayor poder adquisitivo fue 1974 ($ 9.717,05).

60%
Más empleo en sectores con peores salarios. 

El crecimiento del empleo en el sector registrado entre 2003 y 2011 se efectuó en las ramas con peores salarios, las cuales constituyen el 61% del total de trabajadores en blanco. Se trata, sobre todo, del empleo en el comercio, construcción, hoteles y restaurantes.


88%
Promedio salarial. Entre 2003 y 2014, el promedio salarial ($ 5.368,45) representa el 88% respecto del nivel salarial que rigió durante el período 1991-1999 ($ 6.126,42).
Cuesta abajo. Si multiplicamos la cantidad de trabajadores no registrados por el porcentaje de cargas sociales que se ahorran los empresarios que contratan “en negro”, el resultado da un ahorro que, sólo en el año 2013, constituyó más de 10.500 millones de dólares.
Además, desde 1974 hasta la actualidad la caída del salario real es cercana al 40%.


40%
Peor salario indirecto. Como expresión del salario indirecto, el cambio se muestra en la contracción en términos relativos del gasto destinado a salud, educación y vivienda; así entonces, el salario, de forma indirecta, se empeora.