Obligados a dar la vuelta [Sobre el Día de la Soberanía Nacional]
Resistiremos hasta el fin, señor, pero será muy difícil vencerlos -opinó, prudente, el general Lucio N. Mansilla.
-¿Difícil?... imposible -replicó el Restaurador, en un tono vivaz, casi alegre.
Se venían los ingleses y los franceses, máximas potencias planetarias, con una poderosa escuadra provista del armamento más moderno: los "Peysar", primeros cañones rayados, en las naves inglesas. Las francesas contaban con el novísimo cañón-obús "Paixhans", que disparaba balas de ochenta libras. También los cohetes "Congreve" que habían demostrado su eficacia en el reciente sojuzgamiento de China.
-Se trata de una aventura comercial, Mansilla. Tenemos que hacerles la mayor cantidad posible de agujeros -Rosas hablaba con firmeza -. Para que la expedición les dé pérdidas. Esa será nuestra victoria.
Ambos sabían que Paraguay los tentaba con el algodón que las industrias británicas necesitaban para sustituir al tejano. A las potencias europeas les resultaba más cómodo atacar a las expugnables Provincias Unidas del Plata, también debilitadas por el prolongado embargo que les impidió abastecerse de armamento, que a la poderosa América del Norte.
"¡Allá los tenéis! -arengará Mansilla a sus tropas el 20 de noviembre [1845], con el fondo de las tres gruesas cadenas que cruzan el Paraná-. ¡Considerad el insulto que hacen a la soberanía de nuestra Patria al navegar, sin más título que la fuerza, las aguas de un río que corre por el territorio de nuestro país!"
Eran 103 los barcos mercantes, de las más variadas nacionalidades, que avanzaban detrás de los navíos de guerra, relamiéndose por el botín esperado, seguros de que un país lejano, pobre y desarmado, no opondría resistencia.
El jefe de la caballería gaucha en la Vuelta de Obligado fue Facundo Quiroga (hijo) lo que, según el rosismo, demuestra que don Juan Manuel difícilmente pudo haber sido el asesino de su padre.
La invasión anglo francesa contó con el apoyo de los unitarios exiliados. También de José María Paz, gobernador de Corrientes, cuya vida Rosas y Estanislao López habían perdonado cuando su caballo fue derribado por una certera boleadora, quien apoyaba el propósito anglo francés de crear una nueva república: la de la Mesopotamia (Misiones, Corrientes, Entre Ríos y quizás Paraguay). Se sospecha que confiaba en que él sería su primer presidente.
La invasión al Río de la Plata, gracias a la heroica defensa de civiles y militares, fue un desastre militar, económico y político para Francia e Inglaterra.
Inglaterra, deseosa de terminar con el asunto envía a un negociador, el prestigioso diplomático Henri Southern. Don Juan Manuel, arrogante, se niega a recibirlo. El primer ministro lord Aberdeen protestará en la Cámara de los Pares el 22 de febrero de 1850: "Hay límites hasta para aguantar las insolencias, y esta insolencia de Rosas es lo más inaudito que ha sucedido hasta ahora a un ministro inglés. ¿Hasta cuándo hay que estar sentado en la antesala de este jefe gaucho? Habrá que esperar a que encuentre conveniente recibirle... Es una insolencia inaudita".
Finalmente, Francia e Inglaterra aceptaron su derrota y se retiraron sin imponer condiciones, disparando 21 cañonazos de desagravio y homenaje al pabellón argentino.
Alguien quedaría herido: el general Urquiza, jefe de los ejércitos de la Confederación, postergado por Rosas, quien estaba al tanto de sus conversaciones con los unitarios y con los invasores y prefirió a su cuñado, Lucio N. Mansilla.
El último libro del autor **, La gran epopeya, relata los sucesos ocurridos en el combate de la Vuelta de Obligado, hecho que motivó la instauración del Día de la Soberanía Nacional.
** Por Pacho O´Donnell
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miércoles, 3 de noviembre de 2010
JUSTO HOMENAJE: El 20 de Noviembre vuelve a ser Feriado Nacional [Argentina]
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