Es en los
últimos tres años. Los usuarios no piden la baja por el mal funcionamiento de
las redes de celulares.
A casi un siglo y medio de su invención, el tradicional teléfono
fijo está siendo velozmente desplazado por las nuevas tecnologías. Millones de
mensajes que antes exigían levantar el tubo viajan en estos días por correo
electrónico, SMS, WhatsApp, privados de Facebook o llamadas desde dispositivos
móviles. Siguiendo una tendencia mundial, los viejos aparatos se usan cada vez
menos en el país. Pero a los argentinos, por ahora, no se les ocurre
desconectarlos. Principalmente, porque las comunicaciones inalámbricas todavía
son más caras y menos confiables.
La tendencia aparece sin sutileza en
las estadísticas. Las llamadas locales hechas desde líneas fijas se derrumbaron
un 44,5% entre 2011 y 2014. Y el año pasado esas comunicaciones cayeron al
nivel más bajo en al menos dos décadas, según los últimos registros de la
Comisión Nacional de Comunicaciones que informa el Indec.
La contracara es que las llamadas desde
celulares y el tráfico de SMS crecieron 51% desde 2011, y se multiplicaron por
12 en los últimos diez años. Algo que produjo un avance récord de la movilidad
por sobre el viejo sistema. Si en 2004 los argentinos hacían una llamada con
móviles por cada 1.300 desde fijos, esa relación se redujo a 1 en 100 en 2013,
y a sólo 1 en 80 el año pasado. La perspectiva, en tanto, es que esa distancia
se siga achicando.
“Con mis amigos ahora sólo hablo por
WhatsApp, y con mi familia nos tenemos todos ‘gratis’ en los celulares. Ya casi
nadie me llama al fijo. Ultimamente, cada vez que suena es una propaganda
política, una encuesta o un telemarketer para venderme algo que no necesito”,
cuenta Mariano, un publicitario porteño de 29 años que todavía vive con sus
padres. Pero dice que, pese a tenerlo casi de adorno, y a que el servicio tiene
costos de mantenimiento, no piensa en darlo de baja.
En España, por ejemplo, en paralelo al
auge de la movilidad, la proporción de hogares con teléfonos tradicionales
viene en retroceso desde 2003. En Chile, la cantidad de fijos activos cayó un
7,6% en los últimos cuatro años. Pero en Argentina, no: hace cinco años que la
cantidad de líneas fijas en servicio se mantiene estable, por encima de los 9
millones.
La gran pregunta es por qué, y los
especialistas ofrecen distintas respuestas. Una es la saturación de las redes
móviles, que todavía dificulta comunicarse en varias zonas y horarios. Para sus
víctimas, decir “llamame al fijo” suele ser la única forma de hablar. Las
líneas fijas también siguen funcionando aunque se corte la luz y sus aparatos
no se quedan sin batería. Pero también hay factores económicos: en el país las
tarifas de telefonía fija llevan más de una década “congeladas”.
“El abono mensual está por debajo de
los $ 20 y, en muchos casos, llamar a un celular desde un fijo es más barato
que hacerlo desde un móvil. El bajísimo costo del servicio hace que la gente ni
se preocupe en darlo de baja, aunque no lo use”, analiza Enrique Carrier,
consultor en telecomunicaciones.
Basta comprobar que, desde un fijo, una
llamada de cuatro minutos a otro fijo sale menos de 10 centavos, y $ 1,43 si se
llama a un móvil. La misma conversación, desde un celular, consume $ 10,80 de
saldo con un abono de $ 145 mensuales y más de $ 17 para quien tiene un plan
prepago, un monto muchísimo más alto aunque alguna promoción triplique el
dinero de la recarga.
Si bien la telefonía fija todavía no ha
perdido clientes –aunque sí intensidad de uso–, las perspectivas son que ese
retroceso será inexorable a mediano plazo, a medida que las redes móviles
mejoren y también por un cambio generacional.
“Hoy los que se mudan a edificios
nuevos son los más reacios a contratar este servicio, salvo en combos con banda
ancha. Se da particularmente con los más jóvenes, cuya prioridad ahora es tener
Internet”, agrega Carrier. En un estudio reciente de su consultora, el 40% de
los encuestados dijo que, en caso de cambiar de vivienda, no instalaría una
línea fija. Sólo usaría el celular.