Cuarenta años atrás, el triunfo del peronista con casi el 50 por ciento de los votos, el 11 de marzo de 1973, coronaba una arriesgada jugada de Montoneros, que había privilegiado la política al fusil, el respaldo a la fórmula peronista en las elecciones presidenciales a la lucha armada para capturar el aparato estatal e impulsar la revolución socialista.
Fue el momento de mayor esplendor de Montoneros, que condujo en la práctica la campaña electoral de la fórmula Cámpora-Solano Lina, que contaba con el respaldo del general Juan Perón, exiliado en Madrid. Una norma de la dictadura del general Alejandro Lanusse había impedido la candidatura de Perón, que designó a Cámpora como su vicario.
Cámpora, un político clásico, fue girando hacia Montoneros, impulsado por su esposa y sus hijas. En simultáneo, Montoneros fue atrayendo a los jóvenes de clase media que se iban politizando y peronizando al tiempo que, al abrazar la salida electoral con el eslogan "Luche y vuelve", lograba un fuerte impacto en la base peronista, para la cual el solo retorno de Perón al país implicaría la vuelta a los días felices del gobierno interrumpido por un golpe en 1955.
Hasta ese momento, la principal consigna de Montoneros era refractaria a toda salida electoral: "Ni votos ni botas, fusiles y pelotas". Fue uno de los jefes más reconocidos por la militancia, Carlos Hobert, también conocido por su nombre de guerra Diego Pingulis, quien forzó esa conversión a la política: tomó un pueblo en Santa Fe y logró visibilidad nacional para reclamar cinco puntos que incluían la participación del peronismo en las elecciones propuestas por Lanusse.
La jugada de Hobert fue ganando voluntades en Montoneros y terminó por convertirse en la posición mayoritaria aunque provocó algunas escisiones.
Montoneros pudo colocar legisladores en el Congreso y varios aliados fueron elegidos gobernadores, incluso en provincias claves como Buenos Aires, Córdoba y Mendoza. Cámpora nombró a ministros que se llevaban muy bien con la guerrilla de origen peronista.
Pero no se desarmaron y se dedicaron a la política como les exigía Perón porque, según señaló Mario Firmenich repitiendo a Mao, "el poder nace de la boca de un fusil". Fue el comienzo de su derrota, de una visión militarista que los llevó a errores cada vez más graves como el enfrentamiento con Perón por la conducción del peronismo y del país.