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sábado, 26 de noviembre de 2011

Cómo democratizar la energía y el desarrollo (Fragmento de “La tercera revolucion industrial”, de Jeremy Rifkin)


La convergencia entre Internet y las energías renovables auspicia una tercera revolución industrial que cambiará el mundo, presagia Jeremy Rifkin en su nuevo ensayo, que llega en diciembre a la Argentina. Aquí, un adelanto y un análisis crítico.
Nuestra civilización industrial está en una encrucijada. El petróleo y los demás combustibles fósiles que definieron el modo de vida industrial han entrado en declive, y las tecnologías construidas y alimentadas con esas fuentes de energía son anticuadas. Toda la infraestructura industrial erigida sobre los combustibles fósiles está envejecida y deteriorada. Como resultado de ello, el desempleo está aumentando en todo el mundo hasta llegar a niveles peligrosos. Los gobiernos, las empresas y los consumidores están asfixiados por las deudas y los niveles de vida caen en picada en todas partes. Los seres humanos que afrontan una situación de hambre y desnutrición han alcanzado ya la cifra récord de los mil millones (casi una séptima parte de la humanidad).
Durante los últimos treinta años he estado buscando un nuevo paradigma que pudiera marcar el comienzo de una era poscarbónica. De mis investigaciones he deducido que las grandes revoluciones de la historia acontecen cuando las nuevas tecnologías de la comunicación convergen con nuevos sistemas energéticos. Los nuevos regímenes energéticos posibilitan la generación de una mayor actividad económica interdependiente y la expansión de los intercambios comerciales, al tiempo que facilitan unas relaciones sociales más densas e inclusivas.
En el siglo XIX, la tecnología de la imprenta a vapor se convirtió en el medio de comunicación que permitió gestionar la estructura de los trenes a vapor y los incipientes mercados nacionales de la Primera Revolución Industrial. En el siglo XX, las comunicaciones eléctricas –primero el teléfono y, posteriormente, la radio y la televisión– se convirtieron en el medio de comunicación para gestionar y comercializar la era de los automóviles con motor de gasolina y la cultura de consumo de masas de la Segunda revolución industrial.
A mediados de la década de 1990, me di cuenta de que se avecinaba una nueva convergencia entre comunicación y energía. Internet y las energías renovables estaban a punto de fusionarse para crear una poderosa nueva infraestructura para una Tercera Revolución Industrial (TRI) que cambiaría el mundo. En esa era centenares de millones de personas producirán en sus casas, oficinas y factorías su propia energía verde, y la compartirán unas con otras en una "Internet energética", del mismo modo que ahora creamos y compartimos información en línea. La democratización de la energía traerá consigo una reorganización de las relaciones humanas, que repercutirá en la manera misma en la que hacemos negocios, gobernamos la sociedad, educamos a nuestros hijos y nos implicamos en la vida cívica.
En 2006, empecé a trabajar con los dirigentes del Parlamento Europeo para elaborar un plan de desarrollo económico de la tercera revolución industrial. Más adelante, en mayo de 2007, dicho Parlamento emitió una declaración formal escrita en la que respaldaba la TRI como el proyecto económico y la hoja de ruta a largo plazo para la Unión Europea. Ya puesta en práctica por diversos organismos de la Comisión Europea y por los Estados miembros.
La creación de una infraestructura para la Tercera Revolución Industrial pondrá los fundamentos de una economía global sostenible. Los cinco pilares de la TRI son: 1) la transición hacia la energía renovable; 2) la transformación del parque de edificios de cada continente en microcentrales eléctricas que recojan in situ las energías renovables; 3) el despliegue de la tecnología del hidrógeno y de otros sistemas de almacenaje energético en todos los edificios, y a lo largo de la red de infraestructuras, para acumular energías de flujo intermitente; 4) el uso de la tecnología de Internet para transformar la red eléctrica de cada continente en una "interred" de energía compartida que funcione exactamente igual que Internet (cuando millones de edificios generen localmente, en línea, pequeñas cantidades de energía podrán vender los excedentes que reingresen en la red y compartir esa electricidad con sus vecinos continentales), y 5) la
transición de la flota de transportes hacia vehículos de motor eléctrico con alimentación en red y/o con pilas de combustible que puedan comprar y vender electricidad en una Internet energética continental inteligente.
Se prevé que, para 2020, la Unión Europea obtendrá de fuentes verdes una tercera parte de su electricidad. Eso significa que la red eléctrica deberá digitalizarse y ser inteligente para gestionar las energías renovables intermitentes que le proporcionarán decenas de miles de productores locales de energía. Cuando la cantidad de energía renovable intermitente sobrepase el 15% de la generación total de electricidad, también será indispensable, como es lógico, desarrollar y desplegar con rapidez tecnologías de almacenaje basadas en el hidrógeno u otros elementos por toda la infraestructura de la Unión Europea, pues, de no ser así, gran parte de esa electricidad se perderá. De igual manera, es importante incentivar a los sectores de la construcción e inmobiliario con créditos e hipotecas verdes a bajo interés para fomentar la conversión de los millones de edificios de la UE en minicentrales eléctricas capaces de aprovechar las
energías renovables in situ y de devolver los excedentes a la red inteligente. Y a menos que se tengan en cuenta éstas y otras consideraciones, la Unión Europea no podrá proporcionar suficiente electricidad verde como para abastecer a los millones de vehículos de motor eléctrico con alimentación de red o con pilas de combustible que ya se están poniendo a punto para su introducción generalizada en el mercado. Si el desarrollo de alguno de esos cinco pilares se retrasa, los demás se estancarán, poniendo en peligro la infraestructura misma.
La tercera revolución industrial es la última de las grandes revoluciones industriales y pondrá los cimientos de la infraestructura de la era colaborativa actualmente emergente. En el próximo medio siglo, el funcionamiento empresarial centralizado característico de las dos primeras revoluciones industriales quedará progresivamente subsumido en las prácticas empresariales y comerciales distribuidas de la TRI, mientras que la organización jerárquica tradicional del poder económico y político dará paso al poder lateral organizado de forma nodal a lo largo y ancho de la sociedad.
De entrada, la noción misma de poder lateral parece contradecirse con la manera en que las personas hemos experimentado las relaciones de poder a lo largo de la historia. Al fin y al cabo, el poder se ha organizado tradicionalmente de manera piramidal, de arriba a abajo. En la actualidad, sin embargo, el poder colaborativo desencadenado por la unión de Internet y las energías renovables reestructura radicalmente las relaciones, que ya no serán de arriba a abajo, sino de lado a lado, con las profundas implicaciones que todo ello comporta para el futuro.
Las compañías discográficas no comprendieron el poder distribuido hasta que millones de jóvenes empezaron a compartir música en línea y sus ingresos se derrumbaron en menos de una década. La Enciclopedia Británica no supo apreciar el poder distribuido y colaborativo que acabó haciendo de Wikipedia la principal fuente de referencias del mundo. Tampoco los periódicos se tomaron en serio el poder distribuido de la blogosfera, y hoy son muchas las publicaciones que están cerrando o transfiriendo buena parte de sus actividades al entorno online . Las implicaciones de que las personas compartan la energía distribuida en un ámbito comunal abierto serán aún de mayor alcance.
Para apreciar mejor lo perturbadora que puede ser la tercera revolución industrial para el modo en que aún seguimos organizando la vida económica, consideremos los profundos cambios que han tenido lugar en los últimos veinte años a raíz de Internet. La democratización de la información ha alterado de manera tan significativa la naturaleza misma del comercio global y de las relaciones sociales como la revolución de la imprenta lo hizo a principios de la era moderna. Imaginemos ahora el impacto que probablemente tendrá la democratización de la energía en el conjunto de la sociedad cuando se gestione mediante la tecnología de Internet.
La extensión y consolidación de la TRI es especialmente relevante para los países en vías de desarrollo. No podemos olvidar que el 40% de la raza humana sobrevive con una renta no superior a dos dólares diarios, en situación de extrema pobreza, y que la inmensa mayoría carece aún de suministro eléctrico. Sin acceso a la electricidad, carecen, de manera literal y figurada, de energía. El factor más importante para sacar de la pobreza a cientos de millones de personas es que éstas dispongan de un acceso fiable y asequible a la electricidad verde. Cualquier otro tipo de desarrollo económico es imposible sin ese acceso. La democratización de la energía y el acceso universal a la electricidad constituyen el punto de partida indispensable para mejorar las vidas de las poblaciones más pobres.
La TRI, en la que las energías renovables –solar, eólica, geotérmica, hidro y biomasas– se distribuirán de manera generalizada, es inmejorablemente adecuada para despegar en el mundo en desarrollo.
Aunque a menudo la falta de infraestructuras se considera un impedimento al desarrollo, lo que vemos es que debido a que muchas naciones en vías de desarrollo no tienen la carga de una red eléctrica anticuada, estas naciones pueden "saltar" a una tercera revolución industrial. En otras palabras, construyendo desde cero un nuevo sistema de distribución eléctrica, en vez de seguir poniendo parches a una red eléctrica antigua y desfasada, los países en desarrollo reducirán tiempo y dinero en la fase de transición hacia una nueva era energética. Por otra parte, dada la naturaleza distributiva de la infraestructura de la TRI, el riesgo queda muy difuminado, con localidades y regiones que harán un fondo común de recursos para establecer redes locales que posteriormente conectarán con otros nodos a través de las regiones. Esta es la esencia misma del poder lateral.
La TRI nos brinda la esperanza de llegar a una era poscarbónica sostenible a mediados de siglo. Disponemos de los conocimientos científicos, de la tecnología y de la estrategia necesarias para que eso suceda. Ahora sólo se trata de reconocer las posibilidades económicas que ésta nos depara y de que reunamos la voluntad necesaria para llegar a tiempo.
Fragmento de "La tercera revolucion industrial", de jeremy Rifkin (Paidos).