LA PRESIÓN INFLACIONARIA
La inflación en la Argentina ha sumado más del 16 % en el primer tercio del año. En lo que va del 2016 los alimentos que componen la Canasta básica que se utiliza para medir los índices de `pobreza e indigencia ha tenido un sostenido crecimiento que ha sido, incluso, más alto que la propia inflación. En zonas de nuestro país los aumentos de tarifas han sido de una brutal aplicación. El llamado "sinceramiento económico" tiene dos caras que expresa claramente cuál es el horizonte del Plan Económico: por un lado la transferencia de activos económicos y financieros a los sectores más concentrados del poder económico. Y por el otro el aumento de tarifas de energía, transporte y precios en general para el ciudadano de a pie.
Una inflación que se ubica en valores que, al mes de Abril, suma un índice interanual de más del 40 % ejerce una merma del poder adquisitivo de los ingresos de los trabajadores, que no se solucionan ni siquiera, con la mejor paritaria pretendida. Ello porque, por un lado, la devaluación del peso potenciada por los índices inflacionarios hace que las previsiones que se puedan lograr en los aumentos salariales sean escasas ante los parámetros económicos desbalanceados.
Por otro lado, existe una gran cantidad de trabajadores en la informalidad que no reciben los beneficios directos de los aumentos pactados entre Sindicatos y empresarios, a los que se suma la clase pasiva de los jubilados, los monotributistas y los cuentapropistas. Un universo de trabajadores donde la suba de precios hace mella sobre el ingreso mensual. En ese panorama aún falta sumar la inmensa presión fiscal que se ejerce sobre estos y que determinan que gran parte del dinero que se obtiene por el trabajo, sea destinado al Estado en concepto de ingreso fiscal. Nuevamente otra distorsión social. Quienes menos ganan por su fuerza de trabajo están obligados al esfuerzo para aportar al Gobierno el dinero suficiente para la puesta en marcha de políticas a las que no fueron llamados a construir.
El último trabajo de este Observatorio, hecho en el Gobierno anterior, hablaba sobre la escasa participación del sector obrero en la distribución de la riqueza: sobre el Producto Bruto Interno los trabajadores apenas alcanzaban el 33 % de ese reparto. El 67 % restante quedaba en manos de los propietarios de la tierra y el capital. Hoy, lejos de mejorarse ese equilibrio, la transferencia de recursos hacia los sectores capitalistas hace que siga en debacle esa distribución.
La detención de la generación de empleo y, en estos últimos meses, la destrucción del trabajo genuino, no solo depende de las políticas públicas que a estos efectos ponga en marcha el Gobierno Nacional, sino muy claramente de una necesaria inversión privada. Es esta la que, con su ganancias atiborrando los bancos, se retarda en comenzar para poner en marcha la matriz productiva del país y, con ella, la generación de empleo. Extraño comportamiento de un empresariado vernáculo que se alegra por el nuevo escenario económico y financiero, pero que demora el esfuerzo en su inversión. Ese esfuerzo es el que desde hace tiempo el sector trabajador, so pena de la aplicación de políticas fiscales regresivas, aumentos de precios y tarifas, es obligado a aportar sin beneficio de espera. El "sinceramiento de la economía" no solo es poner de manifiesto la real situación del país. También abarca saber quiénes tienen más posibilidad de aportar e invertir. Y exigirles. Las meras sugerencias no bastan.
El ansiado "segundo semestre" está golpeando la puerta. Nada hace parecer que, una vez que se abra, las buenas noticias aparecerán como magia. Es cierto que las leyes no hacen que una realidad sea otra en forma instantánea. Tampoco pareciera ser verdad que la "pobreza cero" llegue con frases de estilo "zen".
Ciudad de Buenos Aires, 03 de Mayo de 2016.
Jorge Alberto Sola
Secretaría de Acción Social / C.G.T. R.A.