Crecimiento demográfico, desarrollo de la tecnología, escasez de recursos
naturales: las actividades laborales se transforman, y demandarán tanto
formación como experiencias, capacidad emprendedora y transdisciplina.
Lo que cambiará será nuestra manera de entender el trabajo.
das las proyecciones son coincidentes: el mundo que viene
deberá correr los límites de lo imposible cada vez con mayor frecuencia. Los
cambios serán mayúsculos: a la par del continuo avance de la ciencia y la
tecnología, la humanidad estará jaqueada por cuestiones de índole ambiental y
escasez de recursos naturales, y deberá replantear sus sistemas de salud,
planificación urbana y educación -por citar apenas unos ejemplos-, ante una
población de crecimiento irregular y cada vez más envejecida.
En
ese contexto, el mundo del trabajo también sufrirá modificaciones radicales en
las próximas décadas, no sólo en términos de actividades que surgirán y otras
que desaparecerán, sino en el modo en que entendemos el empleo: adaptación
constante, aprendizaje continuo, capacidad para inventarse el propio trabajo
("ser emprendedor") y de cruzar fronteras disciplinarias son algunos
de los mandatos de la hora. Pero, a pesar del vértigo con que suceden los
cambios, algunos especialistas alertan que no se estarían tomando las
precauciones para asegurar que el mundo que viene no quede partido en dos, como
muchos ya auguran: profesionales a la vanguardia de la tecnología, demandados y
bien pagos, y una masa de desempleados sin redención.
Pero
el futuro no espera. Así como hoy contamos con profesiones impensadas hace
apenas diez años -basta reparar en los community managers, los data miners o
los ingenieros ambientales, tan populares por estos días-, el mundo del mañana
estará plagado de oficios y profesiones que hoy todavía no imaginamos, porque
derivarán de actividades que aún no existen. De hecho, se estima que alrededor
de la mitad de las empresas que rankeen en el Fortune 500 Index en 2025 todavía
no comenzaron a funcionar.
A
medida que ingresemos de lleno en la próxima década, nuestra cotidianidad irá
absorbiendo innovaciones que hoy parecen salidas de la ciencia ficción. Y los
avances en materia de nanotecnología, informática, inteligencia artificial,
robótica, neurociencia, genética y hasta de la intersección de diferentes
ciencias tradicionales irán reconfigurando, sin duda, el terreno del empleo.
Una
función que ha surgido con fuerza en los últimos años es, justamente, la de los
futuristas o futurólogos, encargados de predecir el futuro a partir de las
tendencias que se van perfilando en la actualidad. "Cada vez es más
difícil predecir el futuro porque no sabemos qué nuevas tecnologías surgirán en
los próximos años y cómo ellas cambiarán la economía, la sociedad, los sistemas
políticos, los conflictos bélicos. A pesar de la dificultad, predecir dichas
posibilidades es de suma importancia, porque las consecuencias de no actuar a
tiempo pueden ser catastróficas", explica Cecilia Tilli, doctora en
filosofía y neurociencia por la Universidad de Princeton y miembro del Future
of Humanity Institute & Oxford Martin School, de la Universidad de Oxford,
dedicado a este tipo de estudios.
Un
reciente estudio de la consultora británica Fast Future Research menciona
algunas de las carreras y profesiones que irán surgiendo en las próximas
décadas: fabricantes de partes corporales; especialistas en aumento de memoria;
pilotos, arquitectos y guías de viajes espaciales; administradores y
consultores de bienestar para personas mayores; productores de cultivos y
ganado genéticamente modificados; oficiales de cuarentena; agricultores
verticales, y la lista sigue.
De un Lugar a una Función
Ese
escenario futuro no será otra cosa que el punto culminante de un proceso que
comenzó a gestarse hace décadas y que hoy en día está dando señales de
evolución. "A nivel laboral, el mundo actual tiene una sola regla:
adaptación constante. Justamente, en este contexto de extrema movilidad es que
tenemos que pensar en las nuevas generaciones. Un estudio realizado en 2014
entre Adecco Argentina y la Universidad de Palermo reveló que el 70% de los
líderes del futuro alrededor del mundo rechaza la manera tradicional en la que
las empresas organizan la forma de hacer el trabajo. Prefieren trabajar de
manera independiente a través de medios digitales", explica Pablo Liotti,
gerente de Marketing y Comunicación de Adecco Argentina.
Con
él coincide Andrés González, director de Consultoría en Transformación
Organizacional para Accenture Latinoamérica, quien considera que, en el futuro,
el mundo del trabajo será distinto a lo que hoy conocemos. No sólo desde el
punto de vista formal, sino más bien desde la conceptualización del trabajo en
sí mismo.
"El
trabajo pasará -en realidad ya está pasando- de ser entendido principalmente
como un lugar (espacio físico determinado, con horarios determinados,
compañeros estables, clientes fidelizados y proveedores cercanos y conocidos) a
ser pensado como una función. Esa función se caracterizará principalmente por
el concepto de flexibilidad y requerirá de nuevas competencias y habilidades de
los trabajadores: autonomía, creatividad, orientación a resultados, diversidad
cultural, colaboración y aprendizaje permanente. El empleado que sabe dejará
lugar al empleado que aprende, crea y comparte", explica el especialista,
quien asegura que, más allá de las nuevas profesiones que surjan, la innovación
tecnológica que se viene modificará la forma de ejercer las profesiones
actuales.
"El
mundo está cambiando -continúa González-, la población está creciendo en
cantidad a ritmos acelerados y ello hace que debamos hacer las cosas distintas.
Las profesiones convencionales deberán dar el salto cualitativo soportado por
la tecnología y el mundo digital para ser hechas de otra forma."
El
especialista de Accenture enumera áreas que serán estratégicas en las próximas
décadas: las ciencias de la salud (como consecuencia del crecimiento
demográfico y el envejecimiento poblacional); la construcción (relacionada con
lo anterior); las tecnologías de la información; las especializaciones en
materia de energías alternativas; la agricultura y la ganadería; la legislación
internacional y la educación.
Pero
mientras algunas profesiones deberán reconvertirse, otras corren el riesgo de
desaparecer. Un trabajo del Future of Humanity Institute de la Universidad de
Oxford advierte que, por obra y gracia de los avances tecnológicos, en los
Estados Unidos corre un alto riesgo de ser automatizado el 47 por ciento de los
empleos actuales, en tanto que otro 20 por ciento padece un nivel de riesgo
medio. La proporción en el Reino Unido es de un 35 por ciento y un 23 por
ciento, respectivamente.
Lógicamente,
los puestos que tengan más chances de ser mecanizados son los más expuestos:
los relacionados con las áreas de transporte, producción, mantenimiento,
logística y hasta algunas funciones rutinarias, como las que realizan los
cajeros de supermercado o los cobradores de peaje. Pero, a medida que las
investigaciones en materia de inteligencia artificial avancen, otros puestos
más calificados podrían verse igual de afectados.
El
estudio, realizado por Carl Frey y Michael Osborne, concluye, sin embargo, que
las habilidades humanas más difíciles de automatizar son la creatividad, la
inteligencia social y la destreza para manipular objetos. Por el momento.
"Es posible que la automatización de ciertos trabajos lleve a la creación
de otros nuevos, manteniendo el actual nivel de empleo. Pero algunos temen que
se incremente el desempleo y la desigualdad económica y social", analiza
Cecilia Tilli sobre el trabajo de sus colegas.
Es
que, a medida que las futuras innovaciones se vayan incorporando a la vida
cotidiana -se habla, incluso, de artefactos y electrodomésticos que estarán
todos conectados en Red, lo que daría vida a un nuevo fenómeno: la Internet de
las cosas-, algunas profesiones perderán su razón de ser.
"De
la misma manera que, durante la Revolución Industrial, mucha mano de obra se
automatizó y los humanos tuvimos que buscarnos nuevos cometidos, quizá en el
futuro haya profesiones como la del médico, por decir una, que puedan ser, si
no reemplazadas, sí influidas por un fuerte componente virtual. Algunas otras,
directamente, desaparecerán. ¿Quién querrá tomar un taxi cuando puedas llamar a
tu propio auto (Tesla) desde tu reloj (Apple)?", cuestiona, provocador,
Daniel Granatta, uno de los fundadores de la consultora de negocios Clowdertank
/BAG.
Contrastes mas definidos
Denise
Abulafia, directora general y cofundadora de Educatina, un sitio web de
educación muy popular en América latina, suma sus pinceladas al escenario
laboral del futuro. "El profesorado en informática tendrá que
reconvertirse porque, en el futuro, informática pasará a ser una materia básica
de la escuela. Lo más lógico sería que, en su lugar, tuviéramos profesorados en
programación. Tampoco está claro lo que ocurrirá con los traductores públicos:
mientras algunos sostienen que, en un mundo globalizado, se van a volver mucho
más necesarios, hay quienes aseguran que la profesión podría desaparecer
porque, en el futuro, sólo será cuestión de ponernos nuestros Google glasses
para que el texto se traduzca automáticamente".
Pero
de la mano de aviones hiper- automatizados -que hasta podrían poner en jaque el
futuro de pilotos y azafatas-, o de góndolas en los supermercados capaces de
medir el comportamiento de los consumidores -innovación que, sin dudas,
afectará mucho más que la tarea de los repositores-, el mundo hiperdigitalizado
y tecnológico que habitaremos en las próximas décadas llegará con nuevas
ofertas laborales.
A
las ya mencionadas, Abulafia agrega los neuroeducadores, los economistas
digitales, los sociólogos tecnológicos, los expertos en medicina del espacio,
al igual que toda una amplia gama de puestos de mantenimiento para las máquinas
y artefactos que irán surgiendo en los años que vendrán.
Pero,
dado el nivel de especificidad de las profesiones antes mencionadas -y el alto
nivel de calificación que requerirán-, ¿nos aproximamos a un mundo de contrastes
todavía más definidos entre la base y el extremo de la pirámide económica?
Andrés
González, de Accenture, alienta el optimismo y sostiene que el escenario
laboral futuro tendrá cabida para todos. "En función de las necesidades de
desarrollo de industrias como la salud, la alimentación, la construcción, la
generación de energía, considero que hay mucho trabajo por hacer a nivel
global. Será clave el rol de Estado en términos de generar políticas que
gobiernen y controlen esta distribución del trabajo e integren y articulen los
mundos empresarial, sindical, social y educativo para poder ofrecer una
solución abarcativa y a largo plazo."
Hasta
el momento, sin embargo, en los espacios educativos y de formación la mirada a
largo plazo no es precisamente la que prima. "Creo que falta una
planificación conjunta y articulada entre las instituciones educativas y las
organizaciones de demanda de capacidades profesionales. A modo de ejemplo, hoy
en día la disminución de ingenieros que se gradúan año a año genera un vacío en
contraposición con la creciente demanda de dichos perfiles en el mundo
laboral", agrega González.
Con
él coincide Denise Abulafia, quien, sin embargo, considera que la magnitud de
los cambios que se vienen necesariamente impactará en los procesos de
aprendizaje actuales: las plataformas digitales de e-learning se volverán un
complemento cada vez más necesario en todo este proceso y algunas carreras
científicas, complejas y largas, deberán promover tecnicaturas más cortas y
específicas.
"Hablamos
de procesos largos que requieren inspiración y preparación -reconoce la
especialista-. Pero, sin dudas, en el modelo que se viene, todo el tiempo
deberemos estar aprendiendo. El tiempo de estudiar una carrera para toda la
vida también está llegando a su fin."