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viernes, 16 de abril de 2021

Las provocaciones de Montoneros y las dudas sobre Cámpora: cómo decidió Perón volver a ser presidente y alejar a ambos del poder #*#

Frente a las declaraciones de Galimberti y Abal Medina en representación de la Tendencia y la posición tibia de Cámpora con ellos, Perón comenzó en Madrid a definir la orientación de su partido y preparar su asunción presidencial. Los mensajes que envió con instrucciones y la orden al entonces mandatario para que "coloque las cosas en su sitio"

El 12 de abril de 1973, según cuenta el periodista Osvaldo Tcherkaski en la tapa de La Opinión, Juan Domingo Perón cenó en París con Magdalena Díaz Bialet y su esposo Mario Cámpora. El sobrino del Presidente electo, a quien Isabelita trataba entre sus íntimos como El Monje Negro, era un reconocido diplomático que había ocupado (y ocuparía años más tarde) destinos de primera línea. Ceremonioso, afable en su trato, detallista en cada una de sus tareas, Mario había cambiado la reposada –aunque no menos intensa vida internacional del Palacio San Martín por las vivencias de la política interna. En ese encuentro entre el matrimonio Perón y los Cámpora, Mario intentó convencer a Perón que viajara a Buenos Aires el día que su Tío asumiera como Presidente de la Nación. La cena se hizo larga y mientras Perón hablaba, Magdalena tuvo un mal presentimiento. Especialmente cuando escuchó opinar a José López Rega sobre el Presidente electo: "El doctor Cámpora cree que el poder es de él, pero el poder no es de él". Al finalizar la cena, en el momento de acompañar al matrimonio Perón hacia la salida, el general lo miró a Mario y le dijo: "No voy a ir, para no robarle el show al doctor Cámpora… yo iré después y entonces el balcón será para mí."

A su vuelta a Buenos Aires, Mario Cámpora le dijo al Presidente electo: "Héctor, el General me ha dicho que no va a estar acá el 25 de mayo… y por la metáfora que ha usado y por todo lo que ha dicho yo tengo la impresión de que quiere ser presidente".

La decisión de Juan Perón de desplazar a Cámpora de la Presidencia de la Nación, si se hacían las elecciones nacionales, y el Delegado se imponía, curiosamente, se tomó en el hotel Guaraní de Asunción del Paraguay, en el mismo momento y lugar donde el General lo designó candidato presidencial. No hay prueba escrita, la confirmación me la hizo Héctor Villalón. De lo que sí existe prueba material es sobre la incerteza de Juan Domingo Perón por Cámpora en esos días. En febrero de 1973, antes de las elecciones del domingo 11 de marzo, un grupo de periodistas hacían guardia en la puerta de la casa de Perón en Puerta de Hierro. De pronto se asomó el empleado José Miguel Vanni, y dirigiéndose al grupo, preguntó de viva voz: "¿Esta Conti?" Se trataba de Jorge Conti, el enviado especial de Canal 11 a Madrid. Al identificarse, Vanni le dijo:

--"Conti, el General quiere verlo. Sólo vos pibe, sin cámara ni fotógrafo."

Vanni lo acompañó hasta el escritorio de la casa y mientras caminaban le comentó: "El General quiere hacerle un comentario". Al llegar, Perón lo estaba esperando. Lo saludó y entró inmediatamente en tema: exhibiendo una carta manuscrita de Marcelo Sánchez Sorondo, el candidato a senador del FREJULI por la Capital Federal, puesto por Juan Manuel Abal Medina, le relató parte del texto donde Sánchez Sorondo sostenía que la designación de Cámpora como candidato presidencial era un gran acierto, porque resulta una revelación de buen político. Seguidamente, mientras le brotaba una leve sonrisa, el General afirmó: "Este hombre Marcelo Sánchez Sorondo en primer lugar no es peronista y en segundo lugar no tiene idea de los hombres y mujeres con que cuenta el peronismo". Conti aprovechó un instante de silencio para preguntarle: "¿General, me autoriza a difundir lo conversado?" y Perón asintió. Sin cámara y sin fotógrafo, Conti tenía su primicia exclusiva para Canal 11. Se paró frente a la pared que circundaba la quinta 17 de Octubre y empezó a grabar, al mismo tiempo que sus colegas escuchaban lo que había sido su diálogo con el dueño de casa.

Luego de las elecciones nacionales del 11 de marzo de 1973, el 9 de abril, a través de la cadena nacional, Cámpora expresó que "aquellos sectores que asumen reivindicaciones alegando representar intereses del pueblo y de la Nación, deben comprender que, habiéndose pronunciado el pueblo argentino, son inadmisibles las actitudes que pretenden subrogar su voluntad (…) Me propongo gobernar para todos sin excepción." La respuesta del PRT-ERP no tardaría mucho en llegar: "El gobierno que el Dr. Cámpora presidirá representa la voluntad popular. Respetuosos de esa voluntad, nuestra organización no atacará al nuevo gobierno, mientras éste no ataque al pueblo ni a la guerrilla. Nuestra organización seguirá combatiendo militarmente a las empresas y a las fuerzas armadas contrarrevolucionarias, pero no dirigirá sus ataques contra las instituciones gubernamentales, ni contra ningún miembro del gobierno del Presidente Cámpora".

El domingo 15 de abril se realizó la "segunda vuelta" (ballotage) en quince distritos electorales donde el peronismo no había alcanzado un resultado convalidante. En la Capital Federal, Fernando de la Rúa se impuso a Marcelo Sánchez Sorondo; Carlos Juárez (considerado un "neoperonista") y Felipe Sapag ganaron las gobernaciones de Santiago del Estero y Neuquén. Así las cosas, el Frejuli se quedó con 20 de las 22 gobernaciones que tenía la Argentina. Y en el Parlamento su mayoría era abrumadora: en el Senado alcanzó 45 bancas y en Diputados 145 escaños. El partido que lo seguía era el radicalismo. No alcanzó ninguna gobernación pero tenía 12 senadores y 51 diputados. Francisco Manrique, con su Alianza Popular Federalista, tenía 5 senadores y 20 diputados.

Ese día, según los cronistas de la época, Perón se lo pasó al lado del télex en su casa en Puerta de Hierro. Hacía pocas horas que había finalizado su visita a París y consideraba que "desde el 25 de mayo el centro político de las relaciones internacionales del justicialismo" sería la capital francesa, porque "los contactos logrados por Perón en esa ciudad posibilitan una amplia gama de relaciones con los gobiernos europeos, los países alineados con la Unión Soviética y los estados socialistas de Asia y África. Las especulaciones periodísticas giraban en torno a quién sería el hombre del peronismo en París. Se destacaba que no podría ser elegido un extrapartidario y los observadores más sagaces indicaban que habría de ser alguno de los dirigentes que han convivido con Perón en Madrid que mantienen su amistad y que por ende conocen su 'modus operandi' en estas cuestiones." Más que una noticia parecía una "operación de prensa" más: Perón aparecía como manejando las relaciones exteriores con países centrales mientras Cámpora y su gobierno eran alejados del centro de las decisiones.

El miércoles 18, por boca de Rodolfo Galimberti, se presentó al periodismo el documento titulado "Compromiso de la juventud peronista con el pueblo de la Patria". Estaba rodeado por los jefes de las siete regionales de la "Tendencia" y sus legisladores nacionales electos (un senador y ocho diputados). Bajo la consigna "por una patria justa, libre y soberana, la patria socialista", el documento de diez puntos comenzaba por "la libertad incondicional y sin discriminaciones de todos los compañeros presos políticos, gremiales y conexos". Luego exigía la "supresión de todos los tribunales especiales, derogación de toda la legislación represiva, revisión de todos los fallos dictados por la Cámara Federal en lo Penal (fuero antisubversivo), y la declaración 'en comisión' de todos los funcionarios y magistrados designados a espaldas del pueblo por los gobiernos antipopulares e ilegítimos que se sucedieron desde 1955". El documento trazaba una línea de confrontación con la ortodoxia peronista y con el pensamiento de Perón que comenzaba a trascender desde Madrid. El punto 6º consideraba: "Impulsar el cumplimiento y la profundización del programa del FREJULI, atendiendo especialmente las propuestas programáticas surgidas del seno de la clase trabajadora en La Falda, Huerta Grande, y el programa del 1º de mayo de 1968 de la CGT de los argentinos".

-Preguntado por los periodistas Galimberti dijo que el texto "lo hemos conversado toda la tarde con el doctor Cámpora".

-Entonces ¿el presidente electo lo avala?

-"Sí. El presidente electo más que avalarlo lo cumplirá…es un documento de la juventud peronista que todo el Movimiento Peronista hace suyo", agregó Abal Medina, secretario general del Movimiento Nacional Peronista. ¿Qué opinaría al respecto la Confederación General del Trabajo (José Rucci) y las 62 Organizaciones (Lorenzo Miguel) sobre la referencia a la CGT de los argentinos y otros programas de clara tendencia izquierdista? Haciendo malabares, Galimberti explicó: "Nosotros rescatamos la historia del movimiento obrero en su conjunto desde 1955 hasta la fecha. En esta oportunidad, tomamos esa 'porción'…no tomamos esos puntos programáticos para contraponerlos con otros".

Las declaraciones generaron un gran descontento dentro y fuera del peronismo. La ortodoxia, el sector mayoritario del partido, se consideraba destratada y, para peor, la Tendencia anunciaba que el documento iba a ser asumido por el aparato partidario. El sindicalismo, la "columna vertebral", ni siquiera había sido consultado y el radicalismo, por su parte, entendía que estas y otras declaraciones no tenían nada en común con lo que Perón había analizado y acordado con ellos. En un télex recibido en la "Quinta 17 de Octubre", el doctor Francisco L. Sánchez Jáuregui, le aconsejaba a Perón algún "gesto, una palabra, porque de lo contrario mucho me temo que la UCR reaccionará y demostrará públicamente a esos dirigentes y como lógica consecuencia el diálogo entre ambas fuerzas...radicalismo y peronismo—quedará interrumpido." La primera reacción de Perón fue reenviar el texto al propio Cámpora.

En esas horas, más exactamente el 16 de abril de 1973, Jorge Antonio le escribió a Perón una carta en clara coincidencia con Sánchez Jáuregui y opina que:

Tras esta inusitada presentación en sociedad, cuarenta y ocho horas más tarde, el 20 de abril durante un acto en el Sindicato del Calzado, Galimberti avanzó unos pasos más. Propuso la constitución de la Unión de Estudiantes Secundarios (UES) y la creación de una "milicia de la juventud argentina para la reconstrucción nacional" y, seguidamente, anunció que la Juventud Peronista obrera (JTP), secundaria (UES) y universitaria (JUP) asumiría "una conducción con niveles propios y una conducción también propia". Y para darle mayor firmeza a lo que se estaba afirmando, Abal Medina –que lo acompañaba – adelantó que cuando en la campaña se sostenía que "la sangre derramada no será negociada, quiere decir que el 25 de mayo van a estar todos los compañeros presos en la calle, junto al pueblo".

Frente a la conducta ecléctica de Héctor Cámpora, Perón le envió un télex llamándole la atención sobre el malestar generado por las declaraciones de Galimberti y otros y convocándolo a "mantener el orden" y poner "las cosas en su sitio".

El domingo 22, Galimberti volvió a hablar desde San Juan. Al referirse a las "milicias populares", el lenguaraz señaló que éstas iban a participar en todo el proceso de liberación, "desde el trabajo voluntario hasta el control de la gestión de gobierno". Y en cuanto a si las milicias debían a estar armadas, respondió: "Por ahora francamente no sabemos cuáles van a ser las características del proceso. La mayor o menor violencia que oponga el régimen y la oligarquía a las medidas revolucionarias que va a proponer el gobierno del Frente determinará la mayor o menor violencia con que se verá precisado a responder el pueblo para continuar avanzando en el proceso revolucionario."

El 24 de abril, frente al escándalo desatado por Rodolfo Galimberti, el Presidente electo habló con el periodismo cuando salió del hotel Crillón, tras reunirse con los senadores nacionales electos, y sin rechazarlas dijo: "En la juventud peronista está radicado el dinamismo del Movimiento. Todo es aceptable en la búsqueda de la liberación para romper las cadenas de dependencia. En cuanto a Galimberti no tengo noticias que viaje conmigo a Madrid, pero si piensa hacerlo me sentiré muy cómodo."

Cámpora imaginaba viajar a Madrid el miércoles 25, pero recién lo hizo el jueves 26, porque pensó reencontrarse con el General revestido con todas las plenipotencias de gran parte de la dirigencia política argentina. El día anterior, en el hotel Crillón, Cámpora recibió a los dirigentes de La Hora del Pueblo. La crónica periodística no pudo evitar la pregunta al presidente electo de Manuel Johnson Rawson Paz sobre el exabrupto de Galimberti, y Cámpora intentó acotar las palabras del joven dirigente al decir que "estoy dispuesto a dar seguridades de que ciertos desvaríos y excesos juveniles van a ser sofocados" y aseguró que "la democracia imperará en todos los niveles". Nada de lo que dijo se cumplió. Después, intentó ser amable con el presidente de la Unión Cívica Radical y de su boca salió una frase poco feliz, cuando dijo que era "el vencedor espiritual de los comicios del 11 de marzo" y tras charlar "como viejos amigos" todos se retiraron. Mientras en el Crillón se intentaba dar un ejemplo de convivencia, a pocas cuadras de distancia, los generales con destino en la Capital Federal y Gran Buenos Aires consideraban si era oportuno que "no se entregue el gobierno", según lo comentaba en su tapa La Opinión del 27 de abril.

El paso siguiente de Perón fue dar a conocimiento un documento titulado "Instrucciones del Comando Superior" en el que advierte que nada debe cambiarse en el orden interno partidario hasta el 25 de Mayo y que "nadie" que no sea él "está autorizado para tomar medidas de cambio ya sea en la organización como en la designación de hombres que han de encargarse de la conducción y encuadramiento de las fuerzas peronistas." A continuación señala con especial énfasis que "las intervenciones de personas extrañas al peronismo son inadmisibles". ¿Lo decía por Marcelo Sánchez Sorondo o por los Montoneros, a quienes comenzaba a considerar "infiltrados"?

Hacia el final del documento Perón dice: "No es posible ni aceptable que personas incapacitadas o interesadas en la preeminencia de círculos, puedan malograr lo que tanto nos ha costado alcanzar: la pacificación política y la posibilidad de una cooperación indispensable para el futuro."

El 28 de abril, Abal Medina y Galimberti fueron sometidos en la quinta "17 de Octubre" al escarnio por una suerte de tribunal popular integrado por dirigentes del peronismo, mientras "el viejo de mierda" (agravio con el que lo trataba Montoneros en la intimidad) asentía en silencio. Entre los presentes estaba el sindicalista Alberto Campos, más tarde intendente de San Martín, asesinado por un comando montonero el 17 de diciembre de 1975. Durante la cita madrileña se habló de todo: el desatino de anunciar "milicias populares", la infiltración izquierdista del que era víctima el Movimiento, las designaciones de algunos candidatos perdidosos (caso Santiago del Estero) y la relación con el radicalismo. La sentencia fue inapelable. Rodolfo Galimberti fue expulsado como representante de la juventud y Abal Medina comenzaba a recorrer el camino de su declinación política dentro del peronismo. Leyendo los diarios de la época ya nadie se podía hacer el distraído. Todo lo que salía de la quinta de Puerta de Hierro era condenatorio para "la Tendencia". Perón dejó en claro quién mandaba y dijo que "el futuro era de la juventud pero no el presente (…) Y las 'circunstancias' que rodean el alejamiento de Rodolfo Galimberti son, indudablemente, significativas. Perón ha confirmado, al producirlo, la absoluta autoridad que ejerce sobre el partido. Cámpora será, como Pellegrini o José Evaristo Uriburu, un presidente 'sin' poder partidario y 'con` el apoyo partidario de ese nuevo Roca que es Perón. Al mismo tiempo, las Fuerzas Armadas revalidaron su existencia política en una abierta oposición al "galimbertismo" que precipitó, en buena medida, la decisión de Perón. Tendremos tres poderes: el Poder Ejecutivo de Cámpora, el poder partidario de Perón y el poder militar que renace de sus cenizas", observó Mariano Grondona en La Opinión. Al lúcido profesor sólo le hubiera faltado decir, para ser una obra brillante de anticipación, que los tres poderes se iban a unir en una sola persona en no más de 4 meses.

Perón no estaba de acuerdo con todo lo que salía de las bocas de los dirigentes juveniles de la "Tendencia" (ligada a #Montoneros) y se expresaba con frases cortas y, especialmente, por trascendidos en los diarios. En eso, los "enviados especiales" de los medios destacados en Madrid, oficiaron de traductores de su pensamiento. En la tapa de La Nación del lunes 30 de abril, #Perón y su gente de confianza se encargaron de opinar lo que pensaban sobre todo lo que estaba ocurriendo en Buenos Aires. A través de la agencia italiana ANSA, una fuente anónima adelantó que "la de Rodolfo Galimberti es la primera cabeza que cae en pos de la gran pacificación nacional argentina…otras cabezas van a caer o ya han caído aunque no oficialmente, en clara alusión –comenta el matutino—al joven secretario Juan Manuel Abal Medina, a quien se considera vinculado con el frustrado candidato a senador Marcelo Sánchez Sorondo (nacionalista católico)."

 En la página 10 del mismo diario se cuenta que Perón habría dicho que el anuncio de "milicias populares" era un "gratuito acto de provocación", que había "enturbiado" innecesariamente el clima político argentino, en circunstancias en que Perón propugna un gobierno de "unión nacional". El mismo día que se publicaban los resultados de la "cumbre" de Madrid, el terrorismo va a producir otro asesinato conmocionante. Se concretaba la "Operación Mercurio" y el #ERP-22 asesinaba al contralmirante Hermes Quijada, ex titular del Estado Mayor Conjunto de las FFAA.

#*# Por Juan Bautista Tata Yofre

domingo, 21 de abril de 2019

…El fin de los 49 días de la primavera Camporista… **



Los primeros signos que revelaron que Perón se preparaba para volver al poder
Entre marzo y abril de 1973 el líder justicialista comienza a manifestar diferencias con la conducta del presidente electo Héctor J. Cámpora. Una de esas diferencias era sobre la actitud que debía tener el futuro mandatario con las Fuerzas Armadas y la violencia armada en la Argentina. Tras los acontecimientos del 25 de mayo y el desorden en el poder, Perón termina los 49 días de "la primavera" camporista y se prepara para asumir en la Casa Rosada
El 11 de marzo de 1973 la fórmula del Frente Justicialista de Liberación, integrada por Héctor J. Cámpora y Vicente Solano Lima, ganó la elección presidencial dejando atrás varios lustros de presidentes constitucionales condicionados por la proscripción del Partido Justicialista (Arturo Frondizi y Arturo Illia) y cinco mandatarios militares de facto.
El 25 de marzo de 1973 el presidente electo partió hacia Roma para entrevistarse con Juan Domingo Perón y la capital italiana fue el centro de atención de la Argentina al establecerse ahí la cabeza de puente para contactos con empresarios italianos y comunitarios que –decían– intentarían invertir en la Argentina.
Era notorio que el gesto dejaba al margen al gobierno español y sus intereses (no pertenecía a la Comunidad Económica Europea).
El gobierno de Francisco Franco pagaba, entre otras cosas, el gesto de haber invitado al teniente general Alejandro Agustín Lanusse en plena contienda electoral (febrero de 1973), los reiterados informes de su embajada que señalaban que el FREJULI no lograría una victoria contundente y –como hemos visto– el largo silencio de 12 años entre Franco y Perón. España reaccionó e invitó a Cámpora a Madrid con tratamiento de Jefe de Estado.
Sin decirlo, también había un mensaje implícito para el gobierno de Richard Nixon: la idea era alejarse de la influencia económica de los Estados Unidos.
El 24 de marzo, el matutino La Opinión publicó una crónica sobre Perón en Roma, los días previos a la llegada de Cámpora, escrita por Emilio Abras (meses más tarde secretario de Prensa durante la presidencia de Perón), en la que sostenía que el ex presidente, durante gran parte del tiempo, había hablado sobre su "preocupación principal: cambiar la estructura vigente en Iberoamérica, terminando con todo tipo de dependencia y logrando la unidad de los países ubicados al sur del río Bravo".
Las gestiones realizadas en Italia y luego en París conducían a posicionar a la Argentina en la privilegiada ruta de las inversiones de origen europeo. Algo que una década más tarde ensayaría -otra vez sin éxito- el radical Raúl Ricardo Alfonsín.
En Roma, Perón eligió albergarse en el exclusivo Hotel Excelsior, en plena Via Veneto, y, desde ese momento –relatan las crónicas–, desplegó una intensa actividad, algo que hizo exclamar a su secretario, José López Rega: "Estamos como locos de trabajo… no habrá descanso para nadie".
En su segunda jornada, Perón le concedió una audiencia a José Antonio Jiménez Arnau, el representante de España ante el Quirinal. Ahí se concretó el viaje de Cámpora a Madrid horas más tarde. También volvió a encontrarse con el presidente, Giovanni Leone, el primer ministro, Giulio Andreotti, y el cardenal Agostino Casaroli.
Héctor Cámpora llegó a Fiumicino el 26 y, en un claro reconocimiento de su investidura por parte del gobierno de Alejandro Lanusse, que todavía no había oficializado la victoria del FREJULI, fue recibido por el embajador argentino, vicealmirante (RE) Constantino Argüelles.
Los cables internacionales, mientras tanto, repetían conceptos de Gianfranco Elia Valori, a quien se señalaba como "comisionista" en Roma de los intereses del Mercado Común Europeo: "Estamos armando un andamiaje desde la base para que Europa apoye al gobierno justicialista".
Los datos estadísticos expresaban que, en 1971, la Argentina tenía una balanza comercial favorable con los nueve países de la Comunidad Europea. Bordeó los 1.300 millones de dólares, con un superávit de 220, y en 1973 la expectativa era 2.000 millones de dólares de intercambio.
Durante sus jornadas en Roma, Perón escuchó a una gran cantidad de empresarios. Antes de cualquier emprendimiento, los europeos deslizaban tres condiciones: seguridad, continuidad para sus inversiones y la capacidad del Estado de velar por la integridad física de sus habitantes, el monopolio de la fuerza para el cumplimiento de las leyes
Perón sabía que las condiciones no podían alcanzarse si no se establecían las reglas del juego interno argentino.
Para comenzar, tras el 25 de mayo, los fusiles debían silenciarse… y ahí estaba el meollo del problema.
¿Qué garantía tendrían los europeos en un país donde el año anterior se había asesinado al ejecutivo de la FIAT Oberdan Sallustro? ¿Y el secuestro del cónsul inglés Stanley Sylvester? ¿Qué papel desempeñarían en el futuro las "formaciones especiales"?
Preguntas simples, respuestas difíciles. Por el momento, se decía que con el gobierno constitucional se terminaría la violencia terrorista, ya que la extrema izquierda "no será un problema para mi gobierno porque realizaremos un programa que satisfará las negociaciones populares", dijo Cámpora. La realidad sostendría algo diferente.
El domingo 1º de abril un comando del PRT-ERP secuestró al contralmirante Francisco Agustín Alemán con el fin de canjearlo por "presos políticos", una maniobra que manifestaba la desconfianza de "Robi" Santucho en "una amnistía amplia y generosa".
También había sido secuestrado el gerente de Relaciones Técnicas de Kodak, Anthony da Cruz, un portugués nacionalizado norteamericano por el que se pedían 5 millones de pesos. Igual destino tuvo el gerente del Banco de Boston de Rosario. Menos suerte le tocó al jefe de Inteligencia del III Cuerpo, coronel Héctor Alberto Iribarren, en Córdoba, porque fue asesinado el 4 de abril, de manera artera, cuando salía de su casa en el Cerro de las Rosas.
Poco después, la Unidad Básica de Combate "Mariano Pujadas-Susana Lesgart", de Montoneros, se adjudicaba el hecho y comunicaba cómo sería la actitud de la organización a partir de la asunción de las nuevas autoridades constitucionales.
También explotó una bomba en el propio edificio de la Armada. Murió el conscripto Julio César Provenzano, responsable del atentado.
Por esas mismas horas, el gobierno de Lanusse tuvo que aceptar los resultados electorales y dio a publicidad, oficialmente, los porcentajes finales del escrutinio: el FREJULI, 49,58%, y la UCR, 21,29%.
EL GOBIERNO Y EL PODER
Al finalizar la agenda en Roma, el sábado 31 de marzo, Perón y Cámpora viajaron a Madrid en respuesta al reiterado deseo del gobierno español. Curiosamente, el vuelo se realizó en la misma aeronave privada que Perón había utilizado para desplazarse a Roma el 14 de noviembre de 1972, antes de iniciar su primer regreso a la Argentina, y que –se decía– era propiedad de Giovanni Agnelli.
El Mystère DA-20 aterrizó en Barajas a las 12.18. Descendieron, en este orden, Cámpora, un hijo del presidente electo, Perón, Isabel, López Rega y luego los otros acompañantes.
Al pie de la escalerilla los esperaban el canciller español, Gregorio López Bravo, subsecretarios, directores generales y el introductor de embajadores Emilio Pan de Soraluce y Olmos. También concurrió el embajador argentino, Jorge Rojas Silveyra.
Después de atravesar una doble guardia de honor, en la sala de prensa del aeropuerto, Cámpora enfrentó a un centenar de periodistas para formular unas pocas declaraciones, bajo la atenta mirada de Juan Domingo Perón: "Como presidente electo argentino, próximo a ejercer el Gobierno y el poder en mi país, he de tener una preocupación constante: acrecentar las relaciones entre Argentina y España, no digo sus sentimientos, porque siempre han sido permanentes e inextinguibles a través del tiempo y del espacio".
Quizá sus palabras habían brotado desde lo más profundo de su corazón, pero había cometido un error singular. Había fundido en su propia persona el gobierno y el poder, cuando el lema de la campaña prometía que él llegaría al gobierno y Perón al poder.
El miércoles 11 de abril, en la intimidad de una cena en París, José López Rega le dijo a Magdalena Díaz Bialet, esposa del diplomático y asesor especial del presidente electo: "El doctor Cámpora cree que el poder es de él, pero el poder no es de él".
El matrimonio Perón –presente en el momento—no opinó nada.
Luego de los saludos protocolares en el aeropuerto de Barajas, Héctor Cámpora se dirigió al Palacio Real de El Pardo para dialogar con Francisco Franco. Juan Domingo Perón también participó del encuentro con el caudillo, con quien nunca antes había conversado personalmente durante los 12 años de su exilio en España.
Finalizada la reunión, el ex mandatario y el presidente electo se dirigieron a Puerta de Hierro, donde almorzaron. Al llegar a Navalmanzano 6, un numeroso grupo de periodistas abordó a Cámpora, quien ante la pregunta sobre su encuentro con Franco, dijo que había tratado cuestiones sobre el futuro de la relación de los dos países, la emigración y las posibilidades de inversiones de capitales españoles en la Argentina, y viceversa.
Afirmó que, cuando asumiera, trataría de combatir la desocupación en su país –que estimó en un millón de trabajadores– y que, una vez resuelto el problema, le gustaría que llegasen a la Argentina emigrantes españoles e italianos. Estaba fuera de tiempo, porque ésta ya no era un destino elegido por los que huían de Europa Occidental.
Por la tarde, en Barajas, abrazó a Perón, se despidió de López Bravo, volvió a subirse al Mystère DA-20 para llegar a Roma y, desde allí, el mismo día, voló a Buenos Aires en un avión de línea.
Sobre la llegada de Cámpora con Perón a Madrid y sus detalles íntimos quedó como testimonio la desgravación de un largo relato que el embajador Jorge Rojas Silveyra le hizo al embajador de carrera Guillermo de la Plaza, en ese momento alto funcionario del Palacio San Martín. Años más tarde se sabría que De la Plaza seria uno de los tantos argentinos que integraron la logia Propaganda Due que lideraba Licio Gelli.
Las "cartas orales" eran muy comunes en aquella época. Jorge Daniel Paladino, el ex delegado de Perón las usaba habitualmente.
Como bien aclara "Rojitas", como lo llamaba Perón, el día de la llegada de Cámpora a Madrid el embajador de Lanusse desde hacía varios meses tenía cortada su comunicación con el líder de Puerta de Hierro y aclara que se hizo acompañar por el segundo de la embajada Manuel Gómez Carrillo (h), nada menos que uno de los autores de la Marcha de la Libertad en 1955.
"Yo tenía mis ciertas angustias –le cuenta Rojas Silveyra a De la Plaza—porque me había propuesto firmemente, por razones de principios de gobierno, no personales, no extenderle la mano a Perón si él no me la extendía primero.
"Al descender los pasajeros "cuando yo estaba saludando a Cámpora y me iba a echar hacia atrás, Perón puso cara de sorpresa y de amable, y muerto de risa me dijo:
-Cómo está brigadier ¡Tanto tiempo! ¿Por qué no viene por casa? Hace mucho que no lo vemos.
-Señor –le dije-, usted es que quien cortó el diálogo, así que espero una invitación suya, porque eso de ir a su casa, según mi familia, según mi mujer y según yo, no corre. Hay que fijar una fecha y hora de encuentro.
Espero—te digo entre paréntesis- que no la fije nunca.
"Posteriormente, bajó López Rega y bajó también Isabel Martínez de Perón, quienes estuvieron excesivamente amables con la gente de la embajada. Ostensiblemente amables –te diría—con la gente de la embajada".
Luego "Rojitas" cuenta que fue invitado a presenciar la conferencia de prensa de Cámpora por el ministro español López Bravo y el embajador respondió: "Le dije que no pensaba estar en la conferencia de prensa, porque ante cualquier pregunta que fuera un poco difícil e insidiosa, iba a salir al cruce. Y él me dijo: 'No, lo único que va a hacer el señor Cámpora es saludar, porque hemos arreglado las cosas con los periodistas para que no pregunten nada'; lo que así paso."
En el momento de despedirse de los presentes el embajador de Lanusse ve "que la señora de Perón se me acerca y me dice: 'Brigadier, lo esperamos por casa'. Ante esta actitud de la mujer, Perón, que estaba conversando, se me acerca y dice: 'Bueno, Rojas, acuérdese, después va por casa'".
"Como ves –comenta "Rojitas" a De la Plaza—estas cosas no se entienden.
"Evidentemente hay una cosa ostensible: delante de las autoridades españolas es una especie de acuerdo, digamos, no con Rojas Silveyra, sino con el representante de Lanusse en España, como diciendo 'no pasa nada, tenemos que trabajar en conjunto'. Una cosa así".
Unos párrafos más adelante Rojas Silveyra intenta analizar los gestos de Perón y algunos de sus seguidores para con él afirmando: "Estos no pueden darse el lujo de gobernar solos… porque evidentemente 49,7% no es 50 más 1. No me cabe la menor duda y, evidentemente, sabemos que de ese 49,7 % hay un 9,7 –si vos querés redondear cifras—que no son peronistas".
Seguidamente, tras un corto listado de hechos terroristas de los últimos días, Rojas formuló su sentencia: "Esta gente, evidentemente, que no fue capaz de condenar la violencia cuando estaba en el llano, ahora la va a tener que condenar desde el poder. La violencia no iba dirigida entonces contra el gobierno militarista de Lanusse. La violencia no era engendrada por la violencia de arriba, porque ahora no hay violencia de arriba, según ellos. Quiero decir, que esa violencia que no se atrevieron a condenar porque, evidentemente, no eran capaces de manejarla, hoy la van a tener que condenar desde el gobierno, que es mucho peor. Yo no puedo decirte que me alegro de esto porque, evidentemente, cuestan vidas y otras cosas, pero siento una sensación, te diría, de alivio, al ver en lo que se van a tener que ver ellos y cómo van a tener que recurrir, evidentemente, a los únicos que pueden vencer a la guerrilla urbana, que son las Fuerzas Armadas, declarándole la guerra como lo hizo el negro Sánchez (se refiere al asesinado teniente general Juan Carlos Sánchez), total y absolutamente y con toda violencia. Van a tener que recurrir a nosotros o van a ser sobrepasados por las guerrillas. Y si son sobrepasados por esas guerrillas, tenemos plena justificación para hacer cualquier cosa".
Tras otros relatos íntimos de sus encuentros con los dirigente del conservadorismo popular, Vicente Solano Lima y Julio Amoedo, "Rojitas" vuelve a insistir que "esta gente no está en fuerza para hacer nada que no sea de común acuerdo con el resto del 50% del país que lo está mirando y del mundo que lo está mirando" y le cuenta a De la Plaza que "una vez me dijo este viejo Juan Perón: 'Usted quiere que yo también condene a una izquierda, cosa que no manejo. Yo condeno una izquierda y al día siguiente me hacen cuarenta atentados; y usted, en vez de hablar con una persona, va a tener que hablar con cuatro o cinco que pretenden apropiarse del movimiento'. No sé si es cierto o si no es cierto".
Tras todas estas opiniones e intimidades, Jorge Rojas Silveyra le aconseja al "Negro" De la Plaza: "Entre tus amigos de las Fuerzas Armadas vos tenés que hacer fuerza para que vengan a rogarnos que los ayudemos, sin negarnos a ayudarlos. Es una frase un poco difícil. Te dije recién que había que darles colaboración, pero que vengan a rogarnos la colaboración, si es posible".
De las tantas cosas que ocurrían en esos días Jorge Rojas Silveyra ignoraba que PERÓN PENSABA VOLVER PARA SER PRESIDENTE DE LA NACIÓN.
"La conspiración para sacar de en medio a Héctor Cámpora había empezado antes del 11 de marzo de 1973", le diría Juan Manuel Abal Medina al periodista Miguel Bonasso.
El embajador De la Plaza fue uno de los que conspiraron para desplazar a Cámpora y terminó como embajador en Uruguay con la ayuda de su amigo el canciller Juan Alberto Vignes.
Y si volvía –como lo hizo—Perón no iba a rogarle a nadie que lo ayudara a terminar con el terrorismo. Al revés, le iban a suplicar que terminara con la violencia.
**Por Juan Bautista "Tata" Yofre

domingo, 11 de marzo de 2018

La gran impostura: Cámpora y el 11 de marzo de 1973….


Quien no debió ser más que un presidente interino en la transición a la democracia, acabó manipulado por los grupos más radicalizados cuyos sucesores fabrican hoy el mito. El testimonio del ministro del Interior de Perón, Benito Llambí, sobre la violenta "primavera" camporista.
La historia está llena de malentendidos y el del papel de Héctor Cámpora en el 11 de marzo de 1973 es uno de ellos.
La fecha, de la que se cumplen 38 años, está asociada a la figura de este odontólogo de San Andrés de Giles porque, ante la proscripción que pesaba sobre el general Juan Domingo Perón, exiliado en Madrid, éste lo eligió para encabezar la fórmula del Frente Justicialista de Liberación que triunfó por 49,5% de los votos en las elecciones presidenciales que pusieron fin a la dictadura de Onganía-Levingston-Lanusse.
Pero la exageración sobre su protagonismo –a niveles que rozan el ridículo- y la elevación a la categoría de víctima de un despojo –por su posterior renuncia- son imposturas contemporáneas.
El de Cámpora era un poder vicario, resultado de las últimas maniobras montadas por un gobierno de facto saliente que se negaba a aceptar lo inevitable: el regreso de Perón al país y a la Presidencia.
La elección de un candidato sustituto recayó en él por su presumida lealtad. Había sido electo diputado en 1946 y presidió la Cámara entre 1948 y 1952. Fue encarcelado tras el golpe de Estado que derrocó a Perón en septiembre de 1955 y al año siguiente se fugó a Chile, junto con otros dirigentes.
En 1971, Perón lo designó delegado personal. Se acercaba la apertura democrática y la retirada del gobierno de facto.
El entonces presidente, general Alejandro Lanusse, estableció que todos los candidatos presidenciales debían acreditar una residencia en el país anterior al 25 de agosto de 1972 –cláusula arbitraria que tenía un solo destinatario. Perón no tuvo más remedio que designar a un sustituto.
Una personalidad poco carismática y la ausencia de poder propio convertían a Cámpora en el candidato ideal para un mandato delegado en lo que no debía ser más que una transición hacia la definitiva normalización política del país.
Este interinato forzado por la proscripción de Juan Perón intenta ser presentado hoy por ciertos sectores como un período soñado. Una impostura histórica e intelectual que además elude responsabilidades en la frustración de aquella nueva oportunidad democrática para el país. El período camporista, pese a su brevedad, no fue en absoluto inocuo respecto al posterior desarrollo de los acontecimientos.
"Perón no va a volver", dice su delegado

Los rasgos de personalidad que hicieron a Cámpora elegible como suplente de Perón también lo volvieron permeable a la presión de la corriente de izquierda militarista en cuyo núcleo se encontraban las organizaciones armadas, Montoneros y FAR (Fuerzas Armadas Revolucionarias), y que desde un primer momento pretendió disputarle al general exiliado la conducción del movimiento.
Mareado por la euforia del triunfo del 11 de marzo, el presidente interino prestó oídos a los cantos de sirena de quienes le sugerían que podía sustituir al fundador del peronismo.
"La primera señal clara que obtuve acerca de que Cámpora había cambiado sus intenciones y meditaba mantenerse en la presidencia –relata Benito Llambí, ministro del Interior de Perón en 1973, en sus Memorias (*)- me la proporcionó él mismo espontáneamente cuando me dijo: 'Usted lo va a ver. (Perón) va a venir, va a estar un tiempo, y luego retornará a España. Y después ya no va a volver'".
En concreto, Cámpora se dejó manipular por los grupos que vieron en su debilidad política y de carácter una oportunidad de "copar" el Gobierno.
Esta intención era reflejo de una distancia creciente entre el discurso de unidad, conciliación y pacificación nacional, que encarnaba el Perón del retorno, y el proyecto sectario, extremista y violento inspirado en el modelo castrista de Cuba, que era el de la guerrilla.
Baste un ejemplo: mientras el jefe del peronismo intentó sumar al principal partido opositor, la Unión Cívica Radical, a su proyecto, ofreciéndole la vicepresidencia a Ricardo Balbín, la organización Montoneros asesinó meses después a otro importante referente radical, Arturo Mor Roig.
Benito Llambí escribe que estos grupos, "si bien contribuyeron a (la caída del régimen militar), luego también contribuyeron a la caída del gobierno constitucional (y) en vez de adaptarse al proyecto general y aceptar los requisitos mínimos de tolerancia y sacrificio que reclamaba la unidad nacional, prefirieron sostener su pretensión de conducir unilateralmente el proceso".
Ezeiza, la otra falsificación

El drama es que esta diferencia se expresó en actos violentos. Durante lo que los panegiristas del presidente -que no debió ser- llaman "
primavera camporista" tuvo lugar el enfrentamiento de Ezeiza, otro episodio que mediante artificio literario se pretende convertir en un complot contra Cámpora, cuando en realidad apuntaba a frustrar el regreso de Perón.
La responsabilidad institucional por la seguridad en la concentración de cientos de miles de argentinos que fueron a buscar al dirigente exiliado a Ezeiza aquel 20 de junio de 1973 le correspondía al gobierno camporista.
La violencia desatada ese día forzó al avión que traía al general a aterrizar en la base aérea de Morón. "De inmediato se le expuso a Perón el problema de Ezeiza, recuerda Llambí. Sin disimular para nada su fastidio, hizo responsable de toda la situación al ministro del Interior Esteban Righi, a quien retó en términos durísimos delante de todo el mundo".
Ezeiza no fue sino uno más de varios episodios que no presagiaban nada bueno y que se habían iniciado apenas asumió Cámpora.
El periodista Armando Rubén Puente, corresponsal de la Agencia France Presse en Madrid (**), lo recuerda así: "Las noticias que recibía Perón en Puerta de Hierro desde el 25 de mayo de 1973 lo ponían furioso. No toleraba ni el clima de violencia que se generaba en el país por parte de la Juventud Peronista ni la cobertura que le otorgaba el nuevo presidente argentino. Las ocupaciones de edificios públicos, la violencia de las agrupaciones guerrilleras contra sindicalistas, militares y policías, o el clima revolucionario en las universidades no formaban parte de la restauración de la democracia que pretendía el General".
Llambí, por su parte, relata: "Los pasos dados por el doctor Righi, en las horas subsiguientes al cambio de gobierno, indicaron lo que se estaba preparando. Desafío y provocaciones a las fuerzas de seguridad, situaciones de escándalo en el servicio penitenciario, a raíz de las libertades determinadas por la amnistía decretada por el gobierno, virtual ocupación de la Casa Rosada por jóvenes de la Tendencia (***), sólo podían llevarme a una conclusión: recuperar el curso de acción en el que veníamos no iba a ser fácil".
Cabe recordar que las organizaciones armadas no esperaron a que el Congreso se reuniera. Tomaron las cárceles hasta forzar al gobierno camporista a liberar a los presos políticos mediante un decreto. Muchos de los cuadros guerrilleros que dejaron entonces la prisión volvieron de inmediato a la lucha armada.
"Cosas de muchachos"

Benito Llambí estuvo a cargo del protocolo de los actos de traspaso de mando. Para él, "el 25 de mayo de 1973, que debió haber sido una fecha de alegría y alivio para el pueblo argentino, terminó siendo una jornada funesta y llena de malos presagios, (...) alterada por innumerables hechos de provocación y violencia".
Un ejemplo -anticipo de los escraches hoy de moda- fue que el presidente uruguayo Juan Bordaberry estuvo a punto de volver a Montevideo sin asistir al acto tras ser insultado y agredido por un grupo de manifestantes.
Se trataba del mandatario electo de la nación vecina y que la llamada
"bordaberrización" uruguaya no había tenido lugar aún. El ataque estaba motivado por la solidaridad con los jefes de la organización guerrillera Tupamaros detenidos poco antes en la República Oriental. Cámpora le restó importancia al incidente: "Son cosas de muchachos... En unos días se reordena todo".
No fue así, lamentablemente. La guerrilla no depuso las armas, pese a la abrumadora legitimidad con la cual Perón asumió la presidencia poco después, demostrando encontrarse en las antípodas del espíritu de reconciliación nacional del cual éste había regresado imbuido.
Montoneros ejecutó su venganza asesinando al secretario general de la CGT, José Ignacio Rucci, a días del triunfo electoral de Juan Domingo Perón.
El líder sindical había sido el primero en manifestar públicamente que la voluntad de los trabajadores era ver al General en la presidencia. El 13 de julio, organizó un multitudinario desfile de trabajadores a la residencia de Perón en Gaspar Campos.
Horas después, Héctor Cámpora presentaba su renuncia. Al producirse el golpe que derrocó a Isabel Perón, tuvo que exiliarse en México -previa estadía en la embajada de ese país en Buenos Aires-, donde falleció en diciembre de 1980.
Lamentablemente, como los hechos posteriores lo demuestran, las tendencias negativas desatadas durante su breve interinato no pudieron luego ser desmontadas.
La consigna Cámpora al gobierno, Perón al poder no había sido una trampa, sino la herramienta para eludir un veto.
Nadie se llamó a engaño entonces. Sólo por deshonestidad intelectual (K) se intenta hoy atribuirle al personaje una "legitimidad" de la cual carecía. Los peronistas habían hecho un ensayo previo cuando en 1958 votaron a Arturo Frondizi por mandato de Perón, estando proscripto en esa ocasión todo el Partido Justicialista.
En 1973, todos entendieron el sentido de la candidatura del ignoto Cámpora. Fue votado masivamente porque era la cara legal de Perón.

(*) Medio siglo de política y diplomacia. Benito Llambí. Ediciones Corregidor, 1997.
(**) Entrevista de Humberto Toledo, reproducida en El escarmiento, de Juan B. Yofre, Sudamericana, 2010.
(***) Se llamó así al conjunto conformado por Montoneros y los sectores de la juventud, profesionales e intelectuales que le respondían o simpatizaban con su política.
Fuente: