Las tasas de trabajo informal aumentaron y las condiciones laborales se
precarizaron aún más pos pandemia.
Durante la última década, incluyendo el escenario de pandemia, los
indicadores sociales de la Argentina muestran un aumento en la pobreza y en las
desigualdades estructurales. Las brechas productivas, sociales y laborales no
han disminuido, sino que incluso se agravaron. La situación ha empobrecido aún
más al cada vez más extendido sector micro informal de subsistencia.
El Director del Observatorio de la UCA, Agustín Salvia, explicó: “En los
últimos 10 años, es decir, del 2010 a la fecha la desocupación se ha mantenido
alrededor del 10%, pero lo que creció de manera sistemática es el ‘subempleo
informal’ o también llamados ‘trabajos de indigencia’. El empleo informal
aumentó de un 12% en 2012 a un 16% o 17% en la actualidad. La verdadera tasa
de desempleo debe sumar estos porcentajes para saber el desempleo real, que es
del 27%”.
Los datos fueron difundidos en el estudio “La voz de la Informalidad”
elaborado por el Observatorio de la Deuda Social Argentina de la UCA en
conjunto con la Dirección de Innovación Social de CAF y publicados por el
diario Perfil.
La pandemia agravó todo. Los sectores largamente empobrecidos fueron aún
más afectados. La crisis actual de Covid-19 generó una importante pérdida de
empleos, produciendo más desempleo y un mayor desaliento laboral. Esta
situación redujo los ingresos laborales reales de los hogares, especialmente a
los sectores informales y más pobres, pero también a las clases medias bajas
formales o cuasiinformales. Si bien estos sectores informales fueron los
primeros en reactivarse frente a la mayor flexibilidad sanitaria, se
encontraron con condiciones laborales precarias e inestables.
Según el INDEC, durante el segundo trimestre de 2021, la tasa de
desocupación fue del 9,6%. Este número refleja una disminución del 3,5% en
relación al mismo trimestre del año 2020 (13,1%) y 0,6% menor a la del
trimestre anterior (10,2%).
Sin embargo, la baja en la tasa de desempleo respondería a que aumentó
el trabajo informal y el subempleo. La cuestión planteada por el sociólogo
Salvia es que si la persona trabajó una hora de manera remunerada, es
considerada ocupada, cuando en realidad se trata de una situación de subempleo
inestable con el cual no cubre los ingresos básicos. Es el caso de los
vendedores ambulantes, las mujeres que limpian casas, los llamados «trapitos»
que trabajan por hora y no tienen un ingreso fijo. “Tienen algún trabajo pero
no es digno”, afirmó.
El porcentaje de ocupados sin aportes al Sistema de Seguridad Social
continúa en valores elevados. Dentro del grupo de asalariados, el 27,5 % se
halla bajo contratación laboral no declarada. Por otro lado, las inserciones de
baja calidad en actividades por cuenta propia han determinado que el 69,9 % de
trabajadores independientes no realicen sus aportes jubilatorios. En conjunto,
el 46,1 % del total de ocupados no participa del Sistema de Seguridad Social.
Salvia detalló: “La gente buscó alternativas frente al empleo precario
que podía conseguir, también desarrollaron actividades por cuenta propia. Todas
alternativas para subsistir que fueron aumentando el trabajo informal”.
De hecho, todavía no se cubrió el nivel de empleo de antes de la
pandemia. Hay uno o dos puntos porcentuales que estaban ocupados y fueron
cesanteados, y que pasaron al desaliento. Es decir, que no buscan porque creen
que no van a encontrar. Lo cual, sumado al nivel alto de subempleo y empleo
informal, hace que la tasa de desocupados baje, pero en sí no representa una
mejora.
Como contraparte, en los últimos 11 años, el empleo pleno no suma más
del 45%. Es decir, aquellas personas que trabajan en blanco, que tienen
regularidad laboral, seguridad social y un ingreso mínimo que les permite
cubrir la canastica básica.
De acuerdo al informe la situación de desbalance económico producido por
los cambios antes mencionados provocó la búsqueda de alternativas que les
permitieran sobrellevar la crisis económica. Es así que se vieron en la
necesidad de reducir los gastos en general, priorizando la alimentación como la
principal necesidad que debía ser cubierta. Esto llevó a que en los momentos
más críticos dejaran de pagar los servicios básicos del hogar, o que les dieran
prioridad a los niños en el momento de atender las necesidades básicas.
También, asistieron a comedores comunitarios, participaron de ollas
populares organizadas en su barrio y recibieron alimentos por parte de
familiares y conocidos. En aquellos casos en los alguien de la familia contara
con ahorros, estos fueron utilizados y agotados a raíz de la situación de
necesidad económica. Asimismo, recurrieron a la solicitud de préstamos a
familiares y conocidos, y créditos a entidades públicas. Reconocieron la
importancia de ayudas sociales otorgadas por el gobierno, pero no fueron
suficientes.
Fuente: Noticias urbanas