Mensaje del General Juan D. Perón (21 de junio de 1973) por cadena nacional después de su definitivo regreso el 20 de Junio de 1973 a su patria argentina...
" Deseo comenzar estas palabras
con un saludo muy afectuoso al Pueblo Argentino. Llego del otro extremo del
mundo con el corazón abierto a una sensibilidad patriótica que sólo la larga
ausencia y la distancia pueden avivar hasta su punto más alto. Por eso, al
hablar a los argentinos lo hago con el alma a flor de labio y. deseo que me
escuchen también con el mismo estado de ánimo..
Llego casi desencarnado. Nada
puede perturbar mi espíritu porque retorno sin rencores ni pasiones, como no
sea la pasión que animó toda mi vida: servir lealmente a la Patria. Y sólo pido a
los argentinos que tengan fe en el Gobierno justicialista, porque ése ha de ser
el punto de partida para la larga marcha que iniciamos.
Tal, vez la iniciación de
nuestra acción pueda parecer indecisa a Imprecisa, pero hay que tener en cuenta
las circunstancias en las que la iniciamos..
La situación del país es de
tal gravedad que nadie puede pensar en una reconstrucción en la que no debe
participar y colaborar. Este problema como ya lo he dicho muchas
veces, o lo arreglamos, entre todos los argentinos o no lo arregla nadie.
Por eso, deseo hacer un llamado a todos, al fin y al cabo hermanos, para que
comencemos a ponernos de acuerdo.
Una deuda externa que sobrepasa
los 6.000 millones de dólares y un déficit cercano á los tres billones de
pesos, acumulados en estos años, no han de cubrirse en meses, sino en años. Nadie ha de
ser unilateralmente perjudicado, pero tampoco ninguno ha de pretender medrar
con el perjuicio o la desgracia ajena. No son estos días para enriquecerse desaprensivamente,
sino para reconstruir la riqueza común, realizando a una comunidad en la que
cada uno tenga la posibilidad de realizarse.
El Movimiento Justicialista,
unido a todas las fuerzas políticas, sociales. Económicas y militares que
,quieran acompañarlo en su cruzada, de liberación y reconstrucción del país,
jugara su destino dentro de la escala de valores establecida primero la Patria,
después el Movimiento y luego los hombres en un gran movimiento nacional y
popular que pueda respaldarlo.
Tenemos una revolución que
realizar, pero para que ella sea válida ha de, ser de construcción pacífica y
sin que cueste la vida de un solo argentino. No estamos en condiciones de
seguir destruyendo frente a un destino preñado de acechanzas y peligros. Es preciso volver a lo que en su hora fue el
apotegma de nuestra creación: "de casa al trabajo y del trabajo a
casa". Sólo el trabajo podrá redimirnos de los desatinos pasados.
Ordenemos primero nuestras
cabezas y nuestros espíritus. Reorganicemos al país y dentro de él al Estado
que preconcebidamente se ha pretendido destruir y que debemos aspirar a que sea
lo mejor que tengamos para corresponder a un Pueblo que ha demostrado ser
maravilloso Para ello elijamos los mejores hombres, provengan de donde
provinieren, acopiemos la Mayor cantidad de materia gris, todo juzgado por sus
genuinos valores en plenitud y no por subalternos intereses políticos,
influencias personales o bastardas concupiscencias.
Cada argentino ha de recibir
una misión en este esfuerzo de conjunto. Esa misión será. Sagrada cada uno y su
importancia estará, más que nada en su cumplimiento. En situaciones como la que
vivimos, todo puede tener influencia decisiva y así como los cargos honran al
ciudadano, éste también debe ennoblecer los cargos.
Si en las Fuerzas Armadas de la República, cada
ciudadano, de general a soldado, está dispuesto a morir tanto en defensa de la
soberanía nacional como del orden constitucional establecido, tarde o temprano
han de integrarse al Pueblo que ha de esperarlas con los brazos abiertos como
se espera a un hermano que retorna al hogar solidario de los argentinos.
Necesitarnos una, paz
constructiva sin la cual podemos sucumbir como Nación. Que cada argentino, sepa
defender esa paz salvadora por todos los medios, y si alguno pretendiera
alterarla con cualquier pretexto, que se le opongan millones de pechos y se
alcen millones de brazos para sustentarla con los medios que sean. Sólo así
podremos cumplir nuestro destino.
Hay que volver al orden legal
y constitucional como única garantía de libertad y justicia. En la función
pública no ha de haber cotos cerrados de ninguna clase y el que acepte la
responsabilidad ha de exigir la, autoridad que necesita para defenderla
dignamente. Cuando el deber está por medio los hombres no cuentan sino, en la
medida en que sirvan mejor a ese deber. La responsabilidad no puede ser
patrimonio de los amanuenses.
Cada argentino piense como piense y
sienta como sienta, tiene el inalienable derecho a vivir en, seguridad y
pacíficamente. El Gobierno tiene
la insoslayable obligación de asegurarlo. Quien altere este principio de la
convivencia, sea de un lado o. de otro, será el enemigo común que debemos
combatir sin tregua, porque no ha de poderse hacer nada en la anarquía que la
debilidad provoca o en la lucha que la intolerancia desata.
Conozco perfectamente lo que
está ocurriendo el país. Los que crean lo contrario se equivocan. Estamos
viviendo las consecuencias de una postguerra civil que, aunque desarrollada
embozadamente no por eso ha dejado de existir. A ello se le suma las perversas
intenciones de los factores ocultos que, desde la sombra, trabajan sin cesar
tras designios no por inconfesables menos reales. Nadie puede pretender que
todo esto cese de la noche a la mañana pero todos tenemos el deber ineludible
de enfrentar activamente a esos enemigos, si no querernos perecer en el
infortunio de nuestra desaprensión o incapacidad culposa.
Pero el Movimiento
Justicialista, que tiene una trayectoria y una tradición, no permanecerá frente
a tales intentos y nadie podrá cambiarlas a espaldas del Pueblo que las ha
afirmado en fecha muy reciente y, ante la ciudadanía que comprende también cuál
es el camino que mejor conviene a la Nación Argentina. Cada uno será lo que deba ser o
no será nada.
Así como antes llamamos a
nuestros compatriotas en "La
Hora del Pueblo". "El Frente
Cívico de Liberación" y "El Frente Justicialista de Liberación",
para que mancomunando nuestros ideales y nuestros esfuerzos pudiéramos pujar por una Argentina mejor, el
Justicialismo, que no ha sido nunca ni sectario ni excluyente, llama hoy a
todos los argentinos, sin distinción de banderías, para que todos
solidariamente nos pongamos en la perentoria tarea de la reconstrucción
nacional, sin la cual estaremos todos perdidos. Es preciso llegar así, y cuanto
antes, a una sola clase de argentinos: los que luchan por la salvación de la Patria, gravemente
comprometida en. su destino por los enemigos de afuera y de adentro.
Los Peronistas tenemos que retornar a la
conducción de nuestro Movimiento.
Ponerlo en marcha y neutralizar a los que pretenden deformarlo desde abajo o
desde arriba. NOSOTROS SOMOS JUSTICIALISTAS
Levantamos una bandera tan distante de uno como de otro de los imperialismos
dominantes. No creo que haya un argentino que no sepa lo que ello
significa. No hay nuevos rótulos que califiquen a nuestra doctrina ni a nuestra
ideología: SOMOS LO QUE LAS VEINTE VERDADES PERONISTAS DICEN. No es gritando la vida por Perón que se
hace Patria, sino manteniendo el credo por el cual luchamos.
Los viejos peronistas lo
sabemos. Tampoco lo ignoran nuestros muchachos que levantan nuestras banderas
revolucionarias. Los, que pretextan lo inconfesable, aunque cubran sus falsos designios
con gritos engañosos, o se empeñen peleas descabelladas, no pueden engañar a
nadie Los que no comparten nuestras premisas, si se subordinan al
veredicto de las urnas tienen un camino honesto para seguir en la lucha que ha
de ser para el bien y la grandeza de la Patria, no para su desgracia.
Los que ingenuamente. Piensan que pueden copar a nuestro Movimiento o tomar
el poder que el Pueblo ha reconquistado. Se equivocan. Ninguna simulación o encubrimiento, por ingeniosos que sean,
podrán engañar a un Pueblo que ha sufrido. lo que el nuestro y que está animado
por una firme voluntad de vencer. Por eso, deseo advertir a los que tratan de
infiltrarse en los estamentos populares
o estatales, que por ese camino van mal. Así, aconsejo a todos ellos
tomar el único camino genuinamente nacional: cumplir con nuestro deber de
argentinos sin dobleces ni designios inconfesables. Nadie puede ya escapar a la
tremenda experiencia que los años y el, dolor y los sacrificios han grabado a
fuego en nuestras almas y para siempre
Tenemos un país que a pesar
de todo no han podido destruir, rico en hombres y rico en bienes. Vamos a
ordenar el Estado y todo lo que de el dependa que pueda sufrir depreciaciones y
olvidos. Esa será la principal tarea Mi Gobierno. El resto lo hará el Pueblo
Argentino, que en los años que corren ha demostrado una madurez y una capacidad
superior a toda ponderación. En el final de este camino está la Argentina potencia,
plena de prosperidad, con habitantes que puedan gozar del más alto
"standard" de vida, que la tenemos en germen y que sólo debemos
realizaría. Yo quiero ofrecer mis últimos
años de vida en un logro que es, toda mi ambición; sólo necesito que los
argentinos lo crean y me ayuden a cumplirla.
La inoperancia, en los
momentos que tenemos que vivir, es un crimen de lesa Patria. Los que estamos en
el país tenemos el deber de producir,
por lo menos, lo que consumimos. Esta no es hora de vagos ni de vagos ni de
inoperantes. Los científicos, los técnicos, los artesanos y los obreros que
estén fuera del país deben retornar a él a fin de ayudarnos en la
reconstrucción que estamos planificando y que hemos de poner en ejecución en el
menor plazo.
Finalmente, deseo exhortar a
todos mis compañeros peronistas para que, obrando con la mayor grandeza, echen
a la espalda los malos recuerdos y se dediquen a pensar en el futuro y en la
grandeza de la Patria, que bien puede estar desde ahora en nuestras propias manos
y en nuestro ,propio esfuerzo.
A los que fueron nuestros
adversarios, que acepten la soberanía del Pueblo, que es la verdadera
soberanía, cuando se quiere alejar el fantasma de los vasallajes foráneos,
siempre más indignos y costosos.
A los enemigos, embozados, encubiertos o, disimulados,
les aconsejo que cesen, en sus intentos, porque cuando los pueblos agotan su
paciencia suelen hacer tronar el escarmiento.
Dios nos ayude, si somos
capaces de ayudar a Dios. La oportunidad suele pasar muy ligero.
¡Guay de los que carecen de
sensibilidad e imaginación para percibirla!
Un grande y cariñoso abrazo para todos mis compañeros,
y un saludo afectuoso. y lleno de respeto para el resto de los argentinos.