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viernes, 25 de octubre de 2019

Una editorial para la polémica… (*)



Te paso un adelanto

TITULO

(*) Guerrilla setentista: valoración positiva de jóvenes idealistas o reivindicación del terrorismo insurgente….

…El entrismo de la tendencia revolucionaria proto-montonera de ayer, aggiornada contemporáneamente y ataviada de evitismo, negadora e impugnadora histórica del general Perón; ha sido el embrión del kirchnerismo cuya expresión más cabal y consecuente ha sido la creación de La Campora. El peronismo es un cuerpo saludable y pletórico de vida, pareciera que su materia gris debió ser desarrollada con las ideas de esos iluminados para darle continuidad y superación.

 El peronismo es pueblo y viceversa, puro corazón y sentimiento; campo fértil para que el entrismo-progresista   los eduque y trasforme, dejando solo los iconos fundacionales para mostrarlos en las liturgias de ocasión…

#kirchnerismo #peronismo  #lacampora



Nos prometieron completarla la próxima semana 

jueves, 20 de junio de 2019

Ezeiza, la “masacre” que no fue / Por Aldo Duzdevich **




Se ha impuesto una versión simplista de los años 70, relatada por ex dirigentes montoneros como Miguel Bonasso, Horacio Verbitsky y otros, cuyo desarrollo puede sintetizarse de este modo: "Nosotros fuimos los que más luchamos para traer a Perón y él cuando llegó nos traicionó, se alió con los malos (sindicalistas y otros) nos persiguió y nos echó de la Plaza". En síntesis, la historia de un tercer Perón fascista que viene a convalidar la teoría de los viejos izquierdistas que en 1946 se aliaron al embajador norteamericano Spruille Braden para enfrentar al "nipo-nazi-fascismo" peronista.
Otros autores de cuño liberal, aunque critican a la guerrilla montonera, coinciden con ellos que el malo de la película fue Perón. Terminan compartiendo la versión del mismo Jorge Videla de que "la Triple A fue una creación directa de Perón", y de que la represión ilegal "no fue idea de las FFAA sino del propio gobierno peronista".
Y, en esa versión de la historia, se cruzan y coinciden los Bonasso y Verbitsky con el genocida Jorge Rafael Videla. La guerrilla necesita ese argumento para justificar sus gravísimos errores políticos y los genocidas para descargar sus culpas.
Mi libro La Lealtad-Los montoneros que se quedaron con Perón está dedicado íntegramente a desmontar esta versión simplista de una historia de buenos y malos. Con la particularidad de que está basado en el testimonio de 50 militantes del bando de los "buenos", o sea, ex guerrilleros que lucharon hasta 1973 por el retorno de Perón. Allí explico en detalle los sucesos del 20 de junio en Ezeiza que trataré de sintetizar brevemente aquí.
Hace poco alguien dijo que el Pacto Social de Perón en 1973 fue una idea genial. Pacto que tenía dos soportes: Jose Ber Gelbard, por el sector empresario, y José Ignacio Rucci, por la CGT. Habría que decir que asesinar a Rucci dos días después de que Perón ganase por el 62 por ciento de los votos no fue un acto justiciero por parte de Montoneros, sino uno de los errores más gruesos de su historia, error que los llevó a enfrentar a Perón muchos meses antes de que el General los tratase de "imberbes" en la Plaza.
Y aquí empalma el relato montonero con los hechos de Ezeiza. El "ajusticiamiento" de Rucci fue para vengar la "Masacre de Ezeiza".
La descripción sucinta de los hechos es la siguiente: para recibir al General Perón en su retorno definitivo a la patria, se convocó un acto, en un palco montado sobre el puente 12 de la autopista Richieri. Cerca de 3 millones de personas se dieron cita desde muy temprano. Pero lo que iba a ser una fiesta esperada durante 18 años se transformó en una enorme frustración.
Cerca de las 14 horas, en la parte posterior del palco se generó un tiroteo entre el grupo de custodia y una gruesa columna de Juventud Peronista identificada con FAR y Montoneros. El saldo de los enfrentamientos fue de 13 muertos y un número indeterminado de heridos.
Los titulares de los principales diarios no mencionaban las palabras masacre o matanza sino: "Enfrentamientos entre grupos armados". Sin embargo FAR y Montoneros, denunciaron que había sido una emboscada preparada por los sectores de la ortodoxia peronista, que se convirtió en una matanza. Lo sugestivo es que sólo mencionaban dos o tres nombres de militantes asesinados. El mito de la "masacre" se agigantó con el tiempo y hoy casi nadie discute ese paradigma.
En Ezeiza -como en muchos otras concentraciones de este tipo- hubo una disputa por copar el acto, movilizando grandes columnas para llegar con sus carteles lo más cerca posible del palco. Y sin dudas los ganadores fueron las columnas movilizadas por FAR y Montoneros que llegaron a posicionar sus carteles a pocos metros.
El ex coronel Jorge Osinde se hizo cargo de la seguridad del palco, desplazando a las policías federal y provincial. Para ese fin constituyó un grupo de unos trescientos "pesados" con gente de la CNU (Concentración Nacional Universitaria), del CdO (Comando de Organización), custodios sindicales y ex militares peronistas. Un grupo variopinto de personajes de pocas luces, pero con vocación de "caza zurdos". Los proveyó de armas cortas y largas con directivas poco claras respecto en qué caso usarlas.
En las columnas montoneras, identificados con brazaletes de colores diferenciados, marchaban grupos de militantes portando armas cortas de "defensa personal" . El propio Mario Firmenich calculó que serían unos cinco mil cuadros de JP armados "solo con armas cortas". Esta frase se destaca en todos los relatos como si las "armas cortas" fuesen un adorno o una banderita en la mano.
Imaginemos entonces, un acto multitudinario con tres millones de personas, donde hay 300 locos en el palco fuertemente armados, y cinco mil jóvenes mezclados entre la gente provistos de armas cortas, pujando por ver quién pone los carteles más cerca. Un cóctel explosivo al que sólo le hacía falta una chispa para derivar en caos.
Esto fue lo que sucedió a espaldas del palco, cuando una gruesa columna con carteles de FAR y Montoneros intentó pasar por detrás para posicionarse a la derecha del palco, lo que fue interpretado por los custodios como el intento de tomar el palco por asalto. Primero fueron insultos y empujones, luego cadenazos, hasta que alguien tiró el primer tiro y se desató el pandemonio. Lo que siguió fue una enorme confusión en la que nadie tenía claro quiénes ni contra quién disparaban.
De los 13 muertos en la refriega, cuatro pertenecían a la JP: Horacio "Beto" Simona de Montoneros, Antonio Quispe de las FAR, Hugo Oscar Lanvers de la UES y Raúl Obregozo de la JP La Plata. Entre los custodios del palco las víctimas fueron tres: el capitán RE del ejército Máximo Chavarri, y los militantes del CdO: Rogelio Cuesta y Carlos Domínguez . Los otros 6 fallecidos no fueron reivindicados como militantes de ningún sector lo que indica que serían simples asistentes al acto.
Los hechos hablan por sí mismos. Si de semejante despliegue de armas hubo cuatro muertos del sector FAR y Montoneros y tres muertos de los custodios del palco, es forzado caracterizar como emboscada y masacre. En todo caso habrá sido un enfrentamiento desigual donde ambos bandos pagaron su costo en vidas.
La confusión e impericia de los custodios del palco fue tan grande que los llevó a atentar contra quienes serían de su propio bando. Es el caso los ocho torturados en el hotel de Ezeiza por la gente de Osinde: ninguno integraba las filas de la JP . Dardo José González y Luis Pellizon pertenecían a la UOM de Campana. Alberto Formigo y Tomás Almada, al sector ortodoxo de la juventud. Raúl Alberto Bartolomé, agente de la policía de Mendoza, llegó a Ezeiza con la CNU y relata que "me llevaron al hotel de Ezeiza y me torturaron, con Ciro Ahumada dirigiéndolos".
Si existe una foto que simboliza los hechos de Ezeiza, es la del joven de pullover claro, izado al palco desde los pelos. Esa imagen se presenta como prueba irrefutable, de la agresión de que fueron víctimas los militantes de FAR y Montoneros. Sin embargo, en el año 2010, el investigador y escritor Enrique Arrosagaray logró descubrir y entrevistar al joven de la foto. Se llama Juan José Rincón, vive en Dock Sud. Era militante en la Juventud Peronista de la República Argentina ("Jotaperra"), de la ortodoxia peronista, y concurrió a Ezeiza, con la columna de Herminio Iglesias.
Entre los testimonios de La Lealtad es muy clara Marcela Durrieu, ex militante montonera y participe de la refriega, cuando analiza lo sucedido : "No sé cómo empezó el tiroteo, pero un enfrentamiento, por grave que sea, no es lo mismo que una masacre y no es cierto que los montoneros habían concurrido desprevenidos y no imaginaran un posible enfrentamiento. Y esto no es de ninguna manera una disculpa a los hijos de puta de Osinde y compañía, pero si lo realmente importante era el encuentro de Perón con su pueblo, la respuesta debió ser facilitarlo, independientemente de quien custodiara el palco, y asegurar que no hubiera incidentes. Me detengo en esto, porque Ezeiza fue una excusa perfecta para comenzar la estrategia de victimización y enfrentamiento frontal con el peronismo y con Perón. La insistencia en destacar que había sido una emboscada, en asignarse todos los muertos y heridos, en magnificar los hechos y en diluir la trascendencia de la imposibilidad del descenso de Perón fueron una política dirigida a convencer al país y a la tropa propia de la condición de víctimas. La Conducción [de Montoneros] tenía resuelto, o consideraba irremediable el enfrentamiento con Perón, desde el día en que quedó claro el regreso, sólo faltaba resolver el momento y la forma y, supongo que consciente o inconscientemente, el inicio fue Ezeiza"
** El autor es escritor. Su último libro es "Salvados por Francisco", Ediciones B 2019


domingo, 21 de abril de 2019

…El fin de los 49 días de la primavera Camporista… **



Los primeros signos que revelaron que Perón se preparaba para volver al poder
Entre marzo y abril de 1973 el líder justicialista comienza a manifestar diferencias con la conducta del presidente electo Héctor J. Cámpora. Una de esas diferencias era sobre la actitud que debía tener el futuro mandatario con las Fuerzas Armadas y la violencia armada en la Argentina. Tras los acontecimientos del 25 de mayo y el desorden en el poder, Perón termina los 49 días de "la primavera" camporista y se prepara para asumir en la Casa Rosada
El 11 de marzo de 1973 la fórmula del Frente Justicialista de Liberación, integrada por Héctor J. Cámpora y Vicente Solano Lima, ganó la elección presidencial dejando atrás varios lustros de presidentes constitucionales condicionados por la proscripción del Partido Justicialista (Arturo Frondizi y Arturo Illia) y cinco mandatarios militares de facto.
El 25 de marzo de 1973 el presidente electo partió hacia Roma para entrevistarse con Juan Domingo Perón y la capital italiana fue el centro de atención de la Argentina al establecerse ahí la cabeza de puente para contactos con empresarios italianos y comunitarios que –decían– intentarían invertir en la Argentina.
Era notorio que el gesto dejaba al margen al gobierno español y sus intereses (no pertenecía a la Comunidad Económica Europea).
El gobierno de Francisco Franco pagaba, entre otras cosas, el gesto de haber invitado al teniente general Alejandro Agustín Lanusse en plena contienda electoral (febrero de 1973), los reiterados informes de su embajada que señalaban que el FREJULI no lograría una victoria contundente y –como hemos visto– el largo silencio de 12 años entre Franco y Perón. España reaccionó e invitó a Cámpora a Madrid con tratamiento de Jefe de Estado.
Sin decirlo, también había un mensaje implícito para el gobierno de Richard Nixon: la idea era alejarse de la influencia económica de los Estados Unidos.
El 24 de marzo, el matutino La Opinión publicó una crónica sobre Perón en Roma, los días previos a la llegada de Cámpora, escrita por Emilio Abras (meses más tarde secretario de Prensa durante la presidencia de Perón), en la que sostenía que el ex presidente, durante gran parte del tiempo, había hablado sobre su "preocupación principal: cambiar la estructura vigente en Iberoamérica, terminando con todo tipo de dependencia y logrando la unidad de los países ubicados al sur del río Bravo".
Las gestiones realizadas en Italia y luego en París conducían a posicionar a la Argentina en la privilegiada ruta de las inversiones de origen europeo. Algo que una década más tarde ensayaría -otra vez sin éxito- el radical Raúl Ricardo Alfonsín.
En Roma, Perón eligió albergarse en el exclusivo Hotel Excelsior, en plena Via Veneto, y, desde ese momento –relatan las crónicas–, desplegó una intensa actividad, algo que hizo exclamar a su secretario, José López Rega: "Estamos como locos de trabajo… no habrá descanso para nadie".
En su segunda jornada, Perón le concedió una audiencia a José Antonio Jiménez Arnau, el representante de España ante el Quirinal. Ahí se concretó el viaje de Cámpora a Madrid horas más tarde. También volvió a encontrarse con el presidente, Giovanni Leone, el primer ministro, Giulio Andreotti, y el cardenal Agostino Casaroli.
Héctor Cámpora llegó a Fiumicino el 26 y, en un claro reconocimiento de su investidura por parte del gobierno de Alejandro Lanusse, que todavía no había oficializado la victoria del FREJULI, fue recibido por el embajador argentino, vicealmirante (RE) Constantino Argüelles.
Los cables internacionales, mientras tanto, repetían conceptos de Gianfranco Elia Valori, a quien se señalaba como "comisionista" en Roma de los intereses del Mercado Común Europeo: "Estamos armando un andamiaje desde la base para que Europa apoye al gobierno justicialista".
Los datos estadísticos expresaban que, en 1971, la Argentina tenía una balanza comercial favorable con los nueve países de la Comunidad Europea. Bordeó los 1.300 millones de dólares, con un superávit de 220, y en 1973 la expectativa era 2.000 millones de dólares de intercambio.
Durante sus jornadas en Roma, Perón escuchó a una gran cantidad de empresarios. Antes de cualquier emprendimiento, los europeos deslizaban tres condiciones: seguridad, continuidad para sus inversiones y la capacidad del Estado de velar por la integridad física de sus habitantes, el monopolio de la fuerza para el cumplimiento de las leyes
Perón sabía que las condiciones no podían alcanzarse si no se establecían las reglas del juego interno argentino.
Para comenzar, tras el 25 de mayo, los fusiles debían silenciarse… y ahí estaba el meollo del problema.
¿Qué garantía tendrían los europeos en un país donde el año anterior se había asesinado al ejecutivo de la FIAT Oberdan Sallustro? ¿Y el secuestro del cónsul inglés Stanley Sylvester? ¿Qué papel desempeñarían en el futuro las "formaciones especiales"?
Preguntas simples, respuestas difíciles. Por el momento, se decía que con el gobierno constitucional se terminaría la violencia terrorista, ya que la extrema izquierda "no será un problema para mi gobierno porque realizaremos un programa que satisfará las negociaciones populares", dijo Cámpora. La realidad sostendría algo diferente.
El domingo 1º de abril un comando del PRT-ERP secuestró al contralmirante Francisco Agustín Alemán con el fin de canjearlo por "presos políticos", una maniobra que manifestaba la desconfianza de "Robi" Santucho en "una amnistía amplia y generosa".
También había sido secuestrado el gerente de Relaciones Técnicas de Kodak, Anthony da Cruz, un portugués nacionalizado norteamericano por el que se pedían 5 millones de pesos. Igual destino tuvo el gerente del Banco de Boston de Rosario. Menos suerte le tocó al jefe de Inteligencia del III Cuerpo, coronel Héctor Alberto Iribarren, en Córdoba, porque fue asesinado el 4 de abril, de manera artera, cuando salía de su casa en el Cerro de las Rosas.
Poco después, la Unidad Básica de Combate "Mariano Pujadas-Susana Lesgart", de Montoneros, se adjudicaba el hecho y comunicaba cómo sería la actitud de la organización a partir de la asunción de las nuevas autoridades constitucionales.
También explotó una bomba en el propio edificio de la Armada. Murió el conscripto Julio César Provenzano, responsable del atentado.
Por esas mismas horas, el gobierno de Lanusse tuvo que aceptar los resultados electorales y dio a publicidad, oficialmente, los porcentajes finales del escrutinio: el FREJULI, 49,58%, y la UCR, 21,29%.
EL GOBIERNO Y EL PODER
Al finalizar la agenda en Roma, el sábado 31 de marzo, Perón y Cámpora viajaron a Madrid en respuesta al reiterado deseo del gobierno español. Curiosamente, el vuelo se realizó en la misma aeronave privada que Perón había utilizado para desplazarse a Roma el 14 de noviembre de 1972, antes de iniciar su primer regreso a la Argentina, y que –se decía– era propiedad de Giovanni Agnelli.
El Mystère DA-20 aterrizó en Barajas a las 12.18. Descendieron, en este orden, Cámpora, un hijo del presidente electo, Perón, Isabel, López Rega y luego los otros acompañantes.
Al pie de la escalerilla los esperaban el canciller español, Gregorio López Bravo, subsecretarios, directores generales y el introductor de embajadores Emilio Pan de Soraluce y Olmos. También concurrió el embajador argentino, Jorge Rojas Silveyra.
Después de atravesar una doble guardia de honor, en la sala de prensa del aeropuerto, Cámpora enfrentó a un centenar de periodistas para formular unas pocas declaraciones, bajo la atenta mirada de Juan Domingo Perón: "Como presidente electo argentino, próximo a ejercer el Gobierno y el poder en mi país, he de tener una preocupación constante: acrecentar las relaciones entre Argentina y España, no digo sus sentimientos, porque siempre han sido permanentes e inextinguibles a través del tiempo y del espacio".
Quizá sus palabras habían brotado desde lo más profundo de su corazón, pero había cometido un error singular. Había fundido en su propia persona el gobierno y el poder, cuando el lema de la campaña prometía que él llegaría al gobierno y Perón al poder.
El miércoles 11 de abril, en la intimidad de una cena en París, José López Rega le dijo a Magdalena Díaz Bialet, esposa del diplomático y asesor especial del presidente electo: "El doctor Cámpora cree que el poder es de él, pero el poder no es de él".
El matrimonio Perón –presente en el momento—no opinó nada.
Luego de los saludos protocolares en el aeropuerto de Barajas, Héctor Cámpora se dirigió al Palacio Real de El Pardo para dialogar con Francisco Franco. Juan Domingo Perón también participó del encuentro con el caudillo, con quien nunca antes había conversado personalmente durante los 12 años de su exilio en España.
Finalizada la reunión, el ex mandatario y el presidente electo se dirigieron a Puerta de Hierro, donde almorzaron. Al llegar a Navalmanzano 6, un numeroso grupo de periodistas abordó a Cámpora, quien ante la pregunta sobre su encuentro con Franco, dijo que había tratado cuestiones sobre el futuro de la relación de los dos países, la emigración y las posibilidades de inversiones de capitales españoles en la Argentina, y viceversa.
Afirmó que, cuando asumiera, trataría de combatir la desocupación en su país –que estimó en un millón de trabajadores– y que, una vez resuelto el problema, le gustaría que llegasen a la Argentina emigrantes españoles e italianos. Estaba fuera de tiempo, porque ésta ya no era un destino elegido por los que huían de Europa Occidental.
Por la tarde, en Barajas, abrazó a Perón, se despidió de López Bravo, volvió a subirse al Mystère DA-20 para llegar a Roma y, desde allí, el mismo día, voló a Buenos Aires en un avión de línea.
Sobre la llegada de Cámpora con Perón a Madrid y sus detalles íntimos quedó como testimonio la desgravación de un largo relato que el embajador Jorge Rojas Silveyra le hizo al embajador de carrera Guillermo de la Plaza, en ese momento alto funcionario del Palacio San Martín. Años más tarde se sabría que De la Plaza seria uno de los tantos argentinos que integraron la logia Propaganda Due que lideraba Licio Gelli.
Las "cartas orales" eran muy comunes en aquella época. Jorge Daniel Paladino, el ex delegado de Perón las usaba habitualmente.
Como bien aclara "Rojitas", como lo llamaba Perón, el día de la llegada de Cámpora a Madrid el embajador de Lanusse desde hacía varios meses tenía cortada su comunicación con el líder de Puerta de Hierro y aclara que se hizo acompañar por el segundo de la embajada Manuel Gómez Carrillo (h), nada menos que uno de los autores de la Marcha de la Libertad en 1955.
"Yo tenía mis ciertas angustias –le cuenta Rojas Silveyra a De la Plaza—porque me había propuesto firmemente, por razones de principios de gobierno, no personales, no extenderle la mano a Perón si él no me la extendía primero.
"Al descender los pasajeros "cuando yo estaba saludando a Cámpora y me iba a echar hacia atrás, Perón puso cara de sorpresa y de amable, y muerto de risa me dijo:
-Cómo está brigadier ¡Tanto tiempo! ¿Por qué no viene por casa? Hace mucho que no lo vemos.
-Señor –le dije-, usted es que quien cortó el diálogo, así que espero una invitación suya, porque eso de ir a su casa, según mi familia, según mi mujer y según yo, no corre. Hay que fijar una fecha y hora de encuentro.
Espero—te digo entre paréntesis- que no la fije nunca.
"Posteriormente, bajó López Rega y bajó también Isabel Martínez de Perón, quienes estuvieron excesivamente amables con la gente de la embajada. Ostensiblemente amables –te diría—con la gente de la embajada".
Luego "Rojitas" cuenta que fue invitado a presenciar la conferencia de prensa de Cámpora por el ministro español López Bravo y el embajador respondió: "Le dije que no pensaba estar en la conferencia de prensa, porque ante cualquier pregunta que fuera un poco difícil e insidiosa, iba a salir al cruce. Y él me dijo: 'No, lo único que va a hacer el señor Cámpora es saludar, porque hemos arreglado las cosas con los periodistas para que no pregunten nada'; lo que así paso."
En el momento de despedirse de los presentes el embajador de Lanusse ve "que la señora de Perón se me acerca y me dice: 'Brigadier, lo esperamos por casa'. Ante esta actitud de la mujer, Perón, que estaba conversando, se me acerca y dice: 'Bueno, Rojas, acuérdese, después va por casa'".
"Como ves –comenta "Rojitas" a De la Plaza—estas cosas no se entienden.
"Evidentemente hay una cosa ostensible: delante de las autoridades españolas es una especie de acuerdo, digamos, no con Rojas Silveyra, sino con el representante de Lanusse en España, como diciendo 'no pasa nada, tenemos que trabajar en conjunto'. Una cosa así".
Unos párrafos más adelante Rojas Silveyra intenta analizar los gestos de Perón y algunos de sus seguidores para con él afirmando: "Estos no pueden darse el lujo de gobernar solos… porque evidentemente 49,7% no es 50 más 1. No me cabe la menor duda y, evidentemente, sabemos que de ese 49,7 % hay un 9,7 –si vos querés redondear cifras—que no son peronistas".
Seguidamente, tras un corto listado de hechos terroristas de los últimos días, Rojas formuló su sentencia: "Esta gente, evidentemente, que no fue capaz de condenar la violencia cuando estaba en el llano, ahora la va a tener que condenar desde el poder. La violencia no iba dirigida entonces contra el gobierno militarista de Lanusse. La violencia no era engendrada por la violencia de arriba, porque ahora no hay violencia de arriba, según ellos. Quiero decir, que esa violencia que no se atrevieron a condenar porque, evidentemente, no eran capaces de manejarla, hoy la van a tener que condenar desde el gobierno, que es mucho peor. Yo no puedo decirte que me alegro de esto porque, evidentemente, cuestan vidas y otras cosas, pero siento una sensación, te diría, de alivio, al ver en lo que se van a tener que ver ellos y cómo van a tener que recurrir, evidentemente, a los únicos que pueden vencer a la guerrilla urbana, que son las Fuerzas Armadas, declarándole la guerra como lo hizo el negro Sánchez (se refiere al asesinado teniente general Juan Carlos Sánchez), total y absolutamente y con toda violencia. Van a tener que recurrir a nosotros o van a ser sobrepasados por las guerrillas. Y si son sobrepasados por esas guerrillas, tenemos plena justificación para hacer cualquier cosa".
Tras otros relatos íntimos de sus encuentros con los dirigente del conservadorismo popular, Vicente Solano Lima y Julio Amoedo, "Rojitas" vuelve a insistir que "esta gente no está en fuerza para hacer nada que no sea de común acuerdo con el resto del 50% del país que lo está mirando y del mundo que lo está mirando" y le cuenta a De la Plaza que "una vez me dijo este viejo Juan Perón: 'Usted quiere que yo también condene a una izquierda, cosa que no manejo. Yo condeno una izquierda y al día siguiente me hacen cuarenta atentados; y usted, en vez de hablar con una persona, va a tener que hablar con cuatro o cinco que pretenden apropiarse del movimiento'. No sé si es cierto o si no es cierto".
Tras todas estas opiniones e intimidades, Jorge Rojas Silveyra le aconseja al "Negro" De la Plaza: "Entre tus amigos de las Fuerzas Armadas vos tenés que hacer fuerza para que vengan a rogarnos que los ayudemos, sin negarnos a ayudarlos. Es una frase un poco difícil. Te dije recién que había que darles colaboración, pero que vengan a rogarnos la colaboración, si es posible".
De las tantas cosas que ocurrían en esos días Jorge Rojas Silveyra ignoraba que PERÓN PENSABA VOLVER PARA SER PRESIDENTE DE LA NACIÓN.
"La conspiración para sacar de en medio a Héctor Cámpora había empezado antes del 11 de marzo de 1973", le diría Juan Manuel Abal Medina al periodista Miguel Bonasso.
El embajador De la Plaza fue uno de los que conspiraron para desplazar a Cámpora y terminó como embajador en Uruguay con la ayuda de su amigo el canciller Juan Alberto Vignes.
Y si volvía –como lo hizo—Perón no iba a rogarle a nadie que lo ayudara a terminar con el terrorismo. Al revés, le iban a suplicar que terminara con la violencia.
**Por Juan Bautista "Tata" Yofre

viernes, 22 de febrero de 2019

El PJ bonaerense dio un MENSAJE de UNIDAD junto a La Cámpora y los Moyano y ahora espera una definición de CFK.



Fue en el corazón de La Matanza. El centro de la mesa estuvo reservado para Máximo Kirchner, lo que ratificó la buena relación que logró entablar la mayoría de los jefes comunales con el kirchnerismo

"A partir de este Congreso hay 2019. Hay que militar. Ponerse las zapatillas y salir a caminar. Vamos a llegar al corazón de los indecisos". Fernando Espinoza hizo de su discurso político una arenga peronista. Fue en el corazón de La Matanza, donde se llevó a cabo el Congreso del PJ Bonaerense y hasta donde llegaron la mayoría de los intendentes del conurbano, legisladores de La Cámpora y dirigentes gremiales. En el centro de la mesa el lugar estuvo reservado para Máximo Kirchner, quien volvió a dar una muestra de la buena relación que han logrado entablar la mayoría de los jefes comunales con el kirchnerismo.

Quizás fue una expresión de deseo. Tal vez fue la necesidad de reafirmar que los intendentes respaldan a Cristina Kirchner. La frase que entonó el presidente del PJ Bonaerense, Fernando Gray, en el final del Congreso pasó desapercibida entre el murmullo de los congresales. "El peronismo tiene un único destino y es ganar la próxima elección y poner a la presidenta en la Casa Rosada", dijo en un grito. Verdad o no, los mensajes que salieron desde La Matanza no tuvieron a la ex presidente como única destinataria. Todos saben que Cristina Kirchner es la dirigente opositora con mayor intención de voto pero también un traba que entorpece las negociaciones por la unidad de todo el peronismo.



domingo, 11 de marzo de 2018

La gran impostura: Cámpora y el 11 de marzo de 1973….


Quien no debió ser más que un presidente interino en la transición a la democracia, acabó manipulado por los grupos más radicalizados cuyos sucesores fabrican hoy el mito. El testimonio del ministro del Interior de Perón, Benito Llambí, sobre la violenta "primavera" camporista.
La historia está llena de malentendidos y el del papel de Héctor Cámpora en el 11 de marzo de 1973 es uno de ellos.
La fecha, de la que se cumplen 38 años, está asociada a la figura de este odontólogo de San Andrés de Giles porque, ante la proscripción que pesaba sobre el general Juan Domingo Perón, exiliado en Madrid, éste lo eligió para encabezar la fórmula del Frente Justicialista de Liberación que triunfó por 49,5% de los votos en las elecciones presidenciales que pusieron fin a la dictadura de Onganía-Levingston-Lanusse.
Pero la exageración sobre su protagonismo –a niveles que rozan el ridículo- y la elevación a la categoría de víctima de un despojo –por su posterior renuncia- son imposturas contemporáneas.
El de Cámpora era un poder vicario, resultado de las últimas maniobras montadas por un gobierno de facto saliente que se negaba a aceptar lo inevitable: el regreso de Perón al país y a la Presidencia.
La elección de un candidato sustituto recayó en él por su presumida lealtad. Había sido electo diputado en 1946 y presidió la Cámara entre 1948 y 1952. Fue encarcelado tras el golpe de Estado que derrocó a Perón en septiembre de 1955 y al año siguiente se fugó a Chile, junto con otros dirigentes.
En 1971, Perón lo designó delegado personal. Se acercaba la apertura democrática y la retirada del gobierno de facto.
El entonces presidente, general Alejandro Lanusse, estableció que todos los candidatos presidenciales debían acreditar una residencia en el país anterior al 25 de agosto de 1972 –cláusula arbitraria que tenía un solo destinatario. Perón no tuvo más remedio que designar a un sustituto.
Una personalidad poco carismática y la ausencia de poder propio convertían a Cámpora en el candidato ideal para un mandato delegado en lo que no debía ser más que una transición hacia la definitiva normalización política del país.
Este interinato forzado por la proscripción de Juan Perón intenta ser presentado hoy por ciertos sectores como un período soñado. Una impostura histórica e intelectual que además elude responsabilidades en la frustración de aquella nueva oportunidad democrática para el país. El período camporista, pese a su brevedad, no fue en absoluto inocuo respecto al posterior desarrollo de los acontecimientos.
"Perón no va a volver", dice su delegado

Los rasgos de personalidad que hicieron a Cámpora elegible como suplente de Perón también lo volvieron permeable a la presión de la corriente de izquierda militarista en cuyo núcleo se encontraban las organizaciones armadas, Montoneros y FAR (Fuerzas Armadas Revolucionarias), y que desde un primer momento pretendió disputarle al general exiliado la conducción del movimiento.
Mareado por la euforia del triunfo del 11 de marzo, el presidente interino prestó oídos a los cantos de sirena de quienes le sugerían que podía sustituir al fundador del peronismo.
"La primera señal clara que obtuve acerca de que Cámpora había cambiado sus intenciones y meditaba mantenerse en la presidencia –relata Benito Llambí, ministro del Interior de Perón en 1973, en sus Memorias (*)- me la proporcionó él mismo espontáneamente cuando me dijo: 'Usted lo va a ver. (Perón) va a venir, va a estar un tiempo, y luego retornará a España. Y después ya no va a volver'".
En concreto, Cámpora se dejó manipular por los grupos que vieron en su debilidad política y de carácter una oportunidad de "copar" el Gobierno.
Esta intención era reflejo de una distancia creciente entre el discurso de unidad, conciliación y pacificación nacional, que encarnaba el Perón del retorno, y el proyecto sectario, extremista y violento inspirado en el modelo castrista de Cuba, que era el de la guerrilla.
Baste un ejemplo: mientras el jefe del peronismo intentó sumar al principal partido opositor, la Unión Cívica Radical, a su proyecto, ofreciéndole la vicepresidencia a Ricardo Balbín, la organización Montoneros asesinó meses después a otro importante referente radical, Arturo Mor Roig.
Benito Llambí escribe que estos grupos, "si bien contribuyeron a (la caída del régimen militar), luego también contribuyeron a la caída del gobierno constitucional (y) en vez de adaptarse al proyecto general y aceptar los requisitos mínimos de tolerancia y sacrificio que reclamaba la unidad nacional, prefirieron sostener su pretensión de conducir unilateralmente el proceso".
Ezeiza, la otra falsificación

El drama es que esta diferencia se expresó en actos violentos. Durante lo que los panegiristas del presidente -que no debió ser- llaman "
primavera camporista" tuvo lugar el enfrentamiento de Ezeiza, otro episodio que mediante artificio literario se pretende convertir en un complot contra Cámpora, cuando en realidad apuntaba a frustrar el regreso de Perón.
La responsabilidad institucional por la seguridad en la concentración de cientos de miles de argentinos que fueron a buscar al dirigente exiliado a Ezeiza aquel 20 de junio de 1973 le correspondía al gobierno camporista.
La violencia desatada ese día forzó al avión que traía al general a aterrizar en la base aérea de Morón. "De inmediato se le expuso a Perón el problema de Ezeiza, recuerda Llambí. Sin disimular para nada su fastidio, hizo responsable de toda la situación al ministro del Interior Esteban Righi, a quien retó en términos durísimos delante de todo el mundo".
Ezeiza no fue sino uno más de varios episodios que no presagiaban nada bueno y que se habían iniciado apenas asumió Cámpora.
El periodista Armando Rubén Puente, corresponsal de la Agencia France Presse en Madrid (**), lo recuerda así: "Las noticias que recibía Perón en Puerta de Hierro desde el 25 de mayo de 1973 lo ponían furioso. No toleraba ni el clima de violencia que se generaba en el país por parte de la Juventud Peronista ni la cobertura que le otorgaba el nuevo presidente argentino. Las ocupaciones de edificios públicos, la violencia de las agrupaciones guerrilleras contra sindicalistas, militares y policías, o el clima revolucionario en las universidades no formaban parte de la restauración de la democracia que pretendía el General".
Llambí, por su parte, relata: "Los pasos dados por el doctor Righi, en las horas subsiguientes al cambio de gobierno, indicaron lo que se estaba preparando. Desafío y provocaciones a las fuerzas de seguridad, situaciones de escándalo en el servicio penitenciario, a raíz de las libertades determinadas por la amnistía decretada por el gobierno, virtual ocupación de la Casa Rosada por jóvenes de la Tendencia (***), sólo podían llevarme a una conclusión: recuperar el curso de acción en el que veníamos no iba a ser fácil".
Cabe recordar que las organizaciones armadas no esperaron a que el Congreso se reuniera. Tomaron las cárceles hasta forzar al gobierno camporista a liberar a los presos políticos mediante un decreto. Muchos de los cuadros guerrilleros que dejaron entonces la prisión volvieron de inmediato a la lucha armada.
"Cosas de muchachos"

Benito Llambí estuvo a cargo del protocolo de los actos de traspaso de mando. Para él, "el 25 de mayo de 1973, que debió haber sido una fecha de alegría y alivio para el pueblo argentino, terminó siendo una jornada funesta y llena de malos presagios, (...) alterada por innumerables hechos de provocación y violencia".
Un ejemplo -anticipo de los escraches hoy de moda- fue que el presidente uruguayo Juan Bordaberry estuvo a punto de volver a Montevideo sin asistir al acto tras ser insultado y agredido por un grupo de manifestantes.
Se trataba del mandatario electo de la nación vecina y que la llamada
"bordaberrización" uruguaya no había tenido lugar aún. El ataque estaba motivado por la solidaridad con los jefes de la organización guerrillera Tupamaros detenidos poco antes en la República Oriental. Cámpora le restó importancia al incidente: "Son cosas de muchachos... En unos días se reordena todo".
No fue así, lamentablemente. La guerrilla no depuso las armas, pese a la abrumadora legitimidad con la cual Perón asumió la presidencia poco después, demostrando encontrarse en las antípodas del espíritu de reconciliación nacional del cual éste había regresado imbuido.
Montoneros ejecutó su venganza asesinando al secretario general de la CGT, José Ignacio Rucci, a días del triunfo electoral de Juan Domingo Perón.
El líder sindical había sido el primero en manifestar públicamente que la voluntad de los trabajadores era ver al General en la presidencia. El 13 de julio, organizó un multitudinario desfile de trabajadores a la residencia de Perón en Gaspar Campos.
Horas después, Héctor Cámpora presentaba su renuncia. Al producirse el golpe que derrocó a Isabel Perón, tuvo que exiliarse en México -previa estadía en la embajada de ese país en Buenos Aires-, donde falleció en diciembre de 1980.
Lamentablemente, como los hechos posteriores lo demuestran, las tendencias negativas desatadas durante su breve interinato no pudieron luego ser desmontadas.
La consigna Cámpora al gobierno, Perón al poder no había sido una trampa, sino la herramienta para eludir un veto.
Nadie se llamó a engaño entonces. Sólo por deshonestidad intelectual (K) se intenta hoy atribuirle al personaje una "legitimidad" de la cual carecía. Los peronistas habían hecho un ensayo previo cuando en 1958 votaron a Arturo Frondizi por mandato de Perón, estando proscripto en esa ocasión todo el Partido Justicialista.
En 1973, todos entendieron el sentido de la candidatura del ignoto Cámpora. Fue votado masivamente porque era la cara legal de Perón.

(*) Medio siglo de política y diplomacia. Benito Llambí. Ediciones Corregidor, 1997.
(**) Entrevista de Humberto Toledo, reproducida en El escarmiento, de Juan B. Yofre, Sudamericana, 2010.
(***) Se llamó así al conjunto conformado por Montoneros y los sectores de la juventud, profesionales e intelectuales que le respondían o simpatizaban con su política.
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