martes, 24 de septiembre de 2019

III Encuentro Federal de DDHH




Los compañeros telefónicos pueden participar del Tercer Encuentro Federal de Derechos Humanos acreditándose a través de FOETRA. Se desarrollará el sábado 28 de septiembre en el predio ex ESMA.
La jornada se dará en Espacio para la Memoria donde se realizarán talleres de debate en las casas de Abuelas, Madres Línea Fundadora, HIJOS y Familiares de Desaparecidos y Detenidos por Razones políticas.
Los talleres de los que se podrá participar son:
- Memoria: Juicios de Lesa Humanidad - Espacios para la Memoria
- Violencia Institucional: FFAA - Fuerzas de Seguridad - Represión de la Protesta Social
- Justicia: Presos Políticos - Persecución Judicial – Lawfare
- Identidad
- Pueblos Originarios y el Derecho a la Tierra
- Migrar es un Derecho Humano
- Diversidad y Derechos Humanos
- Trabajo y Derechos Humanos
- Salud Mental y Derechos Humanos
- Comunicación y Derechos Humanos
- Organización

Para poder acreditarse comunicarse a nuestro gremio, llamando al 4860-5000 de lunes a viernes de 10 a 17. Allí serás informado sobre los requisitos que deberás cumplir y recibirás toda la información necesaria sobre la jornada.
Fuente: Noticias Foetra        


lunes, 23 de septiembre de 2019

Los trabajadores del sector privado recibirán un bono de $ 5000




Los trabajadores del sector privado recibirán un bono de $ 5000

Tras varias idas y vueltas, el Gobierno, empresarios y la GCT acordaron dar un bono de emergencia “obligatorio” de 5000 pesos para los trabajadores del sector privado, que será no remunerativo y solo en carácter de adelanto de las futuras revisiones paritarias.
Mañana habrá un nuevo encuentro para terminar de pulir y redactar la letra chica del acuerdo, donde se definirán las formas de pago para los sectores productivos que enfrenten “dificultades económicas” que en principio sería durante el mes de octubre. Desde CAME se pidió que dicho pago se ejecute en al menos 5 cuotas.
De la reunión que se realizó en la sede del Ministerio de Producción y Trabajo y que presidió el titular de la cartera, Dante Sica, participaron por la CGT Héctor Daer (Sanidad), Carlos Acuña (SOESGyPE), Antonio Caló (UOM), Andrés Rodríguez (UPCN), Armando Cavalieri (Comercio), José Luis Lingeri (Obras Sanitarias), Jorge Sola (Sindicato de Seguro), Carlos West Ocampo (Sanidad), Robustiano Geneiro (UTHGRA) y Alberto Tomasone (Comercio).
Por el sector empresario, estuvieron Miguel Acevedo (UIA), Julio Crivelli (CAMARCO), Daniel Funes de Rioja (UIA), Enrique Matilla (CAME), Pedro Etcheverry (CAC), Ricardo Diab (CAME), Florencia Merensztein, Julián Jajurin (CAME) y Claudio Rodríguez. Además de los funcionarios Ignacio Werner (secretario de Comercio Interior), Ignacio Pérez Riba (titular de la Unidad de Coordinación General), y Gabriela Marcello (directora nacional de Relaciones y Regulaciones del Trabajo).
Varios de ellos también serán de la partida mañana, cuando se selle la letra chica del acuerdo.
Fuente. Pagina 12

Los dilemas éticos del progresismo latinoamericano / por Alberto Fernández **

 
Nadie dudaría en afirmar que a lo largo de los primeros años del siglo XXI en América Latina se desarrolló un proceso que atendió una serie de demandas populares como reacción a las políticas conservadoras y neo-liberales que se habían aplicado en diferentes países de la región.
Por más de una década, en muchos países del continente se desarrollaron enormes cambios que siempre tuvieron un común denominador: integrar socialmente a vastos sectores de la población a los que la pobreza condenaba a la marginalidad. A eso se sumaron acciones que ampliaron derechos de minorías y favorecieron así una mayor integración social. En ese sentido, Argentina, con la puesta en marcha de la "asignación universal por hijo' para madres solteras y con el dictado de la ley que institucionalizó el "matrimonio igualitario" (entre otros), parece haber liderado ese proceso. Así, justo es reconocerle al primer mandato de Cristina Fernández de Kirchner una enorme capacidad para ampliar derechos de minorías sociales. Las reformas legales que instituyeron además el voto joven, la identidad de género, la fertilización asistida gratuita y el divorcio express son solo prueba de lo dicho.
Si uno mirara retrospectivamente, la América Latina progresista hizo un claro intento en favor de una sociedad más igualitaria, convirtiéndose así en un espacio que confrontó contra el modelo de desarrollo instituido por el mundo central. Sin embargo, en los últimos años se ha observado un claro retroceso en la continuidad de esas políticas porque los avances logrados no han sido lo suficientemente robustos como para corregir estructuras económicas e instituir esquemas signados por una mayor des concentración en lo productivo y en lo comercial y una distribución del ingreso más equitativa.
La misma crítica podría extenderse hacia el Estado, que, pese a haber sido un protagonista central de estos años, no ha cambiado centralmente su fisonomía, dejando al descubierto su debilidad. Aun así, nada ha deteriorado más a este tiempo progresista en América Latina que las imputaciones lanzadas sobre las faltas éticas de sus responsables políticos. Nadie razonablemente espera que acaben pervirtiéndose los mismos que se han presentado ante la sociedad como los defensores de los postergados. La corrupción fulmina a los Gobiernos progresistas porque destruye el discurso "moral" en que sustentan su propuesta electoral.
Alguna vez escuché una reflexión de Marco Aurelio García que viene al caso recordar. Se preguntaba qué le había pasado al progresismo, que cuando estaba fuera del poder por no tener los votos tenía muchas ideas transformadoras y después, cuando estuvo en el poder, por contar con muchos votos se fue quedando sin ideas. Tal vez la respuesta a esa reflexión esté precisamente en el hecho de que se ha dilatado la ética política del progresismo cada vez que gobernó. ¿Cómo se cataloga la conducta de quien pregona la necesidad de establecer un orden económico distinto y con sus políticas solo promueve la continuidad o la profundización de aquello que dijo que debía ser cambiado?
Del cambio en los discursos a la continuidad de los hechos
Todos los modelos progresistas que en los últimos años gobernaron en América Latina se han presentado ante sus votantes como expresiones de cambio. Cuando este proceso se inició, América Latina se debatía ante distintos problemas. La postración económica y las violaciones de derechos humanos que estaban impunes eran aspectos que mucho preocupaban.
Si una condición caracterizaba entonces a la economía latinoamericana, era la de estructurarse a partir de ser proveedora de materias primas. Esa idea de buscar el crecimiento a partir de la producción primaria venía condenando a la región a un estancamiento innegable. Una suerte de profecía que nos sentenciaba a seguir orbitando como periféricos de un mundo central en ese lugar aspiracional en el que se ubican los Estados "en vía de desarrollo': Superar esa condición, promoviendo la industrialización y a partir de allí mejores condiciones para hacer crecer las economías, fue un compromiso asumido por el progresismo latinoamericano.
La primera década del siglo XXI estuvo signada por el sostenido aumento de los precios de las commodities debido a la creciente demanda de bienes primarios originada por China, una enorme economía que decidida a participar del fenómeno global comenzó a demandar alimentos (granos y oleaginosas), minerales (hierro y cobre) y energía (petróleo).
Detengámonos en el petróleo, un insumo que tiene en Ecuador y Venezuela a dos muy importantes productores. Promediando el año 2003, el precio del barril de petróleo rondaba los 25 dólares. Huracanes desatados sobre el golfo de México ( en especial el recordado huracán Katrina) afectaron mucho la producción, dando inicio a un incremento de los precios que se potenció con el vertiginoso crecimiento de la demanda de China (y de India en segundo lugar), permitiendo que hacia julio de 2008 el precio del barril superara los 140 dólares. La escalada continuó hasta finales de 2008.
Venezuela se vio particularmente favorecida por ese contexto. En 1999, cuando Hugo Chávez asumió la presidencia, el barril de petróleo venezolano promediaba los 16 dólares. En 2004, ese valor se había duplicado al ubicarse en 32 dólares. La escalada continuó favoreciendo a la república bolivariana y a mediados de 2008 alcanzó el precio de 88 dólares. Posteriormente, entre 2011 y 2014 la situación oscilaría hasta culminar el período con un valor de 103 dólares el barril.
Entre 1999 y 2014, según datos del Banco Mundial, Venezuela recibió más de 960.000 millones de dólares en concepto de exportaciones petroleras. Eso significa que anualmente y durante 17 años percibió un promedio de 56.500 millones de dólares. Para comprender la dimensión de la ventaja, es útil tener en cuenta que en el período 1993/1998 (durante el mandato presidencial de Rafael Caldera) el ingreso promedio de Venezuela por exportación de petróleo fue de 15.217 millones de dólares anuales. En ese mismo lapso, Venezuela llevó adelante una política de endeudamiento creciente aprovechando que el mercado financiero internacional reclamaba bajas tasas. Entre 1999 y 2011, el Gobierno emitió deuda por un monto de 54.327 millones de dólares. Como consecuencia de estas emisiones, Venezuela ha asumido compromisos hasta 2027 por 92.750 millones de dólares en concepto de pago de intereses y capital, comprometiendo su propio futuro.
Al margen de la emisión de títulos, Venezuela contrajo deuda directamente con Estados soberanos y así, desde 2007 hasta la actualidad, China le ha prestado alrededor de 65.000 millones de dólares que en parte se han saldado con exportaciones de petróleo. Es real que gran parte de esos recursos fueron utilizados para mejorar las condiciones sociales profundamente inequitativas que existían al momento en que Hugo Chávez accedió al poder. De ese modo, se construyeron un millón de viviendas, el número de personas que reciben planes sociales se incrementó desde 280.000 en 1998 hasta tres millones en la actualidad y gracias a la creación del Sistema Nacional de Empleo la desocupación se ha mantenido constante en torno al 7% durante mucho tiempo. A su vez, el sistema de atención de salud pública se ha desarrollado y hoy atiende al 80% de la población. Finalmente, el número de estudiantes universitarios creció de 500.000 en 1999 a más de dos millones en la actualidad.
Es evidente que la idea de un reformismo moderado se ha adueñado de muchos de estos espacios políticos. Es necesario no caer en el vicio de la "responsabilidad" que va tornando conservador al progresismo a medida que el poder se le va acercando.
Sin embargo, pese a semejante esfuerzo, las condiciones estructurales de la economía venezolana no se han alterado. Hoy sigue dependiendo de las exportaciones del petróleo y de las importaciones de rubros tan importantes ( entre ellos, los alimentos). Ese contexto, sumado a la crisis internacional, ha llevado a la economía venezolana a desbarrancarse peligrosamente, generando un cuadro de inflación creciente, salida de divisas del sistema financiero, peligroso aumento de la deuda externa y un cuadro social amenazante ante la sostenida pérdida del trabajo.
La Revolución Bolivariana, fundamentalmente tras la desaparición de Chávez, se ha mostrado ineficiente como para alterar la ecuación que sumergió a Venezuela en el retraso. A ello se ha sumado el creciente menosprecio hacia las formas republicanas, evidenciado en el encarcelamiento de opositores y en el intento de disolver el Parlamento a partir de un fallo del máximo tribunal del país.
A su vez, el proceso de reconversión de una economía también alcanza al Estado. Ninguna economía que se tilde de progresista puede desatender la balanza comercial o las cuentas públicas, algo olvidado en el modelo bolivariano. ¿Cómo se cataloga la conducta de quien pregona la necesidad de establecer un orden económico distinto y con sus políticas solo promueve la continuidad o la profundización de aquello que dijo que debía ser cambiado? ¿Cómo se entiende que quien reclama un Estado presente lo haga funcionar deficitariamente?
La ética política da por supuesto que no se roben los recursos públicos. Pero también exige cumplir con aquello que se explicita como compromiso político a lo largo de las campañas electorales. ¿Por qué no reprochar la conducta de quien dice que va a cambiar la realidad aprovechando la vocación transformadora de una sociedad y después desde el Gobierno acaba sosteniendo esa misma realidad que reclamaba ser mutada?
Aunque Venezuela ha sido tomado aquí como una referencia de nuestra tesis crítica, en la mayoría de los países de la región se observan características semejantes.
Detengámonos ahora en Argentina. Seguramente, como consecuencia de haber caído en default en el año 2001 y de haber tenido que soportar una crisis institucional de magnitud a partir de la renuncia de Fernando de la Rúa (con ello, en 10 días se sucedieron cinco presidentes), fue Argentina el país que más dificultades evidenciaba al iniciarse esta etapa de progresismo latinoamericano.
Néstor Kirchner accedió a la presidencia con la debilidad formal de haberse visto impedido de contar con una segunda vuelta electoral que lo hubiera legitimado en votos. A lo largo de su mandato, Kirchner fue resolviendo cada uno de los problemas que había recibido. Aprovechando un contexto internacional favorable (los precios de la soja crecieron sostenidamente) e impulsando la reactivación de la economía interna, pudo sacar al país de la postración en la que estaba. Promovió el consumo, posibilitando que la economía creciera en ese período a un promedio anual del 8%. Preservó en cada ejercicio una balanza comercial favorable. Salió de la situación de default con una importante quita de la deuda, dejando el gobierno con un pasivo externo muy controlable que representaba el 57% del PBI de 2007. Eso le permitió reducir la pobreza al 23% y bajar la desocupación al 11 %.
El mandato de Kirchner estuvo llamado a resolver lo urgente y lo logró. Aun así, no tuvo modo ni tiempo de modificar una estructura económica que en muchos sectores se extranjeriza (minería), que en muchos otros se concentra (la producción láctea o los canales supermercadistas) y que en muchos casos se desarrolla con un grado de informalidad preocupante en desmedro del fisco (la actividad agrícola). Sí pudo ordenar en gran medida el funcionamiento del Estado, que a lo largo de toda su gestión funcionó acumulando reservas monetarias (alcanzaron los 46.500 millones de dólares al dejar el poder), cumpliendo sus obligaciones con los organismos internacionales de crédito (saldó la totalidad de las deudas que Argentina registraba con el FMI, el Banco Mundial y el BID) y operando con un superávit fiscal que en cada año promedió el 3%.
Kirchner sentó las bases para llevar adelante un proceso de reconversión económica mucho más profunda, y era Cristina Fernández de Kirchner (su sucesora) quien debía instituirlo. Sin embargo, esa labor quedó pendiente y fueron tantas las insuficiencias y desaciertos evidenciados en la gestión que una mayoría de la sociedad acabó votando en su contra.
Cristina ejerció la presidencia en Argentina durante ocho años. Ganó por primera vez en octubre de 2007, obteniendo 20 puntos de ventaja sobre la segunda fuerza. Fue reelecta en octubre de 2011, alcanzando la mayoría absoluta de los votos (54% del electorado) y distanciándose del segundo en más de 40 puntos. Con esos resultados, nadie podría dudar del poder político que logró acumular tras cada elección presidencial. Por esa fortaleza, en su segundo mandato logró constituir mayorías en cada una de las cámaras del Congreso y a partir de allí pudo ejercer el poder sin encontrar escollos de ninguna especie.
Cristina inició su mandato convocando a la unidad social. La "transversalidad política" que congregaba en el Gobierno a dirigentes provenientes de distintas expresiones supuso una ampliación de la base que lo sustentaba. Ello, sumado a un Estado ordenado y una sociedad pacificada, hizo suponer que la institucionalización de los cambios devendría inexorable. Pero, a diferencia de lo que caracterizó a la gestión de su marido, Cristina agudizó las contradicciones con distintos sectores sociales que le depararon conflictos de los que casi nunca salió indemne.
A los tres meses de asumir, dispuso un incremento de las retenciones a las exportaciones de soja que enfrentó a su Gobierno con el sector agropecuario. La medida desató un conflicto social y económico de proporciones que acabó con la virtual anulación de la medida por no contar con el apoyo del Congreso. Ese extremo marcó definitivamente el distanciamiento entre el Gobierno y un sector de la economía argentina (el agropecuario y el ganadero) que representa una buena parte del Producto Bruto Interno. Lo llamativo es que la confrontación se dio con chacareros que históricamente habían acompañado las propuestas del Gobierno y que reprochaban el aumento de la presión tributaria sobre aquello que producían.
En otro momento, Cristina planteó a la sociedad un debate sobre el rol de los medios de comunicación en Argentina y logró aprobar una ley regulatoria del modo como aquellos deberían funcionar en adelante. Su principal propósito consistió en desguazar un conglomerado de empresas mediáticas (Grupo Clarín) que había acaparado la operación de transmisión de imágenes (televisión por cable) y se había colocado en posición dominante en el mercado de los periódicos. Con todo, lo más problemático resultó la desmesura del discurso que cargó en los medios de comunicación argentinos las causas determinantes del deterioro general.
Por último, disconforme con algunos fallos judiciales que les resultaron adversos, Cristina también confrontó con el Poder Judicial. Así, promovió la necesidad de cambiar su funcionamiento y logró que el Congreso Nacional aprobara sendas leyes que ponían en manos de personas elegidas popularmente la selección de los jueces y el análisis de sus conductas como tales. El intento quedó en nada cuando la Corte Suprema de Justicia anuló las normas centrales de esas leyes hasta privarlas de toda operatividad.
A lo largo de toda su gestión, Cristina impuso un modo de ejercer la política que siempre tuvo en la confrontación su principal eje. Y aunque a nadie escapa que la política es en esencia representación de intereses y que muchas veces ellos entran en contradicción, es muy difícil administrar la política cuando con cada decisión se enciende una controversia que siempre divide a la sociedad entre "buenos" y "malos': ¿Cómo encontrar ética progresista en un Gobierno que convierte en enemigo a quien señala diferencias o simplemente reclama correcciones en la gestión de la cosa pública?
El Gobierno de Cristina Fernández de Kirchner ofreció "batallas" que, aunque tuvieron formas "épicas", acabaron como enormes decepciones. Ninguna sirvió para revertir una economía que mostraba distorsiones que fueron ocultadas con la manipulación o la tergiversación de datos estadísticos. Aunque supo instituir una formidable ampliación de derechos, Cristina fue incapaz de trastocar los cimientos de una economía concentrada que en nada ayudaba a los más postergados. Pero lo más cuestionable fue que esos mismos postergados que acabaron atrapados en bolsones de indigencia y pobreza acabaron invisibilizados a través de artilugios estadísticos. Hay una carencia de ética madre, que queda al descubierto cuando se libran batallas que en nada alteran lo injusto del sistema que se dice querer transformar.
……………………………
Ser progresista en América Latina impone también una ética en favor de las libertades individuales para garantizar el pleno funcionamiento de la democracia participativa. Y eso no se logra con relatos difuminados en vastas campañas publicitarias que frenan el debate e imponen discursos únicos en nuestras sociedades. Cuando el contraste de ideas se frena, la vida democrática se opaca y eso también posterga el desarrollo social. Y ser progresista en nuestro continente también impone la ética de luchar por una sociedad más igualitaria en la que imperen condiciones suficientes para garantizar la movilidad social ascendente. Nadie puede conformarse con hacer más llevadera la pobreza mientras que en unos pocos se concentra la mayor parte de la riqueza.
Tal vez la experiencia argentina podría deparar distintas enseñanzas. La primera es que permitir que el poder se concentre en una o en pocas personas dificulta que el control social reaccione ante los abusos y delitos en que incurren los poderosos.
El flagelo de la corrupción en tiempos progresistas
Apenas había comenzado el día cuando los canales televisivos empezaron a difundir imágenes de un hombre cargando maletas a la entrada de un convento ubicado a pocos kilómetros de la ciudad de Buenos Aires. El relato del locutor explicando la noticia le daba contenido a cada una de esas imágenes. Contaba que el portador de los bultos había sido secretario de Obras Públicas de la nación a lo largo de los 12 años en que gobernó el kirchnerismo en Argentina. Pero lo más impactante de la narración es que cada uno de esos bolsos cargaba dinero: nueve millones de dólares en total.
Entonces la noticia adquirió una dimensión mayor. Por primera vez pudo verse a un corrupto tratando de esconder el producido de su inconducta. El daño causado por la difusión de esas imágenes fue inmenso, pues muchos creyeron tener el testimonio visual de latrocinio perpetrado por un Gobierno que se autodefinía como "nacional y popular": La prédica fue tan letal que, repentinamente, cada uno de los partícipesde aquella gestión quedó incurso en el mundo de los "cómplices" que avalaron los robos al Estado. El relato construido en torno al hecho fue formateado de seriedad y todos empezaron a repetirlo hasta solidificar su "credibilidad".
Lo que acaba de contarse es una historia real ocurrida en Argentina. José López era el portador de esos bolsos. Fue quien administró el presupuesto del Estado para la realización de obras públicas en una gestión que se presentó como "progresista"' y que puso en la construcción de viviendas y de infraestructura vial uno de los ejes de la acción de gobierno. Que la corrupción daña a la política es una perogrullada. Pero el efecto dañoso de la corrupción se potencia cuando el hecho corrupto emana de quien dice ser progresista, porque entonces se percibe el maltrato que hace de los recursos del Estado quien dice querer preservar a los sectores más desposeídos. Tamaña hipocresía solo puede enojar a una sociedad.
El progresismo en América Latina ha devenido como una suerte de evolución conceptual de los partidos populares de izquierda. Nació criticando los fundamentos en los que el capitalismo promueve el desarrollo, declamando la necesidad de ampliar derechos, radicalizando la democracia promoviendo mecanismos de más participación ciudadana a través de consultas y referéndums y, fundamentalmente, comprometiéndose a terminar con la corrupción en la política y en el Estado. Sin embargo, en buena medida el progresismo parece haberse abrazado a las lógicas imperantes para limitarse a discutir quién se apropia de los excedentes y en muchos casos, lamentablemente, también parecen haberse rendido ante el flagelo de la corrupción.
Argentina: el dilema entre callar o ser funcional al enemigo
Muchas veces los planteos sobre corrupción estatal derivan de situaciones propias del enriquecimiento ilícito de funcionarios públicos. Entonces, asoman como causa de ese lucro impropio negocios incompatibles con el ejercicio de la autoridad.
Amado Boudou, vicepresidente de la nación en el segundo mandato de Cristina Fernández de Kirchner, ha sido acusado judicialmente por haber intercedido a favor de un fondo de inversión al que se lo vincula, en la venta de una empresa gráfica dedicada a la fabricación de papel moneda. En otro proceso, se le imputa haberle exigido a la provincia de Formosa (siendo ministro de Economía de la nación) la contratación de una consultora a la que también se lo relaciona, para que renegocie pasivos que esa provincia mantenía con el Estado nacional. De ese modo, se colocaba de ambos lados del mostrador de los reclamos.
La misma expresidenta se encuentra incursa en presuntos hechos de lavado de dinero. La imputación reside en que quienes alquilaban la mayor parte de los inmuebles y hoteles de su propiedad eran a la vez contratistas de obras públicas que se habrían visto beneficiados en el otorgamiento de distintas licitaciones. El hecho induce a pensar, a juicio de los investigadores, que aquellas locaciones servían de pantallas para blanquear supuestas coimas derivadas de la obra pública. Existe en los casos reseñados ( que aún se ventilan en diversos procesos penales) una clara falta ética derivada de involucrar intereses privados con sujetos prestadores de servicios al Estado. Tan solo eso merece el reproche.
La Argentina de Cristina Fernández de Kirchner fue un lugar en el que los controles se relajaron hasta convertirse en meras formalidades. Su segundo mandato, que emergió tras obtener el 54% de los sufragios y superar a la segunda fuerza en más de 40 puntos, estuvo signado por gestos de arbitrariedad. Ese modo de ejercer el poder adormeció a gran parte de la dirigencia oficialista y amedrentó a muchos opositores. Fue un tiempo de discursos descalificadores sobre todo aquel que esbozara una voz censuradora, de utilización de la información del Estado en desmedro de ciudadanos críticos y de disciplinamiento feroz sobre funcionarios judiciales que avanzaran en indagaciones que revisaran el modo como se ejercía la administración del país.
¿Cómo es posible que eso haya ocurrido? Ninguna duda cabe que Cristina pudo concentrar el poder porque la dirigencia política que la acompañó se limitó a obedecer y a callar. Si esa dirigencia no hubiera actuado así y hubiera reclamado adecuadamente, seguramente hubiera ayudado a que los hechos que hoy se ventilan no se expandieran del modo como lo hicieron. Un Gobierno políticamente fuerte (mayoría absoluta en ambas Cámaras), instituciones de la república relajadas y una fuerza política domesticada incapaz de reconducir los abusos y desvíos del poder que apoya acaban siendo una combinación perfecta para montar el campo más propicio para que la corrupción se expanda.
Es cierto que el conservadurismo y los medios de comunicación afines sembraron la idea de que el kirchnerismo montó un plan sistémico de corrupción. Pero frente a eso, la dirigencia oficialista prefirió defender con sofismas a los acusados antes que reconocer las responsabilidades que eventualmente les cabían, creyendo que de ese modo evitaban ser "funcionales" a los que lanzaban las imputaciones. La experiencia demuestra que nada sirve más al adversario que negar la realidad. Hacerlo revela una miserabilidad política enorme que induce a ver en las palabras de quien así predica el cinismo propio del hipócrita.
Tal vez la experiencia argentina podría deparar distintas enseñanzas. La primera es que permitir que el poder se concentre en una o en pocas personas dificulta que el control social reaccione ante los abusos y delitos en que incurren los poderosos. La segunda, es que el funcionamiento del sistema republicano es siempre la mejor garantía de transparencia. Con ello se previenen posibles conductas reprochables que el poder absoluto prefiere dejar impunes. La última enseñanza pasa por entender de una vez y para siempre que todo proceso político reclama renovación dirigencial para evitar que construya su propia muerte. Todas las acciones que buscaron impedir que afloren dirigentes de reemplazo o que han buscado perpetuar líderes reformando la legalidad acabaron sucumbiendo en un mar de vicios.
**Este artículo apareció en el libro Claroscuro de los gobiernos progresistas. América del Sur: ¿Fin de un ciclo histórico o proceso abierto?, compilado por Carlos Ominami, Editorial Catalonia, Santiago de Chile, 2017.
Fuente Revista Crisis

domingo, 22 de septiembre de 2019

CFK no puede ser una mera Vicepresidenta.... (la Opinión del Intelectual K Horacio Gonzáles)



"Hay que reescribir la historia argentina incorporando una valoración positiva de la guerrilla de los 70" 
El intelectual kirchnerista dijo además que Cristina Kirchner "no puede ser una mera vicepresidenta". "Hay un primer lugar que le corresponde a Alberto Fernández, pero antes hay un primer lugar que le corresponde a ella por abrir esta posibilidad", agregó, en referencia al Frente de Todos
Cofundador de Carta Abierta -el movimiento de intelectuales reunidos para respaldar la gestión de Cristina Kirchner en 2008, durante el conflicto con el campo- y ex director de la Biblioteca Nacional, Horacio González abogó por una reescritura de la historia argentina pero no desde "una multiplicidad graciosa y finita" que según él es una "especie de neoliberalismo inspirado en las academias norteamericanas de los estudios culturales" sino "que tiene que ser una historia dura y dramática, que incorpore una valoración positiva de la guerrilla de los años 70 y que escape un poco de los estudios sociales que hoy la ven como una elección desviada, peligrosa e inaceptable".
González, que actualmente dirige la sección argentina de la editorial Fondo de Cultura Económica, hizo estas declaraciones a la Agencia Paco Urondo, en el marco de una larga entrevista en la cual se mostró convencido del triunfo del Frente de Todos y expresó su esperanza de que desde "el día uno del nuevo gobierno" vayan juntos "el planteo de lo económico y también el de lo cultural".
En opinión de González, la reescritura de nuestra historia debe también "incorporar una visión que reponga la presencia de la veta indigenista en la política y cultura argentina de otra manera". De una manera que "llegue en su extremo último de debate a colocar al país como un país plurinacional", explicó."Argentina es el país más alejado respecto a eso [pueblos originarios] de toda Latinoamérica; hubo una actitud de exterminio de las poblaciones indígenas", dijo, aunque luego admitió que ello se debía a que en países como los andinos había "grandes culturas menos nómadas que la cultura indígena argentina".
"Esto puede cambiar con este gobierno nuevo -cree Horacio González- que puede rehacer el mapa etnocultural de la Argentina. Y esto sería tan importante como pagar la deuda externa, la legítima o la ilegítima".
En cuanto a una futura gestión de Alberto Fernández, se explayó sobre el rol de Cristina Kirchner y el de "la calle".
"El gobierno es una forma de comprimir en leyes, dictámenes, en discusiones reservadas, todo lo que se expresa en la calle. Considero que el próximo gobierno debe ser un gobierno de acción inmediata y urgente pero también de mucha meditación en caliente", sostuvo. "Yo creo en la calle", insistió.
"Por más programa que hagan los equipos técnicos lo que sucede en la calle va mucho más allá de lo técnico. Para ejercer el poder tenés que tener algo de anarquista. Cristina tiene algo de eso. Alberto Fernández continuamente dice 'soy hijo de un juez, soy profesor universitario'. Tiene la vestimenta del viejo porteño, pero debería dejarse invadir por ese rasgo de anarquismo que tienen todas las formas del poder", sugirió.
Se dijo "optimista" sobre el próximo gobierno "porque nos saca de esta salvajada que hicieron en lo económico y en lo espiritual". Y definió: "Gente que hace retiros espirituales, pero no sabe qué es eso del espíritu. Gente que pregona la religión de la meritocracia sin contemplar el daño que hacen a millones de personas".
En el próximo gobierno, Cristina Fernández "no puede ser una mera vicepresidenta y tampoco puede tomar decisiones que debe tomar el presidente; ese campo está por ser diseñado", en opinión de este sociólogo y ensayista kirchnerista.
"Ella no puede ser una mera vicepresidenta porque fue ella quien abrió paso a esta nueva etapa -siguió diciendo-. Esto no lo puede ignorar ningún político, sobre todo no lo puede ignorar Alberto Fernández. Hay un primer lugar que le corresponde a Alberto Fernández, pero antes hay un primer lugar que le corresponde a ella por abrir esta posibilidad. Ella ocupa como dos lugares: el primero es simbólico y el segundo táctico-político".

martes, 17 de septiembre de 2019

Convocaron a “Un nuevo Pacto Social”, referentes políticos, sociales y religiosos


Buenos Aires (AICA): Con el lema "Un nuevo Pacto Social para el Siglo XXI", se llevó a cabo el sábado 14 de septiembre en el auditorio Foetra (Federación de Obreros y Empleados Telefónicos de la República Argentina), del barrio porteño de Almagro, la XXII Jornada de Pastoral Social del arquidiócesis de Buenos Aires. Los disertantes llamaron a un pacto que ayude a superar la grieta, priorizando a los más vulnerables, mediante un camino de diálogo y respeto.
La apertura del encuentro estuvo a cargo del secretario general de Foetra, Osvaldo Iadarola, la ministra de Desarrollo Humano y Hábitat de la ciudad de Buenos Aires, Guadalupe Tagliaferri, el presidente de la Pastoral Social de Buenos Aires, presbítero Carlos Accaputo, y el Defensor del Pueblo de la ciudad de Buenos Aires, Alejandro Amor.
Luego de entonar las estrofas del Himno Nacional, el anfitrión de la XXII Jornada, Osvaldo Iadarola, en nombre de Foetra dio la bienvenida a los presentes. "No nos preocupan los roles protagónicos, pensamos que los mejores aportes podemos hacerlos desde las organizaciones que nos toca representar, fundamentalmente en la unidad del Movimiento Obrero. Queremos aportar la unidad en la diversidad, porque la unidad en la homogeneidad es fácil", reconoció.
Por su parte, el defensor del pueblo de la Ciudad de Buenos Aires, Alejandro Amor, animó a mirar el pasado para aprender de los pactos y acuerdos que se desarrollaron en la Argentina, porque allí radica su valor. En ese sentido, exhortó a actuar con buena fe y compromiso, y a "establecer políticas estratégicas que sirvan como referencia y que sean consensuadas y respetadas, sea quien sea que gobierne".
A su turno, la ministra Guadalupe Tagliaferri, compartió una carta enviada por el Jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, quien agradeció por la invitación a la Jornada. "De cara al futuro de nuestro país es fundamental generar acuerdos", afirmó el mandatario en su mensaje, y llamó a tener una mirada federal, sólida, trabajar todos juntos, poniendo en práctica la cultura del encuentro.
El acto de apertura concluyó con la intervención del padre Carlos Accaputo, quien agradeció la oportunidad de compartir "con mucha libertad".
En cuanto a la necesidad de un Pacto Social, expresó: "La pobreza es fruto de decisiones políticas y nos tenemos que hacer cargo todos. Hay algo que hemos hecho muy mal. Entre todos tenemos que poner el hombro, las manos, la inteligencia y ver cómo se resuelve", aseguró. "Si tenemos una política, una economía, una empresa, sea para darle sentido a la existencia de mujeres y hombres de nuestro pueblo. El verdadero sentido lo da la felicidad del pueblo", sostuvo, y llamó a "buscar juntos una dirección para nuestro país".
"Entablar un profundo diálogo para fortalecer a la sociedad"
Luego del acto de apertura, se desarrolló el primer panel de disertantes, titulado "¿Por qué es necesario un pacto social a nivel nacional?".
El doctor en Ciencia Política y director del programa Estado y Políticas Públicas de la Universidad Nacional de San Martín, Carlos Acuña, se refirió a la necesidad de reconocer la responsabilidad del Estado para lograr el sostenimiento del Pacto Social en el tiempo.
En ese sentido, consideró fundamental el valor de la gestión pública; la capacidad de planificación; y los desafíos de coordinación, que implican "la capacidad de abordar problemas multicausales que demandan a diversas áreas del Estado". Sin estos tres elementos, afirmó, "minamos la probabilidad de éxito de cualquier pacto".
Por su parte, José Urtubey, Premio Konex 2018 a Dirigentes Empresarios, miembro del Comité Ejecutivo de la Unión Industrial Argentina, hizo hincapié en la necesidad de un desarrollo sustentable como marco del Pacto Social: A su turno,
El secretario general de la Confederación General del Trabajo (CGT), Héctor Daer, por su parte, llamó a preguntarse "¿Qué dirección le damos a nuestro país?". En tal sentido, invitó a poner la mirada en la investigación y el desarrollo: "El desarrollo integral de nuestro país va a permitir que nuestros compatriotas puedan realizarse cada uno en el lugar que nacieron, y esto es una mirada transformadora de fondo", consideró.
 "Dejar atrás la tragedia de la grieta"
El segundo panel se tituló "Ejes estratégicos en un pacto social con perspectiva federal" y estuvo integrado por Marcelo Leiras, doctor en Ciencia Política e investigador del Conicet, director del Departamento de Ciencias Sociales de la Universidad de San Andrés; Arnaldo Bocco, exdirector del Banco Central y director del Departamento de Economía y del Observatorio de la Deuda Externa de la Universidad Metropolitana para la Educación y el Trabajo; Federico Pinedo, Senador de la Nación por la ciudad de Buenos Aires, presidente provisional del Senado de la Nación; y Felipe Solá, exgobernador de la provincia de Buenos Aires y diputado nacional.
 "Justicia, equidad y dignidad"
El tercer panel fue inaugurado por Carolina Mera, decana de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires, quien consideró que "un pacto social no puede buscar más que justicia, equidad y dignidad. Esto tiene que ver con concebir las relaciones humanas desde el paradigma de la inclusión", afirmó.
Esteban Castro, secretario general de la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP), hizo hincapié en que "el nudo de la discusión sobre el pacto social que hay que dar es en realidad entre la sociedad, cómo hacer para que las concepciones retrógradas evolucionen y se pase a tener un sentimiento de solidaridad con los más humildes".
Daniel Arroyo, ex viceministro de Desarrollo Social de la Nación y diputado nacional por la provincia de Buenos Aires, advirtió sobre una "catástrofe social", con un gran problema de hambre, de malnutrición. "Soy de los que creen que el pacto es imprescindible y que para reconstruir primero hay que parar la caída", reconoció.
 "Que esta Patria se ponga de pie es parte de la esperanza cristiana"
La clausura estuvo a cargo del arzobispo de Buenos Aires y primado de la Argentina, cardenal Mario Aurelio Poli, quien dirigió unas palabras a los presentes, inspiradas en el interrogante planteado en el tedeum del pasado 25 de mayo: "¿No será momento de ir hacia un Gran Pacto Nacional con mirada amplia y generosa?".
Recordando sus palabras, el arzobispo consideró que los argentinos "contamos con una larga experiencia en nuestro acervo político, cuyo mayor logro fue recuperar la democracia y defenderla como supremo valor".
En ese sentido, animó a un pacto "que no sea funcional ni coyuntural, dejando de lado mezquinos intereses sectoriales. Se trata de una propuesta superadora de todo partidismo y fracción, porque la unidad prevalece al conflicto", advirtió. "Una propuesta que convoque a los principales actores de la política, capaces de gestar una cultura del encuentro que acentúe las coincidencias y no las diferencias", animó.
Recordando las características del diálogo expuestas por el papa San Pablo VI en su encíclica Ecclesiam Suam, señaló que debe tener claridad, afabilidad, confianza y prudencia. "Cuando el diálogo se conduce así, se realiza la unión de la verdad con la caridad, de la inteligencia con el amor", afirmó.
"Un pacto social lo imagino como una gran mesa de la comunidad nacional, donde están todos los sectores, donde todo el mundo llevará verdades en su corazón y en su mente. Para que la verdad dé sus frutos, tiene que dejar de ser tuya y dejar de ser mía. El diálogo hace surgir una verdad asombrosa, milagrosa. Saca de los interlocutores lo mejor de lo humano", sostuvo.
"El catecismo dice que la esperanza es una virtud que nos regaló Dios, que nos hace tender más allá de la muerte, pero que arrastra todas las pequeñas esperanzas de la vida. Que esta Patria se ponga de pie también es parte de la esperanza cristiana", concluyó

Fuente : AICA .Agencia informativa católica argentina 

sábado, 14 de septiembre de 2019

Buenos Aires : La ciudad de las marchas, acampes y piquetes…




Las marchas, Cristina en puntas de pie y el giro de Hebe
Ahora hay marcha y acampe. Carpas efímeras que se instalan, se levantan y vuelven. Los manipuladores y aprovechadores que nunca faltan.
Predomina el silencio. Vuelan cenizas de las fogatas nocturnas, ahora diurnas y agónicas. Es el mediodía. Los acampantes de la 9 de Julio están agotados. No es fácil dormir allí, sobre el asfalto, con los chicos. Hay muchos cochecitos de bebés y muchos bebés. Venden patys a 90 pesos y sándwiches de milanesa grandes a 55 pesos. Se ven más atractivos los de milanesa. Hay mucho mate. Cáscaras de mandarina aquí y allá. Pantalones jogging azules, grises…, gorras diversas, camisetas de Boca, de River, heladeritas de telgopor, chicas tomando helados de agua.
La pobreza es una herida que está allí. Es una locura negar esa cicatriz que no se cierra y que se ahonda.
Hay muchas mujeres con camperas polar negras, fucsias, desteñidas. Por Callao, bajan de los micros jovencitas con el pelo alisado, otras con el pelo teñido de rubio en las puntas. Una señora que toma un cortado en un bar las observa a distancia y le dice a una amiga: “Como las que usaba Isabel Macedo cuando todavía no era la esposa de Urtubey”. La camarera venezolana del bar permite que los manifestantes ingresen a los baños. Hace una salvedad: “Dejame el baño como estaba”. Un hombre que también está en la fila para el baño de varones pronuncia un chiste viejo, viejísimo: “Síganme, no los voy a defraudar”. Afuera frente al Congreso hay aroma a porro pero se disuelve rápido en la brisa y el smog. En general no hay marihuana ni alcohol. Algunos muchachos orinan frente a un contenedor.
Ayer partieron finalmente. Pero prometieron volver si las negociaciones no les son favorables. Retornaron a sus casas y a sus casillas, a esa tristeza de la exclusión.
Son vulnerables a la manipulación de los aprovechadores que nunca faltan e invisibles para los partidarios de las abstracciones economicistas.
Claro, hay otros muchos que son millones, que también son pobres o pobrísimos, que no cortan ninguna calle y que trabajan contra viento y marea.
En el Puente Pueyrredón hubo otra concentración y también tensión. Las calles son el escenario de la pugna argentina que reverbera abriendo brechas tanto en el Gobierno como en la oposición.
La economía cruje y el panorama se trastoca con giros inesperados. Hebe de Bonafini criticó a la izquierda ultra desautorizando su modo de transitar las calles. Grabois es un rompecabezas para armar. Alberto Fernández dijo no compartir alguno de sus métodos, pero no los motivos de su lucha. “Yo lo respeto”, enfatizó y Cristina ordenó hacer campaña en puntas de pie.
Las marchas signan el curso de la política y de las gestiones de gobierno.
La peregrinación itinerante como forma de protesta surgió hace milenios. El Éxodo Bíblico es el primer testimonio de ese camino prometido desde la opresión hasta la libertad. Más tarde, hacia el año 1000 D.C renació con enorme fuerza en Europa. Justamente fueron los llamados milenaristas mendicantes, los que comenzaron a transitar por todos los senderos de la Alta Edad Media europea, protestando así contra el ya empinado y establecido poder eclesial y contra el señorío hierático del feudalismo dominante. Las marchas de los marginados abrieron un campo dinámico, adyacente y contestatario respecto del dominio del Pontificado y de las monarquías comarcales dominantes.
Los siglos pasaron y las marchas continuaron en todas partes, desde la marcha No Violenta de Gandhi por toda la India, hasta la larga marcha de Mao en China. Desde la gran marcha por los derechos civiles de Martin Luther King en 1963 hasta las de mayo del 68 en Francia, y desde ellas hasta las de la Primavera Árabe. En la Argentina son siempre potentes. La marcha fundante de la era peronista es la del 17 de octubre de 1945, como todos sabemos.
Desde entonces las travesías políticas en las calles fueron innumerables, muchas de ellas heroicas. Las marchas reclamando por los desaparecidos son circulares. La desaparición es una irresolución siniestra, y las marchantes vuelven sobre sí mismas exhibiendo la tragedia que no se cierra. Las marchas por el asesinato de María Soledad Morales fueron silentes y atronadoras. Hay marchas en contra y también a favor de Macri. Las demostraciones piqueteras han sido y son siempre intensas, cuestionadas y también ponderadas según las diversas perspectivas de análisis. La marcha es una nomalización activa de la protesta. Ahora hay marcha y acampe. Carpas efímeras que se instalan, que se levantan y que vuelven.
Abundan los políticos y dirigentes que usan las marchas en beneficio propio. Son los intermediarios abusivos que buscan rentas para sí, operando entre la pobreza y la política.
Atravesamos el Éxodo perpetuo. El desierto crece y no sabemos hacia dónde vamos.

viernes, 13 de septiembre de 2019

Telefónica traza un plan de bajas voluntarias que afectaría hasta 5.000 empleados




Telefónica traza un plan de bajas voluntarias que afectaría hasta a 5.000 empleados

La filial española de la operadora plantea a los empleados de más de 53 años bajas voluntarias cobrando entre el 65% y el 70% de su salario.

Telefónica traza un plan para ofrecer bajas voluntarias a los empleados de más de 53 años cobrando entre el 65 y el 70% de su salario, según han confirmado fuentes sindicales.

La compañía espera que este Programa Voluntario de Suspensión Individual de la Relación Laboral (PSI) sea similar al que se puso en marcha en 2016, cuando se ofreció una retribución del 68 % del salario bruto hasta los 65 años y al que se adscribieron más de 6.000 personas. "El valor actual del gasto del Plan se estima en el entorno de 1.600 millones de euros antes de impuestos, y los ahorros anuales promedio de gastos directos en el entorno de 220 millones de euros a partir de 2021".

Este plan de salidas afectaría a más del 15% de la plantilla, es decir hasta a 5.000 empleados de un total de más de 30.600 empleados en España de la operadora, según fuentes de la negociación. La mesa negociadora del convenio colectivo está integrada por 20 personas, diez de la empresa y diez de los sindicatos, cinco de UGT y otros tantos de CCOO.

Hasta ahora no se había tocado el tema de las prejubilaciones en la mesa negociadora, según fuentes sindicales, que han recordado que incluso en el inicio de las negociaciones la dirección de la empresa manifestó a la parte sindical que la empresa estaba cómoda con la plantilla actual.
En el plan del 2016 se acordó añadir a esta remuneración del 68 % las aportaciones al Plan de Pensiones en los porcentajes que cada empleado tuviera reconocidos y en función de las retribuciones fijas establecidas en el momento de la baja. Telefónica asume el coste de la Seguridad Social y el seguro médico, entre otras prestaciones. Este plan ha supuesto la salida de la compañía de 6.300 empleados en algo más de dos años y medio.
Las grandes empresas de telecomunicaciones de toda Europa han tenido dificultades para lograr un fuerte crecimiento ante la feroz competencia. En un mercado español cada vez más abarrotado, Vodafone, que cotiza en la bolsa de Londres, dijo a principios de este año que tenía previsto recortar hasta 1.200 puestos de trabajo.
Los títulos de Telefónica, que este martes han subido un 0,39% hasta los 6,69 euros por acción, tocaron suelo en agosto, con su cotización más baja desde 1997 (por debajo de los 6 euros) . José María Álvarez-Pallete, ante esa debilidad en el parqué (generalizada durante el mes para el Ibex) y el descalabro de la libra y el peso (Reino Unido y Argentina son dos mercados relevantes para el negocio de la empresa española
Fuente:  publico.es /economia/telefonica  y elmundo. Es