Las marchas, Cristina en
puntas de pie y el giro de Hebe
Ahora hay marcha y acampe. Carpas efímeras que se
instalan, se levantan y vuelven. Los manipuladores y aprovechadores que nunca
faltan.
Predomina el silencio. Vuelan
cenizas de las fogatas nocturnas, ahora diurnas y agónicas. Es el mediodía. Los
acampantes de la 9 de Julio están agotados. No es fácil dormir allí, sobre el
asfalto, con los chicos. Hay muchos cochecitos de bebés y muchos bebés. Venden
patys a 90 pesos y sándwiches de milanesa grandes a 55 pesos. Se ven más
atractivos los de milanesa. Hay mucho mate. Cáscaras de mandarina aquí y allá.
Pantalones jogging azules, grises…, gorras diversas, camisetas de Boca, de
River, heladeritas de telgopor, chicas tomando helados de agua.
La pobreza es una herida que está allí. Es una
locura negar esa cicatriz que no se cierra y que se ahonda.
Hay muchas mujeres con
camperas polar negras, fucsias, desteñidas. Por Callao, bajan de los micros
jovencitas con el pelo alisado, otras con el pelo teñido de rubio en las
puntas. Una señora que toma un cortado en un bar las observa a distancia y le
dice a una amiga: “Como las que usaba Isabel Macedo cuando todavía no era la
esposa de Urtubey”. La camarera venezolana del bar permite que los
manifestantes ingresen a los baños. Hace una salvedad: “Dejame el baño como
estaba”. Un hombre que también está en la fila para el baño de varones
pronuncia un chiste viejo, viejísimo: “Síganme, no los voy a defraudar”. Afuera
frente al Congreso hay aroma a porro pero se disuelve rápido en la brisa y el
smog. En general no hay marihuana ni alcohol. Algunos muchachos orinan frente a
un contenedor.
Ayer partieron finalmente. Pero prometieron volver si
las negociaciones no les son favorables. Retornaron a sus casas y a sus
casillas, a esa tristeza de la exclusión.
Son vulnerables a la
manipulación de los aprovechadores que nunca faltan e invisibles para los
partidarios de las abstracciones economicistas.
Claro, hay otros muchos que
son millones, que también son pobres o pobrísimos, que no cortan ninguna calle
y que trabajan contra viento y marea.
En el Puente Pueyrredón hubo
otra concentración y también tensión. Las calles son el escenario de la pugna
argentina que reverbera abriendo brechas tanto en el Gobierno como en la
oposición.
La economía cruje y el
panorama se trastoca con giros inesperados. Hebe de Bonafini criticó a la
izquierda ultra desautorizando su modo de transitar las calles. Grabois es un
rompecabezas para armar. Alberto Fernández dijo no compartir alguno de sus
métodos, pero no los motivos de su lucha. “Yo lo respeto”, enfatizó y Cristina
ordenó hacer campaña en puntas de pie.
Las marchas signan el curso de la
política y de las gestiones de gobierno.
La peregrinación itinerante como forma de protesta
surgió hace milenios. El Éxodo Bíblico es el primer testimonio de ese camino
prometido desde la opresión hasta la libertad. Más tarde, hacia el año 1000 D.C
renació con enorme fuerza en Europa. Justamente fueron los llamados
milenaristas mendicantes, los que comenzaron a transitar por todos los senderos
de la Alta Edad
Media europea, protestando así contra el ya empinado y establecido poder
eclesial y contra el señorío hierático del feudalismo dominante. Las marchas de
los marginados abrieron un campo dinámico, adyacente y contestatario respecto
del dominio del Pontificado y de las monarquías comarcales dominantes.
Los siglos pasaron y las
marchas continuaron en todas partes, desde la marcha No Violenta de Gandhi por
toda la India ,
hasta la larga marcha de Mao en China. Desde la gran marcha por los derechos
civiles de Martin Luther King en 1963 hasta las de mayo del 68 en Francia, y
desde ellas hasta las de la
Primavera Árabe. En la Argentina son siempre potentes. La marcha
fundante de la era peronista es la del 17 de octubre de 1945, como todos
sabemos.
Desde entonces las travesías
políticas en las calles fueron innumerables, muchas de ellas heroicas. Las
marchas reclamando por los desaparecidos son circulares. La desaparición es una
irresolución siniestra, y las marchantes vuelven sobre sí mismas exhibiendo la
tragedia que no se cierra. Las marchas por el asesinato de María Soledad
Morales fueron silentes y atronadoras. Hay marchas en contra y también a favor
de Macri. Las demostraciones piqueteras han sido y son siempre intensas, cuestionadas
y también ponderadas según las diversas perspectivas de análisis. La marcha es
una nomalización activa de la protesta. Ahora
hay marcha y acampe. Carpas efímeras que se instalan, que se levantan y que
vuelven.
Abundan los políticos y
dirigentes que usan las marchas en beneficio propio. Son los intermediarios
abusivos que buscan rentas para sí, operando entre la pobreza y la política.
Atravesamos el Éxodo
perpetuo. El desierto crece y no sabemos hacia dónde vamos.
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