“Puede afectar conquistas
y derechos de los trabajadores alcanzados con la Revolución"
Desde el 20/7 al 15/10 , en todos los centros
de trabajo en Cuba se debatirán las reformas al código de trabajo. José
Alejandro Rodríguez en el diario Juventud Rebelde, el 28 de septiembre, expresó
su preocupación por que “puede afectar conquistas y derechos de los
trabajadores alcanzados con la revolución” y “la maldita herencia de viejos
formalismos que tanto nos han lastrado: el pasar por alto, en una aburrida
lectoría sin mera preparación y motivación, lo que trasunta esta excepcional
convocatoria. Algo así como cumplir un mero requisito, llenar una insulsa acta,
y aquí todos contentos”. Desde el grupo opositor Red Observatorio Crítico
señalan que en ninguna parte del anteproyecto aparecen resguardos contra la
discriminación, no aparecen menciones explicitas a la discriminación por
orientación sexual, ni el derecho al trabajo de las personas discapacitadas y
seropositivas. El mismo grupo denuncia haber sido hostigado por la policía
cubana por debatir las reformas al código de trabajo, en una plaza pública.
No
es para asumirlo formalmente, con el aburrimiento de lo preconcebido. El
Anteproyecto de Código del Trabajo que se somete hoy a consulta con todos los
trabajadores para enriquecerlo con la sabiduría popular, es algo muy serio, que
decidirá los principios, el carácter y los alcances de las relaciones laborales
en la Cuba del
siglo XXI.
Aunque
poco se ha filtrado aún de los aportes y tendencias más recurrentes en su
discusión en los colectivos del país, el proceso de análisis se muestra nada
lineal ni homogéneo, como reflejo de una sociedad que se diversifica, en
tiempos de cambio.
Entre
esos matices, no podía faltar en ciertos sitios la maldita herencia de viejos
formalismos que tanto nos han lastrado: el pasar por alto, en una aburrida
lectoría sin mera preparación y motivación, lo que trasunta esta excepcional
convocatoria. Algo así como cumplir un mero requisito, llenar una insulsa acta,
y aquí todos contentos.
Pero
allí donde se sopesó la trascendencia de este «parlamento obrero» —a la usanza
de aquel aluvión democrático de los años 90 del pasado siglo—, se están
generando controvertidos debates en torno al papel del trabajo en nuestra
sociedad, las relaciones empleador-empleado, los desafíos que tiene el
sindicato en medio del proceso de cambios que registran la economía y la
sociedad cubanas, y los derechos y deberes de los trabajadores, entre otros
tópicos que necesitan una relectura y actualización.
A
nadie le es ajeno en este proceso de análisis que, tal como se delinean los
cambios en el país, en consonancia con los Lineamientos Económicos y Sociales
del Partido y la Revolución,
vamos dejando atrás el acendrado paternalismo estatal que tanto acomodó a las
personas a esperarlo todo de arriba. Pero, en la propia discusión del
Anteproyecto, se vislumbran preocupaciones en cuanto a que esta excesiva
sobreprotección que hoy se revierte, vaya a dar el bandazo —característico en Cuba—
de afectar conquistas y derechos de los trabajadores alcanzados con la Revolución, y facilitar
concepciones tecnocráticas.
Otra
inquietud, que comparte este redactor, es que con la diversificación de formas
de propiedad y de gestión, la reaparición de empleadores privados, una suerte
de patronos redivivos, vaya a dar al traste con ciertos derechos de los
trabajadores en la práctica cotidiana, más allá de la legislación y las
normativas que puedan preservarlos de palabra.
También
hay que meditar profundamente que con la tan ansiada descentralización de la
empresa estatal, y la toma de decisiones allí abajo, algo tan saludable para la
economía y para la democracia, pueden producirse injusticias y decisiones
arbitrarias que solo los controles sistemáticos y un sindicato fuerte y
representativo puedan neutralizar.
Estamos
delineando, con el aporte de todos, el principal cuerpo legal en materia de
trabajo del país. Y no podemos soslayar que, con el aún vigente Código del
Trabajo que será reformado, se registran muchos quebrantamientos de la
legislación laboral, indisciplinas y violaciones que no siempre encuentran un
desenlace justiciero riguroso por parte de las instituciones.
Por
lo tanto, podremos enriquecer el Anteproyecto, y aprobar en nuestro Parlamento,
el Código del Trabajo más avanzado y abarcador; pero, si no lo hacemos cumplir
en la vida cotidiana, habremos perdido la batalla en la construcción de nuestro
modelo de socialismo. Ahí nos va todo.
En
tal sentido, un horizonte de des centralización y diversificación, un país que
cada vez más se gestará mucho más desde abajo, requiere de un movimiento
sindical muy fortalecido y protagónico, que, como Lázaro Peña preconizó,
estuviera al lado de la
Revolución, pero en su rol de contrapartida, defendiendo los
derechos de los trabajadores, y no en papel de segundones de la administración.
Un sindicato que logre el verdadero empoderamiento de los trabajadores mediante
diversas formas participativas más allá de palabras y meras intenciones, en la
dirección y el control de la gestión estatal y pública, y en la extirpación del
maldito burocratismo y autoritarismo que tanto nos frena.
Si
se ha convocado a debatir masivamente el Anteproyecto de Código del Trabajo, es
porque nadie puede arrogarse la última palabra sobre tema tan cardinal. Y
porque la verdad se construye mejor entre todos. Mucho nos enseñó el debate
popular de los Lineamientos, que dejó un sendero y un estilo de la democracia
de alcances aún insospechados para nuestro socialismo.
No
le temamos a las discrepancias en el análisis del Código del Trabajo. De ahí
saldrá la luz que no dejará apagar el socialismo cubano.
Fuente:
http://www.agenciawalsh.org/index.php?option=com_content&view=article&id=11362&Itemid=136