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domingo, 21 de junio de 2020

21 de Junio de 1973: Mensaje de J.D. Perón al regresar definitivamente de su exilio ...


“Nosotros somos justicialistas, no hay nuevos rótulos que califiquen a nuestra doctrina y a nuestra ideología”.

Los peronistas debemos retomar la conducción de nuestro movimiento…
“Los que pretextan lo inconfesable, aunque lo cubran con gritos engañosos o se empeñen en peleas descabelladas, no pueden engañar a nadie. Los que ingenuamente piensen que así pueden copar nuestro Movimiento o tomar el Poder que el pueblo ha conquistado se equivocan”.


domingo, 11 de marzo de 2018

La gran impostura: Cámpora y el 11 de marzo de 1973….


Quien no debió ser más que un presidente interino en la transición a la democracia, acabó manipulado por los grupos más radicalizados cuyos sucesores fabrican hoy el mito. El testimonio del ministro del Interior de Perón, Benito Llambí, sobre la violenta "primavera" camporista.
La historia está llena de malentendidos y el del papel de Héctor Cámpora en el 11 de marzo de 1973 es uno de ellos.
La fecha, de la que se cumplen 38 años, está asociada a la figura de este odontólogo de San Andrés de Giles porque, ante la proscripción que pesaba sobre el general Juan Domingo Perón, exiliado en Madrid, éste lo eligió para encabezar la fórmula del Frente Justicialista de Liberación que triunfó por 49,5% de los votos en las elecciones presidenciales que pusieron fin a la dictadura de Onganía-Levingston-Lanusse.
Pero la exageración sobre su protagonismo –a niveles que rozan el ridículo- y la elevación a la categoría de víctima de un despojo –por su posterior renuncia- son imposturas contemporáneas.
El de Cámpora era un poder vicario, resultado de las últimas maniobras montadas por un gobierno de facto saliente que se negaba a aceptar lo inevitable: el regreso de Perón al país y a la Presidencia.
La elección de un candidato sustituto recayó en él por su presumida lealtad. Había sido electo diputado en 1946 y presidió la Cámara entre 1948 y 1952. Fue encarcelado tras el golpe de Estado que derrocó a Perón en septiembre de 1955 y al año siguiente se fugó a Chile, junto con otros dirigentes.
En 1971, Perón lo designó delegado personal. Se acercaba la apertura democrática y la retirada del gobierno de facto.
El entonces presidente, general Alejandro Lanusse, estableció que todos los candidatos presidenciales debían acreditar una residencia en el país anterior al 25 de agosto de 1972 –cláusula arbitraria que tenía un solo destinatario. Perón no tuvo más remedio que designar a un sustituto.
Una personalidad poco carismática y la ausencia de poder propio convertían a Cámpora en el candidato ideal para un mandato delegado en lo que no debía ser más que una transición hacia la definitiva normalización política del país.
Este interinato forzado por la proscripción de Juan Perón intenta ser presentado hoy por ciertos sectores como un período soñado. Una impostura histórica e intelectual que además elude responsabilidades en la frustración de aquella nueva oportunidad democrática para el país. El período camporista, pese a su brevedad, no fue en absoluto inocuo respecto al posterior desarrollo de los acontecimientos.
"Perón no va a volver", dice su delegado

Los rasgos de personalidad que hicieron a Cámpora elegible como suplente de Perón también lo volvieron permeable a la presión de la corriente de izquierda militarista en cuyo núcleo se encontraban las organizaciones armadas, Montoneros y FAR (Fuerzas Armadas Revolucionarias), y que desde un primer momento pretendió disputarle al general exiliado la conducción del movimiento.
Mareado por la euforia del triunfo del 11 de marzo, el presidente interino prestó oídos a los cantos de sirena de quienes le sugerían que podía sustituir al fundador del peronismo.
"La primera señal clara que obtuve acerca de que Cámpora había cambiado sus intenciones y meditaba mantenerse en la presidencia –relata Benito Llambí, ministro del Interior de Perón en 1973, en sus Memorias (*)- me la proporcionó él mismo espontáneamente cuando me dijo: 'Usted lo va a ver. (Perón) va a venir, va a estar un tiempo, y luego retornará a España. Y después ya no va a volver'".
En concreto, Cámpora se dejó manipular por los grupos que vieron en su debilidad política y de carácter una oportunidad de "copar" el Gobierno.
Esta intención era reflejo de una distancia creciente entre el discurso de unidad, conciliación y pacificación nacional, que encarnaba el Perón del retorno, y el proyecto sectario, extremista y violento inspirado en el modelo castrista de Cuba, que era el de la guerrilla.
Baste un ejemplo: mientras el jefe del peronismo intentó sumar al principal partido opositor, la Unión Cívica Radical, a su proyecto, ofreciéndole la vicepresidencia a Ricardo Balbín, la organización Montoneros asesinó meses después a otro importante referente radical, Arturo Mor Roig.
Benito Llambí escribe que estos grupos, "si bien contribuyeron a (la caída del régimen militar), luego también contribuyeron a la caída del gobierno constitucional (y) en vez de adaptarse al proyecto general y aceptar los requisitos mínimos de tolerancia y sacrificio que reclamaba la unidad nacional, prefirieron sostener su pretensión de conducir unilateralmente el proceso".
Ezeiza, la otra falsificación

El drama es que esta diferencia se expresó en actos violentos. Durante lo que los panegiristas del presidente -que no debió ser- llaman "
primavera camporista" tuvo lugar el enfrentamiento de Ezeiza, otro episodio que mediante artificio literario se pretende convertir en un complot contra Cámpora, cuando en realidad apuntaba a frustrar el regreso de Perón.
La responsabilidad institucional por la seguridad en la concentración de cientos de miles de argentinos que fueron a buscar al dirigente exiliado a Ezeiza aquel 20 de junio de 1973 le correspondía al gobierno camporista.
La violencia desatada ese día forzó al avión que traía al general a aterrizar en la base aérea de Morón. "De inmediato se le expuso a Perón el problema de Ezeiza, recuerda Llambí. Sin disimular para nada su fastidio, hizo responsable de toda la situación al ministro del Interior Esteban Righi, a quien retó en términos durísimos delante de todo el mundo".
Ezeiza no fue sino uno más de varios episodios que no presagiaban nada bueno y que se habían iniciado apenas asumió Cámpora.
El periodista Armando Rubén Puente, corresponsal de la Agencia France Presse en Madrid (**), lo recuerda así: "Las noticias que recibía Perón en Puerta de Hierro desde el 25 de mayo de 1973 lo ponían furioso. No toleraba ni el clima de violencia que se generaba en el país por parte de la Juventud Peronista ni la cobertura que le otorgaba el nuevo presidente argentino. Las ocupaciones de edificios públicos, la violencia de las agrupaciones guerrilleras contra sindicalistas, militares y policías, o el clima revolucionario en las universidades no formaban parte de la restauración de la democracia que pretendía el General".
Llambí, por su parte, relata: "Los pasos dados por el doctor Righi, en las horas subsiguientes al cambio de gobierno, indicaron lo que se estaba preparando. Desafío y provocaciones a las fuerzas de seguridad, situaciones de escándalo en el servicio penitenciario, a raíz de las libertades determinadas por la amnistía decretada por el gobierno, virtual ocupación de la Casa Rosada por jóvenes de la Tendencia (***), sólo podían llevarme a una conclusión: recuperar el curso de acción en el que veníamos no iba a ser fácil".
Cabe recordar que las organizaciones armadas no esperaron a que el Congreso se reuniera. Tomaron las cárceles hasta forzar al gobierno camporista a liberar a los presos políticos mediante un decreto. Muchos de los cuadros guerrilleros que dejaron entonces la prisión volvieron de inmediato a la lucha armada.
"Cosas de muchachos"

Benito Llambí estuvo a cargo del protocolo de los actos de traspaso de mando. Para él, "el 25 de mayo de 1973, que debió haber sido una fecha de alegría y alivio para el pueblo argentino, terminó siendo una jornada funesta y llena de malos presagios, (...) alterada por innumerables hechos de provocación y violencia".
Un ejemplo -anticipo de los escraches hoy de moda- fue que el presidente uruguayo Juan Bordaberry estuvo a punto de volver a Montevideo sin asistir al acto tras ser insultado y agredido por un grupo de manifestantes.
Se trataba del mandatario electo de la nación vecina y que la llamada
"bordaberrización" uruguaya no había tenido lugar aún. El ataque estaba motivado por la solidaridad con los jefes de la organización guerrillera Tupamaros detenidos poco antes en la República Oriental. Cámpora le restó importancia al incidente: "Son cosas de muchachos... En unos días se reordena todo".
No fue así, lamentablemente. La guerrilla no depuso las armas, pese a la abrumadora legitimidad con la cual Perón asumió la presidencia poco después, demostrando encontrarse en las antípodas del espíritu de reconciliación nacional del cual éste había regresado imbuido.
Montoneros ejecutó su venganza asesinando al secretario general de la CGT, José Ignacio Rucci, a días del triunfo electoral de Juan Domingo Perón.
El líder sindical había sido el primero en manifestar públicamente que la voluntad de los trabajadores era ver al General en la presidencia. El 13 de julio, organizó un multitudinario desfile de trabajadores a la residencia de Perón en Gaspar Campos.
Horas después, Héctor Cámpora presentaba su renuncia. Al producirse el golpe que derrocó a Isabel Perón, tuvo que exiliarse en México -previa estadía en la embajada de ese país en Buenos Aires-, donde falleció en diciembre de 1980.
Lamentablemente, como los hechos posteriores lo demuestran, las tendencias negativas desatadas durante su breve interinato no pudieron luego ser desmontadas.
La consigna Cámpora al gobierno, Perón al poder no había sido una trampa, sino la herramienta para eludir un veto.
Nadie se llamó a engaño entonces. Sólo por deshonestidad intelectual (K) se intenta hoy atribuirle al personaje una "legitimidad" de la cual carecía. Los peronistas habían hecho un ensayo previo cuando en 1958 votaron a Arturo Frondizi por mandato de Perón, estando proscripto en esa ocasión todo el Partido Justicialista.
En 1973, todos entendieron el sentido de la candidatura del ignoto Cámpora. Fue votado masivamente porque era la cara legal de Perón.

(*) Medio siglo de política y diplomacia. Benito Llambí. Ediciones Corregidor, 1997.
(**) Entrevista de Humberto Toledo, reproducida en El escarmiento, de Juan B. Yofre, Sudamericana, 2010.
(***) Se llamó así al conjunto conformado por Montoneros y los sectores de la juventud, profesionales e intelectuales que le respondían o simpatizaban con su política.
Fuente:


lunes, 27 de marzo de 2017

Los Montoneros, reivindicados en la misma plaza en que Perón los echó


El reconocimiento a las organizaciones armadas que hicieron los organismos de derechos humanos en el acto de anteayer reabrió la polémica por las acciones violentas que realizaron
 En la misma Plaza de Mayo en la que el presidente Juan Domingo Perón los echó y los llamó "imberbes", los Montoneros encontraron su reconocimiento. Las Abuelas, las Madres de Plaza de Mayo-Línea Fundadora y otras entidades de derechos humanos reivindicaron anteayer "las luchas de los 30.000 detenidos-desaparecidos" y la militancia de las organizaciones armadas, lo que reaviva -luego de más de 30 años de democracia- un escenario en el que el país estaba sacudido por la violencia.

Con los Montoneros se reivindicó a la organización armada que cobró notoriedad en 1970 y se abrió paso a sangre y fuego. Su bautismo fue el secuestro de Pedro Eugenio Aramburu, que Mario Firmenich ideó y ejecutó con Carlos Gustavo Ramus, Norma Arrostito y Fernando Abal Medina. También hubo elogios para el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) y otras corrientes del peronismo revolucionario y la tradición guevarista.
Durante el gobierno de Raúl Alfonsín, Firmenich fue capturado en Brasil y condenado a reclusión perpetua (limitada a 30 años por el tratado de extradición), aunque quedó libre en diciembre de 1990 por el indulto de Carlos Menem. Aunque el terrorismo de Estado cometió después otras atrocidades, su foja estaba teñida de violencia: el asesinato de Arturo Mor Roig, el secuestro de los hermanos Born, la muerte del empresario Francisco Soldati, el atentado a Juan Alemann, la bomba en el comedor de la Superintendencia de la Policía Federal, donde murieron 24 personas, y otra bomba en el dormitorio del jefe de la Policía Federal, Cesáreo Cardozo, entre otros ataques.
Tras respaldar a Héctor J. Cámpora en los comicios presidenciales de 1973 y establecer lazos con gobernadores -Oscar Bidegain (Buenos Aires), Ricardo Obregón Cano (Córdoba), Miguel Ragone (Salta), Jorge Cepernic (Santa Cruz)-, Montoneros participó en junio de ese año en la masacre de Ezeiza, cuando por el baño de sangre en que derivó la interna peronista, no pudo aterrizar en el aeropuerto el chárter que transportaba a Perón desde su exilio. El asesinato de José Ignacio Rucci, dos días después del triunfo electoral del viejo líder, marcó un quiebre. En septiembre de 1974, dos meses después de la muerte de Perón, la organización pasó a la clandestinidad.
En ese tiempo, Montoneros sumó a las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), que habían alcanzado publicidad con el incendio de trece supermercados Minimax, en tiempos de Onganía. Uno de sus líderes, Roberto Quieto, desapareció tres meses antes del golpe militar.
Como señala Pablo Giussani en Montoneros, la soberbia armada, Firmenich y sus seguidores "absorbieron del peronismo toda esa carga ideológica de derecha" y formaron una "conducción política verticalizada e instrumentadora". Ya en la clandestinidad, la represión militar multiplicó la violencia y llevó a la organización a su desmembramiento, pese a la contraofensiva que intentó desde el exterior en 1979, con Fernando Vaca Narvaja, Roberto Perdía y Rodolfo Galimberti, entre otros dirigentes, algunos de los cuales fueron acusados de mantener contactos con militares.
Los méritos del ERP
Estela de Carlotto y Taty Almeida reivindicaron también al ERP, el brazo armado que en 1974 ocupó el monte tucumano y desafió al gobierno constitucional de Isabel Perón. Uno de sus líderes, Enrique Gorriarán Merlo, intervino en el intento de fuga de dirigentes de una cárcel de Rawson, lo que derivó en la masacre de Trelew, en 1972.
El ERP era el brazo armado del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) y uno de sus jefes era Mario Santucho, abatido en un enfrentamiento con el Ejército, en 1976, meses después del frustrado ataque al Batallón de Monte Chingolo, que provocó casi 60 bajas en la organización armada.
Ya en el exilio, Gorriarán Merlo participó de la célula que en 1980 asesinó en Paraguay al ex dictador nicaragüense Anastasio Somoza. Recuperada la democracia, formó el Movimiento Todos por la Patria y, sobre el final del gobierno de Alfonsín, encabezó en 1989 el ataque a La Tablada, que dejó 33 guerrilleros, 14 militares y cuatros policías muertos. Detenido en México, fue condenado a prisión perpetua en 1995 y luego indultado, en 2003, por el presidente Eduardo Duhalde.
Varios testimonios indican que Néstor Kirchner, sucesor de Duhalde, estuvo en la Plaza de Mayo el día que Perón echó a los Montoneros, en una columna de la Federación Universitaria de la Revolución Nacional. Pero no hay registros de que se haya retirado con los militantes echados y hoy reivindicados

martes, 7 de octubre de 2014

Un día como hoy: 08/10/1895 : Nace Juan D. Perón


“Es la mañana del 8 de octubre de 1895. En el patio de una amplia casona de la calle Buenos Aires, en el pueblo de Lobos, un niño de cuatro años ha interrumpido sus juegos. Mario Avelino Perón no entiende bien lo que está sucediendo: su madre, doña Juana, no ha salido ese día de la habitación, un agitado ir y venir de gente extraña lo inquieta y los persistentes berridos que de pronto llenan la casa acaban por intrigarlo. Por fin, su tía Francisca aparece con un recién nacido en brazos. Ha llegado al mundo su hermanito prometido”.

Estas palabras corresponden a una obra titulada PERÓN, EL HOMBRE DEL DESTINO, editada en febrero de 1974, bajo la dirección de Enrique Pavón Pereyra, cuando todavía vivía el general Juan Domingo Perón.


Publicado en el Grupo Yahoo Union Telefonica

sábado, 16 de agosto de 2014

El Libertador General José de San Martín / por J. D. Perón



El 17 de Agosto se conmemora el aniversario de la muerte del General José de San Martín, libertador de América. Aquí a modo de homenaje reproducimos el discurso de Juan D. Perón en la clausura Congreso Nacional de Historia del Libertador Gral. José de San Martín.
“Un general, si es a la vez un conductor, no solo ha de mandar su ejército. Es menester que personalmente lo forme, que lo dote, lo organice, lo alimente y lo instruya. A menudo con el conductor muere también su ejército. Sobreviven de ellos su gloria, su tradición y su ejemplo.
He dicho que ello solo sucede cuando coincide en un hombre el general con el conductor. Asunto que rara vez ha sucedido en la historia.
El general se hace; el conductor nace. El general es un técnico; el conductor es un artista.
San Martín, con Napoleón, son los dos únicos hombres que en el siglo XIX llenan tales características del arte guerrero; por eso son ellos también las más altas cumbres del genio de la historia militar de ese siglo.
Generalmente, un conductor es un maestro. Su escuela llena también su siglo. Su ejemplo adoctrina las sucesivas generaciones de un ejército o de un pueblo. La orientación sanmartiniana en nuestro ejército y en nuestro pueblo ha sido la más decisiva influencia de perfección y de grandeza.
La producción extraordinaria de su genio no fue más fecunda y arrolladora que la fuerza invencible de sus virtudes: por eso era un conductor.
Si era un estratega, era primero un hombre. Por eso puso al servicio de su causa la técnica de su profesión. Fue desde entonces el hombre y el conductor de una causa. Por eso era invencible.
Como no se concibe un hombre sin alma, nunca he concebido un conductor sin causa. La grandeza de San Martín fue precisamente la de haber sido el hombre de una causa: la independencia de la Patria. Él confiesa haber vivido sólo para esa causa.
La verdadera grandeza de los conductores estriba precisamente en que no viven para ellos, sino para los demás. Pareciera que la naturaleza, en su infinita sabiduría, al dotar a los hombres, carga extraordinariamente en la dosificación del egoísmo, pero evita cuidadosamente este ingrediente contamina las almas de los grandes hombres. Por eso son grandes.
A menudo la historia no acierta a discernir la infinita variedad de matices que la creación de los grandes hombres ofrece a la contemplación del futuro.
El arte militar, como los demás, presupone creación, que es la suprema condición del arte. San Martín es un artista; por eso no pudo conformarse con andar por entre las cosas ya creadas por los otros. Se puso febrilmente a crear, y con esa creación revolucionó las ideas y los hechos, ante la incredulidad de los mediocres, ante el escepticismo de los incapaces, y bajo la crítica, la intriga y la calumnia de los malintencionados. Sobre todos ellos triunfó, porque la victoria es de Dios.
Nada hay más adverso al genio que el mediocre; sobre todo, el mediocre evolucionado e ilustrado. No podrá concebir jamás que otro realice lo que no es capaz de realizar; porque cada uno concibe dentro de su capacidad de realización, y los mediocres vuelan bajo y en bandada, como los gorriones, en tanto que los cóndores van solos.
Conducir es arte simple y todo de ejecución; por eso es difícil. Es la aplicación armónicamente combinada de los principios del arte con los factores materiales y morales de las fuerzas, con el terreno y las circunstancias. A menudo, cuando solo se dispone de generales, las fuerzas son todo. Cuando se dispone de un conductor, decía Napoleón, el hombre lo es todo, los hombres no son nada.
El arte de la conducción tiene, como todas las artes, su técnica, representada por los propios principios que rigen la conducción y las reglas para el empleo mecánico de las fuerzas. Pero, por sobre todo ello, está el conductor. Lo primero representa la parte inerte del arte, el conductor es su parte vital.
Como técnico, San Martín es también la maravilla de la época. Formó un ejército de la nada, con el concepto de “la Nación en armas”, que solo un siglo después fue mencionado por los estrategas más famosos. Con ese ejército, que fue fuerza y escuela, pasó las cordilleras más elevadas que tropa alguna haya cruzado. Con una maniobra estratégica que maravilla por lo ingeniosa en su concepción y perfecta en su realización, llega a la batalla decisiva de Chacabuco, pero que la había ganado antes de ponerse en marcha, en Mendoza.
Esa extraordinaria previsión, esa perfecta preparación y esa acabada realización sólo se presentan cuando los genios conducen.
San Martín, como Napoleón en Europa, es un revolucionario en los métodos de guerra en esta parte del mundo. Es un creador, jamás un imitador. Por eso lo vemos como maestro, como jefe, como artesano, como político, como gobernante, como estadista y como guerrero. Los hombres superiores, a menudo, sirven para dirigir todo eso. Después de ellos, venimos los hombres comunes, que, bien dirigidos, servimos para todo o no servimos para nada.
Como general, como conductor, como hombre y como ciudadano, San Martín es una sola cosa: lo que debe ser, según su propia sentencia.
En la vida y en el destino de las naciones, aparecen muy de tanto en tanto estos hombres extraordinarios que, con una época, fijan una gloria y establecen una tradición. En que los demás sepan emular su gloria y prolongar su tradición es en lo que estriba la grandeza de esos pueblos.
En este acta solemne de clausura del Año Sanmartiniano de 1950, desde este solar glorioso de Cuyo, en nombre de la Patria misma, deseo exhortar a todos los argentinos para que, emulando las virtudes del Gran Capitán, tengamos la mirada fija en los supremos intereses de la Patria, en la felicidad de todos sus habitantes y la realización de su grandeza”.
Juan D. Perón
[1] Teatro Independencia de Mendoza, 31-12-1950: Clausura Congreso Nacional de Historia del Libertador Gral. José de San Martín.


domingo, 1 de julio de 2012

Recordamos al General, con lealtad y militancia


Un 01 de julio de 1974 pasaba  la inmortalidad  el presidente constitucional de la República Argentina Teniente General Juan Domingo PERON… 

Nada mejor que un  fragmento de Sinfonía de un  Sentimiento  obra incomparable del Gran Cineasta Leonardo Favio, para tenerlo presente y compartir  recuerdos y reafirmar nuestra lealtad y militancia





lunes, 23 de enero de 2012

Montoneros: ideología y política en El descamisado de Giselle Nadra y Yamilé Nadra [Libro]


Recordada por sus tapas impactantes, la revista El Descamisado expuso la ideología de la organización Montoneros en los 70. Una nueva investigación la examina.
La revista El descamisado –o El desca, como se la conocía– fue mucho más que el órgano de difusión que tuvo la organización Montoneros entre mayo de 1973 y abril de 1974, en su última etapa de legalidad, además de otros medios, como el diario Noticias. El descamisado fue la publicación que puso en juego la mística montonera, la que sostuvo y explicó la "teoría del cerco" a Perón, la que planteaba que en el Movimiento Peronista "hay derecho a disentir", la que titulaba, con una enorme tipografía "Se va a acabar", con la volanta "la burocracia sindical". Un número. Quizás allí se encuentre una respuesta posible: El descamisado tiraba entre 100.000 y 150.000 ejemplares.

El libro Montoneros: ideología y política en El descamisado (Ediciones Corregidor), de Giselle Nadra y Yamilé Nadra, analiza la publicación como una fuente donde explorar los temas ideológicos de los Montoneros. Cuáles eran las ideas y los hechos que hacían que no sólo la revista tuviera una tirada que hoy parece abrumadora, sino que produjo que miles y miles de argentinos se ubicaran en la historia debajo del cartel que decía "Montoneros-Perón o muerte".
"Para estos fines específicos –dicen las autoras en relación a los conceptos y objetivos de la organización y cómo estos eran transmitidos durante el período en que era publicada–, El descamisado es el elemento esencial de referencia documental: marca, con su aparición, el momento de mayor auge popular de Montoneros y, con su clausura, el momento de ruptura con Perón, anterior al 1 de Mayo de 1974, y a partir del cual la organización iniciaría un camino de progresivo aislamiento, que se hizo especialmente patente con la decisión de auto-clandestinizarse en 1975".

Para recordar: ese 1 de Mayo, el general Perón echó de la Plaza de Mayo a los Montoneros y a las demás organizaciones universitarias, barriales y de trabajadores, como la Juventud Universitaria Peronista (JUP), la JP (Juventud Peronista-Regionales) y la JTP (Juventud Trabajadora Peronista). El descamisado no llegó a dar cuenta de ese episodio central en la vida de Montoneros, y de lo que fatalmente llegaría después, con las "zonas liberadas" que permitieron los secuestros y asesinatos de militantes a manos de las Tres A y las bandas parapoliciales. Pero en una de sus últimas tapas, la del 12 de marzo de 1974, pide "Reconquistar el gobierno para el pueblo", en el primer aniversario del triunfo que llevó a Héctor Cámpora a la presidencia de la Nación. Y anuncia una entrevista con el número dos de la cúpula montonera, Roberto Quieto.

La mística. Esa parece haber sido la palabra clave de El descamisado: en el vínculo de la militancia con el peronismo y con Perón, aunque las autoras advierten que "sus miembros se asumen como luchadores por el movimiento desde su primera proscripción, con el golpe de 1955, pese a que en la década del 50 la mayoría de los integrantes de la organización y de El descamisado tenía unos pocos años". En la búsqueda de integrar esa gran construcción que sería el "socialismo nacional y la Patria Grande", junto al pueblo al que sin dudas El descamisado buscaba interpelar, con el que pretendía dialogar. La mística también se jugó en el campo de la lucha armada. La muerte del enemigo era un "ajusticiamiento", el militante asesinado en una acción o detenido, pasaba a la categoría de "héroe". Así, Liliana Gelin, una militante de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), después fusionada con Montoneros, era una "hija de Evita". Gelin murió durante un enfrentamiento con la policía, en 1970. "Hoy Liliana, la virgencita montonera, se convirtió en Pueblo", anuncian en un recordatorio de su muerte publicado en El descamisado.
Giselle y Yamilé Nadra citan en su libro: "Nuestra estrategia sigue siendo la Guerra Integral, es decir la que se hace en todas partes, en todos los momentos y por todos los medios, con la participación de todo el pueblo en la lucha y utilizando los más variados medios de acción, desde la resistencia civil hasta el uso de las armas". Esa era la línea editorial de El descamisado.

La "teoría del cerco", Perón rodeado de burócratas y el "qué pasa, General", junto a la escalada represiva, son atribuidos por El descamisado a "errores del propio general Perón, a partir de un mal análisis de la situación nacional". Y podría pensarse que, así y todo, en El descamisado se seguía ejerciendo algún tipo de periodismo, como cuando publicaron las fotos de una violenta represión y del asesinato de un militante, Alberto Chejolán, frente al Ministerio de Bienestar Social, en ese momento en manos de José López Rega. Ese fue el último número de la revista. Era abril de 1974 y fue clausurada por el gobierno peronista.
No hay anécdotas en este ensayo. Hay una percepción, una sistematización y análisis de El descamisado número a número, un arco trazado entre la victoria y la tragedia: del "Chau, milicos" y la consigna "Perón vuelve" a "Aquí no pasa nada: fotos únicas del que mató a Chejolán".