lunes, 11 de noviembre de 2019

BOLIVIA: Un lapidario informe de la OEA sobre las elecciones le había sumado presión a Evo Morales


Un lapidario informe de la Organización de los Estados Americanos ( OEA), que denunció irregularidades "muy graves" en la elección presidencial de Bolivia, despojó de legitimidad y acorraló a Evo Morales, que intentó descomprimir la fuerte crisis política en Bolivia convocando a nuevos comicios, pero al final renunció a la presidencia forzado por las Fuerzas Armadas y la policía bolivianas.

La auditoría de la OEA, cuyos resultados preliminares se difundieron ayer, descubrió "fallas graves de seguridad" y una " clara manipulación" en el sistema informático a través del cual se transmitió el conteo de votos, tanto para los resultados preliminares como para los cómputos finales. Además, los auditores hallaron "irregularidades" en una muestra de actas electorales, incluidas firmas falsificadas y boletas en las que Evo Morales registró el 100% de los votos, y "ni siquiera se había completado con un cero el campo correspondiente a los votos de los partidos opositores".

"El equipo auditor no puede validar los resultados de la presente elección, por lo que se recomienda otro proceso electoral. Cualquier futuro proceso deberá contar con nuevas autoridades electorales para poder llevar a cabo comicios confiables", fue una de las conclusiones de la auditoría de la OEA, que había sido avalada por Morales.

Luis Almagro, secretario general de la OEA, dijo en un comunicado al difundir el informe preliminar de los auditores que las elecciones celebradas el 20 de octubre debían ser "anuladas" y el proceso electoral debía comenzar nuevamente. "Del mismo modo, se entiende que los mandatos constitucionales no deben ser interrumpidos, incluido el del presidente Evo Morales", había advertido Almagro.

Horas después, Evo Morales renunció y denunció un golpe de Estado. Antes había dicho que la auditoría de la OEA había tomado "una decisión política".
La investigación de la OEA halló manipulaciones en el sistema informático "de tal magnitud que deben ser profundamente investigadas". Uno de los hallazgos centrales del informe fue que el flujo de la información fue "redirigido" a un servidor externo luego de la interrupción en el conteo preliminar, en el cual Morales ganaba, pero sin la ventaja necesaria para imponerse en primera vuelta. Ese servidor no era controlado por la empresa auditora y no figuraba entre los servidores previstos para el conteo preliminar de votos.

La Argentina, Brasil, Colombia y Estados Unidos habían liderado la ofensiva contra Evo Morales en la OEA, al solicitar desde un principio que se investigaran las irregularidades en las elecciones. Antes de la renuncia de Morales, y luego de su llamado a elecciones, el gobierno de Mauricio Macri había renovado, a través de un comunicado de la Cancillería, el pedido para que "las nuevas elecciones cumplan con todas las garantías de libertad y transparencia para que puedan conocer sin distorsiones de ningún tipo la verdadera voz y voluntad del pueblo boliviano".

Lo mismo hizo Estados Unidos, al pedir que una misión de la OEA garantizará la transparencia de los futuros comicios. "El pueblo boliviano merece elecciones libres y justas", dijo el secretario de Estado de Estados Unidos, Mike Pompeo, en un comunicado. "La credibilidad del sistema electoral debe ser restaurada", agregó Pompeo en Twitter.
Pero, con el correr de las horas, en un día vertiginoso, la discusión sobre el futuro político de Bolivia pasó rápidamente del informe de la OEA a las especulaciones acerca de si Evo Morales volvería a presentarse en las elecciones, al debate sobre si lo que había ocurrido en Bolivia era o no un golpe de Estado.

Un vocero del Departamento de Asuntos del Hemisferio Occidental del Departamento de Estado evitó hablar de un golpe de Estado, pero, tras afirmar que estaban monitoreando la situación en Bolivia, remarcó "la importancia de la democracia en Bolivia".

"El pueblo boliviano merece elecciones libres y justas en el contexto de su Constitución. Hacemos un llamado a todos para que se abstengan de la violencia durante este tiempo tenso y continuaremos trabajando con nuestros socios internacionales para asegurar que la democracia y el orden constitucional de Bolivia perduren", cerró.

Las denuncias de la OEA


Irregularidades
"En los cuatro elementos revisados (tecnología, cadena de custodia, integridad de las actas y proyecciones estadísticas) se encontraron irregularidades, que varían desde muy graves hasta indicativas".

Diferencia
"Resulta improbable estadísticamente que Morales haya obtenido el 10% de diferencia para evitar una segunda vuelta".

Manipulación
"Las manipulaciones en el sistema informático son de tal magnitud que deben ser profundamente investigadas por parte del Estado boliviano para llegar al fondo y deslindar las responsabilidades de este caso grave".

sábado, 9 de noviembre de 2019

El vendaval social que derrumbó el Muro de Berlín y alumbró un nuevo mundo ***


El 9 de noviembre de 1989, a pico y pala, empezaron a caer los ladrillos que separaron familias y amores en una de las capitales culturales más intensas de Europa. Qué cambió desde entonces.


Lo llamaron "El Muro de la vergüenza". Y lo fue. También fue un símbolo de la Guerra Fría, que ni fue guerra ni fue fría, y otro símbolo de la Alemania derrotada y deshecha después de la Segunda Guerra. Se levantó el 13 de agosto de 1961 en la que había sido la capital del Reich de Adolf Hitler, que iba a durar mil años, y durante los siguientes veintiocho años y tres meses el Muro de Berlín dividió a un país ya dividido entre comunismo y capitalismo, la occidental República Federal de Alemania, y la oriental República Democrática de Alemania.

El Muro separó familias, clausuró amores y anuló amistades, abrió una amplia brecha cultural en una de las capitales de más intensa cultura de Europa, condenó al comunismo duro al millón y medio de habitantes que quedaron del lado Este de la ciudad, impuso dos estilos de vida, alimentó los intentos de fuga al Oeste más disparatados, muchos terminaron enfangados en los alambres de púas de las barricadas y en la puntería certera de los vopos, la policía militarizada del sector Oriental. El Muro hizo de Berlín una prenda todavía más apetecida de aquel mundo en guerra larvada, y un escenario pintado para el espionaje internacional, con el intercambio de agentes que transcurría en el puente Glienicke, sobre el río Havel. Entretanto, los berlineses lo soportaron todo sin perder las esperanzas en la reunificación alemana. A muchos se les fue la vida en la espera.

Cuando el Muro cayó, hace treinta años, lo hizo con menos pena y más gloria que las que coronaron su alzamiento. Cayó porque caía el comunismo en la URSS, porque Europa miraba con otros ojos a su propio ombligo, y porque la pared otrora imponente en 1989 ya era un andrajo anacrónico que solo recordaba los horrores del totalitarismo soviético.

¿Cómo fue posible el Muro de Berlín? Primero, por Berlín misma. Alemania había quedado dividida en dos después de la Segunda Guerra. Berlín era una isla en medio de la Alemania Oriental. Y estaba a su vez, como Alemania, estaba dividida en dos: un sector Occidental, bajo dominio de Estados Unidos, Inglaterra, Francia y en parte Canadá, y el sector Oriental, bajo dominio de la URSS.  Berlín siguió siendo la capital del país comunista, mientras la Alemania capitalista había trasladado su capital a Bonn. Para proveer a Berlín y a los berlineses del Oeste de alimentos y combustible, los aliados tenían que pasar por territorio bajo dominio comunista: un equilibrio volátil garantizado apenas por los acuerdos de posguerra. a presencia en la antigua capital del Reich de todas las fuerzas que habían derrotado a Hitler simbolizaba esa victoria y aseguraba un control sobre la ciudad que, se decía entonces y hoy, era y es la llave de Europa. El entonces Primer Ministro de la URSS, Nikita Khruschev, usaba una metáfora más soviética: "Berlín son los testículos de Occidente. Cuando quiero que Occidente grite, aprieto a Berlín". Esa es la segunda razón del nacimiento del Muro.

La tercera razón fue la economía. Desde el final de la guerra y el surgimiento de las dos Alemania, más de cuatro millones de personas habían pasado del Este al Oeste, entre ellos 3.371 médicos (uno de cada cinco del Este), 16.724 maestros y 17.082 ingenieros y técnicos. En cifras proporcionales, el éxodo de Berlín Este al Oeste era similar. El ingreso per cápita de los berlineses del Oeste era más del doble que en el Este. Los berlineses del Este que trabajaban en el Oeste cobraban salarios muchos más altos que sus pares del sector Oriental. Los alimentos eran mucho más baratos en el Este, por lo que los occidentales compraban a precio de ganga en el sector soviético. Esa especulación, que irritaba a Moscú y enfurecía a Khruschev, provocó una tremenda escasez de alimentos, excepto papas, en Berlín Este.

Al borde de la guerra nuclear
Los berlineses del Este habían huido en masa entre 1948 y 1953 en dos ocasiones: cuando Stalin ordenó el bloqueo de Berlín, contrarrestado por un puente aéreo americano que en once meses despachó 277.728 vuelos con 2.343.301 toneladas de alimentos y combustible y, el segundo gran éxodo, en 1953, después de que una protesta obrera fuese ahogada por tropas y tanques soviéticos. Tarde o temprano, la URSS iba a tener que detener esa hemorragia de hombres y dinero en Berlín.  Khruschev quiso hacerlo a su manera. Y desató la cuarta razón que parió al Muro.

En la cumbre que sostuvo con Kennedy en Viena, en junio de 1961, Khruschev amenazó con firmar un acuerdo de paz con Alemania del Este que iba a asegurar, prometió, la libertad de todos los berlineses. Se suponía que el acuerdo debía incluir la retirada de Berlín de las tropas aliadas. Si Kennedy se negaba a firmar ese compromiso, como en efecto hizo, Khruschev prometió firmar la paz unilateral y dejar sin efecto los acuerdos que permitían el libre acceso aliado a Berlín Oeste, lo que abría las puertas a un enfrentamiento nuclear entre Estados Unidos y la URSS. "Podemos destruirnos el uno al otro", dijo Kennedy. "Estoy de acuerdo –dijo Khruschev–. Si ustedes quieren guerra, es problema de ustedes". "Entonces, señor primer ministro, –cerró Kennedy– habrá guerra. Será un largo invierno".

Fue la única vez que se vieron en sus vidas. Cuando Kennedy regresó a Washington, preguntó al Pentágono cuántos muertos estadounidenses calculaban las fuerzas armadas que depararía un enfrentamiento nuclear con la URSS. Le contestaron: 70 millones, casi la mitad del país. Kennedy supo entonces que no habría guerra y el Muro sumó ladrillos. En las dos semanas que siguieron a la cumbre de Viena, veinte mil berlineses huyeron del Este al Oeste, casi todos varones, jóvenes profesionales, la mitad, menor a 25 años. Huyeron a través de las noventa calles, rutas y líneas férreas que por entonces permitían el paso de una Berlín a otra.

Entre tanto, en Estados Unidos, seguían los cálculos para la guerra. Las fuerzas aliadas de ocupación tenían municiones para 18 días, sin necesidad de reabastecerse; comida para 180 días, medicamentos para 210, combustible para 300 días y los berlineses del Oeste, 2,3 millones de alemanes, tenían carbón y combustible para un año, medicinas para seis meses y alimentos para un año que incluían 3244 toneladas de pickles enlatados, 82 toneladas de comida para bebés y 143 toneladas de forraje para los animales del zoológico. Todo, por si el invierno de 1961 resultaba muy largo.

Sin embargo, Kennedy recibió un informe secreto que le aconsejaba prudencia. Aquel documento decía que la postura frente a Khruschev no dejaba margen para otra cosa que no fuese la guerra nuclear. Y advertía: "En esencia, el plan actual requiere tirar con todo lo que tenemos y en un solo disparo. Y eso hace muy difícil cualquier otro recurso que hable de flexibilidad". El informe llevaba la firma de un profesor de Harvard de 37 años y consejero de la Casa Blanca llamado Henry Kissinger, un alemán que había peleado en la guerra como sargento del ejército.

Cimientos del Muro Dos meses después de Viena, Khruschev, presionado a su vez por la línea dura del Kremlin que lo juzgaba débil para enfrentar a Occidente, e incapaz, junto con el líder alemán del Este, Walter Ulbricht, de convencer a sus berlineses de los beneficios del comunismo, diseñó, preparó y plantó la semilla del Muro de Berlín. En la madrugada del domingo 13 de agosto de 1961 un vallado de madera y enjambres de alambres de púas se extendieron a lo largo de los 44 kilómetros de una nueva frontera, hasta entonces invisible, que separaban a las dos Berlín. Otra frontera de 115 kilómetros, aislaba a Berlín, por el Oeste, del resto de Alemania Oriental. A último momento se filtraron al otro lado centenares de berlineses del Este que tomaron por asalto la estación Friedrichstrasse, o cruzaron a la carrera, con lo puesto, algunas valijas y el perro, por la Bernauerstrasse. Los jóvenes que habían ido a pasar la noche en los boliches del Oeste, un desviacionismo burgués según el comunismo, se despertaron con lo puesto y para siempre del otro lado del muro flamante.

El Muro, la mejor propaganda anticomunista

Maderas y alambres de púas no eran un yerro logístico de Khruschev: era cautela, preveía una marcha atrás, una retirada discreta si Occidente desataba una ofensiva contra su decisión de dividir Berlín. Pero Estados Unidos, la Francia de Charles de Gaulle y la Gran Bretaña de Harold MacMillan callaron, tal vez para no provocar a Khruschev o al Kremlin. En septiembre, el Muro se hizo de piedra. "Alemania del Este nos ha hecho un favor", dijo Foy Kohler, asistente para Asuntos Europeos del Departamento de Estado americano que dirigía Dean Rusk. No estaba muy equivocado: el Muro fue una usina de propaganda anticomunista durante tres décadas para Estados Unidos.

No hubo guerra. Berlín siguió siendo la presa codiciada. Un año después del Muro, durante la crisis de los misiles soviéticos en Cuba, Kennedy tuvo la certeza de que esos misiles que apuntaban a Washington eran una provocación de Khruschev para apoderarse de Berlín. "Quiere Berlín –dijo el presidente a sus consejeros–; si ponemos la mano en Cuba, Khruschev va a tomar Berlín". Tampoco pasó. Los berlineses del Oeste empezaron a vivir una nueva vida, con la impronta política y económica de Occidente. Los del Este empezaron a obsesionarse en escapar. Muchos lo intentaron desde los edificios de la Bernauerstrasse, lindante con el Muro: se arrojaban al vacío, hacia Berlín Oeste, donde los esperaban las redes tendidas de los bomberos. Muchos no daban en el blanco. Con los años, toda la zona de edificios pegada al Muro fue demolida por el Este, hasta dejar una amplia "tierra de nadie", cubierta por alambradas de púas y corredores con guardias armados.

La guerra fría en código de letras

Hubo tres puntos de control que recibieron nombres en código para liberarlos de la fonética alemana: el puesto Alfa, de Helmstedt, el Bravo, de Dreilinden y, el más famoso, el Checkpoint Charlie, el retén de la Friedrichstrasse. Cerca de 5000 berlineses del Este lograron fugar a Berlín Occidental, entre ellos el guardia Conrad Schumann, inmortalizado en una foto que lo muestra volando sobre los alambres de púas mientras se quita el fusil del hombro. Otros 57 berlineses lo hicieron en octubre de 1964, a través de un túnel; 192 personas murieron baleadas por los guardias del Este, entre ellas Peter Fetcher, un albañil de 18 años al que dejaron morir desangrado al pie del Muro y a la vista de todo el lado occidental, en agosto de 1962. La leyenda, y las probabilidades, dicen que Libre, la canción que el español Nino Bravo hizo célebre, está inspirada en la muerte del chico Fetcher. En la actualidad, el sitio de muchas muertes puntuales es conmemorado por toda Berlín en placas de bronces.

Berlín del Este imitó en muchos aspectos el estado totalitario soviético: falta de libertades individuales y políticas, una obsesión permanente por controlar la vida de los berlineses, todos sospechosos. Un mundo opresivo donde hacía y deshacía la Stasi, la policía secreta, que llegó a ser la más numerosa del mundo en relación con la población, y que fiscalizaba además las vidas privadas. El lado más rico en cultura de Berlín –por empezar, la isla de los grandes museos, en el río Spree, que quedó en el Este- entró en decadencia.

El arte y la literatura fueron controlados por el poder central, con la censura en el corazón del sistema de supervivencia del régimen. Los líderes de la RDA, Walter Ulbricht y Eric Honecker, proclamaron siempre su convicción de que nada podía entorpecer "el progreso del socialismo", mucho menos quienes exigían libertades fundamentales, acusados de "agentes del imperialismo". "Tenemos un solo objetivo –proclamaba Honecker–; hacer todo por el bien del hombre, por la felicidad del pueblo, por los intereses de clase y de todos los trabajadores. Ese es el sentido del socialismo".

A inicios de los años 70, Willy Brandt, ex alcalde de Berlín y un histórico Canciller de la RFA, emprendió junto con Honecker cierta política de aproximación. Querían suavizar un poco los rigurosos controles fronterizos de Berlín. El comunista Honecker aceptó otorgar permisos de viaje para la "población improductiva", la gente de la tercera edad, pero a cambio del reconocimiento de la RDA como un estado soberano y la extradición de sus ciudadanos residentes en la RFA, los que habían huido de Berlín Este. El acercamiento fue un fracaso. Muro y fronteras quedaron en manos de la RDA, que esgrimía una excusa de lo más simpática e hipócrita para justificarlo todo: se trataba de "muros de protección antifascista contra la inmigración, la infiltración, el espionaje, el contrabando, las ventas y demás agresiones occidentales". La Alemania comunista glorificó la ocupación de Stalin e hizo de la derrota una buena noticia por décadas.

Tecnologías para dividir El Muro crecieron y se perfeccionaron. En 1975 era de hormigón armado, medía 3,6 metros de alto y constaba de 45.000 secciones independientes de 1,5 metros de largo. Le costó más de 16 millones de marcos a la Alemania Oriental. Toda la frontera berlinesa estaba protegida por una valla de tela metálica, cables de alarma, trincheras para evitar el paso de vehículos, la simbólica cerca de alambres de púas, más de 300 torres de vigilancia y treinta búnkeres.

Solo que en cierto momento, en los años 80, la señal televisiva ZDF de Alemania Federal empezó a sintonizarse en todos los livings de la Berlín comunista… El Muro cayó en noviembre de 1989. En paralelo con el proceso de apertura en la URSS, iniciado por Mikhail Gorbachov, y coronado por los nuevos conceptos de glasnost perestroika (transparencia y apertura política, y reestructuración, en especial en la economía), la vieja URSS empezó a crujir. Gorbachov había llegado a la secretaría general del PC cuatro años antes, Occidente lo miraba con simpatía, la inflexible Margaret Thatcher lo invitó a Londres para conocerlo en persona, Ronald Reagan empezó a hablar con él sobre desarme. Sobre esa ola se montó Reagan el 12 de junio de 1987 para exigirle a Gorbachov que tirara abajo el Muro de Berlín, en aquel célebre discurso de espaldas a la Puerta de Brandeburgo. Enfermo y cuestionado, Honecker llegó a celebrar los 40 años de la RDA pero renunció como su mandamás el 18 de octubre de 1989. Las presiones de toda Europa Oriental estallaron ese mismo día. Lo sucedió Egon Krenz. Hungría, la rebelde de los años 50, dio el primer paso: el PC húngaro se había disuelto el 7 de octubre para abrirse a políticas más democráticas y a una economía de libre mercado y, de inmediato, fue demolida la cerca de alambres de púas que separaba a Hungría de Austria. Ese acto fue el primer mazazo. Los germano orientales podían ahora viajar a Hungría, como siempre, pasar a Austria, como nunca, y desde allí ingresar a Alemania Occidental.

Krenz dispuso entonces nuevas normativas para que los berlineses del Este pudieran visitar Berlín Occidental por cualquier punto fronterizo y sin los requisitos burocráticos que existían y que trataban de impedir cualquiera de esos viajes. El 9 de noviembre le encargó dar la noticia a un buen comunista, el portavoz Günter Schabowski, que había nacido en Pomerania, era periodista, licenciado por la Universidad Karl Marx de Leipzig, la ciudad donde pocos meses antes habían comenzado unas tímidas reuniones de disidentes.

El comunicado no hablaba del Muro sino de "puestos fronterizos". Pero cuando Schabowski leyó el documento a los periodistas, el italiano Riccardo Ehrman, que como todos pensaba qué iría a pasar con el Muro, preguntó cuándo empezaba a regir la nueva reglamentación. Schabowski, que no había leído que el comunicado hablaba de "mañana", dijo: "Hasta donde sé… será efectivo de inmediato, sin demoras…" Otro periodista entonces quiso saber en qué quedaba el Muro y Schabowski, sin instrucciones, no supo qué decir. Fue una respuesta.

Esa noche los berlineses colmaron los dos retenes fronterizos para pasar a Berlín Occidental; los guardias del Muro tampoco pudieron detener a una oleada humana que se abalanzó sobre el cemento armado con picos y martillos. El Muro empezó a caer. Los alemanes cantaron a Beethoven, Mstislav Rostropovich y su violonchelo revivieron al pie del Muro las suites de Bach: cuatro cuerdas contra el cemento. Alemania se reunificó un año después, bajo la guía del canciller H.Kohl.

El muro está en la cabeza

Otra frontera, otro muro invisible divide, que no separa, a las dos Alemanias. Y Berlín no es la excepción, ya no. El lado occidental, como antes, es más rico que el oriental. El oriental es más nacionalista que el occidental. Hay más inmigrantes en el lado occidental y en el oriental consideran un tragedia la inmigración. Los occidentales controlan todavía muchos puestos de poder en el Este: ocho de cada diez jueces y fiscales del Este crecieron y se educaron en el Oeste. 

Ninguna de las más importantes compañías alemanas que cotizan en bolsa tiene su casa matriz en el Este, donde el discurso político gira hacia el nacionalismo y es fuerte el partido ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD). Los profesores, jueces, médicos, ingenieros, técnicos que en 1961 huían en masa a Occidente fueron llevados a los estados del Este alemán para reemplazar a una generación que había crecido y se había educado inmersa en el comunismo.

El muro invisible dice que el desempleo en el Este alemán es del 19 por ciento mientras que en el Oeste no supera el 10 por ciento. Los salarios son un poco más bajo en el Este: 1700 euros contra 2300 por el mismo trabajo. Desde 1989 todos los alemanes pagan un porcentaje de su salario destinado a un fondo de reconstrucción de Alemania Oriental. Fue más alto del que se destina hoy, el 5,5 por ciento de cada salario. Se calcula que entre 75 y 80 mil millones de euros anuales se destinan en subsidios para el Este alemán, lo que representa el4 por ciento del PBI del parte occidental de Alemania, pero es el 40 por ciento del PBI de la parte oriental, según cifras del Instituto de Investigaciones Económicas de Alemania.

Los expertos sostienen que todavía existen tres grupos bien diferenciados de alemanes del sector oriental que se sienten atraídos por el comunismo: los ancianos, que crecieron y vivieron en el antiguo bloque soviético, los empleados acomodados del antiguo régimen que perdieron sus privilegios con la caída del Muro y los jóvenes desempleados y marginales, que se sienten avasallados por el capitalismo.

"El Oeste se apoderó del Este", dicen quienes integran el movimiento antinmigrante Pegida, sigla de "Europeos Patrióticos Contra la Islamización de Occidente", vinculado de alguna forma a Alternativa para Alemania. Manifiestan todos los lunes en Dresden, capital de Sajonia, la ciudad que fue destruida por los bombarderos aliados pocos meses antes del final de la Segunda Guerra. Los manifestantes de Pegida son casi todos hombres y casi todos, mayores de 50 años. Son los que crecieron cuando el Muro era flamante

*** Alberto Amato / diario Clarin

viernes, 8 de noviembre de 2019

El movimiento obrero va a ser parte del Gobierno…




Héctor Daer y Carlos Acuña recibieron al presidente electo en la sede de Azopardo. También estuvo Hugo Moyano. AF propuso además que el emblemático edificio de la CGT "se convierta en un centro de educación tecnológica".
El presidente electo Alberto Fernández aseguró hoy que el movimiento obrero organizado a través de la CGT “va a ser parte del nuevo Gobierno” y ratificó que llamará a un pacto social con los empresarios para “diseñar las políticas” que necesita la Argentina para el futuro. Fernández se expresó así en la sede de la CGT, lugar al que llegaron más de 140 secretarios generales de todo el país. Allí fue recibido por los líderes de la central obrera, Héctor Dáer y Carlos Acuña, además del líder de la UPCN, Andrés Rodríguez.
El presidente electo dijo a los sindicalistas que parte de los desafíos que tendrá su gobierno y el país en general es la institucionalización de un “pacto social”, en línea con lo que supo pedir Juan Domingo Perón.
#cgt #sindicalismoargentino # albertofernandez

TURISMO Foeesitra 2020 ( Villa Gesell - Santa Rosa de Calamuchita)



sábado, 2 de noviembre de 2019

Cómo se debilitó la representación gremial en el Congreso en los últimos 36 años



 

La presencia en el parlamento nacional de diputados y senadores de extracción gremial sigue en caída libre desde la vuelta de la democracia, en 1983. En las pasadas elecciones generales los representantes de los trabajadores no sumaron bancas en la Cámara Baja, y su expresión se redujo a menos del 5%. En la Cámara Alta el desempeño fue peor aún: el dirigente sindical que debía revalidar título quedó fuera.

Cuando el radical Raúl Ricardo Alfonsín le ganó las elecciones presidenciales, el 30 de octubre de 1983, al justicialista Ítalo Argentino Luder, accedieron a la Cámara de Diputados 23 representantes de extracción sindical.
Miguel Unamuno fue uno de los dirigentes más caracterizados que llegó a la Cámara Baja en esa elección. Unamuno había sido secretario nacional adjunto de la Asociación Bancaria, y ministro de Trabajo de María Estela Martínez de Perón.Años después, en 1997, el cervecero y ex titular de la CGT -entre los años 1980 y 1992- Saul Ubaldini llegaría a Diputados.
En la actualidad, esos 23 parlamentarios se redujeron a los 12 actuales.
Ellos son Pablo Ansaloni (OSPERA), Pablo Carro (docentes universitarios), Walter Correa (Curtidores), Romina del Pla (Docente), Abel Furlan (UOM), José Luis Moretti (Obreros y Empleados Telefónicos), Facundo Moyano (Peajes), Mónica Schlotthauer (Unión Ferroviaria), Vanesa Siley (Judiciales), Jorge Taboada (Camioneros), Hugo Yasky (Docentes, CTA) y Carla Pitiot (APOC).
De este total, cinco pertenecen al bloque del Frente para la Victoria-PJ; dos por el interbloque que supieron conformar Sergio Masa y José Manel de la Sota, Federal unidos por una nueva Argentina.Los cinco restantes ingresaron por igual cantidad de espacios políticos; Red por Argentina, Cambiemos, Izquierda socialista-Frente de izquierda y Cultura educación y trabajo.
Facundo Moyano, quien entra en su séptimo año de mandatos, es quien lleva más años en la banca y si quiere continuar siendo diputado debería revalidar su título en las próximas elecciones parlamentarias de 2021. Según un minucioso análisis relevado por “Iniciativa ciudadana quiero saber”, que realizó su extenso informe para la publicación especializada Mundo gremial, a 2019 los proyectos de ley presentados que se relacionan con el tópico “trabajo” fueron encabezados por el hijo del secretario general del gremio de los Camioneros, 134 en total.
Le sigue la docente del Partido Obrero, Del Plá con 38 proyectos; Furlan con 23, Yasky con 19, y Siley con 13 proyectos de ley.
El resto presentaron menos de 10 iniciativas.
Si tenemos en cuenta que la Cámara Baja está conformada por 257 diputados, representan tan solo el 4,66%La performance es mucho peor si se compara con los 39 legisladores que habían ingresado en 1973.
En este punto vale recordar que la actividad parlamentaria fue suprimida de manera abrupta con el golpe de Estado del 24 de marzo de 1976.
La sangría de gremialistas obedece a varias razones, pero hay al menos cuatro puntos que sobresalen; la pérdida de poder frente a la case política; las mayores movilizaciones por reclamos que en los últimos 15 años demostraron los movimientos sociales; la crítica que los trabajadores le hacen a la CGT por dilatar medidas de fuerza; y el desprestigio de algunos dirigentes sindicales que, lejos de traccionar votos -como ocurrió en algún momento de nuestra historia- los expulsa.
Uno de esos ejemplos bien podría Luis Barrionuevo, el dirigente que lleva 34 años al frente del gremio gastronómico. El 27 de octubre pasado, Barrionuevo encabezaba la lista de diputados nacionales por la provincia de Catamarca en representación de Consenso Federal, el espacio que llevaba como candidato a presidente de la nación a Roberto Lavagna.
El dirigente gremial no llegó al 5% de los votos. Es decir menos que los sufragios en blanco que representaron el 9%.El otro sindicalista de renombre que quedó fuera del parlamento nacional, en este caso de la Cámara de Senadores, es el petrolero Guillermo Pereyra, del Movimiento Popular Neuquino.
Obtuvo el 22% de los votos y quedó detrás del Frente de Todos (35,59%) y de Juntos Por el Cambio (32,38%).De esta manera, Pereyra, que renovaba su banca, quedara fuera de la Cámara Baja.
Desde la vuela de la democracia, en 1983, a la actualidad, el número de representantes de los trabajadores bajó de 23 a 12. El descenso de los gremialistas en la Cámara Baja es más pronunciada aún si se los compara con los 39 legisladores de extracción sindical que habían ingresado en 1973 y cuyo mandato se interrumpió abruptamente con el golpe de Estado del 24 de marzo de 1976.
En 2019 la representación obrera es de apenas 4,66%.
La cifra se repetirá después de la jura de los nuevos diputados que asumirán después del recambio presidencial el 10 de diciembre, ya que durante las pasadas elecciones, no ingresó ningún representante gremial. Pero tampoco disminuirá porque ninguno había puesto en juego su poltrona.
El estudio de “Iniciativa ciudadana, quiero saber”, y basado al análisis de las estadísticas de la Dirección de Información Parlamentaria del Congreso Nacional, informa que “en el período comprendido entre la vuelta de la democracia y 1993 los legisladores del movimiento obrero se redujeron de 39 a 23. De 1993 a 2003, pasaron a ser de 23 a 17, y entre 2003 hasta 2011, el número se redujo a 13”.
Y de esa fecha a 2019, a los 12 ya mencionados.
Medido en porcentaje, las cifras quedan aún más patentizada. Entre 1973 y 1976 la representación de la clase trabajadora en el parlamento nacional era del 34%.
Entre 1985 y 1987, disminuyeron al 29,7%.
De 1987 a 1989 los diputados sindicales llegaban al 24,7% entre los 257 integrantes de esa cámara.Desde 1989 a 1991 la cifra bajó al 20%; de 1993 a 2003, el descenso llegó al 8,9%; y ya entrado en la era kirchnerista la escasez de dirigentes gremiales en las listas hizo que entre de 2003 y 2011 esa expresión disminuyera al 5,0% hasta llegar a la mínima expresión actual de tan solo el 4,66%.
Como se puede observar, a lo largo de los años, lejos de fortalecerse el poder sindical se fue devaluando período tras período legislativo.
Por Andrés Klipphan

viernes, 1 de noviembre de 2019

La CGT pidió la beatificación de Evita




La CGT pidió la beatificación de Evita

En el marco de la conmemoración a los 100 años del natalicio de Eva Duarte de Perón, la Central General de Trabajadores reclamó a la Iglesia el inicio del proceso de beatificación de este ícono del peronismo  y de la historia argentina. A través de una carta enviada al cardenal Mario Poli, Héctor Daer, Julio Piumato, Jorge Sola y Carlos Acuña ratificaron el pedido de canonización de Evita, que había sido extendido en mayo al papa Francisco. “Su figura y obra han alcanzado el justo valor trascendente que poseen para nuestro pueblo y para todos los pueblos del mundo con sed de Justicia”, argumentaron en un comunicado.

El Consejo Directivo de la entidad formalizó la petición al Arzobispo de Buenos Aires, dado que es este el que puede iniciar la postulación del emblema del peronismo para someterlo a la votación del Vaticano. La central obrera solicitó a Poli que la Iglesia ” acompañe el sentir popular y la coloque en los altares oficiales para la felicidad de nuestros fieles y santos”.
“El renacimiento de la Argentina está cifrado en la recuperación de las fuentes espirituales de la nacionalidad. Y circunstancias únicas nos vuelven a dar esta oportunidad. El pontificado de Francisco puede alumbrar un camino, si estamos dispuestos a andar las huellas que dejaron nuestros mejores hombres y mujeres”, finaliza el comunicado.
El 15 de mayo, ocho días después del centenario de "la abanderada de los humildes", los miembros del consejo directivo y de una representación de "sacerdotes obreros" hicieron público un manifiesto titulado "Eva Santa del Pueblo" para lanzar la propuesta de beatificación dirigida a la Santa Sede y a Jorge Bergoglio.
"Eva Perón entregó su vida en un mandato providencial que fue la misión de rescate de la dignidad de la persona humana en su sentido más trascendente. Síntesis de una profunda fe en su Pueblo y en Dios que a cien años de su nacimiento continúa estando en el corazón popular y en los altares del pueblo humilde junto a la Virgen María", habían dicho en ese momento.
El camino a la beatificación
El proceso puede demorar años porque hay una serie de extensos pasos a seguir. En principio, el pedido de la apertura de la causa debe hacerse en la diócesis en la que murió la persona, en este caso, el arzobispado de Buenos Aires y será aceptada sólo si consta de argumentación sólida
Luego, inicia el proceso de estudio del candidato y, si resultara satisfactorio, el arzobispado girará la causa a la congregación para la Causa de los Santos del Vaticano, donde se realizará un segundo análisis.
Si finalmente se concluye que vivió su fe "en grado heroico", la persona es declarada "venerable". Otro requerimiento es que se compruebe que Dios obró un milagro por su intercesión para ser declarado "beata". Si se comprueba un segundo milagro, es proclamada "santa".
Sin embargo, en 2017, Francisco introdujo un nuevo motivo para iniciar el proceso de beatificación y posterior canonización: incluyó a aquellos que "con la intención de seguir al Señor, impulsados por la caridad, han ofrecido heroicamente su propia vida por el prójimo, aceptando libre y voluntariamente una muerte cierta y prematura".
Fuente : P12

miércoles, 30 de octubre de 2019

martes, 29 de octubre de 2019

Treinta años de telefonía celular en la Argentina: cómo fue el lanzamiento del primer Movicom




Licitado por Rodolfo Terragno y Raúl Alfonsín, la primera llamada fue entre Carlos Menem y María Julia Alsogaray el 1° de noviembre de 1989. Al principio el servicio era muy caro y tenerlo era símbolo de status
La telefonía celular arrancó en la Argentina el 1° de noviembre de 1989, pocos meses antes de la privatización de ENTel. El servicio comenzó en el Área Múltiple de Buenos Aires (AMBA). Era muy caro y fundamentalmente para empresas, millonarios y aquellos que no conseguían líneas fijas de la estatal Empresa Nacional de Telecomunicaciones (ENTel). También había unos modelos especialmente diseñados para usar en autos, de gran tamaño y conectados con un cable a la batería del automóvil. Todos eran de Movicom. Y el proveedor tecnológico era Motorola.
Tener un Movicom era símbolo de status. Podía ser el Modelo Vehicular, especialmente diseñado para usar en los autos, de 1,2 kilogramo, que se conectaba con un cable a la batería del automóvil; y el Modelo Transportable, que se podía llevar como un pequeño maletín, de 4 kilos de peso -luego se transformó en el famoso ladrillo- y usarlo en cualquier parte, con una batería que tenía una autonomía de uso de dos horas.
En la Argentina la telefonía celular comenzó seis años después que en los Estados Unidos, con un evento protocolar en el que la interventora de ENTel, María Julia Alzogaray, llamó desde las oficinas de Movicom con una valijita portátil al presidente Carlos Menem, que se encontraba en la residencia de Olivos. El diálogo entre ambos funcionarios se vio interrumpido por el ingreso en línea de los periodistas Bernardo Neustadt y Enrique Llamas de Madariaga, que llamaron a Menem desde sus programas radiales; hasta que la ingeniera Alsogaray los cortó, para continuar con el acto protocolar y dejar en línea a Menem con el secretario de Comunicaciones, Raúl Otero.
"Los inicios tenían más que ver con la falta de líneas de telefonía fija, que con una necesidad de movilidad. Yo fui uno de los primeros usuarios, en 1990", recuerda el especialista Enrique Carrier. Y agrega: "Trabajaba en una empresa que había puesto un aviso en un diario para promocionar una terminal de autoservicio. Y el único teléfono que pusieron para esa oferta era el de Movicom. Así que yo iba a todos lados con la valijita, esperando que la gente llamara ahí".
"Los primeros seis meses fueron duros, con un desarrollo lento, alcanzando en mayo de 1990 la cifra de 3.000 suscriptores", aseguraban por entonces los voceros de Movicom. Para noviembre, la empresa ya tenía 12.000 abonados. En los dos primeros años llevaba invertidos US$ 60 millones y había conseguido 25.000 clientes del servicio. En ese entonces, la compra del equipo básico de Movicom costaba US$ 1.320 de contado (440 dólares por la conexión y 880 por el equipo de Motorola), a los que había que agregar otros US$ 200 de depósito, que se reintegraban al año de servicio.
Era la época en la que ENTel no invertía casi nada y sólo instalaba muy pocas líneas telefónicas, a través del Plan Megatel, que tenía un costo sideral por cada línea en servicio.
Hay vida más allá del celular
"El proyecto de traer la telefonía celular a la Argentina fue de Rodolfo Terragno, ministro de Obras y Servicios Públicos. En 1988 se hace la licitación, bajo el gobierno de Raúl Alfonsín, y al año siguiente arranca la prestación del servicio, ya con Menem", explica Henoch Aguiar, ex secretario de Comunicaciones y actual director de la empresa estatal Arsat.
La empresa que ganó esa licitación fue Movicom, que "comienza a instalar antenas de telefonía celular desde el microcentro para afuera", dice Aguiar. Y explica que "les llevó por lo menos un año y medio instalar la red de antenas, conseguir las terrazas, hacer los nodos", hasta que lanzaron el servicio en noviembre de 1989.
La Compañía de Radiocomunicaciones Móviles, cuya marca era Movicom, había participado en un concurso público internacional, convocado bajo el gobierno de Alfonsín, a fines de 1987, para brindar en el AMBA el Servicio de Radiocomunicaciones Móviles Celulares (SRMC). De ese concurso también participaron otros tres consorcios liderados por SADE, Alcatel y Telefónica de España.
La victoria de Movicom en esa licitación se anunció en agosto de 1988. El consorcio ganador estaba formado por tres empresas estadounidenses: el mayor operador de telefonía celular de ese país, BellSouth (29%); su proveedor tecnológico Motorola (25%) y el banco Citicorp (8%). Esas tres empresas se habían asociado con las locales Socma/IECSA (Sociedad Macri, 18%), BGH (15%) y Astra (5%).
"Motorola era socia de esa compañía porque había que invertir mucho en redes. Y Motorola tenía no sólo la parte de los equipos, sino también la red de telefonía celular, así que había integración de ambas puntas", dice Germán Greco, gerente general de Motorola Mobility de Argentina.
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Es que BellSouth y Motorola ya eran socios en los Estados Unidos, donde estaban expandiendo el servicio de telefonía celular. Y parte de la inversión en la Argentina la hacían ambas empresas, con financiación del Citicorp.
De hecho, el gerente de Sistemas de Motorola, Martin Cooper, fue el primero en lograr hacer en una llamada telefónica, en 1973, con un modelo Dynatac, que tenía el tamaño de una caja de zapatos y pesaba casi un kilo. Diez años después se implementaron las primeras redes celulares comerciales en los Estados Unidos. Y seis años después en la Argentina.
En un año casi se triplicó la cantidad de teléfonos celulares
El proyecto que había presentado Movicom en la Argentina, en 1988, contemplaba una inversión de US$ 220 millones, para tener 319.700 abonados de telefonía celular en el año 2004. En esos 15 años, a ENTel le ingresarían otros US$ 171 millones, por el uso de la red y alquiler de equipos troncales, según el proyecto que por entonces presentó Movicom.
"En esa época era muy caro tener un celular, así que había muy poca gente que podía tenerlo, era un servicio muy de nicho. Y además no había competidores que hicieran otro tipo de dispositivos, el 100% del mercado era Motorola. Fuimos los que impulsamos la tecnología desde cero", asegura el titular de la filial local del proveedor estadounidense.
En ese mismo 1988, cuando se licitó la telefonía celular bajo el impulso del entonces ministro Terragno, el gobierno de Alfonsín buscó dinamizar a todo el sector de las telecomunicaciones, por lo que envió al Congreso un proyecto de ley para transformar a ENTel en una sociedad de capital mixto, con participación estatal y privada.
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En realidad, había un preacuerdo con Telefónica, que estaba dispuesta a comprar el 40% de ENTel. Pero el Congreso nunca lo aprobó, básicamente por dos motivos: la bancada radical no había hecho suyo el proyecto; mientras que el peronismo se oponía férreamente a privatizar cualquier empresa de servicios públicos, una postura que cambiaría al año siguiente, con la llegada de Menem al gobierno.
En 1990 se privatiza ENTel. Las dos empresas que ganaron esa privatización (Telefónica y Telecom) pudieron ingresar al segmento de la telefonía celular recién en 1993, a través de Miniphone, un operador integrado por ambos operadores en forma conjunta para brindar servicio en el AMBA. Del mismo modo prestaban servicios de comunicaciones internacionales, con Telintar, y transmisión de datos, vía Startel.
En el interior del país, la telefonía celular demoró cuatro años más que en el AMBA: arrancó en mayo de 1994, de la mano de CTI Movil. Telefónica recién lanzó su propio operador de telefonía celular en marzo de 1996, con la marca Unifón, en el sur del país, donde también prestaba telefonía fija; y en mayo de ese año comenzó a prestar sus servicios Personal (Telecom) en el norte del país.
En 1999, Miniphone se dividió en partes iguales entre Unifón y Personal. Ese mismo año Bellsouth compra la totalidad del paquete accionario de Movicom, que pasa a llamarse Movicom Bellsouth. Y en 2004 Telefónica compra la filial latinoamericana de Bellsouth, que cambia su nombre y queda como Movistar. En ese entonces, la nueva compañía fusionada tenía 3,6 millones de clientes, el 47% del total del mercado local. Una cifra que superaba ampliamente los 319.000 abonados que había planificado Movicom cuando presentó su propuesta para lanzar la telefonía celular en la Argentina.
Fuente ; Diario Clarin