sábado, 15 de diciembre de 2018

CLÁUSULA de REVISIÓN: Inflación Jul/ Nov 2018: Datos Indec 22.10% - Según Telecom 13.6% …



Inflación promedio Jul- Nov 2018: índices verdaderos o capciosos…

Para aplicar la cláusula de revisión en los salarios de los trabajadores de las telecomunicaciones, se deben tener en cuenta los 14.5 % acordados en el acta salarial de julio de 2018, cotejando el IPC del periodo julio.noviembre: a saber al  30.11.2018 la inflación descripta por el INDEC  oficial fue del 22.10 %
La que Telecom informa  es del 13.6 % en el mismo periodo. ( sin mencionar la fuente)

Nivel general del Índice de Precios al Consumidor (IPC)

Julio 3.10%
Agosto 3.9 %
Septiembre 6.5%
Octubre 5.4 %
Noviembre 3.2  %

Acumulado al 30 de noviembre  22.10 % .

Información respaldatoria  para aplicar la cláusula de revisión del acuerdo salarial Teco.Fattel.Foeesitra

Telecom  tiene otros guarismos distintos a los oficiales, según ellos la inflación fue del 13.6 %; con el que sostienen la teoría absurda de  afirmar que sufragaron  más salarios que la inflación por ellos mencionada. ( se adjta. info. oficial de Teco)   

La empresa se esta negando a cumplir con los términos del acta salarial-cláusula de revisión mediante- desconociendo los índices oficiales del Indec; es por ello que la M.U.S. de las Telecomunicaciones ha resuelto una gran movilización el 19D en todo el país para denunciar la situación planteada.

No es una marcha para destituir a nadie, ni para tirar piedras o por las superestructuras, sino por los trabajadores telefónicos. Una Movilización por la DIGNIDAD!!!


Datos  IPC Indec





Acuerdo de Reajuste Salarial: M.U.S. - AMX Argentina CLARO

SOEESIT Pergamino: Triunfo la Lista Marrón 18 de Marzo


Ha finalizado el sufragio de los votos y la Lista Marrón 18 de Marzo ha sido consagrada por la Junta Electoral bajo la fiscalización del Ministerio de Trabajo de la Prov. de Buenos Aires como la nueva conducción de nuestro sindicato, el SOEESIT Pergamino, por un periodo de cuatro años.



viernes, 14 de diciembre de 2018

Que pasa en tu oficina…??



Las diversas realidades laborales de los trabajadores de las telecomunicaciones de la República Argentina  tienen un espacio para divulgarlas, exponerlas, debatirlas y compartirlas con los compañeros /as de todo el país: Telefónicos en Facebook 

Hoy más que nunca la información es un compromiso de solidaridad….

Telefónicos en Facebook

El protagonista de la información sos vos!!!





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jueves, 13 de diciembre de 2018

La pobreza creció al 33,6% en la Argentina y es la más alta de la década, según un informe de la UCA **


Son cifras correspondientes al tercer trimestre. Aumentó 19% respecto del mismo período de 2017. Más de 13 millones de argentinos son pobres

En lo que constituye un verdadero retroceso en términos de desigualdades en la Argentina el índice de pobreza se disparó al 33,6% en todo el país durante el tercer trimestre de este año y constituye así un aumento de 19% respecto de las cifras difundidas por el Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina (UCA) un año atrás.
Según los datos emitidos hoy, en la Argentina existe un 33,6% de personas que viven por debajo de la línea de la pobreza mientras que hay un 6,1% que se encuentran en la indigencia. Esto constituye un estimado de más de 13,2 millones de personas que sufren la pobreza. Un año antes había medido 28,2% de la población.
"Este es un informe que no responde a una intencionalidad política o partidaria sino que es el reflejo de un estudio científico que responde a una Argentina que vive con muchas desigualdades, una inflación que pegó mucho en la población y una importante franja de los argentinos que no tienen trabajo", expresó a Infobae Agustín Salvia, director del Observatorio de la Deuda Social de la UCA.
Estos datos de pobreza arrojan los índices más elevados en la última década en Argentina y se estima que en el último trimestre estos datos se mantendrán.
Los números arrojados por este índice se realizan en unos 5.800 casos de todos los conglomerados urbanos del país con más de 80.000 habitantes y toma en cuenta una muestra por ingreso aunque tiene datos más ampliados de la situación de las personas pobres o indigentes.
El incremento en los niveles de pobreza que registró ahora el informe del Observatorio de la Deuda Social de la UCA implica un retroceso ya que vuelven a darse cifras superiores a las que había en el 2015 cuando finalizó el mandato de Cristina Kirchner (29,2%) y al momento en que comenzó la administración de Mauricio Macri (32,3%).
Salvia explicó que la pobreza golpeó más a los sectores medios por la inflación y la falta de trabajo que a los sectores indigentes que tienen una protección social que hizo mantenerlos en su situación.
De esta manera, el Gobierno no logró, al evaluar estos datos, una reducción de la pobreza y se mantiene muy lejos de la promesa presidencial de alcanzar una pobreza cero en la Argentina.
En el primer semestre de 2018, el INDEC arrojó el dato de que el 19,6% de los hogares en la Argentina está por debajo de la línea de pobreza, lo que comprende al 27,3% de las personas. Dentro de este conjunto se distingue un 3,8% de hogares indigentes que incluyen 4,9% de las personas.
Allí también el INDEC había registrado una suba de la pobreza y la indigencia con respecto al segundo semestre de 2017 y una disminución respecto de los consignados en el primer semestre de 2017.
Por otra parte, el dato llamativo del índice de ahora de la UCA es que la pobreza golpea más en el Conurbano y en los chicos de 0 a 17 años donde se vio un incremento del 44% al 51,7%.
En este caso llama mucho la atención otro dato alarmante del Observatorio de la Deuda Social: el nivel de inseguridad alimentaria en la Argentina hoy es del 20% del total de la población y la inseguridad alimentaria severa, es decir aquellos que pasan hambre, es de 7,9%.
Salvia atribuyó todas estas cifras alarmantes en la Argentina a que no existe en la última década una clara política distributiva del ingreso y a que la pobreza estructural no logró desterrarse.
El trabajo que presentó la UCA bajo el título de Estancamiento estructural, pobreza crónicas y desigualdad crónica en Argentina 2010-2018 sostiene también que la economía vinculada al sector externo y necesario para el crecimiento no logró una derrame hacia los sectores más productivos.
En marzo, la UCA presentará un informe sobre pobreza multidimensional en donde se registrarán mayores niveles de inseguridad alimentaria y una mejora en la infraestructura de salud y hábitat.
** Martín Dinatale / Infobae

MOVILIZACIÓN a Telecom


lunes, 10 de diciembre de 2018

…Cómo fue el 10 de diciembre de 1983…

Hace 35 años, con la asunción de Raúl Alfonsín como presidente constitucional, la Argentina vivió un momento de fervor popular y de gran esperanza después de los oscuros años de la dictadura militar

Ese sábado todo empezó muy temprano. A las 7.45 ya había movimiento. Los cuatro canales de aire transmitían desde el Congreso. El presidente electo, Raúl Alfonsín ya había llegado. También lo iban haciendo legisladores, invitados y delegaciones extranjeras.

Lo de empezar temprano el día de su asunción no parece casual. No sólo porque iba a ser un día abigarrado, cargado de actividades. El libro Alfonsín, mitos y verdades del padre de la democracia, una excelente biografía escrita por Oscar Muiño, abre con una gran escena: "Era noctámbulo, trasnochaba, se levantaba tardísimo, fumaba mucho, llegaba tarde a las reuniones. Un radical típico. Un día, de repente, largó el cigarrillo, se inventó una rutina, comenzó a convocar gente temprano en las mañanas, dejó la noche. Cuando me enteré, supe que Raúl Alfonsín quería ser presidente". Ese madrugar, ese tener en actividad un sábado a todos desde muy temprano pretendía ser una nueva impronta.

Entre los invitados especiales los mayores honores se los llevaban los ex presidentes democráticos. Arturo Frondizi saludaba a cada legislador pero fue Isabel Perón quien tuvo que sacarse fotos con cada persona que se le acercaba simulando que los conocía. Desde su regreso al país había sido portada en todos los diarios. Se especulaba con que que encabezaría la oposición, que comandaría la reestructuración del peronismo derrotado. Los dos ex presidentes fueron los encargados de izar la bandera en la sala de sesiones.

Había una tensión alegre y ansiosa en el ambiente. Luego de siete años de silencio el Congreso se resignificaba. Su ausencia había hecho que los argentinos hubieran vuelto a valorar su actividad. Manteniendo un hábito legislativo de las décadas anteriores, las sesiones preparatorias, que tuvieron lugar desde 15 días antes, no habían sido del todo pacíficas.

Algunas provincias no habían terminado el recuento definitivo y no se podían aprobar los diplomas. Eso demoraba también la proclamación de la dupla presidencial a través del Colegio Electoral. Pero la gran disputa entre radicales y peronistas se daba por la conformación y manejo de las diferentes comisiones legislativas. Mientras el oficialismo reclamaba mayor poder por haber triunfado en las elecciones, el peronismo luchaba por mantenerse vivo y con influencia y no quería perder el manejo de comisiones clave.

Además la conformación de las Cámaras había quedaba bastante equilibrada con mayoría radical en Diputados pero con supremacía peronista en Senadores.

Luego del triunfo con el 52% de los votos del 30 de octubre, Alfonsín se dedicó a formar su gabinete y a reunirse con los distintos sectores políticos y sociales del país. Referentes peronistas, militares, Madres de Plaza de Mayo,intelectuales y otros fueron pasando por los encuentros, deseándole suerte y, por supuesto, dejándole pedidos y reclamos de antemano.

Los sindicatos se movían y empezaban con sus exigencias y procuraban imponer condiciones; no querían quedar relegados en la nueva repartija de poder. Antes de asumir empezaba una lucha que perseguiría y hostigaría al presidente radical a lo largo de todo su mandato. Alfonsín hablaba de sindicato único por actividad, elecciones claras y actividad sindical escindida de la políticaSaúl Ubaldini y el resto de la CGT marcaban la cancha desde temprano. Luego, vendrían las discusiones públicas, los enfrentamientos y un número que varios pueden repetir de memoria: los 13 paros generales en cinco años y medio.

El panorama tampoco era alentador desde el punto de vista económico. Recesión, inflación del 20 % mensual, deuda externa. El otro foco de tensión, naturalmente, estaba dado por los militares. Poco antes habían dictado la ley que se conoció como de Autoamnistía. Las tensiones estaban latentes y las heridas en carne viva. El 5 de diciembre se disolvía la Junta Militar. Luego de negociaciones encabezadas por Antonio Tróccoli, el futuro ministro del Interior, la asunción del mando se adelantó de principios de 1984 a diciembre de 1983.

Aquel 10 de diciembre, a las 8.30 en punto, comenzó la sesión. Alfonsín y Víctor Martínez juraron ante la Asamblea Legislativa. Años de dolor parecían quedar atrás, en esas voces fuertes, convencidas que juraban lealtad a la Constitución Nacional, auguraban un futuro mejor, abrían esperanzas. Fue el primer momento emotivo del día.

Luego Alfonsín se dirigió a la Asamblea. Abrió una carpeta, acomodó las hojas, se puso los anteojos y empezó su discurso. Sólo leyó 28 de las 74 páginas. El resto pidió que fuera incorporado al Diario de Sesiones. Eligió dar a conocer su ideario institucional y dejar para otro momento las medidas concretas. Es lo que necesitaba el país en ese momento. El discurso fue interrumpido por aplausos de todas las bancadas en varias ocasiones. Se puede resumir su alocución (medida y firme, acorde al lugar y al momento, dejando la espectacularidad para otra circunstancia) en la frase que provocó la primera ovación. Simple, contundente y necesaria: "Vamos a ser un gobierno decente".

Luego del Congreso llegó el primer momento épico del día. A contramano, bajó por Avenida de Mayo hacia la Casa de Gobierno. En el Cadillac descapotable, escoltado por decenas de granaderos a caballo, con su esposa María Lorenza Barreneche de pie al lado suyo, Alfonsín saludaba a las miles de personas que esperaban verlo pasar a los costados de la avenida. El sol de diciembre, el entusiasmo de la gente, los papelitos que caían sin cesar de los edificios y la esperanza convertirían a ese paseo en inolvidable.

En la Casa Rosada fue el momento de la entrega de atributos. En una ceremonia sobria, formal y breve, sin demasiadas sonrisas, Reynaldo Bignone, el último dictador, entregó el bastón y la faja presidencial. Luego, Alfonsín tomó juramento a sus primeros ocho ministros: Antonio Tróccoli (Interior), Bernardo Grinspun (Economía), Dante Caputo (Relaciones Exteriores), Roque Carranza (Obras y Servicios Públicos), Raúl Borrás (Defensa), Antonio Mucci (Trabajo), Aldo Neri (Salud y Acción Social) y Carlos Alconada Aramburú (Educación).

Grinspun tomaría notoriedad por su pelea por enderezar la economía; sus momentos de mayor fama los consiguió en verano: jugando al truco en las madrugadas marplatenses con Gerardo Sofovich y Susana Giménez, y en una célebre respuesta con mohín incluido ante un representante del FMI, cuando se bajó los pantalones y mostrándole la cola le dijo: "¿Querés que me baje los pantalones? Me los bajo".

Caputo tenía apenas 40 años, era el más joven del gabinete y el de mayor preparación intelectual. Borrás tenía la tarea más ímproba que era lidiar con los militares, con su repliegue, con la necesidad de depurar las tres armas, con sus exigencias por impunidad y con la urgencia por ajustar sus conductas a los nuevos tiempos democráticos. Luego de ellos ocho, un buen elenco, juraron todos los secretarios de Estado.

De allí, Alfonsín se dirigió al Cabildo. En los días previos, los radicales más influyentes sentaron su posición al respecto y alimentaron la discusión. ¿Desde dónde debía dirigir Alfonsín su primer mensaje como presidente al pueblo? Muchos sostenían que desde los balcones de la Casa Rosada. Otros insistían en evitar ese escenario. No querían asociar el nuevo gobierno a imágenes del pasado, deseaban obviar situaciones que los asimilaran al peronismo. Ese balcón tenía dueño. Simbólicamente, comenzar desde el Cabildo era unir los primeros pasos del nuevo gobierno a los albores de la Nación.

El balcón principal del Cabildo desbordaba de gente. Entre ellos se abrieron paso el flamante presidente y Víctor Martínez. La multitud bramó. La plaza y las calles aledañas estaban repletas. Había vinchas celestes y blancas, gorros y banderas argentinas, boinas blancas y banderas y estandartes del Partido Radical. También algunas enseñas de otros partidos. Pasaron un par de minutos hasta que Alfonsín pudiese hablar. La gente, abajo, coreaba su nombre, gritaba "Argentina, Argentina" y saltaba. Alfonsín, entonces, habló en primera persona del plural. Incluyó, se refirió a "todos". En su primera frase advirtió que vendría una etapa dura, difícil pero que el deber de todos era trabajar por asegurar la libertad y las condiciones de vida dignas en el país.

Mientras hablaba (y mientras la gente bramaba) fue adquiriendo cada vez más convicción y energía. El brazo se agitaba con firmeza y apuntalaba cada palabra, el exacto tono enfático. "No tengo dudas de que saldremos adelante, que tendremos el país que nos merecemos". Una nueva ovación.

El cierre de esos ocho minutos fue con lo que ya a esa altura era un clásico. El hit de Alfonsín, como lo llama Martín Zariello en su reciente libro 1988, el fin de la ilusión: el recitado del preámbulo de la Constitución Nacional. Fue, como lo bautizó el mismo Alfonsín en el cierre de campaña en la 9 de julio, un rezo laico. El brazo cayendo con el índice levantado, como golpeando cada frase, la voz grave, y la gente que se va sumando y repitiendo cada una de las consignas. Los que estaban en el balcón movían los labios acompañando, se entusiasmaban, afirmaban con cortos movimientos de cabeza.

Las últimas palabras las dijeron juntos, las gritaron decenas de miles de personas. Un momento estremecedor. El preámbulo de la Constitución Nacional con el que Alfonsín, cuando era candidato, cerraba todos sus discursos, se había convertido en una carta de fe de sus votantes.

Sin embargo, seis años después, al final de su mandato, las mismas palabras dichas con la misma cadencia expositiva no lograban similar efecto. Su resonancia, su sentido se había invertido. En el '83 representaban la esperanza, el futuro. En el '89 se habían convertido en un tango, eran pura nostalgia, eran la muestra cabal de todo lo que no pudo ser, de un fracaso.

Todavía quedaban más emociones en ese 10 de diciembre. En el Palacio San Martín, Alfonsín recibió a los representantes extranjeros que habían venido para su asunción. Felipe González, Bettino Craxi, George Bush (padre), el premier francés Pierre Mauroy, Belaúnde Terry, Siles Suazo y Daniel Ortega entre otros. Para la noche quedó la gala en el Teatro Colón. Programa previsible y emotivo: Alberto Ginastera, Astor Piazzolla y el Himno de la Alegría.

La actividad de los primeros días fue frenética. El programa de gobierno trató de cubrir todos los puntos de acción. En la economía hubo un rápido congelamiento de precios, búsqueda de créditos e intentos por estabilizar las distintas variables. La democratización de los sindicatos fracasó. A los cinco días de gobierno se ordenó el juzgamiento a las cúpulas militares y la creación de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (Conadep). En política exterior se comenzó con la reinserción del país en el mundo.

Todavía quedaban más emociones en ese 10 de diciembre. En el Palacio San Martín, Alfonsín recibió a los representantes extranjeros que habían venido para su asunción. Felipe González, Bettino Craxi, George Bush (padre), el premier francés Pierre Mauroy, Belaúnde Terry, Siles Suazo y Daniel Ortega entre otros. Para la noche quedó la gala en el Teatro Colón. Programa previsible y emotivo: Alberto Ginastera, Astor Piazzolla y el Himno de la Alegría.

La actividad de los primeros días fue frenética. El programa de gobierno trató de cubrir todos los puntos de acción. En la economía hubo un rápido congelamiento de precios, búsqueda de créditos e intentos por estabilizar las distintas variables. La democratización de los sindicatos fracasó. A los cinco días de gobierno se ordenó el juzgamiento a las cúpulas militares y la creación de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (Conadep). En política exterior se comenzó con la reinserción del país en el mundo.

La censura se había levantado, la gente volvía con entusiasmo al país, otras voces se escuchaban. Soplaban nuevos vientos. Había alegría y esperanzas en las calles. Comenzaba lo que se llamó la Primavera Alfonsinista que duraría hasta algún momento de 1987 (¿el primer levantamiento carapintada, la derrota en las segundas elecciones legislativas, el fracaso del Plan Austral?).

Pero ese 10 de diciembre un país tuvo expectativa, se llenó de fe y creyó en el futuro. Ese día el país salió de su época más atroz, de un tiempo de anomia, muerte y abyección. Ese 10 de diciembre fue un día largo. Pero también ese 10 de diciembre, quizá, haya sido el día más feliz en mucho tiempo.

https://www.youtube.com/watch?v=9motNyWXMKw


https://www.infobae.com/sociedad/2018/12/10/el-dia-mas-feliz-en-mucho-tiempo-como-fue-el-10-de-diciembre-de-1983/

sábado, 8 de diciembre de 2018

Quiénes son los "CHALECOS AMARILLOS", el movimiento sin líderes ni ideología que hace temblar a Francia



Emmanuel Macron atraviesa una profunda crisis que amenaza el futuro de su gobierno por una rebelión callejera. Aunque anuló el impuesto a los combustibles que había desatado las protestas, los manifestantes no parecen dispuestos a ceder y nadie sabe hasta dónde pueden llegar

Se sabía que, tarde o temprano, el gobierno de Emmanuel Macron iba a enfrentar una fuerte resistencia. Su arriesgado programa de reformas fiscales y laborales tiene perdedores muy claros, que no iban a aceptar pasivos los cambios. Por eso, el enfrentamiento con los sindicatos era inevitable.
Los primeros apuntados fueron los ferroviarios, que tienen un régimen de trabajo privilegiado. Hicieron tres meses de huelga, pero no lograron torcerle el brazo al presidente más joven de la democracia francesa. Ganar esa batalla le hizo pensar que las cosas iban a ser más fáciles de lo que terminaron siendo.
No fueron trabajadores organizados los que le provocaron la primera gran derrota a Macron y hundieron a su gobierno en una crisis que se profundiza cada día más. Fue un grupo inorgánico y heterogéneo, sin referentes claros ni una ideología precisa, que asaltó las calles de París —y de muchas otras ciudades—, desatando un caos que hacía varias décadas que no se veía en la capital francesa.
"Se movilizan a través de las redes sociales, Facebook principalmente. No tienen líderes, ni una dirección definida. Pero allí radica su éxito, porque muchas de esas personas miran con recelo a todos los aparatos y a las instituciones, incluyendo los sindicatos. Su heterogeneidad posibilita que todos lleven su propio reclamo, incluso aunque tenga fundamentos diferentes y hasta contradictorios con los de sus vecinos. Es un límite para el movimiento, pero también una fortaleza", explicó el politólogo Jean-Marie Pernot, investigador del Instituto de Investigaciones Económicas y Sociales, consultado por Infobae.
El disparador fue la suba de los impuestos a la gasolina y al diésel, una medida aconsejada por los expertos en medio ambiente para desincentivar el consumo de combustibles fósiles. Pero una parte de la clase media baja, que desde hace muchos años enfrenta restricciones por el elevado desempleo y los bajos salarios, lo sintió como una gran injusticia. Sobre todo, por parte de un gobierno que redujo impuestos patrimoniales a los ricos para evitar que se lleven al extranjero sus fortunas.
Más 280 mil personas salieron a protestar el 17 de noviembre, el primer gran día de la marcha. Muchos de ellos tenían puestos los chalecos amarillos que obligatoriamente tienen que llevar los automovilistas. Rápidamente, ese pasó a ser el emblema del movimiento
Con el correr de las semanas, las movilizaciones perdieron concurrencia, pero aumentaron su visibilidad por el estallido de episodios de violencia. El extremo se vivió el pasado sábado. Mientras Macron estaba en Buenos Aires participando de la cumbre del G20, París ardió. Autos y edificios fueron incendiados, se registraron saqueos en tiendas y un grupo de personas vandalizó el Arco del Triunfo.
Los enfrentamientos entre manifestantes y policías se repitieron en distintos puntos de la ciudad, que parecía una zona de guerra. Las autoridades informaron que 263 personas resultaron heridas y 412 fueron arrestadas. Además, desde el 17 de noviembre se produjeron cuatro muertes relacionadas a los incidentes.
Con el correr de las semanas, las movilizaciones perdieron concurrencia, pero aumentaron su visibilidad por el estallido de episodios de violencia. El extremo se vivió el pasado sábado. Mientras Macron estaba en Buenos Aires participando de la cumbre del G20, París ardió. Autos y edificios fueron incendiados, se registraron saqueos en tiendas y un grupo de personas vandalizó el Arco del Triunfo.
Los enfrentamientos entre manifestantes y policías se repitieron en distintos puntos de la ciudad, que parecía una zona de guerra. Las autoridades informaron que 263 personas resultaron heridas y 412 fueron arrestadas. Además, desde el 17 de noviembre se produjeron cuatro muertes relacionadas a los incidentes.
Con el correr de las semanas, las movilizaciones perdieron concurrencia, pero aumentaron su visibilidad por el estallido de episodios de violencia. El extremo se vivió el pasado sábado. Mientras Macron estaba en Buenos Aires participando de la cumbre del G20, París ardió. Autos y edificios fueron incendiados, se registraron saqueos en tiendas y un grupo de personas vandalizó el Arco del Triunfo.
Los enfrentamientos entre manifestantes y policías se repitieron en distintos puntos de la ciudad, que parecía una zona de guerra. Las autoridades informaron que 263 personas resultaron heridas y 412 fueron arrestadas. Además, desde el 17 de noviembre se produjeron cuatro muertes relacionadas a los incidentes.
Pero lo más preocupante para Macron es que, a pesar de haber dado marcho atrás con la suba de impuestos, la crisis está lejos de terminar. Los Gilets Jaunes (chalecos amarillos) no se sienten satisfechos con los anuncios y sienten que llegaron demasiado tarde. Nada fortalece más a un movimiento de protesta que obtener victorias, especialmente cuando se hacen esperar.
"Los franceses no quieren migajas, quieren la baguette entera", dijo días atrás Benjamin Cauchy, uno de los tantos organizadores de las protestas. La Policía teme nuevos incidentes y muchos comercios van a permanecer cerrados.
"Las medidas del gobierno podrían haber tenido efecto al comienzo, pero ahora quedaron por detrás de la magnitud del movimiento. Lo único seguro es que habrá movilizaciones el fin de semana y que nuevos actores se sumarán, como los estudiantes secundarios y los agricultores", dijo a Infobae  Danielle Tartakowsky, investigadora del Centro de Historia Social del Siglo XX.
Un movimiento que sintetiza el malestar
"Durante muchos años hubo en Francia intentos sociales o individuales de resistencia al trabajo que parecían no llevar a nada. Pero después de 2010, cuando se produjeron grandes protestas contra la suba de la edad jubilatoria, pensé que probablemente iba a surgir un movimiento social, aunque no sabía cuándo ni de qué manera. El descontento se cristalizó y comenzó alrededor de una demanda muy específica, pero agrupa a muchos descontentos y reclamos relacionados con la desigualdad social y la arrogancia de los ricos", dijo a Infobae Christian Chevandier, profesor de historia contemporánea en la Universidad de Le Havre.
El malestar no es nuevo en Francia. Desde hace tiempo hay en el país grandes porciones de la población que padecen el estancamiento económico, una desocupación crónica cercana al 10% y la ineficiencia de un estado que era demasiado grande y que ahora está en retirada.
"Muchas de esas personas no ven una contraprestación a sus impuestos, lo cual le da una impronta muy antiimpositiva al movimiento —dijo Pernot—. El fenómeno de los trabajadores pobres está creciendo. El Gobierno apunta a los desempleados y dice que la única solución es tener trabajo, cualquiera sea. Pero los chalecos amarillos son individuos con empleo que no pueden vivir dignamente".
Uno de los grandes problemas que enfrentan los franceses es que las reformas necesarias para revitalizar la economía son impopulares y difíciles de implementar en un país con sindicatos y estructuras burocráticas muy fuertes, capaces de bloquear muchas iniciativas. Por eso, a pesar de que los últimos gobiernos coincidieron en la necesidad de hacer cambios en la misma dirección, ninguno pudo avanzar demasiado.
Macron es sin dudas el presidente que asumió con mayor firmeza el mandato de reforma. Así que no sorprende que durante su gobierno se hayan producido las reacciones más fuertes.
"Es un movimiento que no está estructurado —dijo Tartakowsky—. Los llamados a marchar no respetaron la exigencia de registrarse preliminarmente, lo cual creó una dificultad para las fuerzas de seguridad. Al principio la violencia estuvo relacionada a grupos de extrema derecha y a alborotadores, pero muchos jóvenes de los chalecos también se sumaron. Hay una dimensión de ira y hay un elemento nuevo: algunos manifestantes reivindicaron la necesidad de la violencia, algo que es bastante excepcional en la historia de las protestas francesas".
Buena parte de la rabia con Macron no pasa por las políticas que quiere implementar, sino por su estilo y por lo que él mismo representa. Es un miembro de la elite económica y cultural francesa, formado en la exclusiva Escuela Nacional de Administración y con experiencia en el sector financiero. Por más que se esfuerce en explicar que los beneficios impositivos para los sectores de mayor poder adquisitivo pueden tener un impacto positivo sobre la economía, no tiene manera de evitar que lo acusen de ser "el presidente de los ricos".
"Hay tres elementos que convergen. El primero es la soberbia de Macron. Fue pobremente elegido, con una muy alta tasa de abstención, pero se comporta como si fuera el rey de Francia y parece mostrar un gran desprecio por la gente que tiene dificultades para vivir. El segundo es un conjunto de políticas públicas y privadas que volvieron a muchas personas dependientes del auto. Francia es un país disperso, en el que los precios de la tierra forzaron a mucha gente pobre a mudarse fuera de los centros urbanos. Los gastos relacionados al mantenimiento del vehículo crecieron en los últimos años, así que el aumento en la gasolina fue visto como demasiado. El tercero es la contracción de los servicios públicos y de las políticas sociales en general", sostuvo Pernot
Qué sigue para los Gilets Jaunes
La respuesta gubernamental a la crisis fue torpe y errática. Primero se limitó a condenar la violencia. Luego trató de negociar, pero no encontró interlocutores claros. Finalmente, en un hecho inédito desde que está en el poder, revirtió una medida. El primer ministro Édouard Philippe anunció el martes la suspensión por seis meses del aumento.
"El Gobierno responde con retardo a la movilización —dijo Pernot—. Si los anuncios se hacían después de la primera marcha, podrían haber funcionado. Pero hoy seguro que no. Al contrario, anunciar una simple suspensión dio la impresión de que sólo pretendía ganar tiempo y de que se estaba burlando de la gente. Los chalecos amarillos no confían en la política, sienten un odio increíble que se expresa. Es un sentir compartido: las encuestas muestran que el 70% de la población comprende y apoya la protesta, incluso después de la violencia".
Al ver que no alcanzaba para calmar los ánimos, Philippe comunicó que el tributo quedaba anulado y además congeló las tarifas de los servicios públicos. Pero tampoco fue suficiente.
Dos cosas resultan muy llamativas. Una es lo rápido que pasó el gobierno de no ceder en nada a entregar todo después de semanas de mantenerse firme. Otra es la estrategia de Macron: a pesar de la profunda gravedad de la crisis, mantiene un silencio casi absoluto. Sólo respondió una pregunta desde Buenos Aires. "Los culpables de esta violencia no quieren ninguna reforma, sólo quieren el caos", afirmó. Al regresar a Francia, se limitó a recorrer el Arco del Triunfo.
A nadie le llama la atención que su imagen haya caído al mínimo desde que se mudó al Elíseo. Sólo el 23% de las personas lo apoyan, según el último sondeo de Ifop-Fiducial.
Aprovechando la debilidad, los partidos de izquierda acordaron impulsar un voto de confianza en el Parlamento contra Philippe y su gabinete la semana que viene. Difícilmente prospere porque el oficialismo tiene mayoría, pero es una luz de alerta para el gobierno, y le da incentivos a los manifestantes para seguir en la calle.
"Es difícil predecir el futuro cuando uno es historiador, pero puedo decir que algo va a suceder. En el pequeño pueblo del sur de Francia en el que vivo el movimiento es más profundo que la discusión sobre el precio de los combustibles. Hay un resentimiento acumulado durante muchos años que se está expresando. Lo único seguro es que, como se dijo en 1968, nada volverá a ser como antes", concluyó Chevandier.