"Si así no lo hiciera, Dios, la Patria y él me lo demanden". Cristina
Fernández de Kirchner eligió esa inédita fórmula, con una invocación a
su difunto esposo, Néstor Kirchner, para jurar ayer su segundo mandato
como Presidente de la Nación.
Habían pasado diez minutos del mediodía y ocurrió la segunda escena
con fuerte carga simbólica de la jornada: su hija, Florencia, la ayudó
a colocarse la banda presidencial mientras Julio César Cleto Cobos, el
vicepresidente saliente, observaba la escena desde un cuidado segundo
plano.
La escenificación de la jura marcó el tono que pretende imponerle la
Presidenta a su segundo mandato. Ante todo, y como manto protector, el
legado de él: "¡Ay, Dios!", suspiró apenas se sentó para hablar ante
la Asamblea Legislativa. "Hoy no es un día fácil. Pese a la alegría,
falta algo y falta alguien", comenzó su discurso de 70 minutos, con la
voz entrecortada y su hijo, Máximo, a un costado, con lágrimas en los
ojos y mirando el cielo.
Tras su familia, emerge la organización juvenil La Cámpora, creada por
Máximo, como segundo círculo de confianza y cercanía a la Presidenta.
Fueron ellos los que coparon los lugares centrales en los palcos del
Congreso y en la plazas Congreso y de Mayo, mientras su principales
líderes se paseaban por los pasillos principales del Congreso y la
Casa Rosada.
Los gremios y los intendentes, el tradicional aparato de movilización
peronista, llevaron mucha menos gente que otras veces y quedaron
relegados a espacios secundarios.
En su discurso, la Presidenta no hizo referencia a su pertenencia
partidaria. Tampoco cantó la Marcha Peronista cuando atronó en el
hemiciclo tras sus palabras. Hizo una sola referencia a Juan Domingo
Perón.
Y fue crítica: recordó que en su época la Constitución no garantizaba
el derecho a huelga. "Con nosotros derecho de huelga hay; pero derecho
de huelga, no de chantaje ni de extorsión", lanzó su advertencia más
dura a los gremialistas. Hugo Moyano, en su momento más distante del
Gobierno, ni siquiera apareció.
Cristina no se olvidó de los contrincantes con los que eligió
confrontar en su primer mandato.
Reivindicó el "coraje" de quienes votaron la Ley de Servicios de
Audiovisuales y recomendó "no guiarse por las letras de molde", aunque
admitió que ella lee los diarios todas las mañanas "como un ejercicio
militante". Recordó el conflicto con el campo y dijo: "si nos hubieran
escuchado, hoy estarían mejor".
Se mofó del ránking que muestra a su mandato como el período en que
menos leyes aprobó el Parlamento. Dijo que prefería calidad antes que
cantidad, y que le hubiera bastado con tres: la reestatización de las
AFJP, la movilidad jubilatoria y la Ley de Medios.
Se quejó de que debió "soportar cinco corridas bancarias" y, entonces,
sostuvo: "Que se den por notificados, yo no soy la Presidenta de las
corporaciones sino de los 40 millones de argentinos".
La Presidenta reivindicó a sus compañeros "que resistieron y no
defeccionaron en los momentos más difíciles", a los que contrastó con
los que abandonaron el barco kirchnerista. Recordó su experiencia en
los 90 y aseguró que ella criticó al menemismo pero "jamás me fui de
mi bloque ni formé ningún bloque unipersonal; no creo en las
unipersonas, creo en los proyectos y políticas colectivas".
Hacia el futuro, reclamó a los legisladores que aprueben las leyes
Penal Tributaria y de Tierras. También anunció la creación de una
nueva Secretaría de comercio exterior que trabajará en tándem con la
de Interior en la órbita del Ministerio de Economía, y una
subsecretaria de competitividad para avanzar en la "sintonía fina".
Una feudo en el que campeará a sus anchas Guillermo Moreno.
Cristina bailó en la Avenida de Mayo camino a la Casa Rosada. Se
encerró en su despacho con su familia antes de saludar a actores y
músicos y a los mandatarios extranjeros. Les tomó juramento a sus
ministros en el Museo del Bicentenario, con el espectro de Néstor
Kirchner otra vez presente, desde una enorme bandera de La Cámpora y
en las invocaciones de Juan Manuel Abal Medina y Alicia Kirchner. Al
anochecer se subió al escenario frente a la Plaza para saludar a la
multitud.
Así comenzaron los 1.461 días del segundo mandato de Cristina, que ya
no puede aspirar a otra reelección.