lunes, 28 de septiembre de 2015

El nuevo Presidente necesitará aliados para REGULAR EL CONFLICTO SOCIAL y contener a los trabajadores (¿?) / Ricardo Carpena




Algunos malpensados creen que el próximo gobierno deberá ajustar la economía para tapar los agujeros que dejará el kirchnerismo. Si eso fuera así, el nuevo Presidente necesitará de aliados que regulen el conflicto social y contengan a los trabajadores. Por eso esas mismas mentes retorcidas sospechan que Daniel Scioli, Mauricio Macri y Sergio Massa están tan desesperados por seducir al sindicalismo peronista y garantizarle que no lo tratarán con la indiferencia de Cristina Kirchner.

El candidato del Frente para la Victoria, por ejemplo, ya le prometió un ministerio al Movimiento Evita, con una profunda inserción en barriadas humildes y que, junto, con sectores precarizados, integra la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP). En la misma sintonía, Scioli sorprendió la semana pasada al recibir al combativo Pablo Micheli, líder de la CTA opositora.

Aunque ya tiene de su lado a la mayoría del gremialismo peronista, el gobernador no pudo lograr hasta el momento que el líder de un sindicato con enorme poder de fuego como Hugo Moyano, que resultó clave para que Néstor Kirchner pacificara el frente sindical en 2003, accediera a algún gesto que pudiera interpretarse como un apoyo electoral (para colmo, el jefe camionero se mostrará hoy con Macri en un acto del gobierno porteño, tal como reveló ayer Clarín).

Si se trata de moderar el conflicto social, para Scioli fue una muy buena noticia que un aliado gremial como Rodolfo Daer, titular del Sindicato de Alimentación de Capital, haya estado detrás de la derrota del trotskista PTS en las elecciones de delegados de la empresa Mondelez (ex Kraft), que mantenía el control de la comisión interna desde el feroz conflicto de 2009 y que desde entonces se convirtió en un símbolo del avance de la izquierda dura en las fábricas y en los sindicatos.

La lista de delegados que ganó el miércoles pasado en Mondelez está integrada por militantes del Partido Comunista Revolucionario (PCR), que manejaron la comisión interna hasta 2009; peronistas (alineados con Daer e incluso de La Cámpora) e independientes. Los maoístas buscan despegarse del jefe de Alimentación Capital, aunque éste, en diálogo radial con el periodista Gustavo Sylvestre, los elogió demasiado calurosamente: “Ganó el equilibrio, la sensatez y las convicciones profundas de defender de la mejor forma a los compañeros de la fábrica”, dijo.

El sindicalismo peronista vive aterrorizado por el crecimiento de la izquierda y ha apelado a fórmulas de todo tipo para evitarlo. Algunos, con una estrategia de choque, como lo demostró el jefe de los mecánicos, Ricardo Pignanelli en los ásperos conflictos de las autopartistas Gestamp y Lear. En este último, la dirigencia de SMATA fue acusada de “secuestrar” un ómnibus con trabajadores que iban a la planta de Pacheco para llevarlos a la sede del sindicato en Capital y obligarlos a que participaran de una asamblea con el fin expulsar a los delegados de izquierda.

Daer, en cambio, pasó del enfrentamiento frontal a una estrategia distinta, basada en la convicción de que lo que hacían colegas como Pignanelli (y él mismo, hasta entonces) era contraproducente.

Así, el pope de Alimentación se puso casi a la izquierda del trotskismo: en 2014, en sintonía con el PTS, reclamó un 40% de aumento en las paritarias, postura que le permitió volver a pisar la planta de Mondelez de Pacheco, adonde no iba desde el conflicto de 2009 por temor a las agresiones, hasta que finalmente consiguió un alza del 35%, una de las cifras más altas del año. Para ello contó incluso con un guiño del empresariado, que accedió a subir su oferta salarial para permitirle a Daer que capitalizara el logro y pudiera neutralizar a los “troskos”.

Ahora, tras arrebatarle al PTS el bastión de la ex Kraft y haber recuperado en 2014 la comisión interna de la planta de Mondelez de Victoria (ex Cadbury-Stani), en manos de la izquierda independiente, Daer quiere reconquistar en las elecciones de mediados de octubre el cuerpo de delegados de Pepsico, que hoy dirige aquella agrupación trotskista. Seguramente su militancia temprana en la Federación Juvenil Comunista, antes de convertirse en el adalid del sindicalismo ortodoxo de la mano de Lorenzo Miguel, influyeron en la fructífera estrategia del líder de Alimentación Capital, que buscará otro mandato en las elecciones del sindicato, en marzo de 2016.

El PTS imaginaba que podía pagar un alto costo: 30 de sus candidatos son trabajadores de la ex Kraft y Javier “Poke” Hermosilla, que piloteaba la comisión interna, estuvo alejado de la fábrica primero por problemas de salud y luego por su actividad proselitista. En aquel partido saben que lo que viene será crucial: la fórmula del PTS, Nicolás del Caño-Myriam Bregman, competirá en las elecciones por el Frente de Izquierda. Los que miran de reojo son sus socios electorales del Partido Obrero (PO), con quien los desune una concepción distinta de armado político y sindical.

La alegría de Daer en estas horas es seguramente la misma que sienten el empresariado y el Gobierno por el retroceso del PTS en una de las más importantes plantas del país, dentro de un contexto en el que los poderes político y económico entraron en pánico por la “marea roja” sindical.

Quizá no haya que descorchar champaña antes de tiempo. Si hay ajuste, los platos rotos los pagarán los trabajadores, pero también la dirigencia que avale al próximo Presidente. La “zurda loca”, como llamaba al trotskismo el metalúrgico Juan Belén, hace ese cálculo de lo más cuerdo.

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