miércoles, 14 de septiembre de 2016

El regreso de los zombies K: ¿son funcionales a Macri?


D’Elía, Hebe de Bonafini, Moreno, Aníbal Fernández y compañía le auguran el peor final al Gobierno. Hasta dónde pueden llegar. Y cómo pasaron de ser ídolos sociales a monstruos.
En las películas apocalípticas el causante final del desastre suele ser el propio hombre, y el show de horror made in Argentina 2016 no es ajeno a esa regla. Mientras una indiscutible mayoría se rasga las vestiduras cuando aparecen los bolsos de José López o se acumulan causas contra Cristina Kirchner y el resto de sus antiguos funcionarios, las preguntas incómodas son: ¿dónde estaban hace un par de años los paladines de la Justicia que hoy se pavonean por Comodoro Py ante las cámaras de tevé? ¿Qué decían algunos medios que ahora denuncian la sistematizada corrupción K, cuando los Kirchner repartían publicidad oficial y negocios millonarios? Y la duda más importante: ¿cómo CFK ganó con el 54% en el 2011 y mantuvo una alta imagen positiva durante su segundo mandato, para que ahora una mayoría militante sueñe con verla cargando su cruz hasta su crucificación? Si hay zombies en las calles, es porque se alimentan de nuestras propias culpas.

A la hoguera. “Nunca más voy a ser funcionario ni candidato”, dice el ex secretario de Comercio, Guillermo Moreno. Aunque Moreno asegura que es porque “ya dio todo”, es difícil no pensar que así está lavando responsabilidades propias pero también ajenas. Como si fuera una reversión mucho menos trágica del asesinato de José Ignacio Rucci, en ese entonces Secretario General de la CGT, el otrora hombre superpoderoso del antiguo Gobierno K paga con su muerte política el costo de un nuevo relato oficial que calme las aguas. Moreno, que dijo que “ni Videla le sacó la comida a la gente como Macri”, aparece hoy alejado de las primeras líneas de mando, sin ser recibido públicamente por Cristina en el Instituto Patria u en otro lugar, y ahora con la declaración pública de que no ambiciona un nuevo cargo.
El antiguo funcionario es, junto a Amado Boudou, Aníbal Fernández, Luis D’Elía, Fernando Esteche, Hebe de Bonafini y varios más, una de las caras de la demonización que gran parte de la sociedad pide y necesita. Son las caricaturas que engrosan la tragicomedia que el Gobierno mandó a distribuir en cada acto oficial, en cada discurso, presentación o entrevista: es la nueva edición del libro de la “pesada herencia”, excusa marketinera que, gobierno tras gobierno, vuelve a ser best seller nacional.

“Encontramos un Estado plagado de despilfarro, clientelismo y corrupción, y la corrupción mata”, dijo Macri pocos meses después de haber asumido, dando las líneas generales sobre las que iba a girar la política de este año. Y en ese camino a los tumbos, natural de los primeros meses de un Gobierno, se encontraron con un tesoro inimaginado: una realidad que, engrosada por bolsos millonarios, testaferros arrepentidos y causas hiperpolémicas, le permitía al macrismo construir con lujo de detalles el nuevo discurso oficial. Y en ese armado teatral son protagonistas, irónicamente, los que lejos estuvieron de haber sido los máximos responsables de las penurias de las que se los acusa. Esto está lejos de significar que estos políticos no hayan caído en irregularidades o en actos impropios de su oficio: pero, de la misma manera en que María Julia Arsogaray no fue la principal orquestadora del despilfarro menemista -aunque fue la única que cumplió tiempo en prisión, luego de una investigación por una tapa de NOTICIAS-, ni D’Elía ni Moreno ni Boudou, elegidos en última instancia por el voto popular, causaron por sí solos la debacle económica de los últimos años del país.

Si te he visto… “Ellos no son las figuras principales del kirchnerismo, son personajes extravagantes que todo movimiento amplio tiene”, dijo, a modo de queja, una de las personas que se encarga hoy de la comunicación del círculo chico de Cristina. La protesta, un ejemplo de los aires que ahora corren, esconde la doble cara de este fenómeno: para que alguien vaya al caldaso, hay que entregarlo esposado primero.

De la misma manera en que Alsogaray o la Coordinadora del radicalismo cargaron sobre su espalda todos los demonios del gobierno del que participaron, ahora la gran mayoría del kirchnerismo le da la espalda a los personajes que creó y hasta ridiculiza a los que ayer idolatraba. Se reniega de los millonarios fondos que cobraba D’Elía para mantener su aparato punteril en Buenos Aires, Boudou aparece como un excéntrico barbudo que se cuela en las manifestaciones, Aníbal es el impresentable a quien el propio kirchnerismo le pedía “que se quede callado” durante las últimas elecciones, y Moreno es un divertido personaje del que reírse con culpa cuando aparece peleándose en la tevé. Hoy la presencia de cualquiera de ellos quema y mancha, y si bien no se los puede excluir, están muy lejos de ser los invitados de honor de las fiestas.

“Seguir analizando las políticas a través de las personas es incorrecto, las elecciones no se resuelven por los individuos o los candidatos, sino por el proyecto que representan”, le dice a NOTICIAS Agustín Rossi, uno de los hombres más cercanos hoy a Cristina Kirchner. Detrás de la correcta declaración del ex diputado nacional y actual del Parlasur se puede buscar otra rázon: a algunos es mejor perderlos que encontrarlos. Los números coinciden con esta última postura. Según una encuesta de la consultora Management & Fit, la mala imagen de Julio de Vido, Boudou, Moreno y Aníbal es de 51%, 58%, 71% y 54% respectivamente. En el Gobierno lo viven como una certeza y festejan en cada ocasión: cada vez que una cámara enfoca a Cristina o a alguno sus políticos más odiados, la buena percepción hacia Macri sube.




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