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lunes, 12 de octubre de 2020

¿Lealtad a un Presidente no peronista? Necesitamos una nueva política sindical / Por Marcelo Peretta **

 


El 17 de octubre la cúpula de CGT respalda a un Presidente que termina su primer año de “gestión” con quinientos mil empleos registrados menos, cien mil empresas cerradas, paritarias congeladas, catorce por ciento de desempleo, dos millones de nuevos pobres, ochocientos mil contagiados y veintiún mil muertos con covid.

La central obrera, que hizo silencio frente al severo perjuicio sufrido por los trabajadores dependientes e independientes, ahora difama la memoria justicialista respaldando a un Gobierno que estimula el pobrismo y descree del mérito, siendo que el peronismo siempre estimuló el esfuerzo, empezando por aquellos criollos, inmigrantes y campesinos mal pagos, sin oficio ni calificación, para que se capaciten y conviertan en trabajadores registrados, sindicalizados y bien remunerados.

Fue Perón el que otorgó derechos reales a los trabajadores que se esforzaban: salario vital, aguinaldo, vacaciones, turismo y salud. En cambio, el “albertismo” al que se apoya, sostiene que el problema es la desigualdad y prefiere nivelar hacia abajo y empobrecer a todos por igual.¿Quién le dijo al Presidente y a la CGT que los trabajadores queremos ser iguales? Es una tiranía pretender que todos seamos análogos. Quitarle a los ricos para darle a los pobres no es peronismo, mucho menos sindicalismo. No se enriquece a los pobres empobreciendo a los ricos.

El trabajador quiere ganar más, comprarse casa, auto e irse de vacaciones; quiere diferenciarse, no que todos sean igualmente pobres. El trabajador quiere trabajo registrado, no subsidio; quiere dignidad no limosna. No se ayuda a la gente haciendo por ella lo que ella debe hacer por sí misma. El desafío no es igualar trabajadores a la fuerza sino aumentarles las oportunidades laborales, con una mirada ascendente, no descendente.

Pero esta CGT, conducida casi exclusivamente por sindicatos corporativos (Gordos), parece haber olvidado los principios peronistas, y hoy está dedicada a sostener un modelo en que “los trabajadores hacen que trabajan y los empleadores hacen que pagan”, porque negocia con las corporaciones empresarias salarios bajos, insuficientes para vivir, por lo que los empleados deben buscar otros medios de vida.

El gremialismo se aburguesó y en lugar de mantener la libertad otorgada (y enseñada) por Perón, que era militar por formación pero liberal por concepción, los dirigentes actuales frenan la evolución, restringen la libertad, olvidan la democracia, impiden las nuevas organizaciones y retrasan las modernas actividades.

La cúpula sindical actual es conservadora y subsidia a funcionarios para acrecentar su poder y frenar la creación de nuevas organizaciones sindicales, contradiciendo el artículo 14 bis de la Constitución que establece que la “organización sindical debe ser libre y democrática, reconocida por la simple inscripción en un registro especial”.

Los “Gordos” obstaculizan el desarrollo de nuevas tareas como el “teletrabajo” y el “reparto”, que por definición son nuevas actividades que necesitan sindicatos específicos, y las convierten en meras nuevas “modalidades” laborales para engordar, aún más, las obesas arcas de sindicatos creados hace más de ochenta años, cuando estas nuevas actividades ni siquiera estaban pensadas.

La burguesía dirigencial defiende un “modelo” sindical que convalida, por ejemplo, que los policías monotributen -y mueran en funciones- sin una asociación gremial que los proteja, a pesar de que el Ministerio de Trabajo tiene a la firma la inscripción de los Sindicatos SIPOBA y SINPOPE, pero la Corte Suprema de Justicia se opone, o que los enfermeros sigan precarizados e ignorados en su condición de profesionales universitarios porque FATSA se niega a que los Sindicatos SITRE y SUPDE obtengan su personería gremial.

La Cartera Laboral tiene más de mil expedientes de inscripción o personería frenados por presión de los jeques sindicales. En lugar de permitir que el sindicalismo crezca y multiplique la fuerza de los trabajadores con nuevas asociaciones, el viejo sindicalismo sostiene, equivocadamente, que eso dividirá su potencia y ejerce prácticas antisindicales que debilitan y alejan a los trabajadores de su sindicato y de un empleo digno.

En el sindicalismo hay muchos peronistas pero poco peronismo. Mucho sindicalista se dice peronista, pero no lo es si se roba afiliados que no representa o llama a un ministro para que le niegue la personería a un nuevo gremio. Los anarquistas le pidieron a Perón por el status quo, pero el ex presidente rompió con esa inercia de como estaban hechas las cosas.

Durante el primer gobierno de Perón se crearon numerosos sindicatos y, sin embargo, mucho sindicalista que se dice peronista se opone a esa libertad sindical al afirmar que el unicato es el “modelo sindical argentino”. Pero eso es falso, porque la legislación contempla tres tipos de sindicatos: de actividad, de profesión y de empresa, y todos son necesarios. Los números contradicen a los defensores del unicato sindical, ya que hay seis millones de trabajadores no registrados.

El “modelo” sindical argentino promueve olas de denuncias ante la OIT, porque los sindicatos corporativos restringen la libertad de los pequeños sindicatos independientes; por eso debe liberarse la creación de nuevas organizaciones, para que nazca un sindicalismo sano, con Estatutos actualizados. Si el Estado no limita la apertura y cierre de asociaciones empresarias, no corresponde que lo haga con los gremios.

El peronismo está desvirtuado por dirigentes con ansias de poder que se suben para conseguir algún cargo, pero ser peronista es bajar la pobreza, no administrarla, es aumentar la producción y empleo formal, principalmente en el sector privado (por ejemplo, gas, minería, tecnología y farmacología), no promover un subsidio para cada problema.

Es claro que las mejoras laborales se debieron a los sindicatos, pero el conservadurismo sindical impide la renovación dirigencial y el crecimiento del mercado laboral que permitirá registrar y sindicalizar a nuevos trabajadores. Si el peronismo creó los derechos laborales en Argentina, es el que hoy debe actualizarlos.

Necesitamos una enmienda laboral que reconozca nuevas actividades y una política sindical que autorice nuevos sindicatos, chicos y bien fiscalizados, que puedan negociar salarios con las pequeñas empresas y cámaras generadoras de nuevos empleos, que también están excluidas de las corporaciones empresarias. El desafío de estos nuevos empresarios y sindicalistas es crear y mantener empleos genuinos.

Hay que avanzar hacia un nuevo sindicalismo, moderno y flaco. Hay sindicatos con cientos de miles de afiliados que terminan entregando los derechos en vez de protegerlos. Un sindicato con menos de cincuenta mil afiliados es manejable y permite representar mejor los intereses diferenciados de sus trabajadores, con menor corrupción porque tiene menos caja.

También hay que abrir los convenios laborales para actualizar las regulaciones y discutir nuevos beneficios. Los convenios cerrados son una barrera para la registración laboral y protegen a muy pocos trabajadores.

Los sindicalistas debemos convencer a nuestros representados que la mejor forma de defender el trabajo es yendo a trabajar, no quedarse en casa esperando el sueldo, como hizo durante la cuarentena el setenta por ciento de los trabajadores estatales, dejando sin atención esencial al resto, que sí pusimos el cuerpo a la pandemia. Hace falta un neosindicalismo que le sume responsabilidades a los derechos laborales.

A 90 años del nacimiento de la Confederación General de Trabajo, debemos promover una reingeniería sindical y recrear al primer peronismo, el auténtico. Una CGT conducida por gremios Gordos no sirve, porque solo beneficia a la cúpula que, paradójicamente, menos necesita, y porque entrega derechos sindicales a cambio de caja para las obras sociales, y los argentinos necesitamos ambos: trabajo y salud.

Es probable que algunos compañeros se enojen cuando lean estas líneas, o que reciba otra amenaza de muerte del secretario general de CGT, Héctor Daer, pero no me preocupa mi vida, sino la posibilidad de que gane un “Bolsonaro”, con votos suficientes para matar a todo el movimiento obrero. Estamos a tiempo de limpiar, curar y fortalecer a nuestro gremialismo.

Los políticos dicen que quieren un nuevo sindicalismo, pero no se atreven a cambiarlo. Mauricio Macri pregonaba una reforma laboral, pero terminó acordando con los mismos Gordos que criticaba en campaña, y Alberto Fernández llegó diciendo que los trabajadores seríamos parte de su gobierno pero convalidó reducciones salariales y de aguinaldo y se aferró a una agenda global que dejará más gente en la calle. A pesar de su sobreactuación y de la “prohibición de despidos”, ni los amparos judiciales frenaron el tsunami de desempleo.

Me parece desleal con los trabajadores rescatar a un Presidente cuyo plan es reducir el trabajo registrado, el valor del salario y el peso del sindicalismo, y aumentar los niveles de pobreza, la pérdida de libertades, y la rentabilidad de las organizaciones sociales.

***El autor es doctor en Farmacia y Bioquímica-UBA, secretario general del Sindicato de Farmacéuticos y Bioquímicos – SAFYB, Confederación General del Trabajo

jueves, 3 de septiembre de 2020

03-sept-1971: El día en que Perón se reencontró con el cuerpo de Evita **



En 1957, el cadáver había sido trasladado en secreto a un cementerio de Milán. El 3 de septiembre de 1971, hace hoy 49 años, el general Lanusse hizo reintegrar los restos como gesto de “buena voluntad”.
-Sí –dijo Perón conmovido– es Eva.
El general, con su corazón, ya ajado, sacudido por la emoción, firmó con ímpetu las actas que daban fe de ese acto casi íntimo y ante pocos testigos: el cuerpo de Eva Perón, la mujer que había acompañado con fervor y fanatismo su aventura política entre 1945 y 1952, el año de su joven muerte a los 33 años, volvía a sus manos, embalsamada por el talento del médico español Pedro Ara y ultrajado por los militares que lo robaron el 22 de noviembre de 1955, dos meses después del derrocamiento de Perón.
Todo ocurrió hace cuarenta y nueve años, el 3 de septiembre de 1971, en la residencia “17 de Octubre”, en el 5 de la calle Navalmanzanos, del barrio madrileño de Puerta de Hierro, sede del exilio español de Perón. Y todo estuvo a punto de fracasar por el idiotismo inclaudicable de José López Rega, que entonces ejercía con talento su oficio de alcahuete y no se había convertido en el criminal superministro que, tres años después, aspiraría a heredar a Perón junto a su viuda, María Estela Martínez.
Primero, teatral y vacuo, López Rega gritó: “¡Jefe, no es Eva!”. Luego, rechazado por Perón, se acercó al ataúd con un soplete para abrir la carcasa de aluminio que lo protegía. Tuvieron que avisarle que una leve llama podía hacer arder al cadáver, dado los químicos usados por Ara para embalsamarlo. Hubo que recurrir a un par de caseros abre latas para dejar el cuerpo al descubierto.
Minutos después, el sacerdote italiano Giulio Madurini, superior general de la Compañía de San Pablo en Italia, puso en manos de Perón el gran rosario de oro que el papa Pío XII había regalado a Eva Perón en 1947, en ocasión de su visita al Vaticano. “Yo lo veía a Perón muy emocionado –dijo Madurini a este diario en 1997-. Se mostró sorprendido y contento cuando le di el gran rosario. Me lo agradeció. Hablamos en italiano”.
El padre Madurini tenía aquella reliquia en su poder porque horas antes la había puesto en sus manos el coronel Héctor Cabanillas, que había sido responsable de la operación secreta que llevó el cadáver de Eva Perón al Cementerio Maggiore de Milán, donde fue enterrada con el nombre falso de María Maggi de Magistris, después de haberlo sacado del país con esa identidad falsa en el buque Conte Biancamano en abril de 1957.
Cabanillas, que guardó el secreto durante catorce años y no lo confió siquiera a su familia, fue el encargado en 1971 de desandar el camino trazado en 1957 para restituir el cadáver a Perón, por pedido del entonces presidente de facto, general Alejandro Lanusse, involucrado directamente en la operación de ocultamiento del cuerpo y de su devolución.
¿Cómo estaba Lanusse en el secreto y qué tenía que hacer en la entrega del cuerpo de Eva Perón el superior de la Compañía de San Pablo en Italia?
Un mes después del derrocamiento de Perón, el 15 de octubre de 1955, Juana Ibarguren, madre de Eva Perón, asilada en la embajada de Ecuador, autorizó por escrito al gobierno de Eduardo Lonardi a dar sepultura a su hija, por entonces en un salón del segundo piso de la CGT.
En noviembre, y en un golpe palaciego, Lonardi fue derrocado por el general Pedro Eugenio Aramburu que mantuvo el compromiso firmado con Juana Ibarguren. Aramburu y su ministro de guerra, Arturo Ossorio Arana, pidieron al coronel Cabanillas que se hiciera cargo del traslado del cuerpo, como aseguró a este diario en 1997 su hijo, el entonces general de brigada Eduardo Cabanillas. El cadáver fue a parar a manos del jefe de la SIDE, coronel Carlos Moori Koenig, un desquiciado que ultrajó el cuerpo y lo convirtió en objeto de exhibición para sus amistades.
En 1957, por fin, Cabanillas organizó la operación de traslado del cadáver de Eva Perón a Milán. Artífice del andamiaje secreto fue un cura paulista, el padre Francisco “Paco” Rotger, que había casado a Lanusse con Ileana Bell, y que era su confesor cuando Lanusse era jefe del regimiento de Granaderos a Caballo General San Martín, custodia del presidente Aramburu. Una trama perfecta.
Rotger habló con su amigo, Eugenio Pacelli, que en 1957 era el Papa Pío XII. Y la Iglesia se encargó de todo. Envió a Buenos Aires al sacerdote Giovanni Penco, superior de la Compañía de San Pablo, que se entrevistó con Cabanillas y se encargó de arreglar el entierro de Eva Perón bajo una falsa identidad. “A Penco lo envió el Papa”, dijo Cabanillas hijo en 1997. El sacerdote italiano guardó el secreto y lo confió luego a su sucesor, el padre Madurini.
Aquellos años turbulentos y los hechos que rodearon la salida de Buenos Aires y el entierro clandestino de Eva Perón en Milán, están relatados en “Secreto de Confesión”, del periodista Sergio Rubin, un libro imprescindible para comprender, o al menos para intentarlo, aquel país de delirios.
En 1971 Lanusse decidió devolver a Perón el cadáver de su segunda esposa por varias razones. Lo hizo, reveló hace más de dos décadas su viuda, con la total anuencia del entonces Papa Paulo VI, Giovanni Battista Montini, que era el arzobispo de Milán en 1957 cuando Eva Perón fue enterrada como María Maggi de Magistris en el Cementerio Maggiore.
La primera razón por la que Lanusse decidió restituir el cuerpo de Eva Perón a su esposo fue para mostrar un gesto de buena voluntad hacia Perón, con quien se iba a medir en los años por venir, de camino a la normalización institucional del país quebrada en 1966 por la “Revolución Argentina”.
Segunda razón, Aramburu había sido secuestrado y asesinado por la guerrilla peronista “Montoneros” entre mayo y junio de1970, luego de haber sido sometido a un “juicio revolucionario”, según sus captores.
Aramburu fue acusado por Montoneros de la desaparición del cadáver de Eva Perón y, en el comunicado número 5 que dieron a conocer ya con Aramburu asesinado, expresaron: “El cuerpo de Pedro Eugenio Aramburu sólo será devuelto luego de que sean restituidos al pueblo los restos de nuestra querida compañera Evita”.
Luego de conocido el asesinato de Aramburu, el coronel Cabanillas, uno de los dueños del secreto, empezó a recibir entonces “presiones” de Montoneros. ¿Confió Aramburu a sus captores el nombre de Cabanillas? Aramburu sabía dónde estaba enterrada Eva Perón. Lo confió a este diario en 1997 la viuda de Lanusse, Ileana Bell: “Mi marido, Aramburu y el padre Rotger eran los únicos que sabían dónde estaba. Yo tampoco lo sabía”.
Dos personas más conocían el secreto: el coronel Cabanillas, que guardaba en una caja de seguridad toda la documentación del caso y el sitio de la tumba en el Cementerio Maggiore, campo 86, tombino 41, y el suboficial del Ejército Manuel Sorolla, que en 1957 había tomado parte de la operación de ocultamiento del cadáver.
Si Aramburu conocía el destino de los restos de Eva Perón, no lo dijo a sus captores en el simulacro de “juicio” al que lo sometieron antes de asesinarlo. Según las diferentes versiones que dio Montoneros, y según quién la cuente, Aramburu dijo: “Evita está en Italia. Pero yo no sé dónde. Y si supiera, no se los diría”, relató en su momento Roberto Perdía. Mario Firmenich dijo que Aramburu sólo reveló que el cuerpo estaba enterrado “en un cementerio de Roma”.
Si algo de todo eso es cierto, en el umbral de su muerte Aramburu mantuvo ante sus verdugos el secreto, un secreto militar, sobre el destino del cuerpo de Eva Perón.
El tercero de los motivos que apresuraron la entrega del cuerpo a Perón por parte de Lanusse fue la certeza de que Montoneros y la CGT estaban sobre la pista del cadáver.
Hay registros de dos viajes a Milán de José Ignacio Rucci, secretario general de la CGT, y el padre Madurini, heredero del secreto de su antecesor, el padre Giovanni Penco, recordaba que en junio de 1971 entraron ladrones a su oficina de la Compañía de San Pablo; ladrones que no robaron nada, pero que sí revolvieron toda la documentación. Lo que casi con seguridad buscaban, no estaba en esas oficinas: Madurini había guardado todo en una carpeta sellada que había entregado en custodia a una enfermera de apellido Orlandini.
El padre Madurini fue una de las personas ante quien se exhumó el cuerpo de Eva Perón en el cementerio Maggiore de Milán el 1 de septiembre de 1971 en el primero de los pasos para cumplir con la entrega del cuerpo a Perón. Junto al sacerdote estaban Cabanillas y Sorolla.
El ataúd fue abierto en un carrito de transporte. Al ver la figura de Eva Perón embalsamada, los sepultureros gritaron “¡Milagro, milagro!” ante la inquietud de Cabanillas y la explicación que dio Madurini: les dijo a los sepultureros que el embalsamamiento era una costumbre muy extendida en América del Sur.
El ataúd fue cargado en un furgón Citroen de la funeraria milanesa Fuseti, con el chofer Roberto Germani al volante y Sorolla como custodio, dispuestos ambos a hacer el largo viaje Milán-Madrid. Mientras, Cabanillas y Madurini corrían al aeropuerto de Linate para viajar en avión a Barajas.
El furgón recorrió casi mil quinientos ochenta kilómetros y atravesó Génova, Savona, Mónaco, Montpellier, Perpiñán hasta La Junquera, un municipio español de la provincia de Gerona, fronterizo con Francia.
Allí, y pese a sus protestas, el chofer Germani fue relevado de su misión: la Guardia Civil se hizo cargo del transporte de los restos de Eva Perón en un operativo coordinado por las autoridades del gobierno de Francisco Franco y el embajador argentino en Madrid, brigadier general Jorge Rojas Silveyra.
Rojas Silveyra había sido nombrado por Lanusse especialmente para vérselas con Perón. En 1997 se definió ante Clarín: “Odio tanto a los peronistas como a los radicales. Soy conservador orejudo, partidario del fraude, la violencia y el entreguismo, que era cuando el país mejor andaba”.
Cuando Lanusse le anunció su destino de diplomático, Rojas Silveyra le dijo entristecido: “No, Cano… No podes hacerme esto…”.
“Sí, puedo –le dijo Lanusse– porque sos el único tipo que conozco que es más gorila que yo”.
En la tarde del 3 de septiembre de 1971 y ya en tierra española, el cortejo con el cuerpo de Eva Perón cubrió el trayecto entre Barcelona y Madrid, custodiado con discreción, aunque la operación ya no era un secreto: ante el furgón se cuadraban todos los miembros de la Guardia Civil que le veían pasar.
Por fin, entró a la capital española poco antes de las ocho de la noche del 3 de setiembre. Poco antes de enfilar hacia Puerta de Hierro, Sorolla quitó del féretro la chapa de bronce con el nombre “María Maggi de Magistris” y colocó otra que decía: “María Eva Duarte de Perón”.
Hubo una última espera decretada sólo por el rigor histórico de los militares argentinos al frente de la operación: el ataúd estuvo a punto de llegar a Puerta de Hierro a las ocho y veinticinco de la noche, las 20.25 que la historia oficial fijó como la de la muerte de Eva Perón el 26 de julio de 1952. Para evitar coincidencias azarosas e inquietantes, el furgón entró a la residencia de Perón después de esa hora.
Cabanillas entregó los restos a Perón. El ataúd fue abierto ante los testigos: Perón, su entonces delegado personal, Jorge Daniel Paladino, María Estela Martínez de Perón, “una persona que dijo llamarse López Rega”, dice el acta, Rojas Silveyra, dos sacerdotes mercedarios amigos de Perón y el sacerdote Alessandro Angeli, que no era otro que el padre Madurini que actuó durante toda la ceremonia con ese nombre falso: “Usé Alessandro, que es mi segundo nombre, y Angeli porque mi padre se llamaba Angelo”, dijo a Clarín en 1997.
Sin embargo, el largo peregrinaje del cuerpo de Eva Perón no había terminado. Todavía iba a estar atado a los vaivenes y delirios de la vida política argentina.
El 15 de octubre de 1974, tres meses y medio después de la muerte de Perón y con su viuda en la presidencia, Montoneros secuestró del cementerio de la Recoleta el ataúd con los restos de Aramburu y exigió a cambio la restitución del cuerpo de Eva Perón.
Dos días después, el cuerpo viajó de Madrid a la Argentina, donde fue recibido por Isabel Perón y López Rega y una banda de civiles que hicieron ostentación de su armamento pesado y pasó a reposar en una cripta en la Quinta presidencial de Olivos, junto al féretro de Perón.
Tras el golpe militar del 24 de marzo de 1976, el cadáver de Eva Perón fue depositado en la bóveda de la familia Duarte, en Recoleta, a seis metros de profundidad y bajo una gruesa plancha de acero.
Cuando casi todos los protagonistas de esta historia, y muchos de sus testigos, han muerto ya, el eco del pasado trae una última, pequeña anécdota; un diálogo entre Perón y Rojas Silveyra en cálida noche madrileña: una extraña comunión entre enemigos.
Perón tomó del brazo al brigadier y le dijo: “Venga Rojitas”. Salieron al jardín de la residencia y caminaron juntos un trecho.
-Señor –le dijo Rojas Silveyra, que no quería adjudicarle a Perón grado militar alguno, usted está llorando…
-Mire –contestó Perón, yo he sido con esta mujer mucho más feliz de lo que todo el mundo cree.

** © Alberto Amato

domingo, 16 de agosto de 2020

El peronismo necesita sacarse de encima al kirchnerismo *#*




La única lealtad respetable obliga a enfrentar los errores del Gobierno, lo otro es obsecuencia y esa enfermedad es mortal para la política.
Fue hace mucho y estábamos casi todos los enamorados de la política siendo absoluta mayoría. Peronistas, radicales, conservadores, demócratas cristianos, socialistas, desarrollistas, estábamos casi todos, esencialmente, los convencidos de un futuro sin violencia y con acuerdos. Sin duda el último esfuerzo recuperable, reivindicable, un Perón que retornaba al encuentro de la grandeza opositora representada por el jefe radical. Aquel fue nuestro “pacto de la Moncloa” o, en rigor, la versión más acabada del intento de ser nación. Tiempos donde la política todavía ocupaba su lugar de pasión por el destino colectivo, tiempos donde la opción era democracia o violencia, donde resultaba imprescindible superar la confrontación y lograr una síntesis superadora. Eran tiempos donde todavía los intereses económicos capaces de destruirnos tenían su partido militar y la política no había sido herida por la codicia.
Alfonsín fue el último intento de imponer la política; luego los gobiernos se dejaron llevar por los intereses particulares. Al principio no se notaban las diferencias; no mucho después, la pobreza y la miseria crecieron como fruto maduro de aquella siembra, que lo precedió desde el 76 y continuó en los noventa, donde la codicia privada se hizo cargo del destino colectivo. Cristina, en su triunfo, tuvo la opción de apostar a la grandeza, de llamar a la unidad nacional y ponerse al servicio de la justicia, de esa justicia que ahora intentan reformar achicando al máximo el espacio de sus seguidores. Solo los propios fanatizados pueden imaginar viable ese proyecto que debilita al Gobierno y lo acerca al riesgo de un nuevo fracaso, que lo lleva a enfrentar el enorme espacio del sentido común. Insisten en discutir con el pasado olvidando que ellos son parte esencial de ese pasado. Todo se vuelve trinchera para un gobierno que necesita salir del aislamiento, ampliar su base de sustentación y no reducirla apostando a causas perdidas de antemano, como el intento de modificar la justicia.
 Por su parte, la cuarentena se va convirtiendo en una incentivación de la pobreza en una sociedad debilitada a tal extremo que no sabemos si está asumiendo la prohibición del gobierno o si esa soledad expresa tan solo la debilidad estructural a la que quedamos reducidos. En un principio, parecía que habíamos logrado evitar los efectos de la enfermedad; ahora parece que solo logramos demorarlos. Y el costo resulta tan desmesurado como la imagen del remero solitario al que persiguen cual prototipo de transgresor. Una idea de la autoridad, de esa que los lleva a cuestionar a los medios de comunicación y a soñar con ser propietarios de muchos que aplaudan hasta sus peores errores. Los medios de comunicación que tanto denuestan son, a veces, el espejo en el cual no soportan verse, son la crítica que necesitan los libres y menosprecian los autoritarios, sin que esto implique, naturalmente, un elogio ciego de todo lo que desde los medios se difunde y opina. Olvidan que los obsecuentes solo sirven para la bonanza, son un salvavidas de plomo que suele conducir a un nuevo fracaso.
CFK perdió elecciones con Francisco De Narváez, con Sergio Massa y con Esteban Bullrich: necesitó de Alberto Fernández y del desastre de Mauricio Macri para retornar. Coyunturas favorables que no se repiten fácilmente, como lo advierten las pitonisas más cotizadas. Si Alberto Fernández no logra ampliar su alianza con la sociedad o no puede dejar de ser CFK, habrá derrota, y si la oposición no encuentra a un radical que la conduzca, el peronismo se ocupará de hacerlo. Simplemente, vivimos con la cuarentena un complejo error político, con autopistas repletas de vehículos mientras los humildes, los que no tienen como aislarse, son los únicos que ven coartada su posibilidad de trabajo por las limitaciones del transporte público. Necesitamos ser más racionales y más dialoguistas, dos virtudes que acompañaron al último Perón y nunca supo ejercitar el kirchnerismoel peronismo necesita sacarse de encima al kirchnerismo para evitar que lo arrastre en su derrota y termine por desvirtuar para siempre su digna historia. La única lealtad respetable obliga a enfrentar los errores del Gobierno, lo otro es obsecuencia y esa enfermedad es mortal para la política, que sin rebeldía carece de destino.
*#* Julio Bárbaro -Politólogo y Escritor. Fue diputado nacional, secretario de Cultura e interventor del Comfer




martes, 21 de julio de 2020

"El partido de los buenos" y las críticas a Alberto / por Aldo Duzdevich**




El encierro de la cuarentena, las horas frente a las redes sociales, nos permiten día a día, exponer nuestros profundos conocimientos sobre una multitud de temas, y con el poderoso instrumento del Mouse, militar la revolución mundial. Pero, además descubrimos que nuestra percepción y valores éticos son cada vez más exclusivos. Y lo que más nos satisface, es la maravillosa libertad de opinar en las redes, que nos hacen sentir únicos. “Alberto dijo que si hacía algo mal se lo digamos”. Entonces ya, un mes antes que asuma el gobierno, empecé el listado de cosas que a mí no me gustan, las expuse en las redes y espero que Alberto me escuche a mí, y me conteste a mí.
En aquellos años setenta, uno se sentaba con un tipo y a la tercera o cuarta frase podía darse cuenta de que “palo” era. Estábamos los de la “tendencia” un conglomerado que más o menos pateaba para el mismo lado. Los “ortodoxos” que eran “Guardia” o “Demetrios”, no había más. Los “viejos del partido” . Los muchachos de las 62. Y afuera estaban los PC, los “chinos”, los troskos del PST o del PRT, los de Franja y allí se terminaba la cosa. Uno sabía que, putear a Stalin ante los chinos o troskos no quedaba mal y así con todos. Había media docena de grandes continentes políticos que tenían alguna conducción y cierto rumbo.
Pero, el siglo XXI inauguró primero la era de los “colectivos”. Que, en el inicio eran grandes agrupamientos sociales que sostenían alguna reivindicación común. Pero, pronto se hicieron cada vez más específicos, más pequeños y más sectarios. Sin embargo “el narcisismo de las pequeñas diferencias” no se satisfizo, ni siquiera con los “micro-colectivos”. Las redes, nos dan la posibilidad que crear nuestro “colectivo” individual, que ya no sería “colectivo” donde viajan unos 60 (entre sentados y parados); el individual vendría siendo un monoplaza. Y una bandada grande de “monoplazas” constituirían el “colectivo” de los “libres pensadores”.
La frase preferida del “monoplaza” sería “yo no te vote para que hagas”.  Alberto debería escuchar “la voz del pueblo” (que es la mía) antes de tomar cualquier medida. Y Alberto tal vez en un exceso de exposición mediática, responde tuits, cartas, da explicaciones a periodistas, etc. Pero nada de eso alivia al libre pensador monoplaza, que siempre tiene un pero más, en su cuestionamiento siempre insatisfecho.
Lo que no alcanzan a ver y razonar los pasajeros de los múltiples colectivos y monoplazas, es que, la estrategia de fragmentación es tan vieja como la frase “divide y reinaras”. Que en un país dependiente como el nuestro la contradicción principal sigue siendo Patria o Colonia. Y que Perón en 1945 estableció primero la unidad del movimiento obrero creando una poderosa CGT única y desde allí convocó a un amplio arco de sectores políticos y sociales para enfrentar con éxito las políticas del imperio.
En 2019, Cristina hizo un acto de conducción peronista. Puso a Alberto al frente de la fórmula y le encomendó convocar a la CGT, los gobernadores, el peronismo disperso, el progresismo alejado, e incluso parte del radicalismo. Con ese amplio frente ganamos con el 48% de los votos y no nos sobró nada, porque Macri a pesar de su desastre saco 40 % después de los cuatro años de demolición política, económica y social de Macri, el programa del Frente de Todos era y es bien modesto. 1) Un plan urgente contra el hambre. 2) Renegociar y patear para adelante deuda externa. 3) Bajar la inflación y 4) Reactivar paulatinamente la industria y el empleo. 5) Mejorar la redistribución del ingreso. Ahora, si agregamos a las dificultades de origen, la catástrofe mundial de la pandemia, y el cerco continental de gobiernos de derecha empezando por Brasil. Entonces los ya modestos objetivos se tornan cada vez más difíciles.
Para quienes alegan que esto es reformista o poco revolucionario, diré que estuvimos doce años y nos fuimos con un 25 % de pobreza estructural; con un 70% de jubilados que cobraban la mínima; sin destruir Clarín, ni otros monopolios; sin Junta Nacional de Granos; habiendo tenido que volver a tomar y pagar deuda externa, etc. Y a mi juicio fue el mejor gobierno que tuvimos después de Perón; salvo por algunos funcionarios que lo destiñeron llevándose unos pesos para su casa.
Resulta que ahora estamos enojados con Alberto, porque patear los pagos de deuda para el 2025, “no es solución”; porque manejó mal lo de Vicentín; porque el Congreso todavía no saca el impuesto a la riqueza, que aclaremos son unos 3 mil millones de dólares, que ayudan si, pero no cubren ni un mes del gasto de Anses en jubilaciones. Porque le dice amigo a Larreta, cuando lo “revolucionario” sería decirle “este gran HDP que tengo sentado acá”. Porque tiene que echar a Sola que era gobernador cuando la bonaerense mato a Kosteki y Santillan.
Voy a transcribir algo que Perón nos dijo a los jóvenes reunidos en Gaspar Campos el 8 de septiembre de 1973.  Ya se que no es cool, ni progre repetir a Perón, pero saben que “chiques”, este Viejo hizo la única revolución triunfante de América Latina ya en 1945.  “Cada uno, dentro del movimiento, tiene una misión. La mía es la más ingrata de todas. Me tengo que tragar el sapo todos los días. Otros se lo tragan de cuando en cuando. En política todos tienen que tragar un poco el sapo, pero yo no, yo hago aquí de padre eterno. ¿Por qué? Porque mi misión es esa. La misión mía es la de aglutinar al mayor número, porque la política tiene esa técnica, acumular la mayor cantidad de gente proclive o pensante hacia la finalidad y los objetivos que nosotros perseguimos.(…) Yo estoy para llevarlos a todos, buenos y malos. Porque si quiero llevar solo los buenos voy a quedar con muy poquitos (risas), y en política con muy poquitos no se puede hacer mucho.”
Sin embargo, siempre aparecen los que sueñan y proponen crear el “Partido de los Buenos”. Que antes parecía mas fácil, pero ahora se nos complica, poder poner de acuerdo tantos “colectivos”, “micro-colectivos” y “monoplazas”. Pero siempre estamos a tiempo de hacerlo. Casi, casi, lo logramos, en el 2015. Hay que empezar a decir desde hoy que “votamos desgarrados” a Alberto y que sino propone un programa revolucionario mejor “vamos solos”.  Y eso sí, avisémosle a Macri que no se vaya a vivir a Italia, porque pronto le devolvemos el gobierno, mientras nosotros el “Partido de los Buenos” cavamos nuestras trincheras para una dura, principista y eterna resistencia.
**Autor de “Salvados por Francisco” y “La Lealtad, Los Montoneros que se quedaron con Perón”
Fuente. Agencia Paco Urondo.


domingo, 5 de julio de 2020

Alberto Fernández y los problemas del progresismo / Por Julio Bárbaro




“El hábito de la desesperanza es peor que la desesperanza misma”, Albert Camus, La Peste.
La imperiosa necesidad de confiar en quienes nos gobiernan nos enfrenta a los sucesivos responsables, tan dueños de sus propios deseos como ignorantes de los nuestros.
El gobierno fue votado como peronista; sin embargo, en su desarrollo pareciera asumir un lugar opuesto a dicho pensamiento. Son aislados los casos de quienes por historia y formación reivindican las ideas de Perón; en contraposición, quienes expresan un marxismo superado se imaginan a sí mismos como la modernización del peronismo. Y en esa concepción se termina imponiendo el autoritarismo en contra de la democracia, y en alguna medida, lo conspirativo termina ocupando la esencial transparencia que la política exige.
Mientras Perón decía que la política exterior era la verdadera política, desde su arribo al gobierno, el Presidente insiste en una mirada ideologizada en su relación con el mundo. Primero, fue la invocación al Grupo de Puebla, integrado por ex gobernantes de distinto pasado; algunos, merecedores de respeto y otros, distantes de semejante honor. La idea de un pasado digno de ser recordado resulta insuficiente, cuando lo que importa es la democracia. Lo del presidente de México es harina de otro costal. Los mexicanos tienen su historia política propia poco asimilable con la nuestra. La política exterior del peronismo y, en rigor, toda expresión seria se instala respetando las decisiones de los pueblos. El ejemplo de la Unión Europea es más que claro: a nadie se le ocurre inmiscuirse en las elecciones de los otros miembros, mucho menos cuando no se logró instalar un rumbo exitoso en la realidad propia. El peronismo logró un equilibrado balance entre democracia y necesidades sociales. La democracia occidental sigue siendo el espacio en el que pretendemos habitar, más allá de las negociaciones económicas con aquellas naciones que practican el autoritarismo y cuyo crecimiento ignora el valor de las libertades.
Alberto Fernández intenta imponer una supuesta ideología por sobre el valor de la democracia. Cuando habla de “cambiar el mundo”, la frase suena pretenciosa, más aún cuando no ha logrado todavía instalar una acertada política nacional. Hasta el presente, no obstante, la política exterior posee mayor definición que la interior; entre un gabinete carente de brillo y una economía carente de propuestas, el Gobierno tendrá serias dificultades para tener éxito en las elecciones del año próximo.
El kirchnerismo, que hoy integra el Frente de Todos, siempre expresó diferencias con el peronismo. En lo esencial, se manifiesta en la pretendida política de “derechos humanos” que intenta instalar la memoria de la guerrilla por sobre la construcción de Perón y la obra de los trabajadores. La idea maniquea de imponer la imagen oscura de López Rega contra el heroísmo de los desaparecidos poco y nada tiene que ver con la realidad. Ese presunto “progresismo” generó muchos problemas en el peronismo que, con grandeza, supo cobijarlo en su momento. Esa relación termina, como es sabido, con el asesinato de Rucci.
Hubiera sido de esperar que Cristina Kirchner y Alberto Fernández volvieran para convocar a la unidad nacional, respetar los gobiernos de los países hermanos y la doctrina, asumiendo que solo detrás de ese recuerdo es posible gobernar con éxito y, en consecuencia, ganar elecciones. Si hubieran convocado a la grandeza, habrían podido encarar la resolución de las necesidades urgentes de nuestro pueblo e ingresar en la historia a partir tan solo de una autocrítica ejecutada en los hechos. Puede resultar inocente esperar eso de quienes no admiten sus propios errores, tanto como imaginar que tienen plena conciencia de las necesidades sociales. El diálogo entre el Presidente y Lula, por ejemplo, significó una afrenta para varios países hermanos y el retorno a un ideologismo universitario que hace décadas se dio por superado en el mundo.
El kirchnerismo fue derrotado tres veces, y el camino actual puede augurarles una cuarta derrota. El peronismo, con sus gobernadores y sindicalistas, necesita tomar conciencia de ese riesgo para impedir que el fracaso arrastre a sus propias estructuras. Supuse que el Gobierno convocaría a aliados para ampliar su propio consenso, pero compruebo asombrado que solo se ocupa de fanatizar su espacio con agresiones inconducentes. Ese camino no les sirve a las urgencias de la sociedad y ni siquiera a las pretensiones del gobierno, pero parecería que nadie se quiere dar por enterado.

Buenos Aires 05 julio 2020

domingo, 21 de junio de 2020

21 de Junio de 1973: Mensaje de J.D. Perón al regresar definitivamente de su exilio ...


“Nosotros somos justicialistas, no hay nuevos rótulos que califiquen a nuestra doctrina y a nuestra ideología”.

Los peronistas debemos retomar la conducción de nuestro movimiento…
“Los que pretextan lo inconfesable, aunque lo cubran con gritos engañosos o se empeñen en peleas descabelladas, no pueden engañar a nadie. Los que ingenuamente piensen que así pueden copar nuestro Movimiento o tomar el Poder que el pueblo ha conquistado se equivocan”.


lunes, 8 de junio de 2020

Efemérides: 9 de junio de 1956



El 9 de junio de 1956 se produjo un levantamiento cívico-militar liderado por el general Juan José Valle contra la dictadura militar de Aramburu y Rojas que derrocara al gobierno constitucional del Presidente J.D.Peron nueve meses atrás. El levantamiento fue rápidamente abortado debido a que el movimiento había sido infiltrado y el usurpador gobierno militar estaba esperando a los insurrectos. La dictadura decidió efectuar un cobarde castigo completamente inusual en la historia argentina contemporánea.

Esta apretada síntesis es un incipiente umbral de la asonada de junio de 1956…Los invito a la lectura del libro escrito por Daniel Brion, hijo de uno de los  Ajusticiados por la banda fusiladora conducida por  Rojas-Aramburu: EL PRESIDENTE DUERME .Fusilados de 1956, la generación de una causa. Un conmovedor relato que ilustra un momento cruel de nuestra historia, generador de ulterioridades de resistencia y lucha por la democracia.

En archivo adjunto el libro y asimismo el link respectivo





viernes, 29 de mayo de 2020

A 50 AÑOS del ARAMBURAZO : El inicio de la REVOLUCIÓN inconclusa… [Documento de ex.Montoneros]




Al cumplirse 50 años del Aramburazo, y 51 del Cordobazo, un conjunto de militantes, sobrevivientes del terrorismo de estado, redactaron y difundieron una carta donde se reflexiona sobre estas dos gestas heróicas desde una mirada actual y hacia la continuación una lucha sin claudicaciones.
Para mayo de 1970 Argentina y el mundo experimentaban cambios inimaginables. Argentina venía, golpe tras golpe militar, en un proceso que se acelera fundamentalmente a partir de 1955. A pesar de ello, el alto grado de resistencia popular fue creciendo exponencialmente y a principios de los 60 se hizo imparable.
Los procesos de Liberación en el Tercer Mundo, la victoria de Vietnam sobre los invasores yanquis, la Revolución Cubana y la caída del Che contribuyeron también a encender las mejores luchas anticapitalistas y antiimperialistas en nuestras tierras. Entre 1969 y 1970 se produjeron dos enormes gestas en la Argentina que cambiarían por completo la calidad de la lucha de los 15 años previos. Una de ellas fue indudablemente el Cordobazo que significó una señal clara de las condiciones reales de conciencia de la Clase Obrera y el Pueblo.
Cuando hablamos del Cordobazo no sólo nos referimos a la Pueblada cordobesa sino además a todas las enormes luchas que lo precedieron y continuaron los años siguientes. Un pueblo entero de obreros, estudiantes, clases medias y pobres, codo a codo en las calles haciendo retroceder a enormes fuerzas de Seguridad.
El Córdobazo y otros levantamientos similares mostraron a los jóvenes revolucionarios de esos años que tantos esfuerzos, sacrificios y sangre vertida períodos anteriores habían hecho carne en la conciencia. Y también nos mostró que era necesario elevar el espontaneismo de las masas, que se debía dar un paso más y que debía, sí o sí, dar otra señal más contundente aún. El Cordobazo nos mostró que no se podría avanzar en un proceso revolucionario sin organización, sin dirección y sin dotar a las masas de la convicción de luchar por algo más que sus reivindicaciones. De lo que se trataba era de luchar por el Poder. Se trataba de dar por finalizada la gloriosa Resistencia y encarar de lleno un proceso revolucionario.
Naufragaban los sueños progresistas. Selladas todas las salidas "democráticas". Las contradicciones de la Guerra Fría no contenían a nuestro Pueblo. El descrédito de los dirigentes políticos y sindicales domesticados y burocratizados (incluyendo los del Peronismo) era una realidad imposible de revertir. La Dictadura anunciaba 20 años de permanencia. Y ya, entre los años 1959-1963 habían aparecido las primeras guerrillas rurales que, aún derrotadas, dejaron una indeleble huella en la historia.
La Historia nos estaba invitando a hacer historia y en Montoneros no dudamos en ir a su encuentro. Lo que faltaba se produjo exactamente un año después del Córdobazo. El Aramburazo fue un símbolo que contenía en sí todas las reivindicaciones anteriores, conscientes que a partir de ese hecho, ya no habría vuelta atrás en la lucha de clases y antiimperialistas. Ningún acuerdo podría sustituirla. A diferencia de otros procesos o de otros proyectos que se estudian y planifican estilo arquitectura, el Aramburazo fue producto de pocas cuestiones de principios y mucha convicción y sobre todo audacia. Mucha audacia. Audacia personal y política. Y eso es justamente lo que emparenta el Aramburazo con el Córdobazo, une ambas gestas en una sola, las amalgama a punto tal que no podría entenderse la primera sin haberse hecho antes realidad la segunda.
El hermanamiento entre el nacionalismo popular revolucionario, el marxismo y el innegable aporte de la Teología de la Liberación impregnaba doctrinariamente las dos gestas. Ambas eran parte de lo que se disputará de ahí en adelante: el Poder. El poder real, el poder de todo, el verdadero poder. Para 1970 era innegable el alto nivel de conciencia de las masas como lo demuestra el Córdobazo. El General Aramburu no era sólo la expresión de un fusilador, era además la representación en su época de la dominación y la explotación.
En ese momento histórico, los 500 años de dominación sufridos en Nuestra América y en Argentina, se veían reflejados en este militar gorila y vendepatria. Era la representación de un caudillo del Ejército cipayo argentino que se iría formando en las Escuelas norteamericanas. Ese Ejército que reprimió a mansalva en Córdoba debía ser golpeado, surgiera lo que surgiera de ese golpe. Sean contradicciones internas, sean que salten las caras más aberrantes. Ambas se produjeron. El Córdobazo y el Aramburazo lo hicieron posible. Montoneros no hizo otra cosa que aceptar el desafío al que nos convocaba el período histórico que vivíamos.
El proyecto nacional, popular y revolucionario que levantó MONTONEROS a partir de la ejecución del fusilador de patriotas suponía un enfrentamiento, a todo o nada, con las clases dominantes y esto está íntimamente asociado a la PATRIA SOCIALISTA. El socialismo nacional que impulsaba Montoneros suponía una nueva sociedad sin explotadores ni explotados. Necesidad que, para nuestra patria, sigue tan vigente -o más aún a la luz del desarrollo que tuvo el capitalismo y el imperialismo en este siglo- como lo fue en ese momento.
Hoy, a 51 años de la gesta histórica de masas del Córdobazo y a medio siglo de la no menos histórica de Montoneros, los militantes de esa Organización, que sobrevivimos a la peor represión del siglo XX en Argentina y quienes hoy transitan por similares caminos emancipatorios seguramente deberemos hacer una síntesis acerca de los motivos que condujeron a la derrota de aquellas luchas y que hasta la fecha han impedido alcanzar los objetivos por los que dieron la vida millares de militantes populares. Siempre considerando la plena vigencia de las causas por las que luchamos y por las que seguiremos luchando desde los distintos lugares de construcción donde estamos para alcanzar los objetivos de la Revolución inconclusa.

PRIMERAS FIRMAS: Roberto Cirilo Perdía, Eduardo "Negro" Soares, Jorge Falcone, Carlos Martinez, Carlos Aznárez, Gustavo Franquet, Norman Briski, Eduardo "Vasco" Murua, Luis Buonomo, David Lanuscou, Pancho Langieri, Hugo Cánepa, Hortensia "Tenchi" Espinola, Fernando Saez, Lizzie Murphy, Beto Ledesma, Hugo Descalzo, Fernando Trices, Johnny Murphy, José Luis De Francisco, Marie Pasqale Chevance Bertin, Federico Giuliani, Susana Rearte, Rolando Zanetta, María Ines Firmenich, Jorge Lewinger, Luis Buonomo, Juan C. “Pipon” Giuliani, Juan Jose Del Giudice, Juan Manuel "Cacho" Musri, Miriam Di Marzio, Juan Martín Griffo, Daniel Sampaoli, Alejandro Ignaszewski, Andrea Tomaino, Julio Pomacusi, Carlos Malamati, Cecilia Bianchi, Juan José Del Gudici, Ana Rosa Ambrogi, Guillermo Caviasca
Fuente : Agencia Paco Urondo

domingo, 26 de abril de 2020

Al Gobierno le falta peronismo ... / Julio Bárbaro




Nos encontramos con Julio Aurelio y, dirigiéndome a su hijo Federico, dije: “Nos conocemos de toda la vida”. Julio, ya con las limitaciones de su enfermedad, respondió con tristeza: “Pero no fuimos capaces de constituir una generación de amigos”. Esa frase fue sin duda una de las más duras verdades de la crítica a nuestra generación. No hemos construido una dirigencia digna de respeto en casi ninguna de las instituciones vigentes. Me sigo sintiendo peronista, sin partido ni lugar donde debatir mis ideas. Sigo también distanciado de los tres intentos de deformación de nuestra historia:
La 1* fue la guerrilla que imaginó superar la epopeya del pueblo con la violencia;
La 2* fue Carlos Menem, quien decidió elegir el camino de la traición como si fuera la modernidad;
y la última el kirchnerismo, que sin respetar el pensamiento de Perón encarna una mezcla de conservadores con progresistas y algunos antiguos marxistas para terminar en un rumbo que según mi buen entender promete un complejo futuro.
Concibo la historia argentina como habiendo transitado tres etapas. La primera, fundacional, en manos del pensamiento conservador; luego, el radicalismo, que incorpora la democracia y la participación de la clase media; y finalmente el peronismo, que suma a la clase trabajadora y define un modelo de sociedad industrial. Ya con Alvear teníamos presencia entre los pocos países que desarrollaban la industria aeronáutica. Tiempos en los que fabricábamos aviones y ferrocarriles, coches y motos, exportábamos industria y repito hasta convertirlo en muletilla, a la muerte de Perón la pobreza era del cinco por ciento tras diez y ocho años de proscripción. El golpe del 55 que lo derrocó no pudo destruir sus logros, todavía ni en las fuerzas armadas reinaba el pensamiento colonial que luego invadiría buena parte de nuestras estructuras intelectuales. El peronismo nace como aparente conflicto, “Braden o Perón”, e implica una dialéctica que será permanente: patria o colonia. No caben muchas otras acepciones. Y es necesario aclarar que para nuestra visión el marxismo implicaba otra forma de dependencia: los imperios eran dos y enfrentarlos era la obligación de cada uno de nosotros. En esos tiempos fue muy difícil sostener un proyecto propio: la cantidad de adoradores del imperio que surgirá en la posterior decadencia marca sin duda las dificultades de aquella concepción. También tuvo su desarrollo, digno de ser reivindicado, un marxismo nacional, como un verdadero basamento teórico.
El peronismo se asentaba en un acuerdo con los sectores productivos. Su primera etapa será una alianza con la “industria Flor de ceibo”, como se denominaba ese desarrollo original. En su retorno, Perón elige la alianza con Gelbard, que expresaba el aluminio y la informática, una voluntad de desarrollo nacional bien definida. “De casa al trabajo y del trabajo a casa”. “Quien no produce al menos lo que consume no tiene derechos”. Todos conceptos que nada tienen que ver con la culpas de relajamiento social que nos asignan, olvidando que en vida de Perón no existían los subsidios. El trabajo era el camino a la dignidad, el subsidio surge después de la última dictadura y como resultado de la destrucción que esos que se dicen “liberales” ejercen sobre el conjunto de la sociedad. Abrieron decenas de bancos y financieras: si ganaban era de ellos; las pérdidas terminaron como deuda externa de todos. “Achicar el Estado es agrandar la Nación”, rezaba la consigna que definía a los falcon verdes de los asesinos; la otra decía “somos derechos y humanos”. Sobre ese triste concepto se desarrolla el nervio del peor liberalismo, la destrucción del Estado y la desnacionalización de todos nuestros logros. La luz, el gas, los teléfonos, los ferrocarriles, el juego, los aeropuertos, todo lo colectivo fue pasando a manos privadas, sin siquiera el necesario control de esas supuestas inversiones y sus desmedidas ganancias. Privatizamos rutas que había construido el Estado donde instalaron sus peajes los “adjudicatarios”; regalamos lo de todos para inventar supuestos inversores que nunca existieron. Eso fue la dictadura y también el menemismo y aclaremos que, ni Néstor ni Cristina Kirchner cuestionaron la esencia de ese sistema de apropiación.
Me resulta absurdo que exista el odio al peronismo, cuando este tuvo varias identidades, siendo sin duda en la memoria popular el mejor momento de sus hijos. Después de la muerte de su fundador, tanto el liberalismo de Menem como el progresismo con los Kirchner son desviaciones de un pensamiento que en alguna medida podríamos decir que ocupó entre nosotros el lugar de la socialdemocracia, asumiendo que en su primera etapa tiene matices autoritaria mientras Perón ocupa en su retorno el lugar de pacificador.
El actual gobierno no tiene mucho de peronismo, pensamiento más vigente en las provincias. Es cierto que bajo su recuerdo también se refugian aun aquellos que lo cuestionan mientras la lealtad popular al mejor momento de sus vidas sigue con plena vigencia. Y eso suele llevar a una reiteración de las formas que muy pocos expresan a sus contenidos y que otros ni siquiera conocen. Necesitamos superar nuestras diferencias y, en ese espacio, temas como la venida de los médicos cubanos o la agresión a la Justicia solo sirven para multiplicar opositores. Hay sectores, de ambos bandos, convencidos de la necesidad de continuar con la confrontación. Demasiados votantes de Macri no terminan de digerir la derrota; del otro lado, algunos provocadores intentan devaluar el esfuerzo presidencial por superar los conflictos. Y finalmente, el moderno líder de la derecha continental, Don Vargas Llosa, convoca a ricos asustados del “populismo” -nombre que utilizan ellos para devaluar la democracia- como si no fueran los necesitados los verdaderos dañados por aquellos que acumularon riqueza y poder a partir de engendrar miseria. La derecha que asusta y oprime dice estar asustada y una izquierda, tan inconsciente como siempre lo ha sido, le hace el caldo gordo con provocaciones sin sentido.
La madurez obliga a apoyar la cuota de cordura que hoy ofrece el gobierno, con las críticas que merece pero a pesar de las cuales igualmente sigue siendo lo más coherente que tenemos al alcance. Reivindico, con sus virtudes y defectos, al actual gobierno como superador del caos que fue Macri y las provocaciones de Cristina y sus fanáticos. Ignoro todavía si la elección de Alberto Fernández fue el primer gesto de una nueva Cristina Kirchner o tan solo una movida lúcida para lograr el triunfo. Los que la rodean no la ayudan mucho. Lo demás es la pandemia, y esa es una curva que, si se expande, mete miedo
26 abr 2020